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Amor y… ¿responsabilidad?

  • EDWARD SRI

Se afirma con frecuencia que cerca de la mitad de matrimonios terminan en divorcio. Pero de lo que se habla mucho es de la otra mitad de la ecuación: los matrimonios que no se rompen. ¿Son prósperos esos matrimonios? ¿Las parejas casadas que están juntas se sienten realmente cerca uno al otro? ¿Logran la intimidad verdadera, duradera y personal?


JohnPaulIIEl siguiente artículo está basado en el libro del Dr. Sri, Men, Women and the Mystery of Love (Hombres, Mujeres y el Misterio del Amor)

La imagen de este otro lado de la línea del divorcio no es bonita. Los estudios demuestran que la mayoría de parejas no se sienten como si estuvieran casadas con un amigo cercano. De hecho, solo 1 de cada diez parejas casadas en Estados Unidos consideran que experimentan la intimidad emocional en su relación.

Un gran matrimonio no es solamente uno que se mantiene unido. Un gran matrimonio es aquel en el que los esposos experimentan una comunión personal profunda con el otro. Queremos matrimonios en los que luego de 10, 20 o 30 años de casados los esposos puedan decir "amo a mi pareja ahora más de lo que la amaba cuando nos casamos".

Para Juan Pablo II –entonces Karol Wojtyla– la clave para la comunión personal en la vida matrimonial es el amor mutuo de entrega personal y el sentido de responsabilidad y acompañamiento del otro como un don. De hecho, este tema de la responsabilidad es tan importante que lo colocó en el título de su libro sobre el amor, el matrimonio y las relaciones entre hombres y mujeres. El libro no se llama simplemente Amor, sino Amor y responsabilidad.

¿Qué es la responsabilidad? ¿Y cómo puede transformar las relaciones entre los esposos, novios y "parejas significativas"? Eso es lo que exploraremos en esta reflexión.

Responsabilidad

Pìense en lo que sucede en el amor prometido. En nuestra última reflexión, vimos que el sentido más pleno del amor involucra a dos personas dándose mutuamente una a la otra. Y este entregarse uno mismo no es sino confiarse totalmente a la otra persona: una rendición de las propias preferencias, de la libertad y la voluntad por el bien del otro.

Esto significa que en el amor prometido, mi amada se entrega totalmente a mí. Ella libre y amorosamente renuncia a su autonomía y compromete su voluntad para el bien de nuestro matrimonio y el bien de nuestra familia. Por ello, desde que mi amada confía totalmente su vida a mí de esta forma única, debo, a cambio, tener un profundo sentido de responsabilidad por ella: por su bienestar, su felicidad, su seguridad emocional, su santidad. Como Wojtyla explica, "existe en el amor una responsabilidad particular: la responsabilidad por una persona que se involucra en la asociación más cercana posible de la vida y la actividad del otro, y se convierte en un sentido de propiedad de quien sea que se beneficie de esta entrega de uno mismo". (p. 130).

Aquí, Wojtyla ofrece un estándar para el amor que es contracultural: "Mientras más grande sea el sentido de responsabilidad por la persona, más verdadero es el amor que existe" (p. 131). Dese cuenta que no dijo la más poderosa de las emociones, sino que se refirió al amor. La verdadera medida para el amor no es cuánto uno disfrute estar con el amado o cuánto placer reciba de él (ella). El amor auténtico no está centrado en uno, mirando constantemente dentro de sí mis propias emociones o deseos. En vez de eso, el verdadero amor mira afuera, contemplando al amado(a) que se ha confiado totalmente a mí, y tiene un profundo sentido de responsabilidad por su bien, especialmente a la luz del hecho que se ha comprometido conmigo de esa forma.

Aceptar el don

Para ayudarnos a apreciar mejor el papel crucial de la responsabilidad en una relación, consideremos los dos aspectos del amor en el que uno mismo se entrega. Por un lado, está la entrega personal: mi amada se da a sí misma a mí y yo me doy a ella. De otro lado, está la aceptación de la otra persona: acepto a mi amada como un don que se ha confiado a mí y ella me acepta también como un don. Wojtyla resalta cómo en el amor prometido hay un gran misterio de reciprocidad al darse y recibirse uno al otro. De hecho, hace una afirmación muy curiosa sobre esto: "la aceptación también debe ser darse, y darse recibiendo" (p. 129).

¿Cómo es que la aceptación es dar? En otras palabras, ¿en qué sentido es la aceptación de mi amada un verdadero don para ella? La perspectiva de la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II será de ayuda aquí. 1 Al comentar el matrimonio de Adán y Eva, él explica que cuando Eva se dio a Adán, ella fue plenamente aceptada por él, y los dos se unieron íntimamente como una sola carne. "Luego el hombre dijo, 'esta es huesos de mis huesos y carne de mi carne'… Por ello dejará el hombre a su padre y su madre y se unirá a su esposa y serán una sola carne" (Gen. 2:23-24).

Dado que el pecado no había entrado en el mundo, Adán no luchó con el egoísmo. Por ello, amó a su esposa no por lo que podía obtener de esta relación (una compañera de trabajo en el jardín, compañía, placer emocional, placer sexual, etc.) En vez de eso, él la amó por lo que ella era como persona. Aceptó a su esposa como el tremendo don que atesoraría y cuidaría. Tenía un profundo sentido de responsabilidad por ella y siempre buscó lo que era mejor para ella, no solo sus propios intereses. Nunca hizo nada que la hiriera.

La clave para la intimidad

Póngase en los zapatos de Eva. ¡Imagínese tener un esposo así! Imagine cómo se debe haber sentido ella siendo totalmente aceptada de esta forma. De hecho, tener un esposo que recibe con alegría a la esposa como un don y que la ame por su bien, fue un gran don para ella, porque ahora puede realizarse su comunión personal. La total aceptación que hizo Adán de Eva le dio la seguridad que ella necesitaba para sentirse lo suficientemente segura para confiarle su corazón, de hecho toda su vida, plenamente sin temor a ser decepcionada. En otras palabras, su amor comprometido y la aceptación generaron en ella la confianza que hace posible la intimidad emocional. 2

Esta es la clave para la comunión personal en el matrimonio. Dado que Eva confiaba plenamente en el amor de Adán por ella, nunca temió ser usada por él, ser incomprendida por él o ser herida por él. Por lo tanto, en este contexto de amor comprometido y responsabilidad, ella se sintió libre para darse ella misma totalmente a su esposo –emocional, espiritual y físicamente– sin retener nada.

De vuelta al jardín

Este es el tipo de dinámica que queremos para nuestros matrimonios: la confianza total que hace posible la intimidad personal. Sin embargo, mi amada solo confiará más en mí –y esto me develará su corazón– en la medida en que ella sienta que estoy comprometido con ella, que la acepto totalmente y que siento una gran responsabilidad por lo que es mejor para ella.

Esto no se logra fácilmente. A diferencia de Adán y Eva en el paraíso, estamos caídos. Somos egoístas y con frecuencia hacemos cosas que nos hieren unos a otros y que puede romper la confianza y así obstaculizar la intimidad. Por ejemplo, cuando un hombre está más preocupado por lo que él necesita hacer en el trabajo que cuidar las necesidades de su esposa, le envía un mensaje a ella de que no es una prioridad: que todo lo demás es más importante. Esto, por supuesto, no ayuda a construir la confianza y solo hace que ella se sienta más distante de su esposo. De modo similar, una esposa que constantemente molesta a su marido y lo critica por su debilidad, por no hacer las cosas en la casa o por no tener un mejor trabajo, puede hacerlo sentir poco respetado o apreciado. Esas quejas solo lo alejarán de ella emocionalmente.

¿Y qué pasa cuando experimentamos de primera mano la debilidad del amado y nos hieren por algo que ha hecho? Cuando estamos heridos, tenemos la tentación de frustrarnos con el otro, diciéndonos: "¿Por qué siempre hace eso? ¡Nunca va a cambiar!" Podemos ponernos defensivos ("¡Esto no es mi culpa! ¿Por qué ella no entiende?") Podemos construir paredes ("Ya no voy a decirle nunca más lo que siento… Igual no le importa") Podríamos incluso comenzar a abandonar nuestro amor ("Si me hubiera casado con alguien más, sé que no me tratarían así")

Wojtyla nos recuerda que en momentos así es cuando se pone a prueba nuestra aceptación y responsabilidad. Aún así, debemos "amar a toda la persona con sus virtudes y defectos y hasta cierto punto independientemente de esas virtudes y a pesar de esos defectos" (p. 135). No está diciendo que debemos perdonar o ignorar los pecados y debilidades del amado, sino que nos desafía a evitar ver al amado a través de los lentes de un abogado en un juicio. Aunque estemos heridos, necesitamos ver más allá de los meros hechos legales. ("¡Ella me hizo esto!") Y ver a la persona, que conserva su gran valor incluso en medio de los defectos y los pecados. Después de todo, como hemos visto en estas reflexiones, el verdadero amor se dirige a la persona: no solo a lo que él o ella hace por mí. Entonces, cuando el amado tiene un momento no tan bonito –no es agradable para mí y de hecho me hiere– ¿habrá aún amor y aceptación total para él o para ella?

Este es el tipo de pregunta que mide el verdadero amor de uno. Como Wojtyla resume, "la fuerza de tal amor emerge más claramente cuando la persona amada tropieza, cuando sus debilidades o pecados quedan al descubierto. Uno que realmente ama no abandona el amor, sino que ama más, ama con plena consciencia de los defectos y fallas del otro sin aprobarlas en lo más mínimo. Porque la persona así nunca pierde su valor esencial. La emoción que une a la persona con el valor de la otra se mantiene leal al ser humano" (p. 135).

Esto, por supuesto, es análogo a la forma en la que el Señor nos ama. A pesar de nuestros muchos pecados y fallas, Dios sigue comprometido con nosotros, mirándonos paciente y misericordiosamente cuando fallamos. Nos soporta incluso cuando hacemos cosas que dañan nuestra relación con Él. Por eso, si queremos ser más como Cristo en nuestros matrimonios, primero que nada tenemos que desarrollar una actitud más profunda del amor y la aceptación de nuestros esposos como son, con todas sus imperfecciones. En vez de tratar de cambiarlos o irritarnos con sus fallas, debemos permanecer firmemente comprometidos con ellos como personas que han sido confiadas a nosotros como un don. Nuestra actitud fundamental hacia el amado en medio de sus debilidades no puede ser de agitación, ponerse a la defensiva o de molestia; sino de aceptación incondicional en nuestros corazones del esposa tal como él o ella sea, siendo paciente con sus fallas. Cuando hacemos esto, comenzamos a amar como Dios ama.

Notas

Ver Juan Pablo II, La Teología del Cuerpo, Amor humano en el plan divino (Boston: Pauline Books & Media, 1997), especialmente pp. 54-72.

Si bien en esta reflexión me he centrado en la aceptación que hace Adán de Eva, se podría decir lo mismo en la otra dirección. La total aceptación que hace Eva de Adán es un don que de modo similar es un don para él, que se fortalece con la confianza y la intimidad en su relación.

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Agradecimiento

Edward Sri. "Amor y… ¿responsabilidad?" Lay Witness (2005). 

 Para ahondar sobre este tema, ver el libro del Dr. Sri. Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and Responsibility (Servant Books).

Este artículo se publica con permiso de la revisita Lay Witness. Lay Witness es una publicación de Catholic United for the Faith, Inc., un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y colaborar en los esfuerzos de la enseñanza de la Iglesia.

Sobre El Autor

sri10sri9Dr. Edward (Ted) Sri es un profesor Asistente de teología en el Benedictine College en Atchison, Kansas, y un colaborador frecuente de Lay Witness. Edward Sri es el autor de Rediscovering the Heart of the Disciple: Pope Francis and the Joy of the Gospel, Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and ResponsibilityMystery of the Kingdom (Misterio del Reino), The New Rosary in Scripture: Biblical Insights for Praying the 20 Mysteries (El Nuevo Rosario en la Escritura: Perspectiva Bíblica. Su último libro es Queen Mother: Queen Mother: A Biblical Theology of Mary's Queenship (Reina Madre) basado en su disertación doctoral que está disponible llamado a Benedictus Books al (888) 316-2640.Los miembros de CUF reciben un descuento de 10 por ciento.

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