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Amor y responsabilidad: La ley del don: Entendiendo las dos caras del amor

  • EDWARD SRI

¿Cómo sabe una persona si está en una relación de auténtico amor comprometido o solo en otro decepcionante romance que no pasará la prueba del tiempo?


JohnPaulIIEl siguiente artículo está basado en el libro del Dr. Sri, Men, Women and the Mystery of Love (Hombres, Mujeres y el Misterio del Amor)

Eso es lo que Juan Pablo II –entonces Karol Wojtyla– trata en la siguiente sección de su libro, Amor y responsabilidad, cuando habla de las dos caras del amor.

De acuerdo a Wojtyla, hay dos aspectos del amor y, entender la diferencia, es crucial para cualquier matrimonio, compromiso o relación de noviazgo. Por un lado, tenemos lo que sucede dentro de nosotros cuando nos vemos atraídos a una persona del sexo opuesto.

Cuando un chico conoce a una chica, él experimenta diversos sentimientos intensos y deseos en su corazón. Puede verse físicamente atraído por la belleza de su cuerpo o pensar constantemente en la atracción emocional. Esta dinámica interna del deseo sensual (sensualidad) y del amor emocional (sentimentalidad) extensamente muestra cómo el hombre y la mujer interactúan el uno con la otra, y es lo que hace que el romance, especialmente en sus inicios, sea tan emocionante para la pareja involucrada. Wojtyla llama esta primera cara del amor, el aspecto "subjetivo".

Sin embargo, este aspecto del amor no puede igualarse al amor en su pleno sentido. Sabemos por experiencia que podemos tener emociones y deseos intensos por otra persona sin estar, de ningún modo, comprometidos con ella o sin estar verdaderamente involucrados en una relación de amor.

Por ello Wojtyla coloca el aspecto subjetivo del amor en su lugar adecuado. Él nos advierte y nos recuerda que sin importar cuán intensas sean estas sensaciones, no es necesariamente amor, sino simplemente una "situación psicológica". En otras palabras, por sí mismas, el aspecto subjetivo del amor no es más que una experiencia placentera que sucede dentro de mí.

Estas emociones y deseos no son malos y pueden desarrollarse hasta el amor e incluso enriquecerlo, pero no deben verse como signos infalibles del amor auténtico. Wojtyla dice que "es imposible juzgar el valor de una relación entre personas solo por la intensidad de sus emociones… El amor se desarrolla sobre la base de una actitud totalmente comprometida y completamente responsable de persona a persona", mientras que los sentimientos románticos "nacen espontáneamente de las reacciones sensuales y emocionales. Un crecimiento rico y rápido de tales sensaciones puede ocultar un amor que no se ha desarrollado" (p. 145).

Hacer que el amor sea interno

Los hombres y las mujeres de hoy en día son muy susceptibles a caer en esta ilusión del amor porque el mundo moderno ha convertido el amor en algo interno, concentrándose primeramente en el aspecto subjetivo. En el último artículo, escribí sobre el fenómeno del "Amor de Hollywood", que nos dice que mientras más intensos sean los sentimientos nuestro amor también es más intenso. Wojtyla, sin embargo, enfatiza que hay otra cara del amor que es absolutamente esencial sin importar qué tan fuertes sean las emociones y los deseos. Esto es lo que él llama el aspecto "objetivo".

Este aspecto tiene un número de características objetivas que van más allá de los sentimientos placenteros que experimento a un nivel subjetivo. El amor verdadero involucra la virtud, la amistad, y la búsqueda del bien común. En el matrimonio cristiano, por ejemplo, un esposo y una esposa se unen en metas comunes de ayudarse uno a otro a crecer en santidad, profundizando su propia unión y criando a los hijos. Además, no solo deben compartir esta meta común sino que también tienen la virtud para ayudarse a llegar a eso.

Por eso el aspecto objetivo del amor es mucho más que una mirada interna a mis emociones y deseos. Es mucho más que el disfrute que obtengo de la relación. Cuando se considera el aspecto objetivo del amor, tenemos que discernir qué tipo de relación existe entre yo y mi amado(a) en realidad, no simplemente qué significa esta relación para mí en mis sentimientos. ¿La otra persona me ama verdaderamente por quien soy o más por el placer que experimenta de la relación? ¿Mi amado(a) entiende lo que es verdaderamente lo mejor para mí y tiene la virtud para ayudarme a llegar a eso? ¿Estamos profundamente unidos por una meta común, sirviéndonos uno al otro y esforzándonos juntos hacia el bien común que es más alto que cada uno de nosotros? ¿O estamos simplemente viviendo juntos, compartiendo recursos y ocasionales momentos buenos juntos mientras cada uno busca egoístamente sus propios proyectos e intereses en la vida? Estas son el tipo de preguntas que llegan al aspecto objetivo del amor.

Ahora podemos ver por qué Wojtyla dice que el verdadero amor es un "hecho interpersonal", no simplemente una "situación psicológica". Una relación fuerte está basada en la virtud y la amistad, no solo en la experiencia de buenos sentimientos y buenos ratos juntos. Como Wojtyla afirma, "el amor como experiencia debe estar subordinado al amor como virtud: tanto que sin el amor como virtud no puede haber plenitud en la experiencia del amor" (p. 120).

Amor que se entrega

Uno de los puntos clave del aspecto objetivo del amor es el don de sí. Wojtyla enseña que lo que hace que el amor comprometido sea distinto a las otras formas de amor (atracción, deseo, amistad) es que las dos personas "se dan a sí mismas" una a la otra. No solo se atraen mutualmente y no solo desean lo que es bueno para el otro. En el amor comprometido, cada persona se rinde a la otra completamente. "Cuando el amor comprometido aparece en la relación interpersonal entonces surge algo más que amistad: dos personas se reciben una a la otra" (p. 96).

Sin embargo la idea del don de sí genera algunas preguntas importantes: ¿Cómo puede una persona realmente entregarse a otra? ¿Qué significa esto? Después de todo, Wojtyla mismo enseña que cada persona humana es absolutamente única. Cada persona tiene su propia mente y su propia libre voluntad. Al final, nadie puede pensar por mí. Nadie puede elegir por mí. Entonces, cada persona es "su propio maestro" y no capaz de ser dada a otra (p. 125). Entonces, ¿en qué sentido puede una persona 'darse a sí misma' al amado(a)?

Wojtyla contesta diciendo que, mientras que en el nivel natural y físico es imposible para una persona darse a sí misma a otra, en el orden del amor una persona puede hacer eso eligiendo limitar su libertad y uniendo su voluntad a la de aquel que ama. En otras palabras, por el amor, una persona puede realmente desear entregar su propia voluntad y unirla a la de la otra persona. Como Wojtyla dice, el amor "hace que la persona quiere hacer justamente eso: rendirse a sí misma ante otra, ante la que ama".

La libertad del amor

Por ejemplo, considere lo que pasa cuando un soltero se convierte en casado. Como soltero, "Bob" es capaz de decidir lo que quiere hacer, cucando lo quiere hacer y cómo lo quiere hacer. Él programa su propio horario. Él decide dónde vivir. Puede renunciar a un trabajo y mudarse a otra parte en un instante si es que lo desea. Puede mantener su departamento desordenado. Puede gastar su dinero como le plazca y puede comer lo que quiera, salir cuando quiera y dormir cuando quiera. Está habituado a tomar las decisiones de la vida por sí mismo.

El Matrimonio, sin embargo, cambiará significativamente la vida de Bob. Si Bob decide, por su lado, renunciar a su trabajo, comprar un carro, salir de fin de semana o vender la casa, esto probablemente ¡no le va a parecer muy bueno a su esposa! Ahora que Bob está casado, todas las decisiones que solía tomar solo tienen que ser tomadas con su esposa y considerando lo que es mejor para el matrimonio y la familia.

En el amor en el que uno se entrega, un hombre reconoce de manera profunda que su vida ya no le pertenece. Se ha rendido con su propia voluntad a la amada. Sus propios planes, sueños y preferencias no son completamente abandonados, pero están puestas ahora en una nueva perspectiva. Están subordinados al bien de su esposa y de los hijos que pueda tener en el matrimonio. Cómo Bob pasa el tiempo y gasta su dinero y cómo ordena su vida ya no es un asunto privado para él. Su familia se convierte en el punto de referencia primaria para todo lo que hace.

Esta es la belleza del amor en el que se entrega uno mismo. Como soltero, Bob tenía gran autonomía: podía ordenar su vida como quisiera. Pero por su amor, Bob libremente eligió renunciar a la autonomía, a limitar su libertad, a comprometerse con su esposa y su bien. El amor es tan poderoso que lo lleva a querer rendirse en su voluntad a su amada de este modo profundo.

De hecho, muchos matrimonios hoy en día serían mucho más fuertes si entendiéramos y recordásemos solamente el tipo de amor de entrega de uno mismo que elegimos. En vez de perseguir egoístamente nuestras preferencias y deseos, tenemos que recordar que cuando hicimos nuestros votos, libremente elegimos rendir –amorosamente quisimos hacerlo– nuestra voluntad al bien de nuestro cónyuge y nuestros niños. Como Wojtyla explica, "El amor más pleno y la forma más comprometida del amor consiste precisamente en la propia entrega, en hacerse uno inalienable y no transferible porque soy 'propiedad de alguien más'" (p. 97).

La ley del don

Ahora llegamos al más grande misterio del amor entregado. En el corazón de este don de uno mismo está una convicción fundamental en cuanto a rendir la propia autonomía a mi amado(a): gano mucho más de vuelta. Al unirse con otra persona, mi propia vida no disminuye sino que se enriquece profundamente. A esto Wojtyla le llama la "ley del ekstasis" o la ley del propio don. "El amante 'sale de sí' para encontrar una existencia más plena en otro" (p. 126).

En una época de un vigoroso individualismo, sin embargo, este punto profundo de Wojtyla podría ser difícil de entender. ¿Por qué tengo que salir de mí mismo para encontrar la felicidad? ¿Por qué querría comprometerme con alguien de esta manera radical? ¿Por qué querría renunciar a mi libertad de hacer lo que quiera con mi vida? Estas son las preguntas del hombre moderno.

Sin embargo, desde una perspectiva cristiana, la vida no se trata de "hacer lo que quiera". Se trata de mis relaciones: sobre cómo vivir mi relación con Dios y con la gente que Él ha puesto en mi vida. De hecho, aquí es donde encontramos la plenitud de la vida: en vivir nuestras relaciones bien, pero para hacerlo, tenemos que hacer, con frecuencia, sacrificios, rindiéndonos en nuestra propia voluntad para servir al bien de otros. Por ello descubrimos una felicidad mayor en la vida cuando nos damos de esta manera, porque estamos viviendo de la forma que Dios nos hizo para vivir, que es la forma en la que Dios mismo vive: en amor completamente entregado y comprometido. Como uno de las líneas favoritas de Wojtyla en el Concilio Vaticano II "el hombre se halla a sí mismo haciéndose un sincero don para los otros" (Gaudium et Spes, no. 24).

Esta afirmación del Vaticano II es especialmente aplicable al matrimonio, en donde el amor en el que uno se entrega, entre dos personas humanas, se ve más profundamente. Al comprometerme yo con otra persona en amor auténtico, ciertamente limito mi libertad para "hacer lo que quiera". Pero al mismo tiempo me abro a una libertad mayor: la libertad del amor. Como Wojtyla explica, "el amor consiste en un compromiso que limita la libertad de uno: es el don de sí, y darse uno mismo significa eso: limitarse en la propia libertad en nombre del otro. La limitación de la propia libertad puede ser vista como algo negativo o desagradable, pero el amor la hace positiva, alegre y creativa. La libertad existe por el bien del amor" (p. 135).

Entonces, mientras que el individualista moderno puede ver el amor del don de sí en el matrimonio como algo negativo y restrictivo, los cristianos ven esas limitaciones como liberadoras. Lo que realmente quiero hacer en la vida es amar a mi Dios, mi esposa, mis hijos y mi prójimo, porque en estas relaciones encuentro mi felicidad. Y si voy a amar a mi esposa e hijos y estoy completamente comprometido con ellos, no puedo aceptar que mis deseos egoístas dicten mi vida y sean la norma del hogar. En otras palabras, tengo que estar libre de la tiranía de "hacer lo que me dé la gana". Solo entonces soy libre para vivir de la forma en que Dios me hizo. Solo entonces soy libre para ser feliz. Solo entonces soy libre para amar.

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Agradecimiento

Edward Sri. "Amor y responsabilidad: La ley del don: Entendiendo las dos caras del amor." Lay Witness (2005).

Para ahondar sobre este tema, ver el libro del Dr. Sri. Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and Responsibility (Servant Books).

Este artículo se publica con permiso de la revisita Lay Witness. Lay Witness es una publicación de Catholic United for the Faith, Inc., un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y colaborar en los esfuerzos de la enseñanza de la Iglesia.

Sobre El Autor

sri10sri9Dr. Edward (Ted) Sri es un profesor Asistente de teología en el Benedictine College en Atchison, Kansas, y un colaborador frecuente de Lay Witness. Edward Sri es el autor de Rediscovering the Heart of the Disciple: Pope Francis and the Joy of the Gospel, Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and ResponsibilityMystery of the Kingdom (Misterio del Reino), The New Rosary in Scripture: Biblical Insights for Praying the 20 Mysteries (El Nuevo Rosario en la Escritura: Perspectiva Bíblica. Su último libro es Queen Mother: Queen Mother: A Biblical Theology of Mary's Queenship (Reina Madre) basado en su disertación doctoral que está disponible llamado a Benedictus Books al (888) 316-2640.Los miembros de CUF reciben un descuento de 10 por ciento.

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