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Amor y responsabilidad: Más allá del deseo sexual

  • EDWARD SRI

En nuestra primera reflexión sobre Amor y responsabilidad del Papa Juan Pablo II, consideramos el "principio personalista", que señala que no debemos tratar a las personas meramente como medios para un fin.


JohnPaulIIEl siguiente artículo está basado en el libro del Dr. Sri, Men, Women and the Mystery of Love (Hombres, Mujeres y el Misterio del Amor)

En particular, vimos cómo el utilitarismo debilita nuestras relaciones al hacer que valoremos a las personas principalmente en términos del placer o beneficio que podemos recibir en nuestras relaciones con ellas.

Sin embargo, el utilitarista sofisticado podría argumentar que no hay nada malo con que dos personas se "usen" una a la otra mientras que ambas consientan mutualmente y mutuamente reciban algún tipo de beneficio de la relación. De hecho, algunos podrían decir que una relación que reúne el egoísmo (propio interés) del hombre y el egoísmo de una mujer de forma en ambos se beneficien, en realidad es una relación de amor.

Por ejemplo, ¿qué hay de malo con que Bill y Sally tengan sexo fuera del matrimonio si cada uno consiente y si ambos obtienen placer de eso? Dado que en el acto sexual, el deseo de placer de Bill se armoniza con el deseo de placer de Sally, tal acto no parece ser egoísta. Ambos se dan placer el uno al otro y no solo a sí mismos.

El Papa Juan Pablo II señala un serio problema con esa relación: "En el momento en que dejen de encontrarse y que deje de ser una ventaja para el otro, no quedará nada de la armonía. El amor ya no existirá en ninguna de las personas o entre ellas..." (p. 39).

Dado que este tipo de relación todavía depende de lo que obtengo de la otra persona, no me permite estar verdaderamente en comunión con ella y comprometerme con ella como persona. Esto "comprometido" a la persona solo –y hasta que– reciba placer o alguna ventaja de la relación. De hecho, el Papa Juan Pablo II califica tales relaciones de uso mutuo como si fuera prostitución.

Como la prostitución

Piensen en un hombre de negocios que tiene relaciones con una prostituta una noche por semana. El hombre desea el placer sexual que ella puede darle y la mujer desea el dinero que él puede darle. Cada uno vive buscando el objetivo propio que nace del acto sexual y que beneficia a la otra persona. Cada uno obtiene lo que quiere y en el proceso responden al deseo de la otra persona.

Sin embargo, en el momento en que la pareja deje de ser mutuamente ventajosa para el otro, ¿qué le pasará a esta relación? Si la prostituta puede recibir más pago por parte de un hombre más rico esa particular noche de la semana, probablemente dejará al primer hombre de negocios por el más adinerado. De otro lado, si el hombre de negocios ya no encuentra deseable a la prostituta y conoce a una más joven y más atractiva, probablemente terminará dejando a la primera. Esto puede parecer un ejemplo extremo, pero ¿cuántas relaciones hombre y mujer hoy en día no son en realidad así? ¿Cuántas relaciones están basadas más en el uso mutuo que en el amor comprometido y en la verdadera comunión de personas? Por ejemplo, ¿cuántas mujeres jóvenes entregan su virginidad y se acuestan con un hombre por la seguridad emocional de tener un novio o por miedo a que si no lo hacen, el hombre pueda terminar con ellas? ¿Cuántos hombres solo quieren una muchacha guapa con la cual acostarse para obtener el placer que pueden tener de ella? Estas no son relaciones de amor auténtico de personas que están en comunión con otra. En vez de eso son simplemente formas de uso mutuo socialmente aceptables, similares a la prostitución.

Inseguridad, no amor

El Papa Juan Pablo II resalta que las relaciones utilitarias destilan miedo e inseguridad en una o ambas personas. Una señal de alerta de que uno puede estar en una relación utilitaria se da cuando una de las personas teme tratar asuntos complicados o tiene miedo de tocar ciertos puntos de la relación con su amado(a).

Una razón por la que muchas parejas (ya sea que estén saliendo, estén comprometidas o casadas) nunca se confrontan ante las dificultades es que en el fondo saben que esto no es base suficiente para la relación en la que están, es decir el mutuo placer o beneficio. Uno teme que si la relación se hace desafiante, exigente o complicada para la otra persona, el otro puede irse. Entonces, la única forma de que la relación pueda sobrevivir es cubrir los problemas y pretender que las cosas no están tan mal como en realidad lo están. "De ese modo el amor entendido así es evidentemente más que una pretensión que tiene que ser cuidadosamente cultivada para mantener escondida la realidad subyacente: la realidad del egoísmo, y la clase más codiciosa de todas, la explotación de otra persona para lograr el ‘máximo placer’" (p. 39).

El Papa luego muestra cómo la gente en este tipo de relaciones algunas veces incluso se permiten ser usadas por el otro para lograr lo que ellos quieren obtener de la relación: "Cada una de las personas está preocupada principalmente con gratificar su propio egoísmo, pero al mismo tiempo consiente servir al egoísmo del otro, porque esto puede proporcionarle la oportunidad para tal gratificación, y así mientras eso funcione" (p. 39).

En este caso, la persona voluntariamente permite ser usada como una herramienta para las intenciones egoístas de la otra. "Si trato a alguien más como un medio o herramienta en relación a mí, no puedo no mirarme a la misma luz. Tenemos aquí algo opuesto al mandamiento del amor" (p. 39).

El deseo sexual

La sexualidad es una de las principales áreas en las que solemos usar a las personas. El Papa Juan Pablo II dedica buen tiempo a reflexionar sobre la naturaleza del deseo sexual.

Primero, habla sobre cómo el deseo sexual se manifiesta en la tendencia de las personas humanas de buscar al sexo opuesto. Dice que el deseo sexual orienta al hombre hacia las características físicas y psicológicas de una mujer –su cuerpo, su feminidad– que son los atributos complementarios a los del hombre. Y la mujer, por su parte, está orientada hacia los atributos físicos y psicológicos del hombre –su cuerpo y su masculinidad– como las propiedades que son naturalmente complementarias a la mujer. Por lo tanto, el deseo sexual se experimenta como una atracción corporal (física) y emocional (psicológica) hacia una persona del otro sexo.

Sin embargo, el deseo sexual no es una atracción hacia las cualidades físicas o psicológicas en abstracto. El Papa Juan Pablo II enfatiza que estos atributos solo existen en una persona humana concreta. Por ejemplo, ningún hombre se ve atraído por una "rubia" o una "morena" en abstracto. En vez de eso, se ve atraído a una mujer – una persona en particular – que puede tener cabello rubio u oscuro. Una mujer no es atraída a la "masculinidad" como un concepto teórico, sino que se verá atraída a un hombre en particular que muestre ciertos trazos tradicionalmente masculinos, como el valor, la decisión, la fortaleza y la caballerosidad.

El Papa enfatiza este punto para mostrar cómo el deseo sexual finalmente está dirigido a la persona humana. Por lo tanto, el deseo sexual no es malo en sí mismo. De hecho, dado que está para orientarnos a otra persona, nos puede proporcionar un marco para que el amor auténtico amor se desarrolle.

Esto no quiere decir que el deseo sexual sea equiparado al amor. El amor involucra mucho más que las reacciones espontáneas sensuales o emocionales que se producen por el deseo sexual; el amor auténtico requiere actos de la voluntad dirigidos hacia el bien de la otra persona. Aún así, el Papa dice que el deseo sexual puede darnos la "materia prima" de donde pueden surgir los actos de amor: si es guiado por un gran sentido de responsabilidad por la otra persona.

Más que un instinto animal

Es importante destacar que el deseo sexual en la persona humana no es lo mismo que el instinto sexual en los animales. El Papa Juan Pablo II explica que los animales, el instinto sexual es un modo reflejo de acción, que no depende del pensamiento consciente. Por ejemplo, una gata en celo no reflexiona sobre el mejor momento, lugar o circunstancia para su compañero, ni considera que gato en el vecindario sería el compañero ideal. Los gatos simplemente actúan por reflejo de acuerdo a sus instintos.

La persona humana, sin embargo, no tiene que estar esclavizada a lo que bulle dentro de sí en la esfera sexual. Al final, la persona está en control del deseo sexual y no al revés. La persona puede escoger como él o ella puede usarlo (p. 50).

Un hombre, por ejemplo, puede experimentar una atracción sexual por una mujer. Puede incluso experimentar a veces esta atracción como algo que le pasa: algo que comienza a suceder en su vida sensual o emocional sin tomar iniciativa al respecto. Si bien una persona no es responsable por lo que le suceda espontáneamente en la arena de la atracción sexual, sí es responsable por lo que decida hacer en respuesta a esas sensaciones internas (pp. 46-47).

¿Amar o usar?

Recuerde, el deseo sexual nos atrae hacia los atributos físicos y psicológicos de una persona del sexo opuesto. Pero, finalmente, está ahí para orientarnos hacia otra persona que posee esos atributos, no solo a los atributos en sí. Las manifestaciones del deseo sexual entonces se presentan como una opción entre amar a la persona o usarla por sus atributos.

Por ejemplo, digamos que Bill conoce a Sally en el trabajo y rápidamente se ve atraído porque es guapa y por su calidad personalidad. Bill puede elegir superar esta reacción sexual inicial y verla más allá de su cuerpo o femineidad. Al mirar más allá de los atributos físicos y psicológicos que le proporcionan placer, tiene la posibilidad de verla como una persona y de responderle como actos de amor desinteresados.

Por otro lado, Bill puede experimentar la atracción sexual y elegir fijarse solo en las cualidades físicas y psicológicas que le dan placer. Al concentrarse en que es guapa y en su encanto femenino –y el placer que surge de ambos aspectos– se distrae de ver a Sally como ella es verdaderamente y se hace incapaz de amarla realmente como a una persona. Él puede ser amable con ella, pero él está, hasta cierto grado, haciendo eso para poder recibir algo del placer sensual o emocional de su asociación con ella. Al final, por lo tanto, Bill está usándola como una fuente de placer para él.

El Papa dice que si la interacción entre un hombre y una mujer se mantiene al nivel de estas reacciones iniciales producidas por el deseo sexual, entonces la relación no va a poder crecer hacia una verdadera comunión de personas. "Inevitablemente, entonces, el deseo sexual en el ser humano está en el curso natural de las cosas dirigidas hacia otro ser humano. Si se dirige hacia los atributos sexuales como tales, esto tiene que reconocerse como el empobrecimiento e incluso la perversión del deseo (p. 49)".

Este es un punto importante para nuestros encuentros cotidianos con personas del sexo opuesto. Siguiendo el principio personalista, el Papa nos recuerda cuán atentos tenemos que ser para evitar tratar a los otros como potenciales objetos para disfrutar nuestro propio placer emocional o sensual. Junto con estas líneas, tenemos que hacernos esta pregunta crucial: ¿Qué haremos cuando experimentemos las sensaciones de la atracción sexual hacia una persona en particular del sexo opuesto? ¿Qué elegirá hacer un hombre cuando se percate de la belleza física de una mujer? ¿Qué elegirá hacer una mujer cuando se vea atraída a un hombre?

En estos momentos importantes, podemos elegir concentrarnos en el placer emocional o sensual que recibimos del cuerpo de la otra persona o de su masculinidad o femineidad. Y al hacer eso, estaremos mirando a la persona como un objeto para el disfrute y así caeremos en el utilitarismo. O podemos buscar cultivar el amor auténtico por la persona en sí dirigiendo nuestra atención a toda la persona. Al ver más allá de los atributos físicos y psicológicos y observar a la persona real, abrimos la puerta al menos a la posibilidad de querer el bien de la otra persona como en la amistad virtuosa o de realizar actos de amabilidad realmente desinteresados, que no dependen de la cantidad de placer que recibimos de esa relación.

Con esta perspectiva, el Papa Juan Pablo II nos recuerda que nuestras delicadas interacciones con personas del sexo opuesto exigen una gran responsabilidad. "Por esta razón, las manifestaciones del deseo sexual tienen que evaluarse en el plano del amor, y cualquier acto que se origine de él, genera un lazo en la cadena de responsabilidad, responsabilidad en el amor (p. 50)".

En las siguientes reflexiones, exploraremos la perspectiva del Papa y veremos cómo prácticamente podemos dirigir nuestra atención a la persona, no solo a sus atributos sexuales, para alcanzar el auténtico amor y responsabilidad para quienes nos rodean.

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Agradecimiento

Edward Sri. "Amor y responsabilidad: Más allá del deseo sexual." Lay Witness (2005).

Para ahondar sobre este tema, ver el libro del Dr. Sri. Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and Responsibility (Servant Books).

Este artículo se publica con permiso de la revisita Lay Witness. Lay Witness es una publicación de Catholic United for the Faith, Inc., un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y colaborar en los esfuerzos de la enseñanza de la Iglesia.

Sobre El Autor

sri10sri9Dr. Edward (Ted) Sri es un profesor Asistente de teología en el Benedictine College en Atchison, Kansas, y un colaborador frecuente de Lay Witness. Edward Sri es el autor de Rediscovering the Heart of the Disciple: Pope Francis and the Joy of the Gospel, Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and ResponsibilityMystery of the Kingdom (Misterio del Reino), The New Rosary in Scripture: Biblical Insights for Praying the 20 Mysteries (El Nuevo Rosario en la Escritura: Perspectiva Bíblica. Su último libro es Queen Mother: Queen Mother: A Biblical Theology of Mary's Queenship (Reina Madre) basado en su disertación doctoral que está disponible llamado a Benedictus Books al (888) 316-2640.Los miembros de CUF reciben un descuento de 10 por ciento.

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