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Amor y responsabilidad. Evitar atracciones fatales

  • EDWARD SRI

Un hombre almorzando en un restaurante ve a una mujer atractiva en otra mesa e inmediatamente se ve embelesado por su belleza. Su corazón bulle y descubre que quiere verla otra vez.


JohnPaulIIEl siguiente artículo está basado en el libro del Dr. Sri Men, Women and the Mystery of Love (Hombres, Mujeres y el misterio del amor)

Sin embargo, esta no es la primera vez que ella atrajo su mirada y su atracción hacia ella es más que física. Ella trabaja para la misma gran empresa y él se ve atraído por su cálida personalidad, su sonrisa alegre y su amabilidad para con otros. Él se ha visto atrapado por su atractiva personalidad al igual que por su belleza natural.

Las atracciones básicas como esta suceden todo el tiempo entre hombres y mujeres. A veces se sienten muy rápidamente: un hombre haciendo fila en una tienda puede sentirse inmediatamente atraído por una mujer a la que ve caminando por ahí. Una mujer en una iglesia puede ver a un hombre rezando luego de la Misa y descubrirse preguntándose por él todo el resto del día. A veces las atracciones experimentadas profundamente toman un largo tiempo para desarrollarse. Un hombre y una mujer que fueron amigos o colegas durante algunos meses pueden encontrarse gradualmente atraídos uno al otro emocional y físicamente.

En su libro Amor y responsabilidad, Juan Pablo II analiza la anatomía de una atracción. ¿Qué sucede realmente cuando hombres y mujeres se encuentran atraídos los unos a los otros?

La Anatomía de la atracción

Comencemos por explicar algunos de los términos del Papa. En el nivel más básico, atraer a alguien significa ser visto por esa persona como un bien (p. 74). Del mismo modo, verse atraído por alguien más significa que percibo algún valor en esa persona (como la belleza, la virtud, la personalidad, etc.) y respondo a ese valor. Esta atracción involucra los sentidos, la mente, la voluntad, las emociones y nuestros deseos.

La razón por la que hombres y mujeres son atraídos tan fácilmente unos a otros es el deseo sexual. Recuerde que el deseo sexual es la tendencia a buscar al sexo opuesto. Con el deseo sexual, estamos particularmente orientados hacia las cualidades psicológicas y físicas de una persona del sexo opuesto: su cuerpo y su masculinidad o femineidad. Juan Pablo II llama a estas cualidades físicas y emocionales los "valores sexuales" de una persona. Por lo tanto, una persona se ve fácilmente atraída a alguien del sexo opuesto de dos maneras: física y emocionalmente. Primero, un hombre es atraído físicamente por el cuerpo de una mujer y una mujer por el cuerpo de un hombre. El Papa llama a esta atracción sensualidad corporal.

En segundo lugar, un hombre es atraído emocionalmente a la femineidad de una mujer y la mujer se ve atraída por la masculinidad de un hombre. El Papa llama sentimentalidad a esta atracción emocional.

En el siguiente número de Lay Witness (Testimonio Laico), consideraremos el rol de las emociones y la sentimentalidad. En este artículo nos concentraremos en la atracción sensual que los hombres y mujeres experimentan.

Sentidos y sensualidad

Como hemos visto, la sensualidad se refiere al valor sexual conectado al cuerpo de una persona del sexo opuesto. Tal tipo de atracción no es mala en sí misma porque el deseo sexual es un medio para acercarnos no simplemente al cuerpo, sino al cuerpo de una persona. Por lo tanto, una reacción sensual inicial busca orientarnos hacia la comunión personal (no solo la unión corporal) y puede servir como un ingrediente del amor auténtico si es integrado con los aspectos más altos y más nobles del amor, como la buena voluntad, la amistad, la virtud o el compromiso personal (p. 108).

Sin embargo, el Papa dice que las atracciones sensuales, en sí mismas, pueden llevar a grandes peligros. Primero, "la sensualidad en sí misma no es amor y puede convertirse fácilmente en lo opuesto" (p. 108). La razón por la que la sensualidad puede ser tan peligrosa es que, en sí misma, puede caer fácilmente en el utilitarismo. Cuando solo se experimenta la sensualidad, percibimos el cuerpo de la otra persona como "un potencial objeto de disfrute". Reducimos a la persona a sus cualidades físicas: que es guapa y su cuerpo. Y vemos a la persona primariamente en términos del placer que podemos experimentar a partir de esas cualidades.

Lo que es más trágico aquí es que el deseo sensual, que busca orientarnos hacia la comunión con la otra persona del sexo opuesto, puede en realidad evitar que amemos a esa persona. Un hombre, por ejemplo, puede considerar sensualmente en su mente o buscar activamente el cuerpo de una mujer como un medio para la gratificación sexual. Y puede hacer eso sin ningún interés real en ella como persona. Puede concentrarse en sus valores sexuales –y el

placer que deriva de ellos– hasta el punto que su atracción sensual hacia su cuerpo no le permite responder al valor de ella como persona. Por ello el Papa dice que la sensualidad por sí misma ciega a la persona. "La sensualidad por sí misma tiene una 'orientación de consumidor', está dirigida primaria e inmediatamente hacia el 'cuerpo': toca a la persona solo indirectamente y tiende a evitar el contacto directo" (p. 105).

¿Amar el chocolate?

En segundo lugar, el Papa dice que la sensualidad en sí misma no solo impide ver a la persona, sino que no deja comprender la verdadera belleza del cuerpo. Explica cómo la belleza se experimenta a través de la contemplación y no con el agitado deseo de explotar. Cuando se contempla el esplendor de un paisaje, una puesta de sol, una pieza musical o una obra de arte, uno es atrapado por la belleza. Esta contemplación de la belleza genera paz y alegría. Esto es muy distinto a la "actitud de consumidor" para explotar un objeto por placer: una actitud que genera desazón, impaciencia y un intenso deseo por satisfacción.

Las atracciones básicas como esta suceden todo el tiempo entre hombres y mujeres. A veces se sienten muy rápidamente: un hombre haciendo fila en una tienda puede sentirse inmediatamente atraído por una mujer a la que ve caminando por ahí. Una mujer en una iglesia puede ver a un hombre rezando luego de la Misa y descubrirse preguntándose por él todo el resto del día.

Tal vez una analogía puede ayudar aquí. Una vez tuve la oportunidad de ver el trabajo de un "artista del chocolate". El artista tenía una muestra con docenas de elaboradas esculturas de barcos, flores, pájaros, torres y edificios. ¿Qué hacía a estas grandes esculturas tan impresionantes si solo estaban hechas de chocolate negro, pardo y blanco?

Había dos tipos distintos de actitudes que pude haber experimentado ante estas esculturas de chocolate. De un lado, pude haberlas visto como obras de arte, admirar su belleza y permitirme ser llevado por su inmensidad, sus proporciones perfectas, los intrincados detalles y la mano de obra, maravillándome con el hecho de que estas delicadas obras maestras estaban hechas de azúcar y cacao.

De otro lado, pude haber ignorado el hecho de que estas esculturas eran hermosas obras de arte para ser contempladas y verlas primariamente como dulces para ser devorados: ¡buen chocolate que satisfaría mis deseos! Esta última aproximación, sin embargo, sería una degradación de las obras maestras del artista, reduciéndolas a meros objetos para ser explotados para mi propio placer.

De modo similar, la sensualidad por sí misma no ve el cuerpo humano como una bella obra de arte de la creación de Dios; ya que reduce el cuerpo a un objeto para satisfacer los propios deseos sensuales. "Entonces, la sensualidad realmente interfiere con la aprehensión de lo hermoso, incluso de lo corporal, la belleza sensual, ya que introduce una actitud de consumidor al objeto: 'el cuerpo' es entonces visto como un potencial objeto de explotación" (pp. 106-107).

Miguel Ángel y Playboy

Esto también ayuda a explicar una gran diferencia entre la pornografía y el buen arte clásico que muestra la desnudez de una persona. La revista Playboy y algunas obras de arte de los Museos Vaticanos, por ejemplo, pueden mostrar los órganos sexuales del cuerpo humano. De hecho, algunos en la industria pornográfica dicen que sus imágenes son solo otra forma de arte, mostrando la belleza del cuerpo. Algunos defensores de la pornografía incluso preguntan por qué la Iglesia condena la pornografía y ¡permite la desnudez mostrada en algunos de sus propios museos!

La pornografía de Playboy, sin embargo, no dirige la atención hacia la belleza del cuerpo humano. Dirige la atención hacia el cuerpo como un objeto para ser usado para la propia satisfacción sexual. Al final, es una reducción de la persona humana al valor sexual del cuerpo. Por el contrario, el buen arte que muestra el cuerpo como algo hermoso no es una reducción de la persona, sino un engrandecimiento de la persona, llevándonos a contemplar el misterio de la persona humana como una obra maestra en la creación de Dios.

El buen arte nos lleva a la contemplación pacífica de la verdad, lo bueno y lo bello, incluyendo la verdad, la bondad y la belleza del cuerpo humano. La pornografía, de otro lado, no nos lleva a esa contemplación, sino que genera en nosotros un deseo sensual por el cuerpo de otra persona como un objeto para ser explotado para nuestro propio placer. En sencillo: no hay probablemente muchos hombres que hayan caído en el pecado por mirar los famosos cuadros de Miguel Ángel de Adán y Eva en la Capilla Sixtina; pero probablemente no haya muchos hombres que no hayan caído en pensamientos lujuriosos al ver fotos de Playboy.1

Good art leads us to a peaceful contemplation of the true, the good, and the beautiful, including the truth, goodness, and beauty of the human body. Pornography, on the other hand, does not lead us to such contemplation, but rather stirs in us a sensuous craving for the body of another person as an object to be exploited for our own pleasure. Put simply: There probably aren't many men who have fallen into sin by gazing upon Michelangelo's famous portrayals of Adam and Eve in the Sistine Chapel. But there probably aren't many men who have not fallen into lustful thoughts when looking at pictures in Playboy.1

Esclavizado a la sensualidad

Una tercera razón por la que Juan Pablo II está preocupado por la sensualidad es que, si no se le regula, nos volveremos esclavos de todo lo que estimule el deseo sensual. Por ejemplo, un hombre entregado a la sensualidad tiene la voluntad tan debilitada que es atraído por cualquier valor sexual que aparezca de modo inmediato a sus sentidos. Siempre que encuentre a una mujer, vestida de cierta forma, no podrá dejar de echar mano a sus pensamientos impuros. Cuando vea imágenes de mujeres en TV, en Internet o en anuncios en las carreteras, no podrá resistir verlas, ya que anhela el valor sexual de la mujer y quiere disfrutar al placer que disfruta de esas miradas.

Especialmente en una cultura altamente erotizada como la nuestra, somos constantemente bombardeados con imágenes sexuales que explotan nuestra sensualidad, haciendo que nos concentremos en el cuerpo del sexo opuesto.

De hecho, podemos vernos fácilmente esclavizados, saltando de un valor sexual al otro, al otro y al otro mientras aparezcan ante nuestros sentidos. Como Juan Pablo II señala, la sensualidad por sí misma "es usualmente voluble, dirigiéndose hacia donde sea que encuentre ese valor, cuando quiera que 'un posible objeto de disfrute' aparezca" (p. 108). "Puedo mirar pero no puedo tocar" Además, en uno de los puntos más profundos de esta sección, el Papa advierte que uno puede usar a la persona incluso cuando esa persona no está físicamente presente. Un hombre, por ejemplo, no necesitar ver, oír o toca a una mujer para explotar su cuerpo para su propio placer sensual. Con su memoria e imaginación, él "puede hacer contacto incluso con el 'cuerpo' de una persona no físicamente presente, experimentando el valor de ese cuerpo hasta el punto en que se constituye como un "posible objeto de disfrute" (pp. 108-9).

Vivimos en una cultura en la que muchos hombres se dicen a sí mismos. "¿Qué hay de malo en tener pensamientos lujuriosos con una mujer? ¡No daño a nadie si hago eso!" Incluso algunos hombres casados pueden pensar: "No cometo adulterio cuando miro a otra mujer de esta forma, aún soy fiel a mi esposa. Puedo mirar, pero no puedo tocar". Sin embargo, tenemos que recordar las claras palabras de Cristo sobre este asunto: "el que mira a una mujer lujuriosamente ya ha cometido adulterio con ella en su corazón" (Mt. 5:28).

En resumen, Juan Pablo II enfatiza que la sensualidad sola no es amor. Puede ser "materia prima" para el desarrollo del verdadero amor.

La perspectiva de Juan Pablo II ayuda a explicar lo que realmente sucede cuando los hombres miran lujuriosamente a las mujeres y por qué consentir pensamientos impuros y fantasías sexuales es algo siempre moralmente malo y degradante para las mujeres. En la mente de un hombre lujurioso, la mujer se ha reducido al valor sexual de su cuerpo. Él la trata no como a una persona, sino como a un cuerpo para ser explotado para su propio placer en sus miradas y en sus pensamientos. Y todo esto puede pasar incluso cuando la mujer no está cerca, porque él puede entrar en contacto con su cuerpo para explotarlo para su propia satisfacción sexual, en su memoria y en su imaginación. Esto es craso utilitarismo: algo demasiado lejano al amor auténtico.

En resumen, Juan Pablo II enfatiza que la sensualidad sola no es amor. Puede ser "materia prima" para el desarrollo del verdadero amor. Pero este anhelo por el valor sexual del cuerpo tiene que ser reemplazado con otros nobles elementos del amor como la buena voluntad, la amistad, la virtud, el compromiso total y al amor de la propia entrega (temas que serán tratados en siguientes artículos). Si la sensualidad no está adecuadamente integrada con estos elementos más altos del amor, el deseo sensual puede ser dañino para una relación. De hecho, puede destruir el amor entre un hombre y una mujer, y puede incluso evitar que alguna vez se dé el amor entre un hombre y una mujer.

Notas:

1 El Papa específicamente trata este asunto del arte y la pornografía luego en Amor y responsabilidad. Primero dice que el arte puede a ver retratar el aspecto sexual de un hombre o una mujer y su amor por el otro. "El arte tiene un derecho y un deber, por el bien del realismo, reproducir el cuerpo humano y el cuerpo amor de un hombre y una mujer, como son en realidad, para hablar toda la verdad sobre ellos. El cuerpo humano es una parte auténtica de la verdad sobre el hombre, así como los aspectos sensuales y sexuales son una parte auténtica de la verdad sobre el amor humano" (p. 192). El Papa afirma luego, sin embargo, que sería equivocado retratar los valores sexuales de forma en que oscurezca el verdadero valor de la persona. Y estaría mal retratar el aspecto sexual de la relación de pareja de forma que oscurezca su auténtico amor por el otro, que es mucho más que sexual. Este es el problema con la pornografía. Dirige la atención al aspecto sexual de un hombre y una mujer de forma que nos evita ver el verdadero valor de la persona y la verdad total del amor. "La pornografía es una marcada tendencia de acentuar el elemento sexual con el objeto de inducir al lector o al espectador a creer que los valores sexuales son los únicos valores reales de la persona y que el amor solo es la experiencia de esos valores. Esta tendencia es dañina porque destruye la imagen integral del este importante fragmento de la realidad humana, que es el amor entre un hombre y una mujer. Porque la verdad sobre el amor humano consiste siempre en reproducir la relación interpersonal, sin importar los grandes valores sexuales que se vislumbren en esa relación. Así como la verdad sobre el hombre es que él es una persona, sin embargo los valores sexuales conspicuos están en su apariencia física" (pp. 192-3).

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Agradecimiento

Edward Sri. "Amor y responsabilidad. Evitar atracciones fatales." Lay Witness (2005).

Para ahondar sobre este tema, ver el libro del Dr. Sri. Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and Responsibility (Servant Books).

Este artículo se publica con permiso de la revisita Lay Witness. Lay Witness es una publicación de Catholic United for the Faith, Inc., un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y colaborar en los esfuerzos de la enseñanza de la Iglesia.

Sobre El Autor

sri10sri9Dr. Edward (Ted) Sri es un profesor Asistente de teología en el Benedictine College en Atchison, Kansas, y un colaborador frecuente de Lay Witness. Edward Sri es el autor de Rediscovering the Heart of the Disciple: Pope Francis and the Joy of the Gospel, Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and ResponsibilityMystery of the Kingdom (Misterio del Reino), The New Rosary in Scripture: Biblical Insights for Praying the 20 Mysteries (El Nuevo Rosario en la Escritura: Perspectiva Bíblica. Su último libro es Queen Mother: Queen Mother: A Biblical Theology of Mary's Queenship (Reina Madre) basado en su disertación doctoral que está disponible llamado a Benedictus Books al (888) 316-2640.Los miembros de CUF reciben un descuento de 10 por ciento.

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