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Llamados a la grandeza: la virtud de la magnanimidad

  • EDWARD SRI

"Los caminos del Señor no son cómodos,  pero tampoco hemos sido creados para la comodidad, sino para cosas grandes", Papa Benedicto XVI


woman11Cuando nos enfrentamos a las elecciones de la vida, ¿tienden a buscar lo que es más noble - aquello que los formará en excelencia y beneficiará a los demás en primer lugar? ¿O tienden a rehuir de las cosas que los pueden alejar de la zona de confort -incluso si son buenas para ustedes- ya sea por miedo al fracaso o porque tienden a evitar todo lo que sea difícil y que supone un reto?

El esfuerzo por buscar la grandeza se encuentra en el corazón de una virtud llamada "magnanimidad", que significa "grandeza del alma". Esta es la virtud por la que un hombre busca lo que es grandioso y honorable en su vida, incluso cuando es arduo. Santo Tomás de Aquino la describe como " una tendencia del ánimo hacia cosas grandes."1 La persona magnánima tiende a hacer grandes actos, "cosas dignas de gran honor".2

Esto no se opone a la humildad. La persona magnánima busca la grandeza en proporción a su capacidad. Con toda humildad, hace un balance de los dones que le dio Dios y busca utilizarlos de la mejor manera posible. Como lo explica Santo Tomás, "la magnanimidad hace que el hombre se dignifique en cosas grandes conforme a los dones recibidos de Dios".3

Si bien que no hay dudas de que la magnanimidad se manifestó entre los santos más famosos que evangelizaron culturas enteras, crearon nuevas órdenes religiosas o defendieron a la Iglesia contra herejías generalizadas, también se la observa en personas simples, pequeñas y comunes cuyo deseo sincero de dar lo mejor de sí mismos sirve de herramienta para que Dios haga cosas extraordinarias.

Un gran hombre de Polonia

Cuando los nazis ocuparon Polonia en la segunda Guerra Mundial, buscaron eliminar todos los elementos de la cultura polaca, entre ellos su patrimonio católico. No obstante, hubo un polaco que no se quedó sentado observando pasivamente cómo atacaban ferozmente la fe de su país. Debido a su magnanimidad, este hombre no sólo desempeñó un papel clave en la preservación de la cultura polaca en medio de la crisis, sino que sus acciones terminaron provocando un impacto en todo el mundo. ¿Quién era este polaco magnánimo? Lo adivinaron: Jan Tyranowski.

Jan Tyranowski era sastre. No era sacerdote ni tenía formación alguna en teología. Como el régimen nazi había matado a un tercio del clero polaco, había enviado a miles de sacerdotes y religiosos a campos de concentración y había prohibido la educación en la fe, la Iglesia recurrió a los laicos para que se hicieran cargo de grupos catequéticos clandestinos y transmitieran la fe a las generaciones de jóvenes. Tyranowski dirigió uno de los ministerios clandestinos más exitosos: los grupos del Rosario Viviente.

Poniendo en riesgo su vida, Tyranowski abrió las puertas de su casa para capacitar a varios jóvenes en la vida espiritual, muchos de los cuales siguieron formando sus propios grupos del Rosario Viviente con sus pares. Este ministro clandestino tuvo tal efecto profundo en la vida de las personas que diez de los hombres que participaron terminaron haciéndose sacerdotes. Lo más interesante de esto es que uno de los sacerdotes que surgió de este grupo fue Karol Wojtyla, el hombre que finalmente fue Juan Pablo II: el Papa que tuvo un impacto impresionante en la Iglesia y en el mundo a lo largo de su pontificado.

Nuestro llamado

A simple vista, el pequeño grupo de oración de este sastre no parecía ser tan importante en el marco de la historia mundial. Sin embargo, cuando vemos cómo el Señor utilizó su deseo de dar lo mejor de sí mismo en una situación de crisis, nos damos cuenta de que en realidad jugó un rol importante en la formación de una de las personas más influyentes que el mundo haya conocido jamás. Imaginen si Tyranowski hubiera reaccionado de otra manera ante la ocupación nazi en Polonia. Imaginen si hubiera dicho que estaba demasiado ocupado o asustado o que no tenía suficientes condiciones para iniciar el grupo del Rosario Viviente. No hubiésemos tenido a Juan Pablo II. De hecho, ¡el mundo podría ser un lugar muy diferente hoy en día si no hubiera sido por la magnanimidad de este sastre polaco!

Como Jan Tyranowski, también vivimos en un tiempo de crisis en el que se ataca a la fe católica, tal vez no por un régimen totalitario, sino que por lo que el Papa Benedicto llamó la "dictadura del relativismo": un entorno cultural que no tolera la religión y las convicciones morales cristianas y que socaba la forma de vida de los católicos. Muchas fuerzas culturales actuales trabajan contra nuestros esfuerzos de construir matrimonios cristianos fuertes, educar niños piadosos y vivir imitando a Cristo. Como Tyranowski, quizás no estemos tan capacitados en cuestiones teológicas, pero nos han dado la fe en un período en que mucha gente no conoce a Cristo ni a su Iglesia. ¿Qué haremos con el don que Dios nos ha confiado? ¿Enterraremos nuestro talento bajo tierra o lo utilizaremos magnánimamente lo mejor que podemos?

El adorno de las virtudes

Ello no significa que todo buen católico debe crear una buena organización o conducir una actividad en la parroquia. La magnanimidad muchas veces se vive de manera tranquila y simple, lejos del radar de la mayor parte del mundo. Aquel que día a día se esfuerza por ser un mejor esposo, padre, amigo o hijo de Dios está realmente en busca de la "grandeza del alma".

La magnanimidad muchas veces se vive de manera tranquila y simple, lejos de la pantalla de radar de la mayor parte del mundo. Aquel que día a día se esfuerza por ser un mejor esposo, padre, amigo o hijo de Dios está realmente en busca de la "grandeza del alma".

De hecho, una persona magnánima se esfuerza constantemente por perfeccionar las virtudes en todas las áreas de su vida. No está conforme con ser bueno solamente, sino que tiende hacia la excelencia. Por ejemplo, la magnanimidad puede llevar a un hombre bueno a ir más allá de sus obligaciones diarias y a hacer más sacrificios en su vida diaria por el bien de los demás. Puede estar impulsado a ceder ante las preferencias de los demás, soportar la crítica con paciencia, responder amablemente al berrinche de su hijo o evitar defender su opinión en cuestiones que no son esenciales. Estas son pequeñas formas de vivir la "grandeza del alma". Como tal, a la magnanimidad algunas veces se la conoce como el "adorno" de todas las virtudes, dado que el hombre magnánimo se esfuerza por embellecer sus virtudes.4 O bien, como lo explica Santo Tomás, "Si posee una gran valentía de ánimo, la magnanimidad hace que tienda a las obras perfectas de virtud".5

Mediocridad

Sin embargo, ¿qué es lo que le impide a una persona buscar la grandeza y hace que se conforme con la mediocridad? El hombre que carece de magnanimidad padece el vicio llamado "pusilanimidad", que significa "pequeñez de alma". Mientras el magnánimo busca lo que es mejor, aún sea difícil, el pusilánime rehúye de las tareas nobles y arduas porque le demandarán mucho esfuerzo, busca en cambio el camino de menor resistencia y opta por lo que es más fácil.

Según Santo Tomás, el pusilánime se acobarda ante las cosas grandes porque ignora sus propias capacidades. Muchas personas no se creen capaces de grandes cosas y desconocen el llamado elevado que Dios hace a cada uno de sus hijos: un llamado a la perfección. Aún más, no tienen noción de la gracia que Jesús nos regala para ayudarnos a alcanzar la perfección a la que nunca podríamos llegar por nuestros propios medios. Entonces, en vez de luchar por la grandeza, la cual ven como imposible de lograr, se limitan a intentar evitar hacer cosas malas.

En segundo lugar, la gente se acobarda ante las cosas grandes porque le teme al fracaso. Por ejemplo, uno podría sentir que Dios lo está llamando para que comparta más su fe, para que rece más o para que ayude a los pobres, pero tiene miedo de dar ese paso porque se preocupa demasiado por si no es bueno haciendo esas obras. Tiene miedo de no lograrlo y el temor al fracaso le impide esforzarse por cumplir con los grandes deseos que Dios ha puesto en su corazón.

En este caso nos servirá recordar lo que dijo la Madre Teresa: "No estamos llamados a ser exitosos, estamos llamados a ser fieles". Muchos de los grandes héroes de la Iglesia -desde el Papa Juan Pablo II hasta el sastre Jan Tyranowski- desconocían, cuando empezaron a responder al llamado de Dios en sus vidas, lo que lograrían con sus esfuerzos. Sin embargo, tenían la magnanimidad para mantenerse fieles y poner el resto en manos de Dios.

Notas al pie:

  1. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica II-II, cuestión 129, art. 1.
  2. Ibid., cuestión 129, art. 2.
  3. Ibid., cuestión 129, art. 3.
  4. Aristóteles, Ética, IV, 3.
  5. Suma Teológica II-II, cuestión 129, art. 3, sin cursivas en el original.

 

 

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Agradecimiento

sri Edward P. Sri. "Called to Greatness - The Virtue of Magnanimity." (Llamados a la grandeza: la virtud de la magnanimidad) Lay Witness (noviembre/diciembre de 2009): 10-11.

Este artículo se reimprimió con el permiso de la revista Lay Witness.

Lay Witness es una publicación de Catholic United for the Faith, Inc., (CUF) un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y fomentar los esfuerzos del magisterio de la Iglesia.

Sobre El Autor

sri10sri9Dr. Edward (Ted) Sri es un profesor Asistente de teología en el Benedictine College en Atchison, Kansas, y un colaborador frecuente de Lay Witness. Edward Sri es el autor de Rediscovering the Heart of the Disciple: Pope Francis and the Joy of the Gospel, Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and ResponsibilityMystery of the Kingdom (Misterio del Reino), The New Rosary in Scripture: Biblical Insights for Praying the 20 Mysteries (El Nuevo Rosario en la Escritura: Perspectiva Bíblica. Su último libro es Queen Mother: Queen Mother: A Biblical Theology of Mary's Queenship (Reina Madre) basado en su disertación doctoral que está disponible llamado a Benedictus Books al (888) 316-2640.Los miembros de CUF reciben un descuento de 10 por ciento.

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