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El primer paso de la prudencia

  • EDWARD SRI

La prudencia es la virtud que nos ayuda de manera más inmediata a no desviarnos de nuestra meta.


woman11Cuando nos arrepentimos de una decisión, nos encontramos ante una situación violenta que era bastante inevitable o simplemente sentimos que nuestras vidas no están tomando el rumbo correcto, muchas veces se debe a que la virtud cardinal fundacional no estuvo muy presente en nuestras acciones.

Llamada "auriga virtutum" (Catecismo de la Iglesia Católica N° 1806), la prudencia conduce a las demás virtudes, indicándoles cuál es el fin correcto. Sin la prudencia, nuestras vidas se parecería a un caballo y un carro que se escapan sin carretero -muchísima energía, velocidad y conmoción, pero que no van en la dirección correcta.

La prudencia supone sabiduría práctica. Nos permite "discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y elegir los medios rectos para realizarlo" (Catecismo N° 1806). El éxito con que se desarrolle la prudencia afectará a cada uno de los aspectos de nuestra vida. Se requiere de la prudencia para comprar un auto o una casa y para hacer una buena inversión financiera. Se requiere prudencia para criar bien a los niños, para progresar en nuestras carreras o para invitar a salir a una chica. La prudencia es la razón bien ordenada aplicada a la acción, de modo que no sólo sabemos lo que debemos hacer, sino que además cómo y cuándo hacerlo.

Existen tres aspectos principales de la prudencia: consejo, juicio y decisión. Cada uno de ellos es necesario, pero en esta reflexión, nos concentraremos en el primer paso de la prudencia: el consejo.

Consejo

¿Alguna vez han tomado una decisión de la que desearían retractarse? Santo Tomás de Aquino nos recuerda que las decisiones prudentes requieren consejo, que es la "investigación". Este es el primer paso en el que reunimos la información necesaria para tomar una buena decisión.

Por ejemplo, al comprar un automóvil, no es prudente presentarse ante el vendedor y comprar el primero que veamos. Un hombre prudente evalúa cuánto dinero puede gastar y qué tipo de automóvil se ajusta a sus necesidades y presupuesto. También puede probar diferentes automóviles, fijarse en las críticas de los usuarios o hablar con sus amigos que tengan el mismo automóvil que tiene pensado comprar.

Si bien se puede pensar que esta aseveración parece una cuestión de sentido común, muchos de nosotros tomamos malas decisiones de las que luego nos podemos arrepentir por no haber dado el primer paso. Nos apresuramos a tomar una decisión sin considerar los datos necesarios como corresponde. Compramos algo en forma espontánea y luego caemos en la cuenta de que verdaderamente no lo necesitábamos y que deberíamos haber ahorrado el dinero para otra cosa. Comprometemos nuestro tiempo para una actividad y luego nos damos la cabeza contra la pared porque deberíamos haber sabido que ya teníamos demasiadas cosas entre manos.

Santo Tomás de Aquino llama a esta ausencia de consejo "precipitación", que significa provocar una acción en forma prematura o apresurada. Del mismo modo que la lluvia y la nieve caen al suelo, nosotros nos tropezamos y caemos cuando no damos el paso necesario de pedir consejo.

Pianista

Poco después de habernos mudado a nuestra primera casa, soñaba con tener un piano para nuestros hijos. No pasó mucho tiempo para que me diera cuenta, después de mirar los precios de los pianos, que ni siquiera nos alcanzaría para comprar uno usado. Así fue que un amigo mío, que se estaba mudando, me contó que el piano que tenía no entraría en su nueva casa. Se trataba de un piano antiguo -un poco desgastado por el paso de los años- con una de sus teclas rotas, pero aún así en buen estado. Ofreció regalármelo si lo ayudaba a transportarlo el día de la mudanza.

Estaba eufórico. Le conté la buena noticia a mi hija de dos años, Madeleine, y ella repitió "¡Piano! ¡Piano!" con mucho entusiasmo. Al día siguiente nos levantamos temprano e hicimos lugar en nuestra sala. Luego salí para ir a buscarlo y vi como Madeleine me saludaba desde la ventana, esperando ansiosamente que regresara con el nuevo piano.

Con mi amigo les pedimos a unos más que nos ayudaran a cargar el piano en una camioneta. A pesar de la extraña forma del piano de cola, logramos sacarlo de la casa y subirlo a la camioneta. Nos encaminamos hasta mi casa, ¡que estaba sólo a siete cuadras!

Por supuesto, anduvimos despacio y con cuidado, mientras nos dirigíamos hacia el este, los primeras cinco cuadras de nuestro viaje. Luego, cuando doblamos por Fifth Street, mi casa apareció ante nuestra vista.

El consejo es el primer aspecto crucial de la prudencia. Sin embargo, no importa la medida en que uno reúna información y considere detenidamente una decisión, si no forma un buen juicio y actúa en consecuencia, no tiene la virtud de la prudencia.

En ese momento, escuché un ruido que nunca más voy a olvidar. Cuando estábamos en la mitad de la curva, empezamos a escuchar como si alguien estuviera dándole golpes al piano. Se me cayó el alma a los pies. Miré por el espejo retrovisor y vi que el piano de cola ya no estaba derecho. Se estaba cayendo de la camioneta y no había nada que pudiera hacer. En el lapso de dos o tres segundos -que para mí parecieron una eternidad- pude ver por el espejo retrovisor como el piano se caía de la camioneta boca abajo, rebotaba en la calle y se hacía pedazos.

Con la preocupación de lograr sacar el piano, con su gran tamaño y rara forma, de la casa y subirlo a la camioneta, no planeamos detenidamente los pasos que faltaban: ¡olvidamos sujetar el piano a la camioneta! Por no haber pensado bien en todos los pasos del proceso, los sueños de nuestra familia de tener un piano se hicieron trizas en la calle junto con el piano de cola ese día. Cuando llegué a casa con las manos vacías y durante muchas semanas después, siempre que alguien nos visitaba, mi hija les mostraba el lugar de la sala donde se suponía que íbamos a colocar el piano y les decía "Piano rompió… Piano rompió…".

Defectos en el consejo

Santo Tomás de Aquino menciona tres debilidades que provocan una acción precipitada. La primera debilidad es el impulso. Esto sucede cuando una persona no se detiene demasiado a pensar sobre una decisión y se deja llevar por la reacción inicial sin considerar detenidamente su curso de acción. Esto puede referirse a cosas de poca importancia, como por ejemplo perder mucho más tiempo en Internet de lo que uno tenía programado una noche o comprar unas pocas cosas más en la verdulería que no estaban en la lista.

También puede afectar otras cuestiones más importantes, tales como acumular muchas deudas por gastos que uno no puede afrontar verdaderamente. Hace poco, la deuda promedio en las tarjetas de crédito de todos los hogares estadounidenses alcanzó los US$ 8.400. Muchas familias terminan esclavizadas durante años, luchando por pagar no sólo las tarjetas de crédito, sino que también autos, casas y otros artículos, mientras tratan de vivir por encima de sus posibilidades. Si uno considera sus finanzas y gastos con más detenimiento, puede ahorrarse muchas preocupaciones, del mismo modo que si hubiéramos previsto el traslado del piano, nos hubiéramos evitado mucha tristeza en casa.

La segunda causa que nos lleva a tomar decisiones apresuradas es lo que Santo Tomás de Aquino denomina la pasión - dejarnos llevar por nuestras emociones. Cuando estamos enojados, por ejemplo, decimos cosas de las que después nos arrepentimos. Cuando somos impacientes con nuestros hijos, podemos perder los estribos y empeorar las cosas. Cuando sentimos miedo, muchas veces sobreactuamos ante los problemas y damos pasos desatinados. Cuando una joven se enamora, puede idealizar a su amado y no ver defectos graves que se volverán contra ella.

¿Les cuesta mucho decir que no a los demás cuando les piden algo? Cuando tienen miedo de decir que no, pueden entrar en juego muchas emociones: no queremos defraudar a los demás, no queremos que piensen mal de nosotros, nos gusta ser una persona a la que todos recurren para pedir ayuda, nos sentiremos culpables si no ayudamos a determinados familiares o amigos, etc. Por orgullo, vanidad, inseguridad o avaricia, tenemos dificultades para negarnos a hacer algo que nos piden, incluso cuando decir que no sería lo más prudente que pudiéramos hacer. Responder a lo que nos piden los demás puede surgir de la generosidad, pero en algunos casos puede ser el resultado de emociones desordenadas que dominan nuestro proceso de toma de decisiones, lo cual nos lleva a hacer elecciones desafortunadas.

Hombres e indicaciones

La tercera causa de las elecciones poco elaboradas es la obstinación. Este defecto no se trata simplemente de olvidarse de considerar detenidamente las cosas o de tomar una decisión en base a nuestras propias emociones. La persona obstinada se niega de manera deliberada a reunir información o a tomarse un tiempo para sopesar una decisión. Mi padre, por ejemplo, tenía fama en nuestra familia de perderse cuando conducía. Ahora nos reímos de aquellas vacaciones en familia en las que se perdió y no quería admitirlo. Como muchos otros hombres, no quería detenerse en una estación de servicio para pedir indicaciones, sino que prefería seguir conduciendo antes que admitir la derrota, ¡incluso cuando nosotros le pedíamos que diera la vuelta o que consultara un mapa!

Santo Tomás de Aquino menciona tres debilidades que provocan una acción precipitada.

Podemos ser obstinados no sólo cuando conducimos un automóvil, sino que también cuando nos abrimos paso en nuestras vidas. Algunas personas coléricas, personalidades "tipo A", tienen miedo de pedir ayuda cuando las cosas no les están yendo bien. No quieren que parezca que no saben lo que hacen. Entonces, en vez de pedir ayuda con humildad, siguen adelante y dan la apariencia de que tienen todo bajo control.

Algunas personas, cuando toman una decisión importante que les cambiará la vida o que se enfrentan a un dilema moral, tienen miedo de buscar la voluntad de Dios en ese tema. Pueden rezar un poco, pero no están verdaderamente abiertos a todas las opciones y a lo que Dios pueda querer que ellos hagan, digan o resignen. En estos momentos de discernimiento, incluso podemos evitar el consejo de ciertas personas porque tenemos miedo de lo que nos puedan decir. Entonces, en vez de hablar con determinado amigo o sacerdote, pedimos consejo sólo a aquellas personas que pensamos que estarán de acuerdo con el rumbo que deseemos tomar.

El consejo es el primer aspecto crucial de la prudencia. Sin embargo, no importa la medida en que uno reúna información y considere detenidamente una decisión, si no forma un buen juicio y actúa en consecuencia, no tiene la virtud de la prudencia. En la próxima reflexión, consideraremos los siguientes dos aspectos de la prudencia: juicio y decisión.

 

 

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Agradecimiento

Edward P. Sri. "The Art of Living: The First Step of Prudence." (El arte de vivir: el primer paso de la prudencia) Lay Witness (mayo/junio de 2009).

Este artículo se reimprimió con el permiso de la revista Lay Witness.

Lay Witness es una publicación de Catholic United for the Faith, Inc., (CUF) un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y fomentar los esfuerzos del magisterio de la Iglesia.

Sobre El Autor

sri10sri9Dr. Edward (Ted) Sri es un profesor Asistente de teología en el Benedictine College en Atchison, Kansas, y un colaborador frecuente de Lay Witness. Edward Sri es el autor de Rediscovering the Heart of the Disciple: Pope Francis and the Joy of the Gospel, Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and ResponsibilityMystery of the Kingdom (Misterio del Reino), The New Rosary in Scripture: Biblical Insights for Praying the 20 Mysteries (El Nuevo Rosario en la Escritura: Perspectiva Bíblica. Su último libro es Queen Mother: Queen Mother: A Biblical Theology of Mary's Queenship (Reina Madre) basado en su disertación doctoral que está disponible llamado a Benedictus Books al (888) 316-2640.Los miembros de CUF reciben un descuento de 10 por ciento.

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