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Virtud y el arte de vivir

  • EDWARD SRI

Nunca olvidaré las últimas palabras del instructor: "Si llegan a caerse del kayak, no intenten ponerse de pie en el río".


woman11Unos años atrás, fuimos con mi esposa a navegar en kayak por el Río Arkansas en las Montañas Rocallosas de Colorado. Como nunca habíamos navegado en kayak, fuimos en grupo con un guía que nos dio algunas lecciones - entre las que se incluyó la advertencia de no intentar ponernos de pie en el agua. "El río no es tan profundo", dijo, "pero es muy poderoso. Si se caen del kayak, no intenten pararse porque el río los derribará. Lo único que tienen que hacer es sujetarse al chaleco salvavidas y vadear el río hacia la orilla".

Nuestra aventura comenzó en aguas parejas y tranquilas, conmigo al frente del kayak y mi esposa en la parte trasera. Al principio todo fue excelente, disfrutábamos bajo un cielo celeste descubierto, en un escenario hermoso a nuestro alrededor y con los picos nevados más arriba. Sabíamos que en algún momento llegarían los rápidos, y que sería nuestra primera prueba como kayakistas primerizos.

De repente, los escuchamos: el rugido de los rápidos. La adrenalina comenzó a correr por nuestras venas y nos preparamos. Cuando nos adentramos en los rápidos, el kayak se inclinó hacia la izquierda y entró una gran cantidad de agua. Saltamos hacia atrás a la derecha y nos empapamos nuevamente. De una sacudida caímos a la izquierda y luego volvimos a enderezarnos justo a tiempo para lograr superar ese tramo. Llegamos hacia el otro lado de los rápidos y regresamos a las aguas seguras y parejas. ¡Pasamos la primera prueba!

Me di vuelta, con una sonrisa de oreja a oreja, y le dije a mi esposa: "¡Lo logramos!" Pero Beth me miraba horrorizada. Me señalaba desesperadamente hacia adelante y gritaba "¡Mantente derecho! ¡Derecho!". Ella se había dado cuenta de que al darme vuelta para festejar -antes de tiempo- el kayak giró conmigo. En una cuestión de segundos, hicimos un giro completo de completo de 180 grados y ¡terminamos flotando en sentido contrario por el Río Arkansas!

Ir en contra de la corriente

Al final logré enderezar el kayak de nuevo, pero era demasiado tarde. Había un tronco enorme en medio del río. Mientras el resto del grupo seguía al guía y pasaba alrededor del tronco, nosotros nos dirigíamos directamente hacia el mismo. El kayak rozó el tronco y el río se lo tragó de inmediato. Quedamos agarrados al tronco con desesperación mientras la corriente intentaba arrastrarnos. Pronto, el río también nos tragó y la corriente nos barrió.

Iba arrastrándome sumergido aguas abajo, ahogándome, y sentía que mi trasero se golpeaba con todas y cada una de las rocas que había en el río. No me gustaba esa sensación, entonces adivinen que intenté hacer. Claro, intenté ponerme de pie. Y en ese preciso instante, ¡boom! El río me tiró de nuevo. Preso del pánico, intenté pararme otra vez y al instante el río volvió a tirarme y a arrastrarme. Fue recién cuando fracasé por tercera vez en mi intento de ponerme de pie que recordé las palabras del instructor: "No intenten ponerse de pie en el río". Me sujeté al chaleco salvavidas, salí a la superficie y finalmente logré llegar a salvo a la orilla del río. Mi esposa también sobrevivió. La encontré con vida media milla corriente abajo y ¡desde entonces nunca más volvimos a subirnos a un kayak!

Es difícil pararse contra un río poderoso. Del mismo modo que resulta difícil pararse contra la corriente de nuestra cultura. No sentimos demasiado respaldo de este mundo secular y relativista para vivir una buena vida como católicos. En los medios, en el lugar de trabajo y muchas veces incluso en nuestras familias, no nos sentimos demasiado alentados para profundizar nuestra fe católica, para construir un matrimonio sólido y para criar hijos piadosos para nuestro Señor. Todo lo contrario. Hay muchas fuerzas que operan constantemente contra nosotros, que nos distraen de lo más importante de nuestras vidas y que intentan derribarnos en nuestra lucha por seguir a Cristo.

Virtud: Herramientas para la vida

Si queremos nadar contra la corriente de nuestra cultura, necesitamos sólo una cosa, que por cierto es absolutamente crítica. Si deseamos una confianza e intimidad profunda en nuestros matrimonios, si deseamos construir una sólida vida familiar para nuestros hijos, si deseamos tener una verdadera amistad cristiana con los demás -en suma, si deseamos vivir nuestra fe católica con profundidad y no dejarnos influenciar por la forma en que el mundo intenta hacernos vivir- hay una sola cosa que necesitamos, que es prácticamente indispensable. La virtud.

No importa cuanto desee sinceramente vivir mi fe católica y crecer en mi relación con Cristo, no importa cuanto desee sinceramente ser un buen marido para mi esposa, un buen padre para mis hijos y un buen amigo para la gente que me rodea, sin virtudes, fracasaré en mi intento de vivir esas relaciones como corresponde. La corriente de la cultura y mis deseos egoístas me arrastrarán, a menos que nade en forma proactiva aguas arriba para cultivar la virtud en mi vida. El Catecismo de la Iglesia Católica define a la virtud como "disposición habitual y firme a hacer el bien" (N° 1803). Piensen en la virtud como una herramienta que nos permite hacer el bien fácilmente y amar a Dios y al prójimo como si fuera un acto reflejo. Del mismo modo que diversos oficios y destrezas requieren ciertas herramientas, el arte de vivir necesita de las virtudes. Las virtudes son herramientas cruciales de la vida que necesitamos para vivir excelentes relaciones con Dios y con nuestro prójimo.

Volar alto

Cuando enseñamos sobre las virtudes, me gusta usar la imagen de los aviones. Me fascina la aviación desde niño. Me encantaba ir al aeropuerto y ver despegar y aterrizar a los aviones. Cuando viajaba en avión, siempre quería sentarme en la ventana para poder mirar el cielo por encima de las nubes y la tierra a lo lejos. Hasta este día, cuando la mayoría de los pasajeros prefieren un asiento en el pasillo, sigo eligiendo la ventana por la fascinación que siento cuando viajo en avión.

Ahora bien, les hago la siguiente pregunta: ahora que saben la pasión que siento por la aviación, ¿querrían subirse a un avión conmigo al mando? ¡De ninguna manera! Puedo valorar la aviación y tener fuertes sentimientos por los aviones, pero si no tengo las herramientas (conocimiento y experiencia) para volar un avión, ustedes no querrán subirse a un avión conmigo como piloto.

Mi padre era cirujano y crecí acompañándolo al hospital y mirando libros y fotos sobre anatomía y procedimientos quirúrgicos. Tengo tiernos recuerdos de mi padre como cirujano y sigo teniéndoles mucho aprecio a los cirujanos. Sin embargo, ¿quién querría ir al quirófano si yo estoy a cargo de la cirugía sólo porque valoro tanto las cirugías? Difícil. Como nunca fui a la facultad de medicina y no tengo las herramientas para realizar cirugías, ustedes no querrían que yo los opere.

Estas son cuestiones del sentido común. Nadie se subiría a un avión con una persona que no cuente con las herramientas necesarias para volar un avión. Y nadie ingresaría al quirófano con una persona que no tenga las herramientas que se requieren para practicar una cirugía. Aún a nuestra edad, muchas personas se embarcan en sociedades, noviazgos e incluso matrimonios sin siquiera hacerse la pregunta fundamental de la virtud: ¿Esta persona tiene las virtudes –herramientas – necesarias para vivir bien este tipo de relación? ¿Esta persona es paciente, generosa, prudente, serena, humilde, disciplinada, etc.? Estas son tan solo algunas de las muchas virtudes que necesitamos para amar a los demás y para cumplir con los compromisos que asumimos con ellos. 

¿Valor o virtud?

Cuando hablo en conferencias de matrimonios y familia, muchas veces hago a los esposos este par de preguntas: Primera: "¿Cuántos de ustedes valoran a sus esposas/os y quieren tratarlas/los bien?" Todos levantan la mano. Segunda: "¿Cuántos de ustedes hacen cosas que lastiman a sus esposas/os?" Todos levantan la mano otra vez.

Es fácil decir valoro a mi esposa, a mis hijos, a mis amigos y a Dios y es posible que desee con total sinceridad amarlos a todos. Sin embargo, se necesita mucho esfuerzo, práctica y gracia para adquirir las virtudes que necesito para ser efectivamente un buen esposo, padre, amigo y cristiano. Las virtudes son como poderes internos que nos ayudan a amar a los demás. Es más, las virtudes nos dan la libertad de amar y sin ellas simplemente no somos capaces de amar a los demás del modo que Dios pretende.

Sin embargo, la virtud debe entenderse en forma relacional. Las virtudes no son importantes sólo para nuestra propia vida; son las disposiciones habituales -las herramientas- que necesitamos para amar a Dios y a las personas que Dios ha puesto en nuestro camino. La carencia de virtudes en determinadas áreas no sólo me perjudica a mí, sino que además afecta a las personas que tengo cerca de mí, quienes sufrirán las consecuencias de mi falta de virtud.

Este es un punto importante que debemos tener en cuenta. Cuando era más joven y escuchaba a las personas en la Iglesia que hablaban de las virtudes, tenía una visión individualista de la vida virtuosa. Tenía la impresión equivocada de que las virtudes tenían algo bueno meramente para mi propia alma: para mi desarrollo moral o para mi vida espiritual. Humildad, piedad, amabilidad, prudencia, templanza -estas y otras virtudes parecían ser tan sólo buenas cualidades que se suponía que todos los católicos debían tener para ser buenos cristianos. Las virtudes eran como insignias que nos convertían en un buen "boy scout" para Dios.

Sin embargo, la virtud debe entenderse en forma relacional. Las virtudes no son importantes sólo para nuestra propia vida; son las disposiciones habituales -las herramientas- que necesitamos para amar a Dios y a las personas que Dios ha puesto en nuestro camino. La carencia de virtudes en determinadas áreas no sólo me perjudica a mí, sino que además afecta a las personas que tengo cerca de mí, quienes sufrirán las consecuencias de mi falta de virtud.

Por ejemplo, si no tengo la virtud de la generosidad, haré cosas egoístas que lastimarán a mi esposa. Si no tengo prudencia y paso muchas horas preocupado por mi trabajo y no demasiado tiempo con mis hijos, ellos sentirán los efectos de la imprudencia con que decido manejar mi tiempo. Si muchas veces la vida me abruma y me irrito, estreso o enojo con facilidad, las personas que me acompañan sufrirán las consecuencias de mi falta de paciencia y perseverancia.

Esto es lo más trágico que sucede cuando carezco de virtud: la misma medida en que carezco de las virtudes es la misma medida en que no soy libre de amar. No importa cuanto desee ser un buen hijo de Dios, un buen marido para mi esposa y un buen padre para mis hijos, sin virtudes, no daré lo mejor de mí al Señor de manera coherente, no honraré ni serviré a mi esposa con efectividad ni criaré a mis hijos tan bien como debería. Mi falta de virtud afecta la vida de los demás.

El Cardenal Joseph Ratzinger (ahora Papa Benedicto XVI) una vez dijo que en nuestro mundo progresivamente secular y descristianizado, habíamos perdido "el arte de vivir". Es más, en una era de confusión moral, donde el legado de las virtudes y la formación del carácter no se han transmitido de generación en generación, ya no sabemos como vivir bien la vida. Esta nueva serie de artículos explorará la tradición católica de las virtudes de manera práctica para que nos sirva para comenzar a recuperar "el arte de vivir".

 

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Agradecimiento

Edward P. Sri. "Virtue and 'The Art of Living'" (Virtud y 'el arte de vivir') Lay Witness (enero/febrero de 2009): 10-11.

Este artículo se reimprimió con el permiso de la revista Lay Witness.

Lay Witness es una publicación de Catholic United for the Faith, Inc., (CUF) un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y fomentar los esfuerzos del magisterio de la Iglesia.

Sobre El Autor

sri10sri9Dr. Edward (Ted) Sri es un profesor Asistente de teología en el Benedictine College en Atchison, Kansas, y un colaborador frecuente de Lay Witness. Edward Sri es el autor de Rediscovering the Heart of the Disciple: Pope Francis and the Joy of the Gospel, Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and ResponsibilityMystery of the Kingdom (Misterio del Reino), The New Rosary in Scripture: Biblical Insights for Praying the 20 Mysteries (El Nuevo Rosario en la Escritura: Perspectiva Bíblica. Su último libro es Queen Mother: Queen Mother: A Biblical Theology of Mary's Queenship (Reina Madre) basado en su disertación doctoral que está disponible llamado a Benedictus Books al (888) 316-2640.Los miembros de CUF reciben un descuento de 10 por ciento.

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