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Aspirar a mucho: cómo crecer en la virtud

  • EDWARD SRI

Si nos proponemos vivir virtuosamente en nuestro matrimonio y en la relación con nuestros familiares y amigos, necesitamos mucho más que buenas obras esporádicas o actos ocasionales de amabilidad cuando da la casualidad de que estamos de buen humor.


woman11Tenía miedo de apretar el gatillo. Nunca había utilizado un arma de fuego, pero un amigo me llevó a jugar tiro al plato - discos de arcilla que se lanzan al aire como blancos móviles. Mi amigo, que era un buen tirador, disparó en las primeras rondas, que fueron varias, y luego me preguntó si quería intentarlo. ¡Bang! En el primer disparo, lo derribé.

Cualquiera que me estuviera mirando en ese momento hubiera quedado muy impresionado. "¡Ah! ¡Le dio en el primer intento! ¡Debe ser mucho mejor que el que tiró primero!" Sin embargo, un buen disparo no nos hace buenos tiradores. Un buen tirador tiene la habilidad de utilizar su arma correctamente y de dar fácil y constantemente en el blanco, pero ahí estaba yo con muy poco conocimiento de lo que estaba haciendo. Los siguientes 25 disparos lo pusieron en evidencia: fallé todos los tiros de manera vergonzosa, muy lejos del blanco.

Si nos proponemos vivir virtuosamente en nuestro matrimonio y en la relación con nuestros familiares y amigos, necesitamos mucho más que buenas obras esporádicas o actos ocasionales de amabilidad cuando da la casualidad de que estamos de buen humor. En esta reflexión, consideraremos tres características principales de las virtudes que son cruciales para vivir nuestras relaciones sin desviarnos del camino, del modo que Dios pretende que lo hagamos. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, la persona virtuosa tiende hacia el bien en forma constante, con facilidad y con gozo.

Tres características de la virtud

  1. Constancia. En primer lugar, el Catecismo de la Iglesia Católica define a la virtud como una "disposición habitual y firme a hacer el bien" (N° 1803). Esto nos dice que la virtud exige mucho más que hacer el bien de vez en cuando. Después de todo, es fácil ser generoso, paciente y amable con los otros cuando nos está yendo bien en la vida: cuando nos sentimos bien y disfrutamos de la gente con la que estamos. Sin embargo, ¿seremos generosos, pacientes y amables con las personas que nos están defraudando en este mismo instante? ¿Seremos virtuosos con nuestra esposa cuando estemos cansados? ¿Seremos virtuosos con nuestros hijos cuando estemos bajo una situación de estrés en el trabajo o nos sintamos agobiados? El hombre virtuoso es aquél con el que podemos contar porque nos dará lo mejor de sí mismo en forma constante, sin importar las circunstancias que lo rodeen.

  2. Facilidad. La virtud también le permite al hombre hacer el bien con facilidad (Catecismo, N° 1804). Hace lo que es bueno de inmediato, como si fuera un acto reflejo. Del mismo modo que un jugador profesional de basquetbol corre hacia la canasta y mete un gancho sin tener que pensarlo demasiado, el hombre virtuoso también hace el bien fácilmente sin esfuerzos extraordinarios, deliberación o luchas internas. Tiene tan arraigado hacer el bien que sus obras virtuosas parecen ser automáticas. Por otro lado, la medida en que un hombre lucha por ser alegre, humilde o puro, por ejemplo, es la misma medida en la que carece de dichas virtudes.

  3. Gozo. Finalmente, el hombre virtuoso no sólo hace lo correcto, sino que lo hace con gozo (Catecismo, N° 1804). Disfruta lo bueno, incluso si es difícil lograrlo o si le causa sufrimiento. El hombre virtuoso no necesita quejarse ni sentir lástima por sí mismo cuando hace lo correcto. Encuentra un gozo más profundo en vivir del modo que Dios hizo que viviera, que es haciendo el bien sin importar el costo.

Dar el primer golpe

Consideremos la analogía con el deporte. Un golfista profesional, como Jack Nicklaus, estaba dotado de una gran habilidad que hizo que se convirtiera en un excelente deportista. Sabía qué palo utilizar, tenía un swing sensacional y buen criterio para golpear la bola. Entonces, podía golpear la bola y ponerla justo en el fairway con total facilidad. Además, siempre golpeaba bien la bola, justo en el lugar que quería, y disfrutaba jugar bien.

Un ejercicio útil consiste en pensar en sus relaciones más importantes y preguntarse "¿Qué vicios me están impidiendo amar más a estas personas?"

Yo, por el contrario, no soy un buen golfista. Juego con poca frecuencia, y cuando lo hago es por demás evidente que no tengo habilidad para el golf. No es fácil para mí jugar bien al golf. Incluso si de vez en cuando golpeo la bola justo en el lugar que quiero, de ningún modo soy constante para hacerlo. Como soy malo jugando al golf, ¡nunca disfruto demasiado cuando juego!

Evaluación personal de la virtud

Con estos antecedentes, estamos en condiciones de preguntarnos "¿En qué medida ejercito realmente las virtudes?".

Por ejemplo, ¿tengo la virtud de la generosidad? Es posible que un hombre que pone un cheque de $ 1000 en la canasta de la Misa del domingo esté haciendo una obra buena y noble, pero hacer sólo eso no quiere decir necesariamente que tenga la virtud de la generosidad. Algunas personas pueden donar dinero a una organización de caridad, pero no ofrecen su tiempo, atención y cuidado a otras personas a lo largo de sus vidas. Sin embargo, el hombre que es verdaderamente generoso se da a sí mismo -no sólo cuando le resulta conveniente, sino que de manera constante. También se da de inmediato, con facilidad y con gozo, sin tener que calcular el costo ni luchar contra su propio egoísmo. Para un hombre generoso, el darse va de suyo.

Asimismo, ¿tengo la virtud de la paciencia? Una madre paciente, por ejemplo, puede mantener la calma con sus hijos no sólo cuando se están portando bien y el día transcurre sin demasiados vaivenes, sino que también cuando los niños entran en crisis y lo que tenía programado para el día queda completamente patas arriba. Si bien puede sentir estrés y pesar por como se están sucediendo las cosas (¡lo cual es bastante natural!), no permite que esa tristeza la domine. Su paciencia le permite mantener cierta paz interior y cumplir con sus responsabilidades como madre de buen modo, a pesar del caos que la rodea.

Las normas de la virtud son elevadas. Cuanto más aprendamos sobre las virtudes, más nos daremos cuenta de cuan desviados estamos del blanco. Igualmente, esto no debe desalentarnos. La Iglesia nos ofrece mucha sabiduría sobre las formas prácticas en que podemos crecer en la virtud, aumentando la capacidad que tenemos en nuestro interior para hacer el bien con constancia, facilidad y gozo. 

Cómo crecer en la virtud 

Primero, debemos examinar nuestras vidas y discernir sobre las principales debilidades que no nos permiten vivir nuestras relaciones con excelencia. Estas debilidades se llaman vicios -los hábitos malos que se adquieren por la repetición del pecado.

Un ejercicio útil consiste en pensar en sus relaciones más importantes y preguntarse "¿Qué vicios me están impidiendo amar más a estas personas?" ¿Son egoístas con su esposo o esposa, tendiendo a pensar más en ustedes mismos que en satisfacer las necesidades de ellos? ¿Pierden muy seguido la paciencia con sus hijos? ¿Están "demasiado ocupados" para poder ofrecer a Dios un tiempo de oración todos los días?

La mejor forma de vencer el vicio en nuestras vidas no consiste meramente en tratar de evitar el pecado, sino que en intentar poner en práctica la virtud particular que se opone al vicio que estamos tratando de vencer. Por ejemplo, si solemos criticar a otras personas, debemos poner empeño en honrar a los demás cada día. Si suelo dejar las cosas para más tarde, debo comenzar a trabajar con los proyectos más temprano de lo necesario para combatir ese vicio.

Si tiendo a ser egocéntrico y quiero salirme con la mía en casa, debo descubrir expresamente cuales son las necesidades y preferencias de mi esposa y mis hijos y tratar de conseguirlas en vez de centrarme en las mías. Si ejercitamos positivamente las virtudes que se oponen a nuestros vicios, podemos comenzar a superar las debilidades que nos impiden dar lo mejor de nosotros mismos en nuestras relaciones.

¿La práctica hace al maestro?

No obstante, un programa para el entrenamiento de las virtudes no será fácil. Tal como lo explica el Catecismo, "La remoción de la tan arraigada disposición al pecado… requiere mucho esfuerzo y abnegación, hasta que se adquiera la virtud contraria". En consecuencia, no deberíamos desalentarnos si no notamos resultados inmediatos. Crecer en la virtud es como fortalecer los músculos del cuerpo. Cuando un hombre de 40 años que está fuera de forma empieza a hacer jogging, es muy probable que no le resulte fácil correr cinco kilómetros por día. Al principio, será bastante doloroso. Sin embargo, en algún tiempo, la persona que tiene la constancia de correr varias veces a la semana fortalecerá sus músculos y resistencia. Con la práctica, una carrera de cinco kilómetros le resultará mucho más fácil.

Dada nuestra naturaleza humana caída, siempre lucharemos con una inclinación hacia el pecado. Por ello necesitamos recurrir a un poder que está fuera de nosotros que nos permita vivir las virtudes de una manera que nunca podríamos lograr por nosotros mismos.

Sucede lo mismo con nuestros "músculos" morales -las virtudes-, fortalecerlos lleva tiempo y esfuerzo. Es probable que tengamos una gran dificultad y que fracasemos cuando empecemos a luchar contra nuestros vicios. El hombre impuro luchará contra la impureza por un tiempo prolongado, pero si persevera en la lucha, vivir en castidad terminará resultándole más fácil para él en la medida que se fortalezcan sus músculos. Es muy probable que quien decida de repente empezar a rezar todos los días encuentre que no es nada fácil, pero si practica todos los días durante muchas semanas y meses, le resultará mucho más natural hacerlo.

La clave en este caso es la perseverancia. Si el corredor principiante renuncia después de dos semanas porque le resulta demasiado difícil, nunca podrá correr los cinco quilómetros con facilidad. Sucede lo mismo si nos damos por vencidos en la lucha por la virtud porque nos resulta muy difícil lograrlo, ya que seguiríamos siendo esclavos de nuestros vicios y nunca podríamos dar lo mejor de nosotros a Dios, a nuestra esposa, a nuestros hijos y a nuestros amigos. 

La gracia asombrosa

No obstante, no importa cuanto busquemos la virtud, igual estaremos tropezando con nuestras propias limitaciones. La mayoría de nosotros tenemos debilidades que nos apestaron durante muchos años, sin importar con cuanta fuerza hemos intentado superarlas. Dada nuestra naturaleza humana caída, siempre lucharemos con una inclinación hacia el pecado. Por ello necesitamos recurrir a un poder que está fuera de nosotros que nos permita vivir las virtudes de una manera que nunca podríamos lograr por nosotros mismos. Ese poder está en Jesucristo. Como lo explica el Catecismo, "El don de la salvación por Cristo nos otorga la gracia necesaria para perseverar en la búsqueda de las virtudes" (N° 1811).

La gracia santificante es la vida divina de Jesucristo en nosotros, transformando nuestros corazones egoístas con el amor sobrenatural del mismo Jesucristo. Cuanto más crezcamos en la gracia de Jesucristo, estaremos en mejores condiciones de amar sobrenaturalmente - más allá y por encima de lo que nuestra débil naturaleza humana podría lograr por sí misma.

Por este motivo es esencial buscar la gracia en la oración y en los sacramentos. Con la vida divina de Jesucristo habitando en nuestro interior, nuestras virtudes naturales se elevan para participar en la vida de Jesucristo. Con la gracia, podemos empezar a ser pacientes con la paciencia de Jesucristo. Podemos empezar a ser humildes con la humildad de Jesucristo. Y podemos empezar a amar con el amor divino de Jesucristo que obra a través de nosotros. Cuando la gracia comienza a transformar nuestras vidas, podemos empezar a decir con San Pablo que "ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gal 2, 20).

 

 

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Agradecimiento

Edward P. Sri. "Aiming High: How to Grow in Virtue." (Aspirar a mucho: cómo crecer en la virtud) Lay Witness (marcha/abril de 2009).

Este artículo se reimprimió con el permiso de la revista Lay Witness.

Lay Witness es una publicación de Catholic United for the Faith, Inc., (CUF) un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y fomentar los esfuerzos del magisterio de la Iglesia.

Sobre El Autor

sri10sri9Dr. Edward (Ted) Sri es un profesor Asistente de teología en el Benedictine College en Atchison, Kansas, y un colaborador frecuente de Lay Witness. Edward Sri es el autor de Rediscovering the Heart of the Disciple: Pope Francis and the Joy of the Gospel, Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and ResponsibilityMystery of the Kingdom (Misterio del Reino), The New Rosary in Scripture: Biblical Insights for Praying the 20 Mysteries (El Nuevo Rosario en la Escritura: Perspectiva Bíblica. Su último libro es Queen Mother: Queen Mother: A Biblical Theology of Mary's Queenship (Reina Madre) basado en su disertación doctoral que está disponible llamado a Benedictus Books al (888) 316-2640.Los miembros de CUF reciben un descuento de 10 por ciento.

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