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¿Los derechos de quién? La paradoja del relativismo moral

  • EDWARD SRI

¿En una cultura relativista, los derechos de quién están protegidos?


woman11Es precisamente en este punto que las sociedades relativistas se enfrentan a un grave dilema: ¿Cómo hace una comunidad para actuar de mediadora entre los intereses en competencia de diversas personas?  Hay tanta retórica en nuestro mundo moderno sobre la protección de los derechos humanos e incluso de la libertad de las personas, pero ¿qué sucede si una persona o grupo desea hacer algo que se opone directamente a los valores o intereses de otras personas?  ¿Cómo decide la sociedad quién "está en lo cierto" o qué "libertad de elección" va a proteger?

Tomemos, por ejemplo, los siguientes debates morales que se presentan en la actualidad:

¿Tiene derecho a vivir un bebé que está en el vientre de su madre?  ¿Tiene una madre el derecho de abortar a su bebé?  ¿Tiene derecho el dueño de una empresa a decir públicamente que él cree que el matrimonio es entre un hombre y una mujer?  ¿Tiene derecho una persona homosexual de la comunidad a ser protegida de las manifestaciones públicas que él o ella consideran como "incitación al odio"?  ¿Tienen derecho las mujeres a recibir anticonceptivos por medio de su seguro médico, incluso si trabajan para la Iglesia Católica?  ¿Tiene la Iglesia el derecho de ceñirse a sus enseñanzas morales y de no repartir anticonceptivos a sus empleados?

¿Cómo determina una sociedad relativista qué libertad de elección va a salvaguardar y cuál va a coartar?  En una cultura que no tiene referencia al bien común -que no tiene una visión compartida sobre lo que es una buena vida para el hombre- estas preguntas no se resuelven de manera justa.  Estos temas continúan debatiéndose y están a disposición de cualquiera.  Los lobistas hacen sus maniobras en Washington.  Los grupos se organizan para protestar.  Los estrategas intentan influenciar la opinión pública.  Se asumen compromisos y algunos deberán renunciar a más cosas que otros.  Sin embargo, hay algo claro en el proceso: no se protegen los "derechos" de todos.  Al final, la mera determinación sobre qué son los derechos humanos y qué derechos y de quién se protegen, es algo completamente arbitrario.

Un conjunto de individuos

La visión relativista del mundo exalta al propio yo autónomo y pone énfasis en la libertad que tienen las personas de hacer lo que quieran con sus vidas.  Sin embargo, el Beato Juan Pablo II explica que, incluso si se promociona el propio yo en forma absoluta, las personas continuarán tropezándose con otras que tienen opiniones diferentes e intereses opuestos que terminarán poniendo en riesgo sus metas.  Y estos intereses contrarios no se resuelven fácilmente desde una perspectiva relativista.

En vez de apelar al sentido común y a una norma moral de la cual todos somos responsables, tendemos a abordar estas situaciones a través de la asertividad, la manipulación y los juegos de poder.  En vez de ver a nuestro prójimo como alguien al que estamos unidos en la lucha por un objetivo en común, lo vemos como un obstáculo para nuestros propios deseos y nuestra forma de vida.  De este modo, según lo indica el Papa Juan Pablo en la encíclica Evangelium Vitae, las personas llegarán inevitablemente a la negación del otro.  Todos los demás serán considerados como enemigos de los que deberemos defendernos.  De este modo, la sociedad se convierte en un conjunto de individuos que se ubican unos junto a otros sin crear vínculos recíprocos: cada cual desea imponerse independientemente a los demás y de hecho pretende que sus propios intereses prevalezcan sobre los demás.  (N° 20).

De cara a estos intereses en competencia, no puede protegerse la libertad de todos.  Debe asumirse alguna suerte de compromiso.  "Así, desaparece toda referencia a valores comunes y a una verdad absoluta para todos; la vida social se adentra en las arenas movedizas de un relativismo absoluto".  El Santo Padre dice luego que: "entonces todo es pactable, todo es negociable: incluso el primero de los derechos fundamentales, el de la vida" (EV 20, el énfasis de las cursivas no aparecen en el original).

"Es el resultado nefasto de un relativismo que predomina incontrovertible: el 'derecho' deja de ser tal porque no está ya fundamentado sólidamente en la inviolable dignidad de la persona, sino que queda sometido a la voluntad del más fuerte. De este modo la democracia, a pesar de sus reglas, va por un camino de totalitarismo fundamental" (N° 20).

Una vez que los derechos humanos se someten a negociaciones, los miembros más débiles de la sociedad se encontrarán a merced de los más poderosos.  Juan Pablo II señala que cuando, por ejemplo, los gobiernos democráticos modernos niegan los derechos humanos básicos de los niños por nacer y de los ancianos, será un grupo en particular de gobernantes políticos o incluso la mayoría de las personas quienes decidirán quiénes gozarán de los derechos humanos y quiénes no.

De esta manera, la definición de derechos humanos no se basa en el bien de las personas o en el bien de la sociedad, sino en los intereses de quienes se encuentran en el poder -ya sea que se trate de líderes gubernamentales poderosos o de aquellos que tienen capacidad para formar la opinión pública y para ejercer influencia en el proceso político.  "Es el resultado nefasto de un relativismo que predomina incontrovertible:   el 'derecho' deja de ser tal porque no está ya fundamentado sólidamente en la inviolable dignidad de la persona, sino que queda sometido a la voluntad del más fuerte.  De este modo la democracia, a pesar de sus reglas, va por un camino de totalitarismo fundamental" (N° 20).

¿Por qué hacer el sacrificio?

El eticista cristiano Stanely Hauerwas presenta un tema importante en estas líneas.  Hoy en día todos tienden a pensar que pueden hacer lo que quieran con sus vidas y ser personas moralmente buenas en la medida que no hieran ni limiten las elecciones de los demás.  Sin embargo, Hauerwas advierte en qué medida eso es una gran ilusión arraigada en el individualismo de nuestro tiempo: un individualismo que se olvida cuán entrelazadas están realmente nuestras vidas.  Dado que las personas se encuentran unidas en solidaridad, todas las formas de moralidad nos exigen de un modo u otro hacer sacrificios por los demás.  Hauerwas explica, "En la medida que seamos personas que no se preocupan por nada en absoluto, estaríamos necesariamente vulnerando la 'libertad' de los demás.  Sin embargo, actuamos como si no lo hiciéramos, escondiendo de nosotros mismos y de los demás la realidad de que estamos necesariamente unidos de tal manera que nos limitamos la vida unos a otros". Continúa diciendo:

De hecho, sin embargo, no existe moralidad que no requiera que otros sufran por nuestros compromisos,  pero no hay nada de malo en pedir a los demás que compartan con ustedes y que se sacrifiquen por lo que creen que es valioso.  Más preocupante sería saber si aquello con lo que nos comprometemos es valioso o no.  (The Peaceable Kingdom, p. 9 el énfasis de las cursivas no está en el original)

Este es el tema crucial.  No hay nada malo en pedir a la gente que haga sacrificios por una causa valiosa.  Sin embargo, ¿es la visión cristiana o la visión relativista la que explica mejor por qué deberíamos sufrir por los demás?

En ambas perspectivas, las personas no siempre podrán hacer lo que quieren en la vida.  En ambas visiones, las personas se tropezarán con otras que limitarán su libertad.  La pregunta es la siguiente: ¿cuál de esas cosmovisiones ofrece un buen motivo para hacer sacrificios por los demás?

En la cosmovisión relativista, la limitación de nuestra libertad no se basa en lo que es bueno para la sociedad, lo que es bueno para los demás o lo que es bueno para la persona involucrada.  Deben limitar su libertad simplemente porque alguien más impuso su voluntad por sobre la de ustedes -ya sea un miembro de la familia con mayor fuerza de voluntad, una corporación más grande, un grupo de gobernantes políticos o incluso la mayor parte de la sociedad que votó en contra de sus valores e intereses.  El freno a su libertad no se vincula con el crecimiento de ustedes como personas o con lo que es mejor para su comunidad, sino que se basa en los intereses egoístas de otra persona.  ¡Ese no es un motivo suficiente para que ustedes tengan que limitar su libertad!

Realización de uno mismo en la entrega de uno mismo

La perspectiva católica, sin embargo, coloca al llamamiento para limitar la libertad en un contexto más amplio de florecimiento humano.  Dios nos hizo para vivir por los demás y cuando ofrecemos nuestras vidas como un regalo a los demás, descubrimos el significado más profundo de nuestras vidas.

No hay dudas de que el amor sacrificado requiere determinadas limitaciones en nuestra libertad.  Nos negamos a nosotros mismos para hacer el bien a otra persona.  Pero esta limitación no se considera como algo negativo.  Cuando nos ofrecemos al servicio de los demás, encontramos una realización más profunda en la vida porque estamos viviendo del modo en que Dios nos hizo.  Cuando, por ejemplo, un hombre da generosamente a los pobres, percibe una realización más profunda en la vida dado que crece en generosidad sacrificial.  El sacrificio no sólo es bueno para los pobres a los cuales asiste, sino que también es bueno para él.

Del mismo modo, cuando una mujer atiende a su recién nacido y sufre la privación crónica del sueño durante varios meses, también descubre una mayor realización en la vida dado que vive su vocación como madre creciendo en el amor y en la entrega de sí misma.  La muerte a sí misma no es una bendición sólo para el recién nacido, si no que lo es para ella también.  En una visión católica, los sacrificios no son meramente limitantes sino que enriquecen nuestra vida y nos permiten cumplir más profundamente con Cristo.  Como lo expresa el Concilio Vaticano II, "el hombre se encuentra a sí mismo cuando hace que su vida sea un sincero regalo para los demás".

 

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Agradecimiento

Edward P. Sri. "Whose Rights? The Paradox of Moral Relativism." (¿Los derechos de quién? La paradoja del relativismo moral) Lay Witness (noviembre/diciembre de 2012).

Este artículo se reimprimió con el permiso de la revista Lay Witness.

Lay Witness es una publicación de Catholic United for the Faith, Inc., (CUF) un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y fomentar los esfuerzos del magisterio de la Iglesia.

Sobre El Autor

sri10sri9Dr. Edward (Ted) Sri es un profesor Asistente de teología en el Benedictine College en Atchison, Kansas, y un colaborador frecuente de Lay Witness. Edward Sri es el autor de Rediscovering the Heart of the Disciple: Pope Francis and the Joy of the Gospel, Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and ResponsibilityMystery of the Kingdom (Misterio del Reino), The New Rosary in Scripture: Biblical Insights for Praying the 20 Mysteries (El Nuevo Rosario en la Escritura: Perspectiva Bíblica. Su último libro es Queen Mother: Queen Mother: A Biblical Theology of Mary's Queenship (Reina Madre) basado en su disertación doctoral que está disponible llamado a Benedictus Books al (888) 316-2640.Los miembros de CUF reciben un descuento de 10 por ciento.

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