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Como fue que el arte moderno quedó atrapado por su necesidad de causar impacto

  • ROGER SCRUTON

El filósofo Roger Scruton reflexiona sobre la diferencia entre el arte original que es genuino, sincero y verdadero, pero difícil de conseguir, y el arte más fácil, pero falso, que atrae a varios críticos de hoy en día.  


scruton11Hay dos tipos de falsedad - mentir y fingir.

Cualquiera puede mentir.  Basta con decir algo con la intención de engañar.  Fingir, en cambio, es un logro.  Para falsificar objetos es necesario engañar a los demás, incluso engañarse a uno mismo.  El mentiroso puede fingir que está horrorizado cuando se desenmascaran sus mentiras, pero su fingimiento es parte de la mentira.  El farsante se horroriza de verdad cuando queda expuesto porque creó en su entorno una comunidad de confianza, de la cual él mismo es miembro.

Personas de todas las edades han mentido para evitar las consecuencias de sus acciones y no decir mentirillas es lo primero que debemos enseñar a nuestros hijos para su educación moral.  No obstante, el fingimiento es un fenómeno cultural, que se destaca más en algunos períodos que en otros.  Hay muy poco fingimiento en la sociedad que describe Homero, por ejemplo, o en la que describe Chaucer.  En los tiempos de Shakespeare, sin embargo, los poetas y dramaturgos comienzan a tener un interés importante en este nuevo tipo humano.

En el Rey Lear de Shakespeare, las hermanas malvadas Goneril y Regan pertenecían a un mundo de emociones falsas, convenciéndose a ellas mismas y a su padre que sentían el más profundo de los amores, cuando en realidad carecían absolutamente de corazón.  Sin embargo, ellas no sabían realmente que eran crueles: si lo hubieran sabido, no podrían haberse comportado tan descaradamente.  La tragedia del Rey Lear comienza cuando las personas reales - Kent, Cordelia, Edgar, Gloucester - son expulsadas por las falsas.

El farsante es una persona que se ha vuelto a construir a sí misma, con vistas a ocupar otra posición social que la que le correspondería por naturaleza.  Así es el Tartufo de Molière, el impostor religioso que toma control de una casa desplegando una piedad maquinadora.  Al igual que Shakespeare, Molière percibió que el fingimiento está en el mismo corazón de la persona que se dedica a ello.  Tartufo no es simplemente un hipócrita que finge ideales en los que no cree. Es una persona fabricada que cree que en sus propios ideales por ser tan ilusorio como lo son ellos.

tartuffe

El fingimiento de Tartufo fue una cuestión de religión santurrona.  Con la decadencia de la religión durante el siglo XIX, surgió un nuevo tipo de fingimiento.  Los poetas y pintores románticos dieron sus espaldas a la religión y buscaron la salvación a través del arte.  Creían en el genio del artista, dotado de una capacidad especial para trascender la condición humana de manera creativa, rompiendo todas las reglas para conseguir un nuevo orden de experiencia.  El arte se convirtió en un avenida hacia lo trascendental, en la puerta de entrada a un nivel de conocimiento más elevado.

La originalidad entonces se volvió la prueba que distingue el arte verdadero del arte falso.  Es difícil expresar en términos generales en qué consiste la originalidad, pero tenemos ejemplos suficientes: Tiziano, Beethoven, Goethe, Baudelaire.  Sin embargo, estos ejemplos nos enseñan que la originalidad es ardua: no puede tomarse del aire, incluso si existen aquellos prodigios naturales, como Rimbaud y Mozart, que parecen haberlo hecho como si nada.  La originalidad requiere de aprendizaje, de trabajo duro, del dominio de una sensibilidad mediana y -más que nada- refinada y de la apertura a la experiencia que habitualmente cuesta sufrimiento y soledad.

Entonces, llegar a ser considerado un artista original no es fácil. No obstante, en una sociedad en la que el arte es venerado como el logro cultural más elevado, las recompensas son enormes.  De ahí surge un motivo para crear arte falso.  Los artistas y críticos se reúnen para engañarse a sí mismos: los artistas presentándose como quienes originan adelantos asombrosos y los críticos colocándose en el lugar de jueces perspicaces de la verdadera vanguardia.

De esta manera, el urinario famoso de Duchamp se convirtió en una suerte de paradigma para los artistas modernos.  Así es como debe hacerse, decían los críticos.  Tomen una idea, exhíbanla, llámenla arte y nieguen descaradamente lo evidente.  Las cajas de Brillo de Andy Warhol y más tarde los tiburones y vacas en vinagre de Damien Hirst repitieron este truco.  En cada uno de esos casos, los críticos se reunieron como gallinas cluecas alrededor del huevo nuevo e inescrutable y presentaron al público una obra de arte falsa con todo el aparato necesario para que sea aceptada como verdadera.  Tan poderoso es el ímpetu puesto en el fingimiento colectivo que resulta extraño hoy en día ser el finalista de un Premio Turner sin haber producido un objeto o evento que se presente como arte sólo porque a nadie le hubiera cabido la posibilidad de que lo fuera hasta que los críticos dijeran que lo era.

duchamp

Los gestos originales del tipo que introdujo Duchamp no pueden repetirse verdaderamente - como bromas que pueden hacerse sólo una vez.  De ahí que el culto de la originalidad muy rápidamente conduzca a la repetición.  El hábito de falsificar se vuelve tan profundamente arraigado que ningún juicio es cierto, excepto el juicio de que lo que tenemos enfrente es algo 'verdadero' y no falso, que a su vez es un juicio falso.  Al final, lo único que sabemos es que nada es arte porque nada es.

Vale la pena preguntarnos porqué el culto de la originalidad falsa resulta tan poderosamente atractivo para nuestras instituciones culturales, de modo tal que todos los museos y galerías de arte, e incluso las salas de concierto financiadas con fondos públicos, lo han tomado en serio.  Los primeros modernistas -Stravinsky y Schoenberg en música, Eliot y Pound en poesía, Matisse en pintura y Loos en arquitectura- tenían en común la creencia de que el gusto popular se volvió corrupto y de que la sentimentalidad, la banalidad y lo kitsch invadió las diversas esferas del arte y eclipsó sus mensajes.  La música popular corrompió las harmonías; las fotografías superaron a la pintura figurativa; las rimas y los compases ahora sólo aparecen en las tarjetas navideñas y los cuentos ya han sido narrados demasiadas veces.  Todo lo que se encontraba en el mundo de personas ingenuas y poco pensantes era kitsch.

El modernismo fue un intento de rescatar lo sincero, lo verdadero y los frutos de un trabajo arduo de la plaga de emociones falsas.  Nadie puede dudar de que los primeros modernistas fueron exitosos en ello, dotándonos de obras de arte que mantienen el espíritu humano vivo en las nuevas circunstancias de la modernidad y que continúan con las grandes tradiciones de nuestra cultura.  Sin embargo, el modernismo dio lugar a rutinas de falsificación: el trabajo arduo por mantener la tradición resultó ser menos atractivo que las maneras baratas de rechazarla.  En vez de estudiar toda una vida, como lo hizo Picasso para presentar la cara de la mujer moderna en un idioma moderno, uno podría haber hecho lo que hizo Duchamp y pintarle un bigote a la Mona Lisa.

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No obstante, lo interesante es que el hábito de fingir ha surgido del miedo a los farsantes.  El arte modernista fue una reacción contra la emoción falsa y los clichés reconfortantes de la cultura popular.  La intención fue erradicar el pseudoarte que nos amortigua con mentiras sentimentales y poner en su lugar a la realidad, la realidad de la vida moderna, con la cual sólo el arte real puede ponerse de acuerdo.  De ahí que hace mucho tiempo se ha asumido que no puede haber ninguna creación auténtica en la esfera del arte elevado que no sea de algún modo un 'desafío' a las complacencias de nuestra cultura pública.  El arte debe ofender, salirse del futuro completamente armado contra el gusto burgués para los que se conforman y los cómodos, que son simplemente sinónimos de kitsch y cliché.   Sin embargo, el resultado de ello es que la ofensa se convierte en un cliché.  Si el público se ha vuelto tan inmune al asombro que sólo un tiburón muerto en formaldehído le despertará un breve espasmo de escándalo, entonces el artista debe representar un tiburón muerto en formaldehído -esto es al menos un gesto auténtico.

Entonces, alrededor de los modernistas se formaron una suerte de críticos y empresarios que les explicaron porqué no es una pérdida de tiempo observar una pila de ladrillos, sentarse tranquilo durante diez minutos de ruido insoportable o estudiar un crucifijo sumergido en orina.  Para convencerse a ellos mismos de que son verdaderos progresistas que cabalgan en la vanguardia de la historia, los nuevos empresarios se rodearon de otros de su tipo, promoviéndolos en todos los comités pertinentes y esperando que a su vez sean promovidos.  Así fue como surgió el establishment modernista -un círculo independiente de críticos que forman la columna vertebral de nuestras instituciones culturales y que comercian en 'originalidad', 'transgresión' y 'abrir nuevos caminos'.  Estos son los términos que de rutina emanan de los burócratas del consejo de arte y las organizaciones de museos cuando desean gastar dinero del estado en algo que nunca hubieran imaginado tener en sus salas.  Sin embargo, estos términos son clichés, tal como lo son las cosas que tienden a alagar.  De ahí que el vuelo de lo cliché termine en lo cliché y el intento de ser genuino culmine en una falsedad.

Si la reacción contra una emoción falsa conduce a un arte falso, ¿cómo descubriremos qué es lo verdadero?  Ese es el tema que analizaré en las siguientes dos charlas.  'Nunca te mientas a ti mismo', dice el Polonio de Shakespeare, y 'no engañarás a nadie.'  Vivan en la verdad, dijo Václav Havel.  'Dejen que la mentira entre en este mundo', escribió Solzhenitsyn, 'pero no a través mío'.  ¿Con cuánta seriedad podemos tomar estas afirmaciones? ¿Cómo las obedecemos?. ;

cross  Un punto de vista:  Como fue que el arte moderno quedó atrapado por su necesidad de causar impacto
cross  Un punto de vista:  El poder extrañamente duradero del kitsch
cross  Un punto de vista:  ¿Cómo reconocemos al arte verdadero?
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Agradecimiento

scruton Roger Scruton. "How modern art became trapped by its urge to shock", BBC News (6 de diciembre de 2014).

Reimpreso con el permiso de Roger Scruton. 

Sobre El Autor

scrutongodsmScrutonsm Roger Scruton es profesor investigador en el departamento de filosofía de St. Andrews University, académico invitado del American Enterprise Institute en Washington DC y senior fellow de investigación en filosofía en Blackfriars Hall en Oxford. Es autor de Notes from UndergroundThe Face of GodThe Uses of Pessimism: And the Danger of False HopeBeauty, Understanding Music: Philosophy and Interpretation, Culture Counts: Faith and Feeling in a World Besieged, An Intelligent Person's Guide to Modern CultureAn Intelligent Person's Guide to PhilosophySexual DesireThe Aesthetics of MusicThe West and the Rest: Globalization and the Terrorist Threat, y Gentle Regrets: Thoughts from a Life. Roger Scruton forma parte del comité asesor del Centro de Recursos para la Educación Católica. 

Copyright © 2014 Roger Scruton
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