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La paz que supera el entendimiento

  • EL PADRE ROBERT J. SPITZER, S.J.

El Señor nos dio el don más notable: el don de su Espíritu que está lleno de paz, amor, protección, unidad, inspiración, verdad y vida.


holyspiritJesús nos dijo que nos enviaría al Paráclito, quien nos recordaría todo lo que Él nos dijo y nos daría la sabiduría necesaria para desconcertar a nuestros enemigos. San Pablo nos dice que el Espíritu nos permitirá gritar "Abba" y nos dará una paz que sobrepasará nuestro entendimiento. En la medida que intentamos vivir nuestra vida como católicos/cristianos, es necesario que seamos conscientes de cómo trabaja nuestro mayor defensor, consolador, protector, inspirador, transformador y guía en nuestras vidas y de cómo podríamos trabajar en tándem con su sabiduría y amor.

La paz que proviene del Espíritu Santo es mucho más que un mero alivio del sufrimiento, una sensación de bienestar o una sensación de ecuanimidad.  Está arraigada en un profundo sentimiento de hogar, del hogar entre el cosmos (los que tenemos fe sabemos que eso es estar en la casa de Dios).  Es el opuesto de alienación, una sensación de no estar en casa por completo o "de no estar en harmonía" con todo.  El sello del Espíritu Santo es la sensación de tener un lugar en el todo, de "encajar", de estar bañado de alegría o luz (aún cuando se tiene consciencia de la tristeza y de la oscuridad), es decir, de estar en unión con el Creador y principio del ser.

Como católicos/cristianos, muy probablemente veamos este "estar en casa en la totalidad", este "estar libres de sentirnos solos en la totalidad" como "formar parte del cuerpo místico de Cristo".  Formar parte del cuerpo místico de Cristo a través del Espíritu Santo es una experiencia de hogar, santidad, unidad, dicha y paz tal como la vemos a través de los ojos de miles de santos que abrazaron la vida de la santidad a lo largo de la historia. 

Paz en tiempos de sufrimiento

¿Alguna vez han tenido la experiencia de estar inmersos en una tragedia o en una serie de eventos perturbadores o intimidatorios y aún en medio de todo ello sintieron una profunda sensación de calma y seguridad de que estará todo bien?  Cuando era más joven solía experimentar la paz del Espíritu Santo, pero en realidad trataba de convencerme de que no era así.  Recuerdo que cuando me contaron que había fallecido mi padre, sentí esta paz y sensación profunda y pertinaz de que estaría todo bien.  Pensaba "no debería estar sintiendo esto; lo que está pasando es realmente trágico; mi padre sólo tenía 59 años; y además mi madre debe estar desesperada, y por sobre todo mi hermana aún no ha terminado la escuela; y además...". 

Cuanto más intentaba intervenir el Espíritu Santo con su paz, más "me culpaba" a mí mismo por seguir pensando de ese modo y trataba de evitarlo.  Luego descubrí, tras haber experimentado muchas veces esta "paz en medio de los problemas", que el Espíritu Santo estuvo verdaderamente presente, trabajando en el interior de mi vida y en el de las personas que se encuentran a mi alrededor para rescatar lo bueno de entre lo que parecía tan negativo. Mi consejo es que "abracen esa paz y se dejen guiar por el Espíritu Santo que nos asegura que todo estará bien".  Al hacer esto, le darán lugar al Espíritu Santo para que tenga más libertad de acción en nuestro libre albedrío y así broten la bondad y el amor en grado óptimo para nosotros, los demás, la comunidad y el reino de Dios.

Paz en tiempos de persecución

¿Han tenido alguna vez la experiencia de sentirse marginalizados, avergonzados o incluso amenazados por su fe o por su lealtad a Cristo o a la Iglesia?  Si se parecen un poco a mí, cuando ocurre esto, es posible que sientan un profundo abatimiento, vacío o incluso una sensación de aprensión o maldad.  Estos sentimientos pueden debilitarlos por un momento o incluso provocarles alteraciones en el sueño.  Tal como se indica más arriba, podemos mitigar estos sentimientos si decimos "que se haga tu voluntad".  Cuanto más nos entreguemos a Dios a través de esta oración tan eficaz, sentiremos más profundamente que Dios es nuestro guía y que la persecución de la que somos objeto traerá aparejada una mejor condición para los demás, nuestras organizaciones, nuestra comunidad y hasta incluso para nosotros.

Esta sensación de confianza en el amor redentor de Dios no quiere decir que Dios me librará de la mala situación y de los malos sentimientos que la acompañan. Por el contrario, es una sensación de lo que nos prometen los Evangelios:

Cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir: digan lo que se les enseñe en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu Santo. (Mc 13, 11, Mt 10, 19 y Lc 21, 12)

El Espíritu Santo nos da serenidad a través de la entrega y luego nos guía e inspira.

El Espíritu Santo nos da serenidad a través de la entrega y luego nos guía e inspira.  Muchas veces me levanto a las tres de la mañana y las palabras que necesito decir me son dadas. Estas palabras (o argumentos) son más que suficientes para implantar la verdad en medio de las artimañas, las decepciones y las falsedades descaradas.  La mayoría de las veces estas palabras son convincentes y, aunque no logran persuadir a los opositores, tienen una manera de traer luz al mundo. Si pensamos en la Cruz de Cristo, podemos llegar a la conclusión de que sus palabras no convencieron a sus opositores. Lo que sí hicieron, a través del Espíritu Santo, fue permitir que la luz del Padre brille antes que todo. Como consecuencia, esas palabras permitieron que la luz que irradian el Espíritu Santo, la Iglesia, los Sacramentos, las Sagradas Escrituras, la Liturgia y las acciones del agape inundara el mundo. Al final, el Espíritu Santo vencerá, incluso si a nosotros, como instrumentos humanos, nos desconcierta en cierta manera el modo y el momento en que ocurrirá.

 Lo interesante de todo esto es la confianza que sentimos en tiempos de persecución.  No se trata de una confianza derivada de nuestros pensamientos o planificación, dado que muchas veces nuestros pensamientos nos privan de confianza.  Así tampoco se trata de una confianza emanada de nuestros sentimientos naturales, ya que éstos están llenos de aprensión y perplejidad.  Entonces, ¿cuál es la fuente de esa confianza?  Es la paz más allá del entendimiento, la gracia del Espíritu Santo que conforta, protege, guía y que en definitiva permite que la voluntad amorosa de Dios, de hecho, el mismísimo reino de Dios, sea victorioso. Es hermoso haber experimentado esta gracia, haber tenido el honor de ser un instrumento, aún si es a costa de la persecución.  Por eso Cristo nos dice: "Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos...".  (Mt 5, 11)

La paz necesaria para un buen juicio

Se necesita buen juicio porque muchas de nuestras decisiones no pueden resolverse mediante procesos matemáticos o analíticos, sino más bien requieren de una intuición que nos permita discernir lo que está bien de lo que está mal y que se desarrolla a lo largo de cientos de experiencias y relaciones. Sin serenidad, dicha intuición (la facultad esencial del juicio) podría llevarnos por mal camino y así dañar a personas, organizaciones e incluso a las comunidades.

Era como si el Espíritu Santo me estuviera diciendo "Bob, córrete y déjame conducir un rato" y que yo le respondiera "te voy a contestar tan pronto como pueda, pero antes tengo que estrellar el auto contra la pared".

Si se parecen en algo a mí, necesitarán la paz del Espíritu Santo para superar las inquietudes producto del egocentrismo.  Han sido innumerables las veces que me embarqué en un viaje egocentrista en detrimento de mi buen juicio.  Recuerdo que una vez un subordinado que no había reconocido, según mi opinión, adecuadamente mi "intelecto superior" me dio un consejo excelente. ¡Estaba simplemente dando su opinión mejor que yo! Eso realmente me disgustó. En efecto, me afectó profundamente y comencé a darme cuenta de todas las maneras en que no había reconocido mi superioridad intrínseca en el pasado. Esto me llevó a una reflexión sobre cómo los demás me habían maltratado del mismo modo.  De inmediato comencé a hacer una montaña de un grano de arena y a continuación me di cuenta de que no podía ocuparme de las grandes decisiones del día o del bien común de la organización.  Debía permitir que mi psique se mantuviera completamente ocupada pensando solamente en la culpa e indignación hacia aquellos subalternos que se habían comportado en forma tan despectiva.

El Espíritu Santo comenzó a entretejer su maravillosa gracia en mi corazón, pero al principio no lo escuchaba.  Era como si el Espíritu Santo me estuviera diciendo "Bob, córrete y déjame conducir un rato" y que yo le respondiera "te voy a contestar tan pronto como pueda, pero antes tengo que estrellar el auto contra la pared".

A medida que el auto se acerca a la pared, el Espíritu Santo encuentra la manera de ser más insistente, de tranquilizarme y de guiarme gentil, pero firmemente, para que pueda ver la estupidez (o incluso la posible insensatez) de mi egoísmo. Muchas veces me ayuda no sólo a sentir la tragedia inmanente y la vergüenza que le sigue, sino también a superar la vergüenza que siento justo antes de que mi auto se estrelle contra la pared.  Por un momento fugaz, tengo la paz del buen juicio y puedo apretar los frenos con las disculpas correspondientes.

Esta experiencia apunta a una verdad fundamental más sutil, o sea que la paz del Espíritu Santo nos ayuda a lograr un buen juicio en nuestras decisiones, tanto grandes como pequeñas.  Si pedimos y prestamos atención a su paz, que incluso se nos grava en los momentos en que nos volvemos más egocéntricos, el buen juicio puede regresar y ese buen juicio, bajo la influencia del Espíritu Santo, nos llevará al bien común, de hecho, al bien óptimo, el bien del reino, dentro del mundo.

Ver también 
"La paz que supera el entendimiento"
"La inspiración del Espíritu Santo
y
"El Espíritu Santo que opera a través de la Iglesia"

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Agradecimiento

spitzer Padre Robert Spitzer, S.J. "The Peace that Passes Understanding" (La paz que supera el entendimiento) de Five Pillars of the Spiritual Life (9 de octubre de 2012).

Extracto del libro del Padre Spitzer: Five Pillars of the Spiritual Life. Reimpreso con el permiso del Spitzer Center.

El objetivo del Spitzer Center es fortalecer la cultura, la fe y el espíritu en las organizaciones católicas para la nueva evangelización. Leer "Why the Spitzer Center Adopted a Catholic Mission" por el Padre Spitzer aquí.  

Sobre El Autor

spitzerSpitzer1El Padre Robert Spitzer, S.J.  es actualmente Presidente del Magis Center de Fe y Razón y del Spitzer Center for Ethical Leadership. El Padre Spitzer fue Presidente de la Gonzaga University entre 1998 y 2009. Ha publicado 5 libros, inició seis institutos nacionales y da conferencias sobre la filosofía de la ciencia, la filosofía de Dios y ética. Ha hecho consultorías éticas para más de 300 organizaciones, incluyendo a Boeing, Caterpillar, Toyota, Costco, el Gabinete del Primer Ministro Británico, los líderes de Costa Rica, líderes protestantes y católicos en Irlanda del Norte, y en la Iglesia Ortodoxa de Rusia. El Padre Spitzer es el autor de New Proofs for the Existence of God: Contributions of Contemporary Physics and PhilosophySpirit of Leadership: Optimizing Creativity and Change in OrganizationsFive Pillars of the Spiritual Life: A Practical Guide to Prayer for Active People, Healing the Culture: A Commonsense Philosophy of Happiness, Freedom, and the Life IssuesTen Universal Principles: A Brief Philosophy of the Life Issues, así como de videos tales como Suffering and the God of LoveHealing the Culture

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