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La virtud del liderazgo

  • DONALD DEMARCO

Existe un vacío de liderazgo en nuestra cultura.


Aristotle6La mayoría de las personas que pensaron seriamente en este tema coinciden.  Además, esta no es una cuestión de mera observación casual, pero sí una que suscita un fuerte sentido de privación. Necesitamos líderes; y ellos son tan preciados como poco comunes.

¿Cuáles son las cualidades de un líder?  Para Aristóteles existían tres cualidades: ethos, pathos y logos.  El Ethos es el carácter moral y la fuente de su capacidad para convencer a otros; el pathos es su capacidad de entrar en contacto con los sentimientos y de movilizar a las personas emocionalmente; el logos es la capacidad de dar motivos sólidos para acciones concretas y, en consecuencia, para movilizar a las personas intelectualmente. Según esta definición, Sócrates, Jesucristo, Gandhi, Winston Churchill y Abraham Lincoln fueron grandes líderes. 

¿Qué sucedió en el mundo moderno que provocó la ausencia de grandes líderes que padecemos hoy en día?  Un factor es la disociación del liderazgo a la autoridad genuina, es decir, a la autoridad que está arraigada en la verdad.  En Entre el pasado y el futuro, Hannah Arendt describe cómo se perdió la antigua autoridad en el mundo moderno.  Ella considera que esta pérdida es "equivalente a la pérdida de la base del mundo".  Escribe que desde el momento en que el mundo "comenzó a variar, a cambiar para convertirse con una rapidez cada vez mayor en otra forma...  Todo en cualquier momento pasó a ser casi otra cosa". Estamos desarraigados. El cambio es omnipresente y nos ha separado de todo lo que es estable y duradero, inclusive una base de autoridad de la cual podría surgir un gran líder.

El novelista John Updike expresó el mismo problema en términos más poéticos y fascinantes: "(Ahora vivimos en) una de esas eras oscuras que visita al género humano entre milenios, entre la muerte y el renacimiento de dioses, cuando sólo podemos orientarnos con el sexo y el estoicismo y las estrellas."

De más está decir que el sexo, el estoicismo y las estrellas no nos ofrecen una base confiable para el liderazgo. Los que crean que tienen todas las respuestas al significado de la vida inevitablemente engañarán y traicionarán a sus seguidores.  Hugh Hefner de "Playboy," Jim Jones de "The People's Temple" y Marshall Applewhite de "Heaven's Gate," respectivamente, no son líderes en el verdadero sentido de la palabra.  Tanto su inspiración como su atracción carismática derivan más de la desesperación y la superstición que de una fuente sólida, autorizada y realista.

El verdadero liderazgo debe anclarse en la autoridad.  Esto es lo que impide que el liderazgo se transforme en demagogia y dictadura.  Es lo que distingue al líder del falso profeta o del manipulador interesado.  Atila, Genghis Khan, Alejandro Magno, Napoleón y Hitler fueron conquistadores más que verdaderos líderes.  Sin embargo, la autoridad en sí misma se encuentra en estado de crisis. 

Las personas son comúnmente sospechosas de autoridad en buena parte por dos motivos: debido a que la confunden con algo que temen o porque temen que ponga en peligro algo que aman.  Así, confunden autoridad con poder y temor de que les roben su libertad.

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Autoridad no es lo mismo que "autoritarismo". Tampoco es simplemente poder ni una restricción de la libertad. De hecho, la autoridad de algunos existe para permitir la libertad de otros. La autoridad, en cuanto esté conectada con la realidad, es esencialmente fidedigna.  Por ejemplo, una persona es una autoridad en aves cuando sabe mucho acerca de ellas. Las personas que están ubicadas correctamente en una posición de autoridad están capacitadas para ello. Una persona tiene verdadera autoridad moral si su sentido de los valores morales se ajusta a los valores que están en consonancia con el bien de los seres humanos. Toda autoridad, en última instancia, proviene de Dios. Ello también explica por qué un clima marcado por el ateísmo no es propicio para la generación de grandes líderes. 

La paradoja del hombre poco común-común también es la paradoja del líder servidor.

La autoridad está relacionada con la verdad. El liderazgo implica la asociación con personas. En consecuencia, todo líder debe poseer una determinada cantidad de cualidades intangibles tales como el afán, el fervor, el encanto y el carisma. Pero si el líder no se compromete con la verdad, tiene muy poco para ofrecer a sus seguidores. Los que denigran la autoridad de los padres a la vez que admiran las hazañas de los conquistadores del mundo, no perciben demasiado lo que implica la virtud del liderazgo. 

Nuestra actual concepción de un verdadero líder es tan confusa como nuestra noción de autoridad. En el mundo de la política, un líder en general es un seguidor, es decir, uno que se informa acerca de lo que necesitan las personas y que promete dárselas si lo votan para ocupar un cargo.  En el mundo de los deportes, se entiende que un líder es el favorito, el que pone cierta distancia entre él y sus competidores. 

Un verdadero líder, aquél que nuestra cultura tanto necesita, no es un seguidor oportunista ni un favorito ambicioso.  Si realmente guiará a las personas hacia un destino pleno, tal como lo hizo Moisés, no debe separarse de ellos en tal empresa. Debe ser lo suficientemente inusual como para hacer que las personas luchen para lograr un buen propósito. Al mismo tiempo, debe ser lo suficientemente común para que el hombre común pueda emularlo.  La paradoja del hombre poco común-común también es la paradoja del líder servidor.  El Papa Gregorio Magno se refirió a sí mismo como el "sirviente de los sirvientes de Dios" (Sevus servorum Dei).  El Papa Juan Pablo II ve a su propio liderazgo a la luz del mismo paradigma.  El liderazgo de un padre sigue la misma forma. 

Deseamos líderes, pero cortamos sus piernas cuando desconfiamos de la autoridad y separamos el liderazgo de los verdaderos valores morales.  Nos conformamos entonces con una variedad de pseudo-líderes: la celebridad, el líder de culto, el que recibe más votos, el favorito, el que obtiene mejores resultados y el que marca tendencias.  Pero el verdadero liderazgo muy pocas veces surge de las fuerzas políticas, económicas o culturales. Es la consecuencia, en mayor parte, de potencialidades religiosas y espirituales. 

Sócrates, Jesús, Gandhi, Lincoln y Juan Pablo II fueron y son grandes líderes que provinieron de orígenes extremadamente humildes, pero ninguno de ellos sufrió desnutrición espiritual. 

El problema del liderazgo, con su complejidad, tiene un problema correlativo en torno a los seguidores. Parte de la sabiduría que se requiere para reconocer a un verdadero líder consiste en la sabiduría de saber cómo ser un buen seguidor. Para experimentar nuestro propio éxodo de la esclavitud, debemos ser capaces de reconocer no sólo quién es Moisés sino quién no es él. Debemos recordar que Moisés pudo liderar sólo porque sabía a quién debía seguir. Dios es nuestro líder en el sentido más verdadero; los demás líderes siguen su luz.

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Agradecimiento

Donald DeMarco.  "The Virtue of Leadership." The Bread of Life (enero/febrero de 1998). 

La revista The Bread of Life es una publicación de C.C.S.O.  Bread of Life Renewal Centre, P.O.  Box 395, Hamilton, Ontario, L8N 3H8, Canadá. 

Reproducido con el permiso de Donald DeMarco y The Bread of Life.

Sobre El Autor

demarco1demarco2Donald DeMarco es Senior Fellow de HLI America, una iniciativa educativa de Vida Humana Internacional. También es profesor adjunto en Holy Apostles College & Seminary en Cromwell, Connecticut y Profesor Emérito en St. Jerome's University en Waterloo, Ontario. Donald DeMarco continúa trabajando como miembro corresponsal de la Pontificia Academia para la Vida. DeMarco escribió cientos de artículos para diversas publicaciones intelectuales y populares, y es autor de veinte libros, entre los que se incluyen The Heart of Virtue, The Many Faces of Virtue, Virtue's Alphabet: From Amiability to Zeal y Architects Of The Culture Of Death. Donald DeMarco forma parte del comité asesor de Catholic Education Resource Center.

Copyright © 1998 Donald DeMarco
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