Menu
A+ A A-

Pornografía: fórmula para la desesperación

  • DONALD DEMARCO

La pornografía toma a la sexualidad humana, con su esperanza de amor, fidelidad, familia y realización, y la transforma en una cáscara vacía y sin vida.


Strugglingalone2Hay un lago en el este de Canadá que tiene un nombre bastante inverosímil: "Lake Despair" (Lago Desesperación). Este nombre malhadado responde a un accidente del lenguaje. Los franceses lo llamaron originalmente Lac d'espoir (Lago de la Esperanza). Los colonizadores anglosajones de la región, acostumbrados a escuchar solamente su propio idioma, entendieron mal su nombre. De ese modo se hizo conocido, cultural y cartográficamente, como Lake Despair, que en español significa Lago Desesperación. Este tipo de metamorfosis ocurre con la misma facilidad en el plano moral.

La pornografía toma a la sexualidad humana, con su esperanza de amor, fidelidad, familia y realización, y la transforma en una cáscara vacía y sin vida. Lo hace del mismo modo que un depredador aniquila a su presa, destripa a la sexualidad hasta quitarle su gracia inherente. Esta transformación, que muchos confunden con emancipación, ocurre a través de procesos que no son liberadores ni enriquecen, sino que despersonalizan, esclavizan, provocan autodestrucción, distanciamiento y aislamiento y son prepósteros y reduccionistas. El proceso puede ser tan sutil que para algunos pasa inadvertido. Sin embargo, en última instancia, la distinción entre la realidad de la sexualidad humana y su residuo en la pornografía es lo que marca la gran diferencia. Es la diferencia entre lo que significa "gift" (regalo) en inglés y lo que significa "Gift" (veneno) en alemán. De hecho, es la diferencia entre esperanza y desesperación, Cielo e Infierno.

Despersonaliza

La pornografía reemplaza al amor con la concupiscencia. La razón fundamental por la que la concupiscencia es uno de los siete pecados capitales es precisamente que le concede al placer primacía sobre la persona. La concupiscencia prefiere la experiencia del placer más que el bien de la persona. En vez de amar al otro, la concupiscencia prefiere apropiarse del otro para sí mismo. Dicha inversión de los valores correctos es al mismo tiempo injusta para la otra persona a quien se la considera principalmente como un instrumento de placer y destructiva del yo en cuanto socava la naturaleza amorosa propia del ser humano.

En su "Teología del cuerpo", Juan Pablo II dice que la concupiscencia "«despersonaliza» al hombre, haciéndolo objeto «para el otro». En vez de ser «una cosa con el otro» -sujeto en la unidad, mas aún, en la sacramental «unidad del cuerpo»-, el hombre se convierte en objeto para el hombre: la mujer para el varón y viceversa".[1] Con la concupiscencia, la subjetividad de la persona cede el paso a la objetividad del cuerpo.

En su libro, The Case Against Pornography, David Holbrook sostiene que la pornografía está vinculada con los mismos procesos de objetivación que son esenciales para la tradición galénica-newtoniana-cartesiana que reduce la naturaleza y al hombre "a la condición de objetos muertos".[2] El psiquiatra Leslie Farber y otros han descrito los efectos despersonalizadores de la pornografía más gráficamente indicando que traslada la hoja de parra a la cara.[3] La pornografía no está interesada en la cara, a través de la cual brilla la personalidad, sino en el cuerpo objetivizado y desvitalizado. La pornografía reprime la personalidad y exalta el cuerpo despersonalizado y desespiritualizado.

Esclaviza

El proceso por el cual uno objetiva al otro resulta en una objetivación del yo. Esta es la base de la esclavitud. "La esclavización del otro", escribe el existencialista cristiano Nikolai Berdyaev, "también es la esclavización del yo".[4] La visión del otro como un objeto despersonalizado y desespiritualizado es incompatible con la comunión. Sin embargo, solo a través de la comunión interpersonal uno queda liberado de un mundo que está encerrado en lo material. "Por la objetivación," Berdyaev continúa diciendo, "el sujeto se esclaviza a sí mismo y crea el reino del determinismo".[5]

La pornografía esclaviza al encerrar a las personas en lo material. También esclaviza porque afecta a la libertad personal. "Hay gente que quiere mantener nuestro instinto sexual inflamado para sacar dinero de ello", escribió C. S. Lewis, "porque, naturalmente, un hombre con una obsesión es un hombre que tiene muy poca resistencia a lo que pueda vendérsele".[6]

En tercer lugar, la pornografía esclaviza por medio de una adicción química. Cuando un adicto a la pornografía satisface su hábito, la glándula suprarrenal segrega un químico llamado adrenalina al torrente sanguíneo. Según David Caton, autor de Pornography: The Addiction, la adrenalina llega hasta el cerebro y lo ayuda a encerrar las imágenes pornográficas. Estas imágenes "encerradas" pueden provocar graves cambios de conducta, inclusive una obsesión por la pornografía que se parece bastante a la adicción a sustancias químicas.[7] 

Provoca autodestrucción

Los efectos despersonalizadores y esclavizadores de la pornografía son inevitablemente autodestructivos. La elevada tasa de suicidios entre los actores de películas pornográficas es un indicio gráfico de esto.

La noción de "hacer un striptease", especialmente cuando se aplica a una película pornográfica, va mucho más allá del acto de desvestirse. Representa además el despojo de las cualidades internas: carácter, valores morales, vergüenza, decencia fundamental, compostura. El objetivo lógico principal del desnudo pornográfico es la disolución completa del yo.

La noción de "hacer un striptease", especialmente cuando se aplica a una película pornográfica, va mucho más allá del acto de desvestirse. Representa además el despojo de las cualidades internas: carácter, valores morales, vergüenza, decencia fundamental, compostura. El objetivo lógico principal del desnudo pornográfico es la disolución completa del yo. En este sentido, la pornografía lleva al sadomasoquismo y a la muerte, tal como se demuestra en las perversas películas "snuff".

La revista Canadian Business informa que los "capitalistas a ultranza" pueden llegar a hacer tanto dinero en traficar pornografía ilegal que las sanciones penales en su contra ni siquiera los intimidan. Una productora, que se hace llamar por un nombre que le calza perfecto, Dead Parrot Productions (en castellano: Producciones Loro Muerto), ofrece servicios para saciar los apetitos de sadomasoquismo y autodestrucción.[8] 

Es prepóstera

Prepóstero, como indica su etimología (prae + posterius) significa poner antes lo que debería venir después. Cuando intentas quitarte las medias antes de descalzarte, en vez de hacerlo a la inversa, tu conducta es claramente prepóstera. La pornografía es prepóstera porque pone el sexo antes que la persona, la concupiscencia antes que el amor, el placer antes que la conciencia.

Cuando Adán despertó de un sueño profundo y vio a una mujer por primera vez, exclamó alegremente: "Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn. 2:23). Entendió correctamente que su pareja, primero y principal, era un ser humano como él, y en segundo lugar que era sexual. No exclamó: "Ésta sí que es el sexo opuesto, un instrumento adecuado para mi gratificación sexual". La relación humana viene primero; la relación sexual debe basarse en el amor personal.

Como resultado de la caída, Adán y Eva comenzaron a hacer todo al revés. Sintieron vergüenza porque de repente se vieron primero como objetos sexuales y después como personas. Luego, hicieron delantales con hojas de parra para cubrirse. La pornografía y la pornovisión, al colocar a la parte antes que el todo y a la sexualidad antes que la personalidad, es prepóstera y por ende, en un sentido, absurda. 

Provoca distanciamiento

El mundo pornográfico no está exento de reglas. Una regla cardinal es que los actores se mantengan seguros y alejados de sus clientes. Debido a que la pornografía está principalmente centrada en un cuerpo desespiritualizado y despersonalizado, es esencial mantener la distancia.

En la industria del sexo por teléfono, los operadores tienen instrucciones de avisar a los clientes que la "política de la compañía" prohíbe coordinar un lugar de encuentro. Además, como la pornografía en sus diversas formas se basa profundamente en la ilusión, no puede tolerar la luz del realismo. El voyeur está obligado a ser un espectador a la distancia. La relación indirecta entre el/la voyeur y el/la exhibicionista se evapora una vez que la personalidad entra en escena. Tal como C. S. Lewis lo sostuvo en su obra La alegoría del amor, la concupiscencia procura "la unión puramente sexual -luego puramente imaginaria- de una masculinidad imposible con una femineidad imposible".[9] 

Provoca aislamiento

El distanciamiento entre personas lleva al aislamiento del yo. Este aislamiento del yo de un otro significativo y de una comunidad no debe confundirse con el derecho a la privacidad. La privacidad significa dos cosas. En el primer sentido, se contrasta con lo que es público. La intimidad sexual entre los esposos es privada en este sentido. El Papa Juan Pablo II criticó con toda razón a la pornografía y a la pornovisión porque violan este derecho legítimo a la privacidad del cuerpo.[10]

Por otro lado, la privacidad puede referirse a auto-aislamiento, a retirarse de los encuentros sociales. La pornografía viola la privacidad legítima y fomenta la privacidad ilegítima del aislamiento. Expone una privacidad personal que debería protegerse, mientras que a la vez promueve una privacidad aislada que debería evitarse. En consecuencia, es sumamente perjudicial para el matrimonio y la familia, dejar muchas veces a los esposos, especialmente a los maridos, aislados del resto de sus familiares. 

Es reduccionista

La pornografía cosifica a las personas. Tal vez sería más revelador si dijéramos que la pornografía intercambia un nombre por un número. De allí viene su preocupación por los números: el tamaño de los órganos, la duración del acto sexual, la cantidad de parejas, la frecuencia e intensidad del orgasmo. Las llamadas "estadísticas vitales" no denotan la vida como a una persona cosificada.

La mecanización, que invariablemente coloca en las cosas el sello de la uniformidad, tiene una gran afinidad con la pornografía. Los dos son procesos sumamente impersonales cuyo idioma no es el de los nombres, sino el de los números. La pornografía fuerza la impresión en la imaginación de que un ser humano no es una persona individualizada, sino un conjunto de partes amalgamadas. Una de las consecuencias más perniciosas de la reducción freudiana de la persona a partes conflictivas es el deseo de atribuirle derechos a su parte más básica, es decir al "id" (el ello). O. Hobart Mowrer arremetió contra el freudianismo por "defender los derechos del cuerpo en contraposición con una sociedad y orden moral que se presumía que eran indebidamente severos y arbitrarios".[11]

No obstante, el ser humano no es un conflicto de partes, sino un todo dinámico que tiene un carácter comunitario y un destino personal.

La industria de la pornografía, con sus palabras, imágenes, voces y videos es, de hecho, una fórmula para la desesperación. Desde su propia esencia brota la necesidad de crear la ilusión de que el cuerpo está en conflicto fundamental con la persona unificada. Su propósito infatigable consiste en traer aparejada una condición de descaro absoluto a través de la aniquilación gradual de la personalidad auténtica.

La respuesta del Papa Juan Pablo II, en su libro "Teología del Cuerpo", a la ola de pornografía que azota al mundo entero, es recordarnos las palabras de Cristo en el sermón de la montaña y elaborar el significado que tienen: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5:8). [12] 

Notas al pie:

  1. Juan Pablo II, Teología del Cuerpo (The Theology of the Body) (Boston, MA: Pauline Books & Media. 1997), p. 127.
  2. David Holbrook et al. The Case Against Pornography (La Salle, IL: Library Press, 1972), p. 1.
  3. Citado en Rollo May, Love and Will (New York, NY: W.W. Norton & Company, 1969), p. 57.
  4. Nikolai Berdyaev, Slavery and Freedom (New York, NY: Scribner's Sons, 1944), p. 61.
  5. Ibid., p. 116.
  6. C. S. Lewis, Mere Christianity (London: Collins, 1961), p. 88.
  7. David Caton, "Former addict offers pointers for conquering the porn habit", AFA Journal, feb. 1989, p. 17.
  8. Lisa Jeffrey, "Hard-core Capitalists", Canadian Business, nov. 1984, p. 44.
  9. C. S. Lewis, The Allegory of Love (New York, NY: Oxford University press, 1958), p. 196.
  10. Juan Pablo, op. cit., p, 222.
  11. O. Hobart Mowrer, The Crisis in Psychiatry and Religion (New York, NY: D. Van Nostrand, 1961), p. 82.
  12. Juan Pablo, op. cit., p. 225.  
dividertop

Agradecimiento

demarcoDonald DeMarco. "Pornografía: fórmula para la desesperación"

Reimpreso con el permiso de Donald DeMarco.

Sobre El Autor

demarco1demarco2Donald DeMarco es Senior Fellow de HLI America, una iniciativa educativa de Vida Humana Internacional. También es profesor adjunto en Holy Apostles College & Seminary en Cromwell, Connecticut y Profesor Emérito en St. Jerome's University en Waterloo, Ontario. Donald DeMarco continúa trabajando como miembro corresponsal de la Pontificia Academia para la Vida. DeMarco escribió cientos de artículos para diversas publicaciones intelectuales y populares, y es autor de veinte libros, entre los que se incluyen The Heart of Virtue, The Many Faces of Virtue, Virtue's Alphabet: From Amiability to Zeal y Architects Of The Culture Of Death. Donald DeMarco forma parte del comité asesor de Catholic Education Resource Center.

Copyright © 2010 Donald DeMarco
back to top