De senectute

Sin embargo, hay más de una simple verdad acerca de eso. Como el escritor del libro de Job afirma: «en los cabellos blancos está la sabiduría y en la edad avanzada, la inteligencia» (Job 12,12).

Envejecer es difícil, y es erróneo idealizarlo suponiendo que la vejez siempre provee sabiduría. Aunque del mismo modo, la edad avanzada no debe ser vista intrínsecamente como un período de improductividad y decadencia.

Después de todo, como algunos vinos que mejoran con los años, no solo los servidores de Dios ganan sabiduría con el tiempo, sino que con frecuencia no es hasta ser en verdad ancianos que muchos consiguen sus mayores logros —piense en Abraham, Sara, Moisés, Isabel, Zacarías, y otros— incluido el cardenal Vincenzo Gioacchino Pecci.

Pecci tenía 68 años cuando se convirtió en el Papa León XIII en 1878. Dada su avanzada edad y frágil salud, muchos dieron por sentado que sería un prelado provisorio hasta que un hombre más joven pudiera ocupar ese lugar. Por el contrario, se convirtió en el Papa más anciano en la historia de la Iglesia y disfrutó el tercer período más prolongado en funciones. Durante aquellos años, se estableció como un incansable reformador hasta su muerte a los 93 años.

En la Inglaterra protestante, León XIII es mejor recordado por su astuta designación a cardenal al poeta, teólogo y sacerdote de 78 años John Henry Newman en 1878. Su cardenalato ganó amplia aceptación en Gran Bretaña y ayudó a disminuir los persistentes sentimientos anticatólicos.

El muy reconocido Financial Times de Londres sugirió que Newman fue el principal pensador y escritor religioso de los últimos dos siglos en Gran Bretaña. No es poco halago si consideramos que allí surgieron gran cantidad de gigantes intelectuales de la modernidad. Sin embargo, también con respecto de este tema, proponer a Newman fue una hábil jugada de diplomacia internacional por parte del sabio anciano León XIII.

De ese modo queda una lección. Como el Papa Francisco dijo en muchas ocasiones, los mayores son un rico recurso humano natural con un papel vital en cualquier comunidad. Sus vidas deberían  rebosar de oportunidades para servir a otros. La vejez no tiene por qué ser estéril; debería ser una etapa de coronación en la existencia cuando a los maestros, no a los aprendices, se los alienta a servir. Como la vida de León XIII muestra, Dios no jubila a las personas cuando cumplen 66. ¿Por qué deberíamos hacerlo nosotros?

Quizás debamos buscar actividades útiles para nuestros mayores; pero al hacerlo, seguro encontraremos. San Pablo, san Agustín, san Jerónimo, Juliana de Norwich, santa Katharine Drexel, e innumerables otros trabajaron cuando tuvieron sesenta, ochenta, noventa y más.

Los ancianos no son por naturaleza mejores que los jóvenes. Considere a hombres como Nicholas Morrison, de 22 años, quien está por comenzar sus estudios sacerdotales en Roma el año próximo. Pertenece a una nueva raza de los llamados sacerdotes del nuevo milenio, «el escuadrón de Dios», al cual recientemente se lo destacó en Time. Estos muchachos carismáticos se pusieron como objetivo presentarle al mundo un nuevo aspecto de otra joven figura religiosa, radical de treinta y tantos años: Jesucristo.

Los jóvenes tienen el idealismo y la virtud y una gran energía, solo les falta la sabiduría que viene con la experiencia. Una buena idea, entonces, podría ser forjar sociedades entre jóvenes y ancianos. Funcionó en el pasado: Elías y Samuel, Rut y Noemí, Pablo y Timoteo.

Aunque en estos días, a miles de hombres y mujeres mayores se los jubila en lo más alto de su potencial. Alguien o algo parece haberlos convencido de que sus subalternos están más preparados para llevar adelante el trabajo de la Iglesia, la comunidad más extensa, y la nación; asimismo, esta situación se da en un momento en que los tres necesitan toda la energía y sabiduría que puedan recibir.

Una cosa es querer retirarse, pero a muchos adultos mayores se los obliga a ello, a pesar de la Ley de discriminación en el empleo por la edad (ADEA, por sus siglas en inglés). Hay innumerables casos en cada sector social, desde la educación superior hasta el sector empresarial, donde parece que joven es bueno y viejo es malo.

Sin embargo, la discriminación basada en la edad es como un gol en contra. El presidente emérito del American Council of Learned Societies, el doctor Francis Oakley, manifiesta que la distinción entre la productividad de los trabajadores maduros y jóvenes es insignificante; investigaciones serias lo corroboran. Agrega que lo que a los mayores les falta en resistencia, lo compensan con la experiencia.

No querría haber sido pontífice en la época de León XIII. Abundaban las teorías de conspiración católica acerca de los planes del Papa para tomar el mando de gobiernos y ponerlos bajo su autoridad. León XIII ayudó de manera gradual a cambiar las actitudes anticatólicas por medio de diferentes esfuerzos —escritos y diplomáticos— en apoyo a todas las administraciones que promueven un orden social legítimo.

De ese modo rejuveneció las agonizantes relaciones diplomáticas que había entre el Vaticano y muchos países; en particular alentando a un ralliement católico a la república francesa, por medio del cual buscó distinguir entre la necesidad de resistir el secularismo militante y el verdadero apoyo a un gobierno popular. (Una distinción que todavía no tiene mucha relevancia).

Ejemplos como estos muestran que nadie puede predecir lo que los ancianos son capaces de hacer. Una cosa es segura, sin embargo. Si no se les da una oportunidad a personas mayores como León XIII, entonces su experiencia, sabiduría y potencial sencillamente no importarán en lo más mínimo.