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"Orgullo y prejuicio" de Jane Austen

  • MITCHELL A. KALPAKGIAN

El genio de Jane Austen comprende el tema del matrimonio y el libro del amor con sus intrincamientos, aspectos prácticos, bondades y misterios.


prideandprejudiceSus novelas se centran en la importancia del matrimonio como la elección más importante de la vida y su mayor fuente de felicidad - “las mejores bendiciones de la existencia” para usar una frase de Emma. En Emma, el soltero señor Knightley observa sobre el matrimonio de su hermano: “Había demasiada felicidad doméstica en la casa de su hermano; la mujer representaba allí un papel demasiado atractivo”. Orgullo y prejuicio describe la completa variedad de motivos y razones que distinguen a los mejores matrimonios de las parejas mediocres.

En primer lugar, muchos eligen el matrimonio por sus beneficios sociales y la imagen de respetabilidad. El señor Collins visita a la familia Bennet con la intención de casarse con una de sus hijas porque su patrona lady Catherine le aconsejó al joven clérigo anglicano que conservara el decoro y las convenciones. Para ganar la aprobación de esta acaudalada aristócrata a quien está agradecido por su manutención, Collins, en el curso de una visita de dos semanas, busca esposa como si se tratara de una operación comercial, sin el romance de un cortejo, esperando casarse con la hija mayor, Jane, quién no está disponible, proponiéndole matrimonio a Elizabeth, quien rechaza categóricamente su oferta, y eligiendo a Charlotte, quien acepta casarse con él porque, como le explica a Elizabeth: “Sabes que no soy romántica. Nunca lo he sido. No busco más que un hogar confortable, y teniendo en cuenta el carácter de Collins, sus relaciones y su posición, estoy convencida de que tengo tantas probabilidades de ser feliz con él, como las que puede tener la mayoría de la gente que se casa”. El deseo de Charlotte de tener seguridad económica y de escapar del estigma de la solterona la mueve a aceptar la idea de matrimonio que tiene Collins, quien lo considera como un mero acuerdo social basado exclusivamente en la independencia financiera y la aprobación popular. Tanto Collins como la señora Bennet le han advertido a Elizabeth que una mujer sensible nunca debe rechazar la única propuesta de matrimonio que puede recibir en toda su vida: “Te voy a decir una cosa: si se te mete en la cabeza seguir rechazando de esa manera todas las ofertas de matrimonio que te hagan, te quedarás solterona”.

Sin embargo, Elizabeth desafía esta sabiduría terrenal por segunda vez, cuando rechaza duramente la primera y extraña propuesta de matrimonio de Darcy: una oferta que tampoco se basa en el cortejo o en el romance y que es producto de un sentimiento de condescendencia. El altanero Darcy, quien no se dignaría a bailar con Elizabeth porque le parecía que no estaba mal “aunque no es lo bastante guapa como para tentarme”, declara impulsivamente su amor y al mismo tiempo se disculpa: “He luchado en vano. Ya no puedo más. Soy incapaz de contener mis sentimientos. Permítame que le diga que la admiro y la amo apasionadamente”. Si bien las propuestas de matrimonio de Collins y Darcy le aportan muchos beneficios a Elizabeth, ninguno de los dos la ha cortejado adecuadamente, probado su valía ni conquistado su corazón. Plenamente consciente del privilegio de haber recibido una propuesta de matrimonio de un hombre del rango y fortuna de Darcy (“Elizabeth no pudo permanecer insensible a las manifestaciones de afecto de un hombre como Darcy”), ella no lo “estima” ni lo respeta. La pomposidad de Collins y la arrogancia de Darcy no están a la altura de lo que Elizabeth espera de un caballero. Elizabeth -el modelo de elegancia, afabilidad e integridad de Austen- no compromete sus ideales para rebajarse a contraer matrimonio por motivos tradicionales o económicos.

Su insinuante hermana Lidia, la menor de ellas, que siempre busca la atención de los soldados, horroriza y escandaliza a su familia por su precipitada fuga. Wickham la tienta con una promesa de matrimonio que no mantiene. Ignorando la respetabilidad social y deshonrando a su familia, Lidia quiere casarse a toda costa. Ingenua sobre el carácter embustero y las deudas de juego de Wickham, da rienda suelta a sus pasiones y deja de lado las consideraciones esenciales que hacen al verdadero matrimonio: el honor de la familia, la necesidad de tener dinero, el romance del cortejo y el verdadero amor. A Lidia no le importan los antecedentes, la reputación o las deudas de Wickham y ni siquiera lo admira ni siente afecto por él. Exagerando el rol de los sentimientos, hace caso omiso al uso de la razón y sacrifica todas las consideraciones de prudencia, moralidad y romanticismo para hacer alarde de que ella se casó antes que sus dos hermanas mayores. Mientras Charlotte sostenía que no era “romántica” en sus ideas sobre el amor y el matrimonio, Lidia no era práctica ni sensible pues se casó con un hombre que apenas conocía y no consideró todas las consecuencias que derivan de un matrimonio inestable con un irresponsable.

Elizabeth -el modelo de elegancia, afabilidad e integridad de Austen- no compromete sus ideales para rebajarse a contraer matrimonio por motivos tradicionales o económicos.

Elizabeth Bennet recibe una tercera propuesta de matrimonio poco después de visitar los bosques de Pemberley, propiedad de Darcy - una sorpresa que cumple con sus más elevados ideales y grandes expectativas. Cuando conoce el hogar de Darcy en una visita con sus tíos mientras Darcy se encontraba de viaje, Elizabeth admira tanto la belleza del paisaje (“Jamás había visto un lugar más favorecido por la naturaleza o donde la belleza natural estuviese menos deteriorada por el mal gusto”) y la elegancia de la casa (“desde todas las ventanas se divisaban panoramas magníficos”). Durante su visita, el ama de llaves le cuenta sobre las virtudes nobles de Darcy como hermano, terrateniente y patrón (“el señor Darcy era el niño más dulce y generoso de la tierra”). Cuando la sorprende la llegada imprevista de Darcy, Elizabeth siente una natural vergüenza por la extraña situación -un hombre a quien le rechazó su propuesta de matrimonio con insultos: “... supe que usted sería el último hombre en la tierra con el que podría casarme”. Sin embargo, en vez de sentir un amargo resentimiento o expresar una fría indiferencia hacia la visitante, Darcy -muy diferente a su falta de cortesía y esnobismo en el baile- actúa con cálida hospitalidad y la graciosa cortesía de un caballero, haciendo que Elizabeth se sintiera cómoda, iniciando conversación sobre su familia y pidiéndole presentarla a su hermana. Sorprendida con el cambio en sus modales, Elizabeth no sólo se siente favorablemente impresionada, sino que además siente una verdadera atracción hacia Darcy, por un lado, pensando “es imposible que aún me ame” y a la vez preguntándose “si todavía la querría”.

Cuando Elizabeth luego descubre que Darcy había pagado las deudas de Wickham con la condición de que se casara con Lidia y salvara el nombre de los Bennet, se siente profundamente agradecida y conmovida por su magnanimidad - especialmente cuando descubre por accidente que intercedió como benefactor anónimo sin esperar ningún tipo de reconocimiento. Darcy, que no siente nada de afecto por Wickham ni respeto por Lidia, intervino en el escándalo por una sola razón, el móvil del amor verdadero. Elizabeth reflexiona: “Todo lo había hecho para salvar a una muchacha que nada debía de importarle y por quien no podía sentir ninguna estimación. El corazón le decía a Elizabeth que lo había hecho por ella”. Elizabeth no tenía dudas cuando respondió a la segunda proposición de Darcy: “Pues sí, me gusta... le amo”. Darcy conquistó su corazón, probó su valía, se ganó su estima y cumplió con sus ideales de amor marital. Elizabeth, quien había rechazado la primera propuesta de Darcy a pesar de su prestigio, abraza su amor sólo después de que se asegura de sus intenciones honorables, de que descubre su corazón magnánimo y de que puede ver la sinceridad de su amor. Buscando la pureza del amor honesto, escuchando su corazón y conciencia y actuando moralmente sin motivos ocultos, Elizabeth experimenta no sólo la realización del deseo profundo de su corazón, sino que además puede ver cómo un sueño, que no se reduce sólo a escaparse de la etiqueta de solterona, se convierte en realidad: pues, ¡ser la señora de Pemberley debe ser algo importante!

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Agradecimiento

kalpakgian1Mitchell A. Kalpakgian. “Austen's Pride and Prejudice.” Crisis Magazine (16 de agosto de 2012).

Reimpreso con el permiso de Crisis Magazine.

Sobre El Autor

kalpagianMitchell A. Kalpakgian fue profesor de inglés en Simpson College (Iowa) durante 31 años. Durante su carrera académica, el doctor Kalpakgian recibió muchos honores académicos, entre ellos el National Endowment for the Humanities Summer Seminar Fellowship (Brown University, 1981); el Andrew W. Mellon Fellowship (Universidad de Kansas, 1985); y un premio del National Endowment for the Humanities Institute sobre literatura infantil. Es autor de The Marvelous in Fielding’s Novels y Marriage the Mystery of Faithful Love. Sus actividades favoritas son escribir, participar en carreras de larga distancia y ser entrenador de fútbol. 

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