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Calvary (Calvario) es una película inolvidable para no pestañear

  • EL ARZOBISPO CHARLES J. CHAPUT, O.F.M. CAP.

Calvary es el tipo de película que deja al público en silencio a la hora de los créditos finales. No es el silencio del aburrimiento o de la morgue, sino el silencio de la gente que debe ordenar sus emociones para poder respirar otra vez.


calvaryLos amigos que han visto esta cinta, algunos de los cuales lo han hecho dos o tres veces, han tenido el mismo efecto. Desde la primera toma hasta la última, "Calvary" tiene una gran fuerza – una mezcla de dolor cotidiano, fe, desesperanza, humor, candor, amargura y perdón – que cala en el corazón con una simplicidad inusitada. Es además el mejor retrato de un buen sacerdote en circunstancias imposibles que he podido ver en varias décadas.

Ya hay muchas buenas críticas de Calvary. No podría mejorar ninguna. Es suficiente mencionar que el reparto – liderado por Brendan Gleeson en una actuación extraordinaria – nos regala una mezcla de debilidades humanas y el condado de Sligo nos muestra una belleza irlandesa que pocos podrán olvidar.

Pero es la historia lo que hace al film.

Gleeson encarna a un hombre inocente, un buen sacerdote, luego del devastador escándalo sexual en Irlanda. Una vocación tardía, un viudo con una problemática hija adulta, está rodeado de gente que conoce mejor de lo que se conocen ellos mismos, caracteres moldeados por la indiferencia, el resentimiento y el cinismo, salpicados con algo de cortesía para maquillar su desprecio.

A su confesionario llega un hombre, víctima de violación por parte de un clérigo cuando era niño, que le dice que lo matará el domingo en una semana: no porque sea un mal sacerdote sino precisamente porque es un buen sacerdote. El resto de la cinta es el día a día del sacerdote a través de las necesidades y las circunstancias de su gente, y su propio temor, para un encuentro en la playa con el hombre que quiere matarlo: un hombre cuya voz reconoce desde el comienzo, pero que no da a conocer.

Esta no es una película para los jóvenes o los ingenuos. Pero junto a la oscuridad llegan momentos de gran belleza: la amabilidad del sacerdote para con un anciano amigo escritor, el amor por su hija, la consciencia de sus propios defectos y la paciencia con los defectos de su gente, su humor y su capacidad de enseñar a un acólito, y una escena impresionante con una joven francesa, viuda tras un accidente automovilístico, sobre la fe, la muerte y la gratitud por una vida matrimonial llena de amor.


Cerca al final de la cinta hay una escena – una conversación telefónica entre el sacerdote y su hija llena de misericordia, reconciliación y perdón – que se queda en la memoria mucho después del final.

El actor irlandés Chris O'Dowd, que tiene un importante papel secundario, ha dicho de sí mismo en recientes entrevistas que es ateo y que la religión organizada es "un culto extraño". Pero también ha dicho que "la relación que tengo con los sacerdotes en mi propia vida es muy, pero muy positiva. Aunque no me considere ya más católico, no habría hecho esta película si a hubiese considerado una crítica feroz a los sacerdotes".

O'Dowd puede ser la voz de una Irlanda "post-cristiana", pero es curioso: entre toda la ruina, el sufrimiento y la no creencia causados por los escándalos de abusos sexuales en la década pasada, el testimonio de un buen sacerdote que ama a su gente puede, de algún modo y con frecuencia, quedar intacto.

O tal vez no es tan curioso. Una de las verdades al centro de esta cinta es que los pecados del pasado generan un fruto amargo en el presento, en el dolor, la ira y la venganza. La hipocresía nunca se esconde para siempre, pero lo opuesto también es verdad: el amor también deja una marca indeleble en el mundo.

"Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto" (Jn 12:24).  Es el pasaje fácil de la escritura que el sacerdote de Gleeson admitiría suena como un cliché, y sin embargo da su vida por ello.

El resultado es una película íntima, para no pestañear e inolvidable.

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Agradecimiento

Su Excelencia Mons. Charles J. Chaput, O.F.M. Cap. ""Calvary' is an unblinking, unforgettable film." Crux (September 12, 2014).

Publicado con permiso de Su Excelencia, Mons. Charles J. Chaput, O.F.M. Cap.

Sobre El Autor

chaput1smchaput92Su Excelencia Mons. Charles J. Chaput, O.F.M. Cap. es el noveno y actual Arzobispo de Filadelfia. Sirve en esa sede desde su toma de posesión el 8 de septiembre de 2011. Anteriormente fue Arzobispo de Denver (1997-2011) y Obispo de Rapid City (1988-1997). Como miembro de la tribu Prairie Band Potawatomi, el Arzobispo Chaput es el segundo nativo americano en ser ordenado Obispo en Estados Unidos, y el primer nativo americano en ser Arzobispo. Es autor del libro electrónico A Heart on Fire: Catholic Witness and the Next America (Un corazón en llamas: Testigos Católicos en la siguiente América), así como Render Unto Caesar: Serving the Nation by Living our Catholic Beliefs in Political Life (Darle al César: Servor a la Nación viviendo nuestras creencias católicas en la vida política) y Living the Catholic Faith: Rediscovering the Basics (Vivir la fe católica: Redescubrir la esencia).

Copyright © 2014 El Arzobispo Charles J. Chaput, O.F.M. Cap.
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