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La supervivencia de los fieles

  • MIKE AQUILINA

Cuando el Emperador Constantino legalizó el Cristianismo en el año 312 d.C., ya había muchos millones de cristianos en el imperio. ¿Cómo era su vida? En cierto sentido, no era distinta a la vida de sus vecinos paganos. Pero por otro lado, su fe marcaba toda la diferencia en el mundo.


romancitizenPóngase a pensar en la miseria cotidiana de los ciudadanos comunes. Hoy en día, conocemos las magníficas ruinas: los salones llenos de columnas, las paredes de mármol, y quizás un obelisco en el césped del frente. Pero esas eran las viviendas hechas para que perduren, los hogares de los ricos y sus lugares de trabajo y adoración.

Sin embargo, la mayoría de personas vivía en departamentos infestados de ratas y piojos: construcciones abarrotadas, tambaleantes, excesivamente altas sin ventilación ni tuberías. Existía un constante peligro de que un incendio elimine tu cuadra. La expectativa de vida era de alrededor de los 30 años. Los cadáveres de los que fallecían a veces se tiraban junto con la basura acumulada del día en los desagües abiertos de la ciudad.

Estos eran los vecindarios donde vivían los cristianos. No obstante, los hogares de los cristianos eran de alguna manera distintos, y esa diferencia se encontraba entre los medios grandes y silenciosos de la evangelización.

Esta es una historia que no encontramos a menudo en las vidas de los santos, que tienden a centrarse en los eventos extraordinarios. Ni las encontramos en las historias eclesiásticas, que se centran en las vidas de los obispos. Y sin embargo, es la verdadera historia de la Iglesia. Como lo dijo San Agustín, era "un corazón que incendiaba a otro".

Era un nuevo tipo de fuego: más lleno de promesas que de peligros. El fuego de la caridad, común en el hogar cristiano, también podía consumir los bloques de la ciudad. Observemos un solo ejemplo.

Las epidemias estaban consideradas dentro de los mayores terrores de la vida. Los doctores sabían que las enfermedades eran contagiosas, pero no sabían nada acerca de los antibióticos o la antisepsia. Por ello, una vez que atacaban las enfermedades, no había en realidad una manera de detenerlas.

Las primeras personas en huir eran los doctores. Luego los sacerdotes paganos. Se alentaba a las familias paganas comunes a que abandonen a los miembros de su familia que se hubieran infectado.

Sin embargo, los cristianos se sentían más obligados a cuidar de los enfermos. Tome en cuenta esta explicación sobre la gran epidemia del año 260: "La mayoría de nuestros hermanos cristianos mostraron un amor y lealtad ilimitados, nunca evitando ayudar y pensando solamente unos en los otros. Sin pensar en el peligro, se encargaron de los enfermos, atendiendo todas sus necesidades y asistiéndolos en Cristo: y con ellos partieron de esta vida serenamente felices; ya que fueron contagiados de la enfermedad por los otros, tomando en ellos la enfermedad de sus vecinos y aceptando alegremente sus dolores".

"Sin pensar en el peligro, se encargaron de los enfermos, atendiendo todas sus necesidades y asistiéndolos en Cristo — y con ellos partieron de esta vida serenamente felices; ya que fueron contagiados por los otros de la enfermedad, tomando en ellos la enfermedad de sus vecinos y aceptando alegremente sus dolores."

Imagínese: ¡alegría en medio de tal miseria! Contamos con relatos de los paganos sobre la misma epidemia y todos se caracterizan por la desesperanza.

En medio de los estragos, la caridad cristiana tuvo un enorme impacto en el crecimiento de la Iglesia. Los cristianos eran más propensos a sobrevivir las epidemias porque se preocupaban unos de otros. Es más, las familias cristianas se preocupaban por sus vecinos paganos. Y los paganos que recibían el cuidado de los cristianos tenían mayores probabilidades de sobrevivir y convertirse ellos mismos en cristianos.

Esta rutina de la caridad no constituyó mucho una nueva cultura, reemplazando a la antigua. La ley, el gobierno y las muchas rutinas de la vida diaria permanecieron como antes. Pero por dentro, todo había cambiado.

Un documento de inicios del Segundo siglo, la Carta a Diógenes (anónima), describe el proceso:

Los cristianos se distinguen de los demás no por su país de origen o su idioma, ni por las costumbres que guardan… sino siguiendo las costumbres de los nativos con respecto a su vestimenta, alimentación and el resto de su conducta habitual: nos enseñan a nosotros su hermosa y sorprendente forma de vida… Obedecen las leyes prescritas y al mismo tiempo sobrepasan las leyes con sus vidas… En resumen: Como el alma está en el cuerpo, de esa misma manera están los cristianos en el mundo… el alma invisible está protegida por el cuerpo visible, y se conoce ciertamente que los cristianos están en el mundo, pero su piedad se mantiene invisible.

Gradualmente. De manera invisible. Pero inexorable. Esta es la forma en que la doctrina cristiana, la esperanza y la caridad transformaron el Imperio Romano: con una buena obra a la vez.

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Agradecimiento

Mike Aquilina. "La supervivencia de los fieles." Lay Witness (Mayo/Junio 2006): 56.

Este artículo se ha reimpreso con permiso de la revista Lay Witness. Lay Witness es una publicación de Católicos por la Fe, Inc., un apostolado laico internacional fundado en 1968 para apoyar, defender y promover los esfuerzos de la Iglesia que enseña.

Sobre El Autor

AquilinaAquilina3Mike Aquilina es vicepresidente del Centro San Pablo de Teología Bíblica y presentador, junto con Scott Hahn, de varias series de televisión en EWTN. Es autor o coautor de Living the Mysteries: A Guide for Unfinished Christians, Fathers of the Church: An Introduction to the First Christian Teachers, The Way of the Fathers: Praying with the Early Christians, y Praying in the Presence of Our Lord: With St. Thomas Aquinas. Visite el blog de Mike Aquilina "The Way of the Fathers" aquí.

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