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El secreto mejor guardado de la Iglesia Católica

  • DAMIAN THOMPSON

Durante este año, realicé varias visitas a un hospital en los condados de los alrededores de Londres para ver a alguien muy cercano para mí. Y luego, llegó un ángel al lado de la cama.


ozanamGracias a Dios el resultado fue una recuperación total — pero hubo algunos momentos desgarradores para los cuales nada en mi vida previa me había preparado.  La amabilidad ligeramente forzada del personal del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) y la pintura fresca color pastel en las paredes tenían la intención de restarle brusquedad a esta dura experiencia, pero todo ello fue horriblemente confuso (mucho más aún porque se llama a los doctores por su primer nombre, por lo cual, por momentos, no sabía con quién estaba hablando).

El primer viaje fue el más terrible, porque la persona a la que estaba visitando sufría dolores tremendos y, a pesar de ser inmensamente valiente, no podía ocultarlo.  Nadie lo hubiera podido hacer.  Mis propios intentos de ser jovial sonaban vergonzosamente vacíos.  Al final, me rendí y me quedé mirando la lluvia que golpeaba la ventana.

Pero luego un ángel llegó al lado de la cama. Ahora bien, eso podría parecer una descripción bastante banal y sentimental de una dama de edad mediana de la parroquia católica local, pero el efecto fue casi sobrenatural. Ángela (no es su nombre real) exudaba compasión, alegría y — lo que era aún más bienvenido — un aire relajado que produjo una sonrisa en el paciente y relajó mis muñecas.  Ella sabía cómo visitar a los enfermos, que no es solamente un acto físico de misericordia sino también una habilidad que exige más que una naturaleza bondadosa. Ángela había resuelto exactamente con qué tono acertar, qué preguntas hacer, cómo negociar con el personal del hospital y cómo distraer a un enfermo del dolor incesante.

Ella era de la Sociedad de San Vicente de Paúl — la SVP.  A lo largo de mi niñez había escuchado a los sacerdotes mencionar a la SVP durante los avisos en misa pero nunca lo pensé dos veces. Sus miembros visitaban los hogares de las personas ancianas y los hospitales donde estaban, eso era todo lo que sabía, y que era bueno de su parte hacerlo. Mis abuelos pertenecieron a la sociedad, posiblemente por los dos lados de la familia. También mis padres —tal vez: siendo joven yo mostraba una falta de interés insolente por cualquiera las actividades que realizaban en la iglesia.

Así que ahí estaba yo en el hospital pensando: ¡cielos!, la SVP tiene suerte de contar con la admirable Ángela en sus filas. Pero luego, en las semanas siguientes, ella fue reemplazada por Gerry (nuevamente, ése no es su nombre real), un tipo escocés retirado.  Y todo en él era igual de admirable.  Tenía un aspecto rosado radiante y, como Ángela, mantenía una jovialidad sencilla que parecía espontánea y a la vez ponderada de una manera experta. Hacía su visita todos los días y desenredaba todo tipo de pequeños problemas. Incluso un viejo cínico como yo podía reconocer el amor cristiano puesto en práctica. Al decir eso no quiero dar a entender que los no cristianos no pueden mostrar la misma intensidad de compasión, sino que tanto Angela como Gerry estaban evidentemente motivados por su fe católica. Ninguno puso sobre el tapete el tema de Dios mientras yo estaba ahí, pero no necesitaban hacerlo.

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Con el tiempo llegué a tener curiosidad sobre la SVP. Así fue que la semana pasada leí un librito sobre el fundador de la Sociedad, de quien yo recordaba vagamente no era San Vicente de Paúl (1581-1660) sino un hombre francés de una era bastante distinta: Federico Ozanam, un profesor casado de literatura extranjera en La Sorbona que murió a los 40 años en 1853.  Fue beatificado en el año 1997, y eso sí era una novedad para mí.

Ozanam vivió su vida en medio de una agitación política y religiosa. A pesar de la restauración de la monarquía después de la época de Napoleón, el clima intelectual en Francia se volvió dogmáticamente anticlerical. Sin embargo, el catolicismo no fue en declive. Fue adoptado con un nuevo fervor por parte de la clase media, que quería que la Iglesia llegue a los trabajadores para sofocar la pasión revolucionaria.

"Incluso un viejo cínico como yo podía reconocer el amor cristiano puesto en práctica. "

Ozanam fue, en los estándares de esa época, un liberal.  No le disgustaban ni los judíos ni los protestantes.  Organizó "conferencias" de eruditos y hombres de negocios que ayudaban a los que sufren. Su lema era: "Tengan cuidado con el desaliento; es la muerte del alma." Hacia el año 1848, cerca de 10,000 personas pertenecían a estas conferencias, que se convirtieron en la Sociedad de San Vicente de Paúl.  La SVP creía en la justicia social, aunque no en la equidad social.  Ozanam vio que su rol se encontraba entre los "ejércitos oponentes" de los industrialistas y los trabajadores.  "Si no podemos detenerlos, al menos podemos disminuir el choque.  Y ser joven y de la clase media hace más fácil para nosotros ser los mediadores que nuestra identidad cristiana torna imperativo que los seamos." Hacía campañas para restringir las horas de trabajo en las fábricas.

Estas eran las raíces de la enseñanza social católica que dieron fruto, muchos años después de la muerte de Ozanam, en la encíclica Rerum Novarum.  Pero estoy interesado en igual medida en las percepciones del Beato Federico sobre las dimensiones psicológicas de la pobreza, la enfermedad y la vejez. “Una conversación amigable puede sonsacar los secretos de un corazón desolado," escribió.  Hoy en día, aliviar el dolor de la soledad se encuentra en el corazón de la misión; sus miembros están capacitados para identificar a aquellas personas que necesitan más que nadie el don discreto de la compañía.

He dedicado muchos años a escribir sobre la Iglesia Católica: sus batallas con el secularismo, sus disputas internas e, inevitablemente, los escándalos por los que llama la atención sobre sí. Pero ninguno de los artículos ha hecho mención de la SVP, que en Inglaterra y Gales solamente llega a más de medio millón de visitas al año a las personas vulnerables en sus propias comunidades. Esa estadística es extraordinaria — pero aún más especial es el etos modesto y aún así inequívocamente católico de la SVP. Dicho etos inspira y prepara a las personas ordinarias a realizar actos extraordinarios de bondad en países de todo el mundo. Es una de las cosas que hace que la Iglesia sea católica; es de tal manera parte del tejido de la fe como cualquier catedral o liturgia. De alguna manera, es una liturgia. Y, a pesar que algunos miembros de mi propia familia se han dedicado a la SVP, yo lo ignoraba — hasta el momento en que Ángela entró navegando en esa habitación de hospital con una sonrisa de un brillo milagroso en el rostro. 

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Agradecimiento

cathheraldDamian Thompson. "The Catholic Church's best-kept secret." The Catholic Herald (4 de julio, 2014).

Reimpreso con permiso de The Catholic Herald, el semanario tradicionalista líder en el Reino Unido. The Catholic Herald llega a más de 65,000 asistentes a misa y a gran parte del clero cada domingo. Brinda a sus lectores una cobertura de noticias profunda, un análisis riguroso de la fe, reflexiones espirituales, artículos y comentarios de algunos de nuestros pensadores católicos más agudos, y estudios sobre el camino adoptado por la Iglesia en Gran Bretaña e Irlanda hoy en día.

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Sobre El Autor

thompsonDamian Thompson es director no ejecutivo del Catholic Herald Ltd, así como un colaborador y asesor regular sobre asuntos editoriales. Es editor también de los Blogs del Telegraph y columnista del Daily Telegraph. Una vez fue descrito por The Church Times como un "hurón de sangre loca". Se le puede encontrar en Twitter como HolySmoke. Su libro más reciente es The Fix: How addiction is taking over your world. También escribe sobre música clásica para The Spectator.

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