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Chartres, una posada para Dios: Cómo la Iglesia cambió el mundo

  • ANTHONY ESOLEN

Observa las dos construcciones altas. Una es una posada para Dios y el hombre, y la otra no.  


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Ahora deja Su bien amada reclusión;
Ahí Él se ha hecho a Sí mismo, por Su propia decisión,
Lo suficientemente débil ahora viene a nuestro mundo;
Pero, ¡oh!, para ti, para Él, ¿no tiene la posada lugar?
     — John Donne, de La Corona
chartres4Dele clic a la imagen para agrandarla

Una es la que solía llamarse la Torre Sears, en Chicago. Ya no la llaman así, porque la empresa en cuestión está cercana a su disolución final, y su lugar casi ya no la conoce. La torre tiene más de 1400 pies de alto. Es una proeza titánica de habilidades de ingeniería, y el lugar más popular para los turistas de la ciudad. Las personas suben al piso de observación, donde pueden alcanzar a ver varios estados y las vastas aguas del Lago Michigan hacia abajo.  La torre es gris, brillante, acerada, de líneas rectas, sin adornos, masiva, y fría.

Es un lugar hecho por el hombre, pero no para el hombre; más bien para los pocos ricos y poderosos cuyas oficinas están ubicadas en él, y para aquellos turistas que no mirarán tanto hacia él como desde él. No eleva lo ordinario, lo ignora. Puede ser una fuente de empleo para muchos conserjes y reparadores, pero no puede ser un objeto de su devoción. Ningún anciano le dirá lo siguiente a su nieto, "Ven, Billy, tomemos el ascensor al piso noventa, para que te enseñe las canastas de desechos que solía vaciar."

La Torre Sears no es un lugar feo. Tampoco es en realidad un lugar bello. Es apenas un lugar. Se parece más a la negación de un lugar; podría bien estar en Singapur, o Shanghái o Sao Paulo, por todo su distanciamiento del mundo humano que lo rodea. Está exento del más mínimo capricho o cuidado o amor de parte de las personas ordinarias. Algunas personas lo podrían llamar arte. Nadie se atrevería a llamarlo arte popular.

Ahora, observemos la gloriosa catedral en Chartres.

Sobrepasa "solamente" por poco más de 100 metros las llanuras que la rodean, si bien puede ser vista desde muchas millas de lejanía. Y con certeza las buenas personas de Chartres, en el siglo XIII cuando estaban reconstruyendo la catedral para que se convirtiera en una de las glorias de Francia, se sentían orgullosas de su imponente altura, y acogía a los peregrinos que venían a su pueblo para venerar sus reliquias y gastar algo de dinero en las grandes ferias que se organizaban durante las fiestas marianas a lo largo del año.

Pero, por todo ello, la Catedral de Chartres es un tipo de construcción completamente distinta.  Hay espacio para el hombre en esta posada; y la Iglesia por sí sola pudo construirla. Pensemos en esto por un momento.

El niño carpintero

Sabemos que las manos humanas erigieron las paredes metálicas de la Torre Sears. Pero eso solo lo sabemos por deducción. Dado que todos los rastros de las manos humanas habían sido destruidos. Una máquina no construyó la torre, pero una máquina podría haberla construido; sus líneas habían sido talladas no por un niño con un cincel, sino por las máquinas.

Esto no era así en el caso de Chartres, claro está, porque no contaban con nuestras grúas y cabestrantes que funcionan con diesel y martinetes en ese entonces. Pero me refiero a algo más que a eso. Cada metro cuadrado de esa catedral carga las huellas digitales del hombre. Y no es cuestión solamente de las circunstancias históricas.

chartres5 Piense en los muchos dibujos piadosos de Jesús niño en el hogar en Nazaret. Está María, hilando en la rueca, o amasando la levadura en algunas medidas de harina. Ahí está José, cuyas manos son hábiles con el cepillo y el torno, enseñándole al niño el arte que utilizará para proveer lo necesario a María durante esos años ocultos antes de iniciar su ministerio en el mundo. Las manos de nuestro Señor estaban endurecidas los por callos debido al trabajo. Tenía los nudillos abultados y las muñecas con las venas saltadas de un hombre que conocía el trabajo duro y el sudor, las limitaciones y las victorias del trabajo manual duro, del arte de hacer cosas con la madera— las vigas de un edificio público, los postes y dinteles de un pórtico, una mesa, una cuna, una cruz.

Así, los hombres que construyeron la Catedral de Chartres hicieron algo más que trabajar con sus manos. Comprendieron que el Señor había exaltado por siempre ese oficio tan modesto como el suyo. Es por ello que conmemoraron su mismo trabajo, dentro y sobre la catedral.

"Maestro Jacques," me imagino que uno de los albañiles le decía al jefe de los vidrieros, "nosotros los albañiles contribuiremos con nuestra parte, si usted pudiera fabricarnos parte de esa ventana."  Y de esta manera, hay una parte del vitral donde vemos a tres picapedreros, aparentemente en algún andamiaje alto, construyendo las murallas de una de las torres. Y hay otro lugar donde podemos ver, conmemorando el mes de setiembre, dos hombres pisando las uvas en una tinaja con las viñas cargadas que cuelgan sobre ellas. Y otro lugar donde observamos a tres hombres y un caballo: uno de ellos está sosteniendo la cabeza del caballo para mantenerlo quieto, otro está herrando uno de los cascos traseros del caballo, y el tercero, el herrador, está utilizando una pequeña herramienta puntiaguda para recortar las uñas del caballo.

Y en otro lugar, donde vemos pastores, los más pequeños de entre los hombres que no pertenecen a gremio alguno de artesanos, recibiendo las primeras nuevas de la Natividad del Señor. Irán al establo para contemplarlo, tal y como todas las personas, pastores, amas de casa, panaderos, orfebres, caballeros, duques, campesinos, sacerdotes, eruditos, lavanderas, pescadores, tejedores, reyes irán a Chartres, para adorarlo y recibirlo bajo la humilde apariencia de pan y vino. Esta posada acoge a todos.

El turista y el peregrino

Nadie va a la Torre Sears para cumplir una promesa. No es objeto del amor firme de alguien. No significa nada para la vida de alguien. Es un lugar para visitar, pero nadie puede morar ahí.

El turista es por definición alguien que toma un tour, que se pasea por aquí y por allá para acumular "vistas." No estoy diciendo que ser turista sea algo malo. Simplemente no es lo mismo que ser un peregrino. La diferencia se expresa bastante bien en el antiguo villancico:

¡Vengan a Belén y vean
A Aquel cuyo nacimiento los ángeles cantan!
¡Vengan a adorar con la rodilla al suelo
A Cristo el Señor, el rey recién nacido!

chartres6 El peregrino ha colocado en su corazón a su Señor amado. Va a Belén o a Lourdes o a Guadalupe o a Chartres no por las fotografías, sino por quien es phos kosmou mismo, la Luz del Mundo.  El turista podría estar cansado de estar en su hogar, y le gustaría alejarse por un tiempo. Los peregrinos ansían llegar a su destino porque es más su hogar para ellos que su mismo hogar.

La Torre Sears le dice al hombre solitario, "Te dejaremos entrar, bajo ciertas condiciones, a pesar que eres diminuto e insignificante."  Chartres le dice al peregrino solitario, "¡Ven y entra en el gozo de tu Señor! Él también fue pequeño, y si somos tan pequeños como Él, Él nos ha prometido esta morada. Porque Él dijo, 'Yo iré antes que ustedes, para prepararles un lugar.'"

El turista básico se siente inquieto porque incluso su hogar no es un hogar para él. El peregrino está inquieto, porque el hogar que ama es tan solo la sombra de su verdadero hogar, aquel hacia el cual camina día a día. Chartres le dice: "Ven a mí, caminante cansado!  No hay un metro cuadrado de mí que no haya sido objeto de alguna atención amorosa y dedicada de algún ser humano. Dado que soy un lugar para Dios, soy un lugar para el hombre."

El turista transforma el vino de lo sagrado en el agua de lo secular. Para el peregrino, incluso un pequeño sorbo de agua fresca a lo largo del camino es como vino.

Cantando en la catedral

¿Para qué sirve la Torre Sears?  Para hacer dinero, supongo.  ¿Para qué más? ¿Algo?

¿Para qué sirve la Catedral de Chartres?  Podríamos preguntarnos lo mismo de otra manera. ¿Para qué sirvió el vientre de María?

Cuando María albergó al Señor, la inmensidad se enclaustró en su querido vientre, y ella misma fue el verdadero Arca de la Alianza. Dentro de su recámara viviente residía la Nueva Ley, el nuevo alto sacerdote, el verdadero pan del cielo. Así, ella se convirtió no solo en la Madre de la Cabeza de la Iglesia, Cristo, sino a sí misma en una suerte de Iglesia. La Iglesia no puede ser más ni otra que lo que fue María— el pequeño vientre donde hemos de encontrar al Creador de todas las cosas.

Chartres entonces es ese lugar cálido como el vientre de María. Es incomparablemente bello. Su profunda luz azul cubre el interior con visiones de profetas y santos, de cristianos comunes en su trabajo, y de María y Jesús, y de la vida por venir. Le pertenece a todos los creyentes, así como María es la Madre de todos los creyentes. Es donde son bautizados cuando son bebés que no pueden hablar, donde reciben por primera vez el pan de los ángeles, donde se casan, donde cantan el día de Navidad y lamentan el Viernes Santo y se regocijan en la mañana de Pascua, donde sus cuerpos yacen en un ataúd, mientras que sus seres queridos rezan por sus almas. Es el lugar único en la tierra que los prepara más para llegar a su lugar a la vista de Dios. Es el vientre, vasto e íntimo al mismo tiempo, donde por la gracia serán pequeños nuevamente, y nacerán de nuevo, nacerán en la catedral eterna, cuya longitud y altura y profundidad son las riquezas inconmensurables de Dios.

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Agradecimiento

Magnificat Anthony Esolen. "Cómo la Iglesia cambió el mundo." Magnificat (Diciembre, 2014): 207-212.

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Sobre El Autor

Esolen6esolen7Anthony Esolen es profesor de inglés en Providence College. Es autor de Reclaiming Catholic Social Teaching, Reflections on the Christian Life, Ten Ways to Destroy the Imagination of Your Child, Ironies of Faith: Laughter at the Heart of Christian Literature, The Politically Incorrect Guide to Western Civilization, y es traductor de varios poemas épicos occidentales, incluyendo On the Nature of Things: de Rerum Natura de Lucretius, Gerusalemme liberata de Tasso y los tres tomos de la Divina Comedia de Dante: Infierno, Purgatorio, y Paraíso. Graduado en Princeton y en la Universidad de Carolina del Norte, Esolen domina el latín, italiano, anglosajón, francés, alemán y griego. Vive en Rhode Island con su esposa Debra y sus dos hijos. Anthony Esolen es miembro del consejo consultivo del Centro de Recursos para la Educación Católica. 

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