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¿Por qué debemos defender el derecho a ser ofensivos?

  • ROGER SCRUTON

Para la gente como yo, que fui educado en la Gran Bretaña de la post-guerra, la libertad de expresión ha sido una firme premisa de la forma de vida británica.


scruton3 Tal como lo expresó John Stuart Mill:

"Pero lo que hay de particularmente malo en imponer silencio a la expresión de opiniones estriba en que supone un robo a la especie humana, a la posteridad y a la generación presente, a los que se apartan de esta opinión y a los que la sustentan, y quizá más.   Si esta opinión es justa se les priva de la oportunidad de dejar el error por la verdad si es falsa, pierden lo que es un beneficio no menos grande: una percepción más clara y una impresión más viva de la verdad, producida por su choque con el error" (traducción del inglés por Josefa Sainz Pulido).

Esa famosa afirmación no es la última palabra en el tema, pero sí fue la primera y ha sido, durante toda mi adolescencia, una opinión que casi todas las personas educadas han aceptado.  Creíamos que la ley protegería a los herejes, a los disidentes y a los escépticos de los castigos diseñados para intimidarlos o silenciarlos, por la simple razón de que la verdad y los argumentos son sagrados y deben protegerse de quienes buscan suprimirlos.

Además, la opinión pública estaba totalmente del lado de la ley, lista para avergonzar a quienes asumieran el derecho de silenciar a sus oponentes, independientemente del motivo de la discusión y de cuan extremas y absurdas fueran las visiones expuestas.

Todo eso está cambiando hoy en día. En virtud de la Racial and Religious Hatred Act (Ley sobre el Odio Racial y Religioso) del año 2006, constituye un delito incitar al odio hacia grupos religiosos y raciales.  La expresión "incitar al odio" no sólo está cargada de implicaciones sino que además es indefinida.  ¿Acaso incito al odio hacia un grupo religioso cuando critico sus creencias abiertamente?  Según la ley, debería usar "palabras y comportamiento amenazantes" y también debería tener la intención de incitar al odio.

Pero, ¿ofender es motivo suficiente para condenar a alguien por un delito?  La sólida visión inglesa solía ser que la respuesta correcta a palabras ofensivas es ignorarlas o contestar con una reprimenda.  Si invocas la ley, después de todo, debería ser para proteger a quienes ofenden, pero no a los que se ofenden.  Ahora parece que es al revés.

Cuando ocurrieron los ataques a las torres gemelas, muchos se mostraron impresionados por el asesinato gratuito de 3.000 personas inocentes, culpando a la doctrina del islam por pervertir a los criminales responsables.  De inmediato apareció una nueva palabra en el discurso público - islamofobia.

Tanto el fanatismo religioso de quienes volaron las torres gemelas como la llamada islamofobia de sus críticos constituían delitos, difícilmente distinguibles en cuanto a su naturaleza destructiva.  El principal objetivo de la política futura, según insinuaron, debe ser garantizar que ninguno de ambos delitos vuelva a cometerse.  Se ejerció presión para prohibir la islamofobia por ley - y a su modo eso es lo que la Ley sobre odio racial y religioso ha intentado hacer.

Ed Miliband prometió en abril pasado que un futuro gobierno laborista debería determinar que la islamofobia es un delito penal agravado y por ende las consecuencias de que un servidor civil, policía o maestro sea acusado de ese delito son en extremo graves.

Esto nos remonta a lo que John Stuart Mill tenía en mente.  No es la mentira la que provoca la mayor de las ofensas, sino la verdad.  Uno puede soportar insultos y abusos cuando sabe que son falsos.  Pero si los comentarios que te ofenden son verdaderos, esa verdad se convierte en un puñal en el alma -gritas "¡mentira!" en tu tono más elevado y sabes que debes silenciar a los portavoces.

Eso es lo que ha sucedido con la islamofobia.  Los musulmanes en nuestra sociedad suelen ser víctimas de prejuicios, abusos y asaltos y esta es una situación angustiante que la ley intenta remediar.  Pero cuando la gente inventa una fobia para explicar todas las críticas hacia el islam, no es ese tipo de abuso el que tiene en mente.  Ellos quieren ocultar la verdad para gritar "¡mentira!" ante las críticas y silenciar todo intento de discusión.  Sin embargo, según mi opinión, es hora de dar a conocer la verdad, inclusive la verdad sobre el mismo Libro Sagrado.

Según creíamos, la ley protegería a los herejes, a los disidentes y a los escépticos de los castigos diseñados para intimidarlos o silenciarlos, por la simple razón de que la verdad y los argumentos son sagrados y deben protegerse de quienes buscan suprimirlos.

Los filósofos islámicos clásicos, los juristas de los primeros tiempos y los poetas sufíes intentaron interpretar el Corán para que fuera compatible con la vida del mundo real.  Pero sus esfuerzos han sido cada vez menos aceptados y ahora todos sostienen entre los suníes ortodoxos que ya no hay lugar para la interpretación - o, como dice el dicho, que "la puerta del ijtihad está cerrada".

Las verdaderas dificultades no deben someterse a discusión.  Sin embargo, es justo en este momento, en el encuentro del islam con la democracia occidental, que más que nunca se necesita un debate.  Los musulmanes deben adaptarse, tal como todos debemos hacerlo, al cambio de las circunstancias en las que vivimos.  Y nos adaptamos poniendo todo en tela de juicio, preguntando si esta u otra creencia es verdadera u obligatoria y en general abriendo nuestros corazones a los argumentos de otras personas e intentando que coincidan con los nuestros.

La libertad de expresión no es la causa de las tensiones que están surgiendo entre nosotros, sino que es la única solución posible para ellas.  Si los gobiernos logran erradicar el extremismo islámico con sus medidas, entonces, deberían estar alentando a las personas para que debatan sobre este tema abiertamente, sin tener en cuenta quien pueda ofenderse.

En 2008, también se consideró un delito incitar al odio hacia grupos definidos por su orientación sexual.  La visión liberal ortodoxa es que la homosexualidad es innata e inocente.  Tal como sucede con los islamitas, los defensores de esta visión han inventado una fobia con la cual denunciar a sus oponentes.  Si llegan a tomar una posición que se desvíe mínimamente de la ortodoxia, serán acusados de homofobia, que además conllevará, a pesar de que todavía no es un delito, verdaderos costos sociales, especialmente para quienes ocupan un cargo público.

El miedo a la acusación, a quedarse al margen de la multitud, a no estar impecablemente del lado de la opinión generalmente aceptada, habla mucho sobre la legislación que ataca la libertad de expresión en este país.  Los políticos no han hecho un análisis suficiente de lo que querían decir con "incitar al odio".  Han tenido demasiado interés en demostrar que están del lado de los musulmanes y también del de los homosexuales sin perjuicio del evidente conflicto que existe entre ambos.

Es por este preciso motivo que deberían haber tenido cuidado a la hora de incorporar frases ambiguas que podrían utilizarse para silenciar el debate.  Podemos no estar de acuerdo con la opinión de que la homosexualidad es un pecado, pero de ello no puede surgir la acusación de que los predicadores callejeros que han sido recientemente arrestados por decirlo han incitado al odio.  Sin importar cuan equivocada pueda ser su opinión, constituye un aporte legítimo al debate público que tanto se necesita hoy en día -un debate que no tendrá lugar ahora por ser tan feroz la condena a quienes difieren de la única opinión permitida.

Entonces, ¿cuál sería el rol de la ley a la hora de controlar el foro del debate público?  Me parece que no debería criminalizar opiniones que ofenden a otros, sino proteger a quienes las expresan.  No obstante, en la era de Internet, del Twitter y de los medios sociales, es cada vez más difícil aplicar la ley – el abuso y la persecución se diseminan rápidamente y en forma anónima, evitando toda suerte de castigos y culpas.

Un ejemplo reciente grafica lo que quiero decir.  Durante una conferencia científica en Corea, el profesor Sir Tim Hunt, el biólogo ganador del premio Nobel, dijo que cuando hay "chicas" en un laboratorio de investigación "te enamoras de ellas, se enamoran de ti y cuando las criticas, lloran".

Como resultado de la consiguiente cacería de brujas, Sir Tim fue forzado a renunciar a su cátedra en University College London, la Sociedad Real (de la cual es miembro) informó a la prensa que había hecho una denuncia en su contra y fue expulsado de la comunidad científica.  Toda una vida de trabajo destacado y creativo terminó en ruinas.

La visión ortodoxa de hoy en día es que el género es en todo aspecto irrelevante para hacer una carrera científica.  No sé si esa opinión es verdadera, si bien dudo que lo sea, y está claro que Sir Tim ni siquiera la abona por completo.  ¿Cómo descubriré quién tiene razón?  Seguramente considerando los argumentos, poniendo las opiniones antagónicas en la balanza de un debate razonable y alentando la libertad de expresión de opiniones heréticas.

De eso se trata la libertad de expresión y el motivo por el cual la ley se propone protegerla.  La verdad surge de una mano invisible a partir de nuestros numerosos errores y tanto los errores como la verdad deben protegerse.  Sin embargo, el hereje ahora queda expuesto a la intimidación y al abuso públicos en una escala inconcebible antes de la invención de Internet.

Claro, las cosas han cambiado un poco desde la Edad Media.  No es el hombre al que se asesina hoy en día, sino que sólo a su personalidad, pero el efecto es el mismo.  Ya no hay posibilidad de un debate libre en ninguna parte, por lo que nunca sabremos quién tiene razón - los herejes o quienes intentan silenciarlos.

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  Ver también la parte dos de esta serie escrita por Roger Scruton, 
"¿Por qué las personas no deberían sentir la necesidad de autocensurarse?"

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Agradecimiento

scrutonRoger Scruton. "Why we should defend the right to be offensive". BBC News (25 de octubre de 2015).

Reimpreso con el permiso de Roger Scruton.

Sobre El Autor

scrutongodsmScrutonsm Roger Scruton es profesor investigador en el departamento de filosofía de St. Andrews University, académico invitado del American Enterprise Institute en Washington DC y senior fellow de investigación en filosofía en Blackfriars Hall en Oxford. Es autor de Notes from UndergroundThe Face of GodThe Uses of Pessimism: And the Danger of False HopeBeauty, Understanding Music: Philosophy and Interpretation, Culture Counts: Faith and Feeling in a World Besieged, An Intelligent Person's Guide to Modern CultureAn Intelligent Person's Guide to PhilosophySexual DesireThe Aesthetics of MusicThe West and the Rest: Globalization and the Terrorist Threat, y Gentle Regrets: Thoughts from a Life. Roger Scruton forma parte del comité asesor del Centro de Recursos para la Educación Católica. 

Copyright © 2015 Roger Scruton
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