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Un encuentro en el aeropuerto

  • EL CARDENAL TIMOTHY MICHAEL DOLAN

Un hombre enojado confrontó recientemente al Cardenal Dolan sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra menores.


dolanMientras esperaba que el tren eléctrico me llevara a la terminal, un hombre, tal vez de unos cuarenta y tantos años, se me acercó.

"Fui criado católico", dijo, "y ahora como padre de dos muchachos, no puedo verlo a usted ni a otro sacerdote sin pensar que es un abusador".

Era la tercera vez que me sucedía en mis casi 35 felices años como sacerdote, y las tres veces me han sucedido en los últimos nueve años y medio.

Otros sacerdotes me cuentan que les ha pasado muchas veces más.

Tres es suficiente. Cada una de las veces me ha dejado tan sacudido que estaba yo muy cercano a la nausea.

Me sucedió el domingo pasado...

Acababa de llegar al aeropuerto de Denver, iba a hablar en la popular conferencia anual "Viviendo nuestra fe católica".

Mientras esperaba con los otros por el tren eléctrico para ir a la terminal, un hombre, tal vez de cuarenta y tantos, también esperando, se me acercó.

"¿Es usted sacerdote católico?", me preguntó amablemente.

"Claro que sí. Gusto en conocerlo", le dije y le ofrecí mi mano.

Él la ignoró. "Fui criado católico" replicó, una frase que suele preceder a un ataque, pero no estaba preparado para la cuchilla filuda que iba a pronunciar luego, "y ahora, como padre de dos muchachos, no puedo verlo a usted ni a ningún otro sacerdote sin pensar en un abusador sexual".

¿Qué responder? ¿Gritarle? ¿Maldecirlo? ¿Disculparme? ¿Irme contra él? ¿Expresarle mi comprensión? Tengo que admitir que todas esas reacciones me vinieron a la mente mientras me recuperaba de la vergüenza y la ira que esas palabras habían generado en mí con esas palabras que causaron escozor.

"Bueno", me recuperé y le dije, "con certeza lamento que sienta eso. Pero permítame preguntarle, ¿usted presume automáticamente que un rabino o un ministro protestante es un abusador cuando ve a uno de ellos?"

"Para nada", me dijo con los dientes apretados mientras abordábamos el tren.

"¿Y qué me dice cuando ve a un entrenador, a un líder scout o un padre adoptivo, o un consejero o médico?", seguí preguntando.

"¡Claro que no!", contestó. "¿Y eso qué tiene que ver?"

"Mucho", le dije, "porque cada una de esas profesiones tiene un porcentaje alto de abusos sexuales, sino es incluso más alto que el de los sacerdotes".

"Bueno, puede ser", respondió. "Pero la Iglesia es el único grupo que sabía lo que estaba pasando y no hizo nada al respecto y se mantuvo transfiriendo a los pervertidos".

"Usted obviamente nunca ha escuchado las estadísticas de los maestros de escuela", observé. "Solo en mi ciudad, en Nueva York, los expertos dicen que la tasa de abusos sexuales entre los maestros de escuelas públicas es diez veces mayor que la de los sacerdotes, y que a estos abusadores simplemente los transfieren". (Si hubiera sabido en ese momento la noticia del New York Time del domingo sobre la alta tasa de abusos en las casas supervisadas por el estado de muchos indigentes, con el hecho de que los abusadores son simplemente transferidos a otro hogar, también le habría mencionado eso).

Ante esto no dijo nada, así que seguí a la carga.

Pese al final feliz, yo seguía temblando... y casi sentía que necesitaba un exorcismo para reparar mi alma destrozada, mientras me confrontaba nuevamente con el horror que todo este desastre ha significado para las víctimas y sus familias, para nuestra gente católica como este hombre al que acababa de conocer... y para nosotros los sacerdotes.

"Perdóneme si soy demasiado directo, pero seguramente me sigue, así que déjeme preguntarle: cuando se mira en el espejo, ¿ve a un abusador sexual?"

Ahora era él quien fue sacudido como me pasó a mí hacía dos minutos. "¿De qué diablos está hablando?"

"Tristemente – contesté – los estudios demuestran que la mayoría de los niños abusados sexualmente son víctimas de sus propios padres u otros miembros de la familia".

Era suficiente para el debate, así que concluí al verlo aturdido. Luego traté de calmarlo. "Entonces déjeme decirle algo: cuando yo lo veo, no veo a un abusador sexual, así que espero la misma consideración de su parte".

El tren había llegado a la zona de equipajes y salimos juntos.

"Bueno, y entonces, ¿por qué solo escuchamos esta basura sobre ustedes los sacerdotes?", preguntó, mientras se ponía un poco más pensativo.

"Nosotros los sacerdotes nos preguntamos lo mismo. Tengo algunas razones, si es que le interesan".

Asintió con la cabeza mientras caminábamos lentamente por la zona de equipajes.

"Primeramente – proseguí – nosotros los sacerdotes merecemos el escrutinio más estricto, porque la gente confía en nosotros ya que decimos que representamos a Dios, entonces, cuando uno de nosotros lo hace – incluso si es una muy pequeña minoría la que alguna vez lo ha hecho – es más desagradable".

"En segundo lugar, temo que hay demasiados que no quieren a la Iglesia y que tienen un especial gusto en arruinarnos. Este es el tema con el que nos azotarán hasta el infinito".

"Y en tercer lugar, y odio tener que decirlo", le señalé, "hay mucho dinero en las demandas contra la Iglesia Católica y casi no vale la pena demandar a cualquier otro de los grupos que he mencionado antes".

Para entonces ya ambos teníamos nuestros equipajes y caminábamos hacia la salida. Luego me extendió la mano, la que no quiso darme hacía algunos minutos cuando le ofrecí la mía. Nos despedimos.

"Gracias. Gusto en conocerlo".

Se detuvo un minuto. "Sabe, pienso en los grandes sacerdotes que conocí cuando era un niño. Y ahora, dado que trabajo en IT en la Regis University, conozco a algunos devotos jesuitas. No deberían juzgarlos a todos por los horribles pecados de unos pocos".

"¡Gracias!", sonreí.

Creo que el asunto estaba arreglado porque, mientras me marchaba, me dijo: "al menos le debo un chiste: ¿Qué sucede cuando no paga su exorcismo?"

"Ni idea", le respondí.

"¡Vuelve a estar poseído!"

Ambos reímos y nos separamos.

Pese al final feliz, yo seguía temblando... y casi sentía que necesitaba un exorcismo para reparar mi alma destrozada, mientras me confrontaba nuevamente con el horror que todo este desastre ha significado para las víctimas y sus familias, para nuestra gente católica como este hombre al que acababa de conocer... y para nosotros los sacerdotes. 

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Agradecimiento

dolan Cardenal Timothy Michael Dolan. "Un encuentro en el aeropuerto." El Evangelio en la Era digital (18 de marzo de 2011).

Publicado con permiso de la oficina de prensa de la Arquidiócesis de Nueva York, El Evangelio en la Era digital es el blog del Arzobispo Dolan. 

Sobre El Autor

Dolan1DolanEl Cardenal Timothy Michael Dolan fue designado Arzobispo de Nueva York por el Papa Benedicto XVI el 23 de febrero de 2009. Nacido el 6 de febrero de 1950, el Arzobispo Dolan fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1976. Completó su formación sacerdotal en el Pontificio Colegio Norteamericano de Roma en donde obtuvo la licenciatura en Sagrada Teología en la Pontificia Universidad de Santo Tomás. En 1994, fue designado Rector del Pontificio Colegio Norteamericano de Roma donde sirvió hasta junio de 2001. En Roma también sirvió como profesor visitante de Historia de la Iglesia en la Pontificia Universidad Gregoriana y como miembro del Departamento de Teología Ecuménica en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino. Dolan sirvió además como Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos entre 2010 y 2013. La labor del Arzobispo en el área de la educación en los seminarios ha influenciado la vida y el ministerio de un gran número de sacerdotes del nuevo milenio. El Cardenal Dolan es autor de Doers of the Word: Putting Your Faith Into Practice, To Whom Shall We Go?, y Advent Reflections: Come, Lord Jesus!.

Copyright © 2011 Cardenal Timothy Michael Dolan
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