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¿Son los estadounidenses un pueblo elegido?

  • DAVID CARLIN

¿George Washington era cristiano?


washington15Algunas personas lo niegan y afirman que era deísta. Agregan que si bien iba a la iglesia los domingos con frecuencia, esto no era debido a una genuina fe cristiana. Por el contrario, lo hacía porque era un político astuto que comprendía que los estadounidenses, casi todos ellos protestantes, sentirían reticencia sobre aceptar un liderazgo político no cristiano.

También señalan que su asistencia a los servicios dominicales era irregular, al menos cuando estaba en casa. Sin embargo, se debe tener en cuenta que el camino ida y vuelta desde Mount Vernon a su iglesia en Alexandria tomaba dos o tres horas, muchas veces en caminos embarrados.

Las personas que son escépticas acerca del cristianismo de Washington son aquellos que en general desean restarle importancia al papel que esta religión tuvo en la creación de la república estadounidense. Por lo tanto, cuando menos se debería tomar sus dudas con pinzas.

Existe, no obstante, algo de verdad en la afirmación de que Washington era deísta, que su iglesia (la Iglesia de Inglaterra) en el siglo XVIII en gran medida estaba marcada por el racionalismo deísta y se inclinaba en una dirección casi unitaria. Este racionalismo explica la aparición y extraordinario crecimiento del movimiento metodista en ese siglo, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. El metodismo les brindó a las personas una religión de sentimiento lo cual le faltaba al anglicanismo convencional. El metodismo era un cristianismo del «corazón», no de la «cabeza». Aunque Washington puede no haber sido deísta, con seguridad no era metodista. Su religión tenía que ver más con la cabeza que con el corazón.

Su pensamiento era decididamente no deísta en al menos un aspecto: pensaba, como muchos de sus compatriotas, que la victoria estadounidense en la Guerra de Independencia se debía a las milagrosas intervenciones de la providencia. Un verdadero seguidor de esta religión no creería en milagros; creer en ellos —muchos deístas suponían— es pensar que Dios había cometido errores cuando creó el mundo y luego tuvo que corregirlos con ajustes milagrosos. La idea de que Washington rezó para obtener ayuda divina durante la guerra, por lo tanto, es probablemente correcta; aunque quizás no lo haya hecho arrodillado en la nieve de Valley Forge. (Por cierto: mi esposa, cuando era joven, por un tiempo fue enfermera particular de una mujer muy mayor que decía que su bisabuelo había sido soldado en Valley Forge. El anciano le comentó que las condiciones allí no eran tan malas como cuenta la leyenda).

La popular leyenda (al menos en los días previos a la Guerra Civil) acerca de que Washington era un cristiano muy piadoso es sin duda una exageración, pero de la verdad sobre que, en efecto, era cristiano, que compartía el protestantismo de la gran mayoría de sus compatriotas. Algunos católicos mejoraron esta leyenda y mantuvieron que el expresidente, como Charles II, se convirtió al catolicismo en su lecho de muerte. ¿Qué mejor refutación de la difamación que un católico no podía ser un buen estadounidense?

Más que nada, Washington parece no haber sido, ni un deísta ni un cristiano, sino un antiguo romano, un romano ideal que había vuelto al mundo 2000 años después que creíamos que estos hombres habían desaparecido. Quizás un romano verdadero jamás se ajustó al ideal de manera tan completa como él lo hizo: granjero aristocrático, hombre adinerado, de gran rectitud personal, y sobre todo patriota.

Lincoln era un hombre más adorable que Washington, ya que no nos recuerda a Cincinato sino a Jesucristo. Lincoln era elocuente; un hombre de aflicciones; murió en expiación, podríamos decir, por nuestro gran pecado nacional de la esclavitud; y fue asesinado en Viernes Santo. No obstante, Washington fue el patriota más grande. En al menos cinco ocasiones distintas salvó a su país y a su nueva república.

  1. Cuando guió a la nueva nación hacia la victoria en el Guerra de Independencia (1775-83)
  2. Cuando al final de la guerra (1783) eligió, a diferencia de Cromwell antes que él y Napoleón después, no convertirse en un dictador militar.
  3. Cuando presidió la Convención Constitucional (1787)
  4. Cuando se desempeñó como el primer presidente de los Estados Unidos (1789-97)
  5. Cuando voluntariamente abandonó su cargo presidencial (1797)

En verdad fue, como uno de sus biógrafos (James Flexner) mencionó, «el hombre indispensable». En retrospectiva, parece haber sido un milagro: uno de los mejores seres humanos que alguna vez existieron, y —¡tanta buena suerte!— estuvo disponible para los estadounidenses en el preciso momento en el que lo necesitábamos.

En verdad fue, como uno de sus biógrafos (James Flexner) mencionó, «el hombre indispensable».

Hace tiempo se acostumbraba (incluidos los historiadores: leer a George Bancroft) creer que los estadounidenses son el segundo «pueblo elegido» de Dios. Él tenía la intención de que los Estados Unidos fueran una luz para las naciones del mundo, y para guiarlos a este destino Dios le brinda a este país oportunidades especiales que no les da a nadie más. Asimismo, les proporcionó un territorio vasto y fructífero y dirigentes extraordinarios (por ejemplo, Washington y Lincoln) en momentos de gran crisis.

Por supuesto, el otro lado de la teoría de este «pueblo elegido» es que si los Estados Unidos, como el antiguo Israel, no logra honrar a Dios y sus mandamientos, Dios le infligirá terribles desgracias; por ejemplo, la Guerra Civil. (Leer el Segundo discurso de toma de posesión de Lincoln, tan breve y sin embargo tan profundo).

Me doy cuenta de que estoy irremediablemente desactualizado sobre este asunto, pero todavía albergo aquella antigua creencia: que nosotros los estadounidenses somos un pueblo elegido, que Dios desea que seamos una luz para las naciones y que nos castigará si probamos su paciencia demasiado. Aparte creo que esta podría estar acabándose.

Alabamos a falsos dioses, o más bien, aspiramos a una moralidad nacional que los falsos dioses recomiendan; temo lo peor. Recordemos: «Los molinos de Dios muelen lento, pero muelen muy fino».

 

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Agradecimiento

carlinDavid Carlin. "¿Son los estadounidenses un pueblo elegido?". The Catholic Thing (15 febrero, 2018). 

Reimpreso con el permiso de The Catholic Thing. Todos los derechos reservados. Para derechos de reimpresión, escribir a: info@thecatholicthing.org.  

Sobre El Autor

carlin David Carlin es profesor de Sociología y Filosofía en el Community College de Rhode Island, y es autor de The Decline and Fall of the Catholic Church in America.

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