Menu
A+ A A-

El recato y la caridad

  • ANTHONY ESOLEN

No pongan una trampa en el camino de su prójimo.


coolidge_johnsonPresident Calvin Coolidge, jugador de baseball
Walter Johnson, y damas bien vestidos y
caballeros, 18 de junio de 1925

Hace algunos años en el Saint Eustaby Catholic College, en relación a una protesta «Save the Night» [Recuperemos la noche], una editora principal del periódico de la universidad escribió que ella debería poder «caminar por la calle Eaton vistiendo solo unas hawaianas y una sonrisa», y no tener que preocuparse por ser agredida.

Era obvio y sencillo saber que tenía razón; atacar personas es contrario a la ley. Si un chico borracho se acercara y la agarrara, alguien debería alejarlo por la fuerza, y si ese alguien fuera un policía debería llevarlo a la comisaría. Por supuesto, la joven también debería ser arrestada por exhibicionismo.

Es la actitud detrás del descaro de la chica lo que me pone a pensar. Recuerdo un incidente que ocurrió un verano en que yo estaba ayudando en una casa del Movimiento del Trabajador Católico en Washington. Estaba pintado uno de los salones cuando sonó el timbre. Era el usual verano sofocante en ese sumidero de bruma, calor y trabajo duro, por lo tanto no tenía puesta la camisa cuando atendí la puerta.

Había una señora hispana de unos cincuenta años que tenía algunas preguntas, entonces llamé a John, mi jefe. Vino a la puerta y comenzaron la charla mientras yo estaba parado a un costado. Era un pedido común de cierta información no privada.

«Disculpe», dijo ella, cortando la conversación y mirándome. Pedí perdón y volví a mi trabajo de pintura. John luego me explicó el problema. «Es una señora tradicional», explicó, «y no tenías puesta la camisa». Lo entendí, no pensé que era mojigata o grosera.

No me cabe duda de que si estuviéramos en el campo cavando surcos, ella no se habría preocupado por ver a hombres sin camisa. No hubiera pretendido que yo tuviera puesta una camisa en la playa. El contexto importa mucho.

No objetó el que yo pintara el salón sin ropa de la cintura para arriba. Ni que permaneciera a un costado en caso de que tuviera alguna sugerencia para hacer. Pensó que estaba mal el hecho de que no me volviera a poner mi camisa cuando no estaba pintando.

Tenía razón, y nunca olvidé la lección. Somos seres sociales, y la forma en que nos vestimos ayuda a comunicarnos con otros, o a mentir, gritar, frenar a otras personas e impedirles comunicarse con nosotros.

En parte, el idioma de la ropa es convencional, como todo idioma, y en parte no lo es sino que está basado en la naturaleza del cuerpo y las condiciones materiales del mundo alrededor nuestro. Si estoy en Paris y pronuncio la famosa oración del libro de francés principiante, La plume de ma tante est sur la table, alguien va a responder, Mais bien sur, y el día continuará soleado y en paz. Sin embargo, esa combinación de sonidos no significa nada en Peoria.

No obstante, si estoy en París y paso al lado de un niño pequeño jugando en la vereda y lo miro y le sonrío a él y a su madre, comuniqué el mismo deleite y aprobación como lo haría en Peoria, Poona o Papeete, el gesto es universal.

Lo que se considera como vestimenta indecorosa variará de una persona a otra, dependiendo del clima o actividad, pero cada sociedad fija límites en algún punto. Dado que en nuestra época no podemos hablar de recato sexual sin que los puritanos del vicio se desmayen por miedo a que los «teócratas» los arrastren a algún castillo lejano para aterrorizarlos allí con regalos, poesía y cortejo, cambiemos el plano moral.

Analicen las actitudes de gritar o pelear. Estos son actos de agresión no solo contra el oponente sino contra aquellos que están cerca. Nuevamente juzgamos por contextos y convenciones, pero no solo eso. Vociferar en un partido de pelota en general está bien, pero proferir obscenidades o amenazas contra un jugador, entrenador o árbitro no.

Gritar en un torneo de tenis antes del servicio no corresponde, y causará que los echen de las instalaciones. Elevar la voz en una concurrida fiesta al aire libre está permitido. ¿Hacerlo adentro? Es agresivo, grosero, poco amable.

Las peleas de los muchachos en el patio de la escuela son toleradas si se respetan las reglas; pelear adentro no lo es. Cuando están entre las chicas deben moderar su agresividad, hasta la de sus juegos; y eso incluye la charla subida de tono. Hacer lo contrario es decir, «Tengo el control aquí, hago lo que quiero, y al diablo contigo».

Así ocurre también con la vestimenta indecorosa. Una mujer que se viste para mostrar sus formas de manera provocativa está diciendo, «No quiero que me mires a la cara sino a cosas más importantes más abajo», o «Al diablo contigo».

Déjenme ser claro, si veo a una mujer cuyo vestido parece una tira de papel film, que se usa una vez y luego se tira, pensamientos de sexo vienen a la mente de inmediato, que es lo que la mujer desea a menos que sea una tonta. Por lo tanto me controlo y los evito, no quiero pensar esas cosas.

No servirá decir, «No pienses eso». Cada fortaleza humana también revela una debilidad. La sensibilidad de sentimientos de una mujer —sensibilidad sin la cual la raza humana nunca podría haber sobrevivido— también es una tentación si elegimos exactamente la palabra apropiada que más hiere. La inclinación a la dureza de un hombre contra la resistencia persistente del mundo natural —dureza sin la cual la raza humana nunca podría haber sobrevivido— también es una tentación a la violencia.

Debemos vivir unos con otros de la manera que somos. La caridad, la abstención, un reconocimiento honesto de la susceptibilidad de uno al pecado y la consideración por la de los otros, en particular los miembros del sexo opuesto, cuyos sentimientos a veces son bastante diferentes de los nuestros, debería gobernar nuestras elecciones de vestimenta, forma de hablar y conducta física.

dividertop

Agradecimiento

esolenAnthony Esolen. "El recato y la caridad." The Catholic Thing (23 enero, 2018). 

Reimpreso con el permiso de The Catholic Thing. Todos los derechos reservados. Para obtener los derechos de reimpresión, escriba a: info@thecatholicthing.org.  

Sobre El Autor

Esolen6esolen7Anthony Esolen es profesor de inglés en Providence College. Es autor de Reclaiming Catholic Social Teaching, Reflections on the Christian Life, Ten Ways to Destroy the Imagination of Your Child, Ironies of Faith: Laughter at the Heart of Christian Literature, The Politically Incorrect Guide to Western Civilization, y es traductor de varios poemas épicos occidentales, incluyendo On the Nature of Things: de Rerum Natura de Lucretius, Gerusalemme liberata de Tasso y los tres tomos de la Divina Comedia de Dante: Infierno, Purgatorio, y Paraíso. Graduado en Princeton y en la Universidad de Carolina del Norte, Esolen domina el latín, italiano, anglosajón, francés, alemán y griego. Vive en Rhode Island con su esposa Debra y sus dos hijos. Anthony Esolen es miembro del consejo consultivo del Centro de Recursos para la Educación Católica. 

Copyright © 2018 The Catholic Thing
back to top