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La píldora no es buena para las mujeres

  • ERIKA BACHIOCHI

La píldora no ha sido tan buena como se dijo.


pillEl reciente mandato del Departamento de Salud y Servicios Humanos y el subsiguiente debate parece que ha enfrentado los alegatos a favor de la libertad religiosa en contra de la salud femenina. Pero dado que los líderes religiosos (correctamente) se han centrado en la necesidad de una excepción religiosa, podría parecerle a algunos observadores que ellos no son capaces de articular una respuesta razonable y adecuada al criterio de la administración que señala que los anticonceptivos son esenciales para la salud de las mujeres y su bienestar.

La administración Obama también es fuerte en este asunto y por ello es necesario presentar un caso sustantivo: esta revolución de anticonceptivos ha fracasado y no ha logrado ser la bendición que algunos decían que era para la sociedad.

Durante los últimos 50 años, la píldora ha ayudado a las mujeres — especialmente a las universitarias o que tienen una carrera — a postergar los embarazos y el matrimonio. Pero la píldora también apareció en una era de confianza sin precedentes (y como luego se vio, no garantizada) de que el sexo podía buscarse sin riesgos, y más claramente, fuera de relaciones que incluyeran un compromiso a largo plazo.

La píldora, junto con el aborto como “seguro”, apareció para proporcionar total seguridad ante el riesgo de un embarazo. Pero como bien saben los economistas, la seguridad total tiende a generar que se asuma un gran riesgo: ya que la gente percibe el sexo como algo más seguro, lo buscan más. Esto se aplica específicamente a la gente que de otro modo sería la más vulnerable a los riesgos del embarazo no deseado: los jóvenes, los no casados y los que no pueden cuidar de un niño.

Si bien es difícil generar un argumento causal, los datos no tienen un buen augurio a favor de la píldora: el rápido incremento de la actividad sexual en la era de la píldora va de la mano con el incremento de los nacimientos fuera del matrimonio: menos del 5 por ciento de nacimientos en 1960 eran de madres no casadas, comparado al casi 40 por ciento actual. Un resultado contrario a la intuición tal vez, pero uno bastante humano.

Y esto apunta a una dificultad no resuelta con la revolución anticonceptiva que se suponía debía servir por encima de todo a las mujeres: en general las mujeres soportan desproporcionadamente el peso del nuevo régimen sexual. Se espera que se dosifiquen a sí mismas un agente cancerígeno del grupo 1 durante aproximadamente dos tercios de sus años fértiles. Sostienen los costos emocionales del sexo casual. Tienen un mayor riesgo de contraer ETS y, desproporcionadamente, sufren las consecuencias a largo plazo como el cáncer de cuello uterino y la pérdida de la fertilidad. E incluso después de 50 años con la píldora, aproximadamente la mitad de los embarazos son aún no deseados.

Las mujeres, no los hombres, tienen que optar por algo desgarrador como el aborto, asumiendo el trágico saldo pese incluso al apoyo de sus defensores, o tener a un niño con poco o ningún apoyo por parte del padre. Después de todo, dado que los niños han sido dejados fuera de lado por la disponibilidad de la anticoncepción y el aborto, los hombres se han asegurado una sólida justificación para simplemente ignorar o rechazar embarazos que resultan de relaciones sexuales sin compromiso. El premio nobel de economía George Akerlof predijo hace casi dos décadas que esto llevaría directamente a la feminización de la pobreza como tristemente ha sucedido.

La auténtica equidad sexual requiere que los hombres entiendan con sus cuerpos (como lo hacen las mujeres) el potencial procreativo del acto sexual. Y esto es exactamente lo que los métodos de regulación natural de la natalidad hacen.

Estos traumas pasan factura. Un sorprendente artículo de los conocidos economistas Betsey Stevenson y Justin Wolfers documentaba recientemente que la felicidad de las mujeres ha disminuido en relación a la de los hombres desde inicios de los 70’s. Si bien las mujeres solían mostrar una mayor felicidad que los hombres, ahora eso ha disminuido.

Por eso, Stevenson y Wolfers se preguntan “¿Los hombres han obtenido una desproporcionada ganancia de los beneficios del movimiento de las mujeres?” De hecho es una buena pregunta. Uno podría preguntarse si aquello que argumentaban las élites feministas tenía sentido al final de cuentas: ¿Los beneficios de las élites feministas han sido comprados con la moneda de una nueva ética sexual que ha dañado en general a las mujeres?

Contrario a lo que generalmente se cree, la alternativa a la revolución anticonceptiva no es retroceder el avance del reloj en las mujeres, y ciertamente no promover un resultado físico y emocional en el que las mujeres tengan tantos hijos como biológicamente les sea posible. En vez de eso, la alternativa a la anticoncepción es respetar la asimetría biológica, curar las heridas entre los sexos y esperar más de los hombres.

La auténtica equidad sexual requiere que los hombres entiendan con sus cuerpos (como lo hacen las mujeres) el potencial procreativo del acto sexual. Y esto es exactamente lo que los métodos de regulación natural de la natalidad hacen. Al tener relaciones sexuales solo en periodos infértiles cuando no se busca un niño, los hombres aprenden a coordinar sus deseos de intimidad con los ritmos naturales del cuerpo femenino. La profesora feminista y teóloga, Angela Frank, destaca que “(esto) no se oye en una sociedad en la que el deseo masculino parece establecer la guía, especialmente en una cultura de ‘aventuras’. De hecho, tal reorientación del deseo es más revolucionaria que cualquier proyecto feminista”. Los que practican esta aproximación a la planificación familiar señalan que su uso tiende a hacer que los esposos sean más sensibles a las necesidades sexuales y emocionales de sus esposas: una sensibilidad que muchas mujeres han descubierto con muchas ganas.

Y mientras la Iglesia Católica es una promotora líder de la planificación familiar natural, esto no es solamente bueno para las mujeres católicas. Los no católicos descubren cada vez más las ventajas de un método de planificación familiar más orgánico y libre de cuestiones farmacéuticas, como evidencia el éxito de la iniciativa Taking Charge of Your Fertility (Haciéndote cargo de tu fertilidad) de Toni Weschler.

No solo los métodos naturales son más fáciles de usar con la ayuda de monitores de fertilidad, herramientas en línea e incluso aplicaciones (apps), sino que tales métodos ayudan a los médicos adecuadamente formados a detectar exitosamente y tratar el PMS (síndrome premenstrual), el síndrome del ovario poliquístico, la infertilidad y otras condiciones médicas. La práctica fiel de los métodos naturales — una advertencia que se aplica a todos los métodos de planificación familiar — es tan efectiva como la píldora. Y como sus defensores resaltan, no nos referimos aquí al método del ritmo de la abuela.

El movimiento feminista le pidió muy poco a los hombres. Debemos pedirles mucho más. Aunque los líderes religiosos pueden (y deben) lograr el argumento de la objeción de conciencia en sus propios términos, no podemos dudar a la hora de confrontar el alegato espurio de los que administran la salud pública. El sufrimiento que soportan las mujeres y los niños en medio de la revolución anticonceptiva nos debe poner impacientes para mostrar claramente que la enseñanza católica no es contraria a la razón, a la modernidad ni a las mujeres. En realidad es profética, pro-mujer y está a tiempo. 

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Agradecimiento

Erika Bachiochi & Catherine R. Pakaluk. "The Pill Is Not Good for Women" (La píldora no es buena para las mujeres) National Review Online (21 de febrero de 2012).

Publicado con permiso del National Review Online.

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Sobre El Autor

bachiocibachioci1Las publicaciones de Erika Bachiochi incluyen Women, Sexual Asymmetry, Catholic Teaching, (Christian Bioethics, Oxford U, 2013), Embodied Equality: Debunking Equal Protection Arguments for Abortion Rights, (Harvard Journal of Law & Public Policy, 2011), Women, Sex and the Church and The Cost of "Choice": Women Evaluate the Impact of Abortion. Su sitio web está aquí.

Catherine R. Pakaluk es una profesora asistente de Economía en la Ave Maria University y en la Faculty Research Fellow en el Stein Center for Social Research. Tiene un doctorado en Economía de la Universidad de Harvard. 

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