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No hay futuro para una sociedad de individuos centrados en sí mismos

  • EL MONSEñOR CORMAC BURKE

¿Qué valores están enseñándose en los hogares occidentales? ¿Qué debe cambiarse? 


El cambio tiene que empezar entre los jóvenes en su aproximación al matrimonio. La confianza de la vida moderna es ponerse uno mismo en primer lugar y al resto luego. Sin embargo, mientras más uno vive para sí mismo, más solo se haya uno después. No es bueno que un hombre o una mujer estén solos o que busquen compañía de otros egoístas como uno. El hombre necesita construir para otros, para otros a quien pueda amar. Necesita construir un hogar.

La pareja casada que no sale de sí misma y vive cada uno para el otro y para sus hijos, se hundirá en sí misma, cada vez más y más separada en sí misma, y los pocos hijos que puedan tener serán incluso más autorreferenciales e incluso más solitarios. Por eso pocas ambiciones son más noble –para el presente y el futuro– como crear familias auténticas, hogares auténticos, que puedan ser modelo y semilla de un futuro más generoso y feliz.

La base para un hogar que puede crear y transmitir valores positivos

Un verdadero hogar solo puede estar basado en el amor. Y el amor a uno mismo solo es verdadero cuando tiene ideales y es generoso. Una pareja joven a punto de casarse está verdaderamente enamorada si es que comparte ideales: hacer al otro feliz y dar el amor que comparten a sus hijos: la familia que debe nacer de ese amor generoso.

El esposo y la esposa son los primeros que necesitan aprender el amor generoso: el amor que rechaza centrarse en los defectos del otro y que en vez de eso aprende a entender, a perdonar, a pedir perdón. Esa es la única forma en que el amor esponsal puede durar y crecer. La propia experiencia de aprendizaje de los esposos los ayudará a ser maestros buenos y pacientes de ese mismo amor para con los hijos.

El esposo y la esposa son los primeros que necesitan aprender el amor generoso: el amor que rechaza centrarse en los defectos del otro y que en vez de eso aprende a entender, a perdonar, a pedir perdón.

La primera necesidad de todo niño pequeño es la de recibir amor gratuitamente. Si reciben eso, más tarde podrán descubrir que este amor gratuito conllevó esfuerzo y que ellos también deben hacer un esfuerzo similar para superar la natural tendencia a cerrarse sobre sí; y así aprender a amar a sus padres como respuesta, y no solo a sus padres, sino a sus hermanos, a cada uno de ellos de manera especial.

El matrimonio y la familia son la primera escuela natural y la primera materia que se enseña allí es el amor. Los padres tienen que aprenderlo primero y luego ser los principales maestros de sus hijos. Aprender a amar, a crecer gradualmente en el entendimiento mutuo, a perdonar y olvidar, a descubrir que uno no siempre puede tener su propia forma…

Si el hogar es una exigente escuela de amor, los niños aprenderán muchas otras cosas. Un punto especialmente importante hoy es aprender los usos de la libertad. Nuestro tiempo valora muy grandemente la libertad, aunque a pocas personas se les enseña que la primera verdad sobre la libertad es que puede ser ejercida bien o mal, que puede crecer o perderse, que uno no ama verdaderamente la libertad si uno ama solo la propia y no está interesado en la libertad de los otros.

Nuevamente, la familia ofrece la primera introducción natural al misterio de la sexualidad. Allí los hermanos y las hermanas, en una atmósfera que no se ve turbada por la atracción física, gradualmente comienza a experimentar algunas de las más profundas y más humanas diferencias y complementariedades entre los sexos: y eso sirve para apreciar y respetar las distintas forma del ser hombre o mujer.

Nuevamente, sin embargo, solo en la familia es posible aprender que la autoridad puede venir del amor y que la obediencia a la autoridad puede ser un acto de amor.

El Tesoro de los recuerdos de familia

La vida no es solo vivir el presente. Es trabajar para el futuro, para un futuro que pueda durar. Uno necesita esperanza y la esperanza basada en los buenos recuerdos del pasado.

La famosa novela de Dostoyevsky, Los Hermanos Karamazov, termina con las palabras de uno de los tres hermanos, que se dirige a un grupo de jóvenes amigos, luego de la muerte de uno de sus compañeros:

Sabed que no hay nada más noble, más fuerte, más sano y más útil en la vida que un buen recuerdo, sobre todo cuando es un recuerdo de la infancia, del hogar paterno. Se os habla mucho de vuestra instrucción. Pues bien, un recuerdo ejemplar, conservado desde la infancia, es lo que más instruye. El que hace una buena provisión de ellos para su futuro, está salvado. E incluso si conservamos uno solo, este único recuerdo puede ser algún día nuestra salvación. (Epílogo).

Volver a casa

"Alguna vez hubo un camino a casa"; dice una canción de Los Beatles "Golden Slumbers".  Pero hoy, incluso si uno conoce el camino, puede haber quedado un lugar pero de repente nunca un hogar. Pocos, si acaso algunos, queridos recuerdos se quedan de la niñez de uno y de su crianza, y menos aún que pueden sostener la esperanza y la salvación.

La herencia real que deja una buena familia son los recuerdos que genera: las memoria de la bondad de papá y mamá, del lugar en donde uno encontraba refugio, donde uno se sentía comprendido y aprendía a entender a otros, de encontrarse con los hermanos y seguir, de perdonar y ser perdonado… esa es una escuela para la vida.

Nuevamente, sin embargo, solo en la familia es posible aprender que la autoridad puede venir del amor y que la obediencia a la autoridad puede ser un acto de amor.

Los que ya están casados, así como los que quieren casarse, pueden preguntarse a sí mismos una pregunta muy importante: ¿nuestros hijos son o serán realmente agradecidos por lo que reciben de nosotros, sus padres? ¿Le doy o les damos lo mejor de nosotros? Y lo mejor no es comodidad ni dinero ni prospectos de trabajo, sino el amor. El amor en las cosas constantes y pequeñas que construyen la vida familiar y que, más tarde, hará que los recuerdos nos hagan seguir adelante.

Hay una familia numerosa, concretamente en el oeste, a la que conozco hace mucho tiempo. Una familia rica en hijos y muy rica en amor. Hace unos años la madre murió y todos estuvieron en el funeral. Luego de su entierro el padre y los hijos de reunieron en la casa familiar y recordaron juntos el pasado que cada uno tenía con ella. El padre me dijo luego que nadie ajeno a ellos podría haberse imaginado la tremenda pérdida que acababan de sufrir porque la atmósfera era de alegría – aunque a veces se mezclaba con lágrimas. Alegría y lágrimas de gratitud. Esa es riqueza, ¡esa es herencia! La pena y las lágrimas pasan, la alegría se queda. Y si con el paso de los años los recuerdos generan algunas lágrimas, serán lágrimas de una alegría que no se ha olvidado.

Allí está la raíz y la promesa de la fidelidad. Tal vez tal vez aún tengamos que aprender de una de las enseñanzas más importantes de Cristo: “Es mejor dar que recibir”. Además, al dar, uno recibe: así es como la verdadera felicidad empieza aquí y llega luego a su plenitud.

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Agradecimiento

burke1 Mons. Cormac Burke. "There is no future for a society of self-absorbed individuals." Mercatornet (15 octubre 2014).

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Publicado por MercatorNet.com y Mons. Cormac Burke. Solo puede descargar e imprimir extractos de este artículo para su uso personal y no comercial. Contáctese con nosotros si desea considerar una nueva publicación. Lea el artículo original here. 

Sobre El Autor

BurkeEl monseñor Cormac Burke, un ex abogado de derecho civil irlandés, se ordenó sacerdote en la Prelatura del Opus Dei en el año 1955. Tras 30 años de trabajo pastoral en África, los Estados Unidos e Inglaterra, fue designado como juez de la corte suprema de la Iglesia, la Rota Romana (1986-1999). Luego de retirarse, regresó a Nairobi, Kenia, donde continúa enseñando y escribiendo. Su libro más reciente fue The Theology of Marriage: Personalism, Doctrine and Canon Law. Su sitio web es www.cormacburke.or.ke.

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