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La verdad sobre la Inquisición española

  • THOMAS F. MADDEN

Por ser profesional y eficiente, la Inquisición española llevó muy buenos registros.


spainEstos documentos son una mina de oro para los historiadores modernos que se sumergieron con avidez en ellos. Hasta aquí, los frutos de dicha investigación sólo dejaron sumamente claro que el mito de la Inquisición española no tuvo nada que ver con lo que realmente fue.

La escena es una habitación sencilla con una puerta a la izquierda. Un agradable joven, plagado de preguntas tediosas e irrelevantes, exclama en tono frustrado, "No esperaba encontrarme a la Inquisición española." De repente, la puerta se abre y aparece el Cardenal Ximinez acompañado del Cardenal Fang y del Cardenal Biggles. "¡Nadie espera encontrarse a la Inquisición española!" Grita Ximinez. "Nuestra principal arma es la sorpresa... sorpresa y miedo... miedo y sorpresa... Nuestras dos armas principales son la sorpresa y el miedo... y una eficacia despiadada...  Nuestras tres armas son el miedo, la sorpresa y una eficacia despiadada... y una devoción casi fanática por el Papa...  Nuestras cuatro... no... Entre nuestras armas... entre nuestro armamento... hay elementos como el miedo, la sorpresa...  Volveré a entrar."

Sólo quien haya vivido en una cueva durante los últimos 30 años no reconocería esta famosa escena de los Monty Python Flying Circus. En este sketch, tres inquisidores ineptos vestidos de rojo torturan a sus víctimas con instrumentos tales como almohadas y cómodas sillas. Resulta muy gracioso porque la audiencia sabe muy bien que la Inquisición española no fue inepta ni agradable, sino más bien despiadada, intolerante y mortífera. No necesitamos haber leído El pozo y el péndulo de Edgar Allan Poe para saber de las oscuras mazmorras, los clérigos sádicos y las torturas atroces de la Inquisición española. El potro, la dama de hierro y las hogueras en las que la Iglesia Católica arrojaba a sus enemigos por millones: todos ellos son íconos conocidos de la Inquisición española firmemente establecidos en nuestra cultura.

La imagen de la Inquisición española es útil para los que tienen poco amor por la Iglesia Católica. Los que quieran sacudir a la Iglesia por la cabeza y los hombros no se demorarán en agarrarse de dos de sus clubes favoritos: las Cruzadas y la Inquisición española. Hemos hablado de las Cruzadas en una edición anterior de Crisis (ver "The Real History of the Crusades," abril de 2002). Ahora veamos el otro club.

Para entender la Inquisición española, que comenzó hacia fines del siglo XV, debemos echar un vistazo a su predecesora, la Inquisición medieval. Antes de hacerlo, sin embargo, vale la pena resaltar que el mundo medieval no era el mundo moderno. Para las personas del medioevo, la religión no se limitaba sólo a lo que uno hacía en la iglesia, sino que era su ciencia, su filosofía, su política, su identidad y su esperanza de salvación. No era una preferencia personal, sino una verdad duradera y universal. La herejía, entonces, golpeaba en el corazón de esa verdad, condenaba a los heréticos, ponía en peligro a los que la escuchaba y destrozaba la estructura de la comunidad. Los europeos medievales no eran los únicos que tenían esta visión, sino que también la compartían numerosas culturas en todo el mundo. La práctica moderna de la tolerancia religiosa universal es en sí misma bastante nueva y única de Occidente.

Los líderes seculares y eclesiásticos de la Europa medieval abordaban el tema de la herejía de diferentes maneras. La ley romana equiparaba la herejía a la traición. ¿Por qué? Dado que la realeza era de origen divino, la herejía se consideraba como un desafío inherente a la autoridad del rey. Los herejes dividían a las personas, provocando disturbios y rebelión. Ningún cristiano dudaba de que Dios castigara a las comunidades que permitían que la herejía se arraigara y diseminara. Los reyes y plebeyos, entonces, tenían un buen motivo para perseguir y destruir a los herejes donde fuera que los encontraran: y lo hicieron con gusto.Uno de los mitos más perdurables de la Inquisición es que se trató de una herramienta de opresión que una Iglesia ávida de poder impuso sobre europeos reacios. Esta afirmación no puede ser más desacertada. La verdad es que la Inquisición trajo orden, justicia y compasión para combatir la desenfrenada persecución secular y popular de los herejes. Cuando los habitantes de un pueblo atrapaban a un sospechoso de herejía y lo llevaban ante el señor local, ¿cómo debía juzgárselo? ¿Cómo podía un laico ignorante determinar si las creencias del acusado eran heréticas o no? Y ¿cómo debían escucharse y evaluarse los dichos de los testigos?

Desde la perspectiva de las autoridades seculares, los herejes traicionaban a Dios y al rey, y por ende merecían la muerte. Sin embargo, desde el punto de vista de la Iglesia, los herejes eran ovejas perdidas que se apartaban del rebaño.

La Inquisición medieval comenzó en 1184 cuando el Papa Lucio III envió una lista de herejías a los obispos de Europa y les ordenó que tomaran un rol activo para determinar si las personas acusadas de herejía eran realmente culpables. En vez de confiar en los tribunales laicos, en los señores locales o tan sólo en las masas populares, los obispos debían asegurarse de que las personas acusadas de herejía en sus diócesis fueran sometidas a la evaluación de clérigos entendidos, aplicando las leyes Romanas sobre prueba. En otras palabras, debían "inquirir", y de ahí el término de "Inquisición".

Desde la perspectiva de las autoridades seculares, los herejes traicionaban a Dios y al rey, y por ende merecían la muerte. Sin embargo, desde el punto de vista de la Iglesia, los herejes eran ovejas perdidas que se apartaban del rebaño. Como pastores, el Papa y los obispos tenían el deber de lograr que dichas ovejas regresaran al rebaño, tal como el Buen Pastor les había ordenado. Entonces, mientras los líderes seculares medievales intentaban proteger a sus reinos, la Iglesia intentaba salvar almas. La Inquisición sirvió de medio para que los herejes escaparan de la muerte y regresaran a la comunidad.

Muchas personas acusadas de herejía por la Inquisición medieval fueron absueltas o muchas de sus sentencias quedaron suspendidas. Se les permitía a las personas declaradas culpables de error grave que confesaran su pecado, hicieran penitencia y regresaran al Cuerpo de Cristo. La hipótesis subyacente de la Inquisición era que, como sucede con las ovejas perdidas, los herejes simplemente se habían apartado del buen camino. Sin embargo, si un inquisidor determinaba que una oveja en particular se había apartado deliberadamente por hostilidad hacia el rebaño, no quedaba más que hacer. Los herejes obstinados o que no se arrepentían eran excomulgados y entregados a las autoridades seculares. Sin perjuicio del mito popular, la Iglesia no quemaba a los herejes. Eran las autoridades seculares las que sostenían que la herejía debía castigarse con pena de muerte. El simple hecho es que la Inquisición medieval salvó a incontables cantidades de personas inocentes (e incluso a otras que no lo eran tanto) que de otro modo hubieran sido arrojados a la hoguera por mandato de los señores seculares o según el régimen de las masas populares.

En la medida que crecía el poder de los papas medievales, también lo hacía la extensión y sofisticación de la Inquisición. La introducción de franciscanos y dominicos a principios del siglo XIII dotó al papado de grupos de religiosos que querían dedicar sus vidas a la salvación del mundo. Dado que la orden de los dominicos se había creado para debatir con herejes y proclamar la fe católica, sus religiosos tomaron un rol especialmente activo en la Inquisición. Cumpliendo con los códigos legales más progresistas de aquella época, la Iglesia del siglo XIII formó tribunales inquisitorios que respondían a Roma, más que a los obispos locales. Para garantizar justicia y uniformidad, se redactaron manuales para los funcionarios de la Inquisición. Bernard Gui, más conocido hoy en día como el inquisidor fanático y malvado de El Nombre de la Rosa, redactó un manual bastante influyente. No existen motivos para pensar que Gui fuera algo parecido al personaje de la ficción.

En el siglo XIV, la Inquisición representaba las mejores prácticas legales disponibles. Los funcionarios de la Inquisición fueron especialistas que estudiaron leyes y teología en la universidad. Los procedimientos fueron similares a los que se emplearon en las inquisiciones seculares (hoy día las llamamos "investigaciones", pero se trata del mismo término).

El poder de la monarquía disminuyó radicalmente hacia fines de la Edad Media. Los gobernantes seculares respaldaron enérgicamente a la Inquisición porque la vieron como una herramienta eficiente para asegurar la salud religiosa de sus reinos. En todo caso, los monarcas criticaban a la Inquisición por ser demasiado indulgentes con los herejes. Tal como sucedía en otras áreas de control eclesiástico, al final de la Edad Media, las autoridades seculares comenzaron a hacerse cargo de la Inquisición, quitándole la supervisión del Papa. En Francia, por ejemplo, los funcionarios de la corte con la ayuda de los jurisconsultos de la Universidad de París asumieron el control de la Inquisición francesa. Los reyes lo justificaron en la creencia de que sabían mucho mejor cómo ocuparse de la herejía en sus propios reinos que como lo haría un papa desde un lugar lejano.Esta dinámica ayudó a formar la Inquisición española, pero también hubo otras. España fue en muchos sentidos bastante diferente al resto de Europa. La península ibérica, conquistada por la yihad musulmana en el siglo XVIII, era un centro de guerras casi constantes. Dado que los límites entre reinos musulmanes y cristianos cambiaban constantemente en el transcurso de los siglos, a los gobernantes les convenía tener un buen grado de tolerancia con otras religiones. La capacidad de los musulmanes, cristianos y judíos de lograr una convivencia fue bastante fuera de lo común en la Edad Media. En efecto, España fue el lugar más diverso y tolerante en la Europa del medioevo. Inglaterra expulsó a todos los judíos en 1290. Francia hizo lo mismo en 1306. Mientras que en España, los judíos escalaron a todos los niveles de la sociedad.

Los judíos de España no tenían nada que temer de la Inquisición española.

Pero tal vez fue inevitable que las olas anti-semitas que azotaban a la Europa medieval finalmente encontraran un camino para ingresar en España. La envidia, la codicia y la credulidad aumentaron las tensiones entre cristianos y judíos en el siglo XIV. Durante el verano de 1391, turbas urbanas irrumpieron en los barrios judíos de Barcelona y otras ciudades, atraparon a los judíos y les dieron la opción de bautizarse o morir. La mayoría de ellos recibió el bautismo. Luego, el rey de Aragón, que hizo lo que pudo para detener los ataques, les recordó a sus súbditos la doctrina bien arraigada de la Iglesia que sostiene que los bautismos forzados no valen. Decretó que todos los judíos que aceptaron el bautismo para evitar la muerte podían retomar su religión.

Pero la mayoría de estos nuevos conversos decidió seguir siendo católica. Ello se debió a muchos motivos. Algunos creyeron que por la apostasía en que incurrieron eran indignos de ser judíos.  Otros tenían miedo de que al regresar al judaísmo quedaran en una posición de vulnerabilidad ante futuros ataques. Algunos otros consideraron al bautismo como una forma de evitar cada vez más restricciones e impuestos gravados a los judíos. Con el transcurso del tiempo, los conversos se asentaron en su nueva religión volviéndose tan piadosos como otros católicos. Sus hijos fueron bautizados al nacer y criados como católicos, pero quedaron en una tiniebla cultural. A pesar de ser cristianos, muchos conversos todavía hablaban, vestían y comían como judíos. Muchos siguieron viviendo en barrios judíos para estar cerca de sus parientes. La aparición de conversos tuvo el efecto de cristianizar el judaísmo español. Esto a su vez trajo aparejada una corriente constante de conversiones voluntarias al catolicismo.En 1414, en Tortosa, hubo un debate entre líderes cristianos y judíos en el que estuvo presente el Papa Benedicto XIII. Por el lado del cristianismo, estuvo el médico del Papa, Jerónimo de Santa Fe que se había convertido del judaísmo poco tiempo atrás. El debate provocó una nueva ola de conversiones voluntarias. Sólo en Aragón, 3.000 judíos recibieron el bautismo. Todo ello trajo como consecuencia mucha tensión entre los que continuaban siendo judíos y los que se convirtieron en católicos. Luego del año 1391, los rabinos españoles consideraban que los conversos eran judíos por haber sido forzados a recibir el bautismo. Sin embargo, en el año 1414, los rabinos insistieron en varias oportunidades que los conversos eran verdaderos cristianos ya que habían dejado el judaísmo en forma voluntaria.

A mediados del siglo XV, surgió una nueva cultura de conversos en España: judíos en términos de raza y cultura, pero católicos en cuanto a la religión. Tanto los conversos como sus descendientes estaban muy orgullosos de esa cultura. Algunos incluso aseguraban que eran mejores que los "antiguos cristianos", dado que al ser judíos tenían una relación de consanguinidad con el mismo Jesucristo. Cuando el obispo converso de Burgos, Alonso de Cartagena, rezaba el Ave María decía con orgullo: "Santa María, Madre de Dios y mi pariente por consanguinidad, ruega por nosotros pecadores..."

La expansión de las riquezas y el poder de los conversos en España provocaron una violenta reacción, particularmente entre los antiguos cristianos aristocráticos y de clase media. Les molestaba la arrogancia de los conversos y envidiaban sus éxitos. Se escribieron varios panfletos demostrando que prácticamente todas las líneas de sangre de la nobleza en España fueron infiltradas por conversos. Abundaban las teorías de conspiraciones antisemitas. Se decía que los conversos eran parte de una conspiración armada por los judíos para dominar la nobleza española y la Iglesia católica, destruyéndolas desde su interior. Los conversos, según esta lógica, no eran verdaderos cristianos sino judíos secretos.

Los historiadores modernos han demostrado definitivamente que, como todas las teorías de conspiración, ésta es un producto de la pura imaginación. La amplia mayoría de los conversos eran buenos católicos que simplemente se enorgullecían de su ascendencia judía. Es sorprendente que muchos autores modernos, incluso muchos autores judíos, hayan abrazado estas fantasías antisemitas. Se suele escuchar hoy en día que los conversos en verdad eran judíos secretos que luchaban por mantener su fe oculta bajo la tiranía del catolicismo. Incluso el diccionario "American Heritage" define al converso como "un judío español o portugués que se convirtió en apariencia al cristianismo a fines de la Edad Media para evitar la persecución o expulsión, si bien en muchos casos continuaban practicando el judaísmo en secreto." Esto es simplemente falso.

Sixto ordenó que los obispos asumieran un rol directo en los futuros tribunales. Debían asegurarse de que se respetaran las normas de justicia arraigadas en la Iglesia. Los acusados debían tener asesoramiento legal y el derecho de apelar sus casos en Roma.

Pero las constantes denuncias lograron convencer al Rey Fernando y a la Reina Isabel de que al menos debía investigarse el asunto de los judíos secretos. En respuesta a esta solicitud, el 1° de noviembre de 1478, el Papa Sixto IV emitió una bula en la que permitía a la corona constituir un tribunal inquisitorio compuesto de dos o tres sacerdotes mayores de 40 años. Tal como era la costumbre en ese momento, los monarcas tendrían plena autoridad sobre los inquisidores y la inquisición. Fernando, que tenía muchos judíos y conversos en su corte, no estaba demasiado entusiasmado con todo esto al principio. Pasaron dos años antes de que finalmente designara a dos hombres. Así comenzó la Inquisición española.Parece que el rey Fernando creía que no se descubrirían muchas cosas con estas investigaciones. Estaba equivocado. Estalló un polvorín de resentimiento y odio en toda España cuando los enemigos de los conversos - tanto cristianos como judíos – empezaron a salir de quién sabe donde para denunciarlos. Los ajustes de cuenta y el oportunismo fueron los principales motivadores. Sin embargo, la mera magnitud de las acusaciones abrumó a los inquisidores. Pidieron y les ofrecieron más asistentes, pero cuanto más crecía la Inquisición, más denuncias recibían. Al final, incluso Fernando se convenció de que el problema con los judíos secretos era real.

En estos inicios de la Inquisición española, los antiguos cristianos y judíos utilizaban a los tribunales como un arma contra sus enemigos conversos. Como el único fin de la Inquisición era investigar a los conversos, los antiguos cristianos estaban a salvo. Su fidelidad al credo católico no era objeto de investigación (a pesar de que estaba lejos de ser pura). En cuanto a los judíos, eran inmunes a la Inquisición. Debe recordarse que el objeto de la Inquisición era encontrar y corregir a la oveja perdida que se había separado del rebaño del Señor. No tenía jurisdicción sobre otros rebaños. A los que conocen la historia a través de la película de Mel Brooks "La loca historia del mundo, Parte I", tal vez les sorprenda saber que los judíos que soportan diversas torturas en las mazmorras de la Inquisición española no son más que producto de la fértil imaginación de Brooks. Los judíos de España no tenían motivos para temer a la Inquisición española.

En los primeros años en los que la Inquisición se expandió tan rápidamente, hubo muchos abusos y mucha confusión. La mayoría de los conversos acusados quedaba absuelta, pero no todos. Las tan publicitadas quemas –a menudo debido a testimonios que eran a todas luces falsos– asustaban, con toda razón, a los demás conversos. Los que tenían enemigos huían de sus ciudades antes de que fueran denunciados. Por cualquier lado que mirasen, los inquisidores encontraban más acusadores. Cuando la Inquisición se expandió a Aragón, la histeria alcanzó niveles sin precedentes. El Papa Sixto IV intentó ponerle fin a todo esto. El 18 de abril de 1482 escribió lo siguiente a los obispos de España:

En Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña la Inquisición lleva tiempo actuando no por celo de la fe y la salvación de las almas, sino por la codicia de la riqueza, y muchos verdaderos y fieles cristianos, por culpa del testimonio de enemigos, rivales, esclavos y otras personas bajas y aún menos apropiadas, sin pruebas de ninguna clase, han sido encerradas en prisiones seculares, torturadas y condenadas como herejes relapsos, privadas de sus bienes y propiedades, y entregadas al brazo secular para ser ejecutadas, con peligro de sus almas, dando un ejemplo pernicioso y causando escándalo a muchos.

Sixto ordenó que los obispos asumieran un rol directo en los futuros tribunales. Debían asegurarse de que se respetaran las normas de justicia arraigadas en la Iglesia. Los acusados debían tener asesoramiento legal y el derecho de apelar sus casos en Roma.En la Edad Media, las órdenes del Papa se habrían obedecido. Pero esos días quedaron atrás. El rey Fernando se indignó cuando se enteró de la carta y le escribió a Sixto sugiriendo abiertamente que había sido sobornado con el oro de los conversos:

Me han contado cosas, Santo Padre, que, de ser ciertas, sin duda merecerían el mayor de los asombros... Sin embargo, yo no he dado crédito a esos rumores, porque parecen cosas que de ningún modo habrían sido concedidas por Su Santidad, quien tiene un deber para con la Inquisición. Por si acaso hubieran sido hechas concesiones por la persistente y astuta persuasión de los citados conversos, no pienso permitir jamás que surtan efecto. Tenga cuidado por lo tanto de no permitir que el asunto vaya más lejos, y de revocar toda concesión, encomendándonos el cuidado de esta cuestión.

Ese fue el fin del rol del papado en la Inquisición española. De ahí en más, pasaría a ser un brazo de la monarquía española separado de la autoridad eclesiástica. Es raro entonces que se suela caracterizar hoy en día a la Inquisición española como uno de los grandes pecados de la Iglesia católica. La Iglesia católica, como institución, tenía muy poco que ver con ella.En 1483, Fernando designó a Tomás de Torquemada como el inquisidor general de casi toda España. La tarea de Torquemada consistía en establecer las normas de prueba y procedimiento para la Inquisición como así también instalar sucursales en las ciudades más importantes. Sixto confirmó la designación con la esperanza de que pudiera traer orden a la situación.

Desafortunadamente, el problema solamente se agravó. Ello fue el resultado directo de los métodos que la Inquisición española utilizaba en sus comienzos, que se apartaban considerablemente de las normas de la Iglesia. Cuando los inquisidores llegaban a un área en particular, anunciaban un edicto de gracia. Se trataba de un período de 30 días durante el cual los judíos secretos podían presentarse voluntariamente, confesar sus pecados y hacer penitencia. También servía para que aquellos que tuvieran información sobre cristianos que practicaban el judaísmo en secreto se la hicieran saber al tribunal. Los declarados culpables después de 30 días podían ser quemados en la hoguera.

No hay dudas de que la aparición de la Inquisición hizo que los conversos se mantuvieran enfocados. Solían tener muchos enemigos y a cualquiera de ellos podría ocurrírsele levantar falso testimonio contra ellos. O tal vez, ¿serían sus prácticas culturales suficientes como para condenarlos? ¿Quién sabía eso? Por consiguiente, la mayoría de los conversos huyó o se presentó para confesar. Los que no optaron por ninguna de esas conductas, se aventuraron a una investigación en la que cualquier tipo de rumor o prueba, sin importar cuán antigua o sospechosa fuera, era aceptable.

La oposición en la jerarquía de la Iglesia católica a la Inquisición española fue aumentando. Muchos clérigos sostuvieron que la quema sin instrucción en la fe iba en contra de todas las prácticas aceptadas para herejes. Si los conversos eran culpables, no se trataba de herejía intencional sino más bien de pura ignorancia. Muchos clérigos de la más alta jerarquía presentaron sus quejas ante Fernando. La oposición a la Inquisición española también continuó en Roma. El sucesor de Sixto, Inocente VIII, le escribió dos veces al rey pidiéndole una mayor compasión, piedad e indulgencia para con los conversos, pero todo fue en vano.

A medida que la Inquisición española tomaba impulso, las personas  involucradas en la misma estaban cada vez más convencidas de que los judíos de España no cesaban de tentar a los conversos para que volvieran a sus antiguas creencias. Fue una idea tonta, no más real que las teorías de conspiración que se mencionaron más arriba. Pero Fernando e Isabel estaban bajo esa influencia. Ambos monarcas tenían amigos y confidentes judíos, pero también sintieron que su deber para con sus súbditos católicos los obligaba a eliminar el peligro. A comienzos de 1482, expulsaron a los judíos de áreas específicas en las que los problemas parecían más graves. Durante la década siguiente, sin embargo, los presionaron cada vez más para que eliminaran la presunta amenaza. Sostenían que la Inquisición española nunca lograría que los conversos volvieran al redil mientras los judíos debilitaban su trabajo. Finalmente, el 31 de marzo de 1492 los reyes emitieron un edicto expulsando a los judíos de España.

Fernando e Isabel tenían la esperanza de que su edicto produjera la conversión de la mayoría de los judíos que quedaban en su reino. No estuvieron para nada desacertados. Muchos judíos de alta posición, inclusive los que formaban parte de la corte real, aceptaron el bautismo de inmediato. En 1492, la población judía de España alcanzó cerca de 80.000 almas. Cerca de la mitad recibieron el bautismo, con lo que conservaron sus bienes y sustentos. El resto partió, pero muchos de ellos al final regresaron a España, en donde recibieron el bautismo y recuperaron sus bienes. En lo que respecta a la Inquisición española, la expulsión de los judíos trajo aparejado un mayor volumen de casos de conversos.

Los primeros 15 años de la Inquisición española, bajo la dirección de Torquemada, fueron los más mortíferos. Aproximadamente 2.000 conversos murieron en la hoguera. En 1500, sin embargo, la histeria se calmó. El sucesor de Torquemada, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo, trabajó mucho para reformar la Inquisición, quitando las manzanas podridas y reformando los procedimientos. Cada tribunal estuvo integrado por dos inquisidores dominicos, un asesor legal, un agente de policía, un fiscal y una gran cantidad de asistentes. Excepto los dos dominicos, todos eran funcionarios laicos de la corte. La Inquisición española se financiaba por medio de confiscaciones, pero que no fueron frecuentes ni sustanciosas. De hecho, incluso en su pico, la Inquisición siempre se financió con lo justo.

Luego de las reformas, la Inquisición española tuvo muy pocas críticas. Estuvo integrada por profesionales instruidos en derecho y fue uno de los cuerpos judiciales más eficientes y compasivos de Europa. No hubo ningún otro tribunal importante en Europa que haya ejecutado a menos personas que la Inquisición española. Esta era una época en que, después de todo, dañar un arbusto en un jardín público de Londres acarrearía la pena de muerte. En toda Europa, las ejecuciones eran cosa de todos los días, pero ello no sucedía con la Inquisición española. En sus 350 años de vida, sólo cerca de 4.000 personas murieron en la hoguera. Debemos compararlo con la caza de brujas que se desató en el resto de la Europa católica y protestante, en la que 60.000 personas, la mayoría de ellas mujeres, fueron calcinadas. España quedó exenta de esta histeria porque fue precisamente la Inquisición española la que la detuvo en el límite. Cuando aparecieron las primeras acusaciones de brujería en el norte de España, la Inquisición envió a su gente para investigar. Estos especialistas jurídicos no hallaron pruebas creíbles de aquelarres, magia negra o quema de bebés. También se dieron cuenta de que quienes confesaban hacer hechicerías tenían una curiosa incapacidad de volar por los ojos de las cerraduras. Al mismo tiempo que los europeos arrojaban mujeres a hogueras en forma desenfrenada, la Inquisición española le daba un portazo a esta locura. (Que conste que la Inquisición romana tampoco dejó que esta manía de las brujas infectara Italia).

¿Qué hay de las oscuras mazmorras y de las cámaras de tortura? La Inquisición española tenía cárceles, desde luego. Pero no eran particularmente oscuras ni parecidas a las mazmorras. De hecho, en lo que respecta a las prisiones, muchos las consideraban las mejores de Europa. Hubo incluso instancias en las que los reos en España blasfemaban a propósito para que los trasladaran a las prisiones de la Inquisición. La Inquisición española utilizaba medios de tortura como todos los tribunales de Europa, pero la aplicó en muchas menos oportunidades que los demás. Los investigadores modernos descubrieron que la Inquisición española aplicó tortura en sólo el 2 por ciento de los casos. Cada instancia de tortura se limitaba a un máximo de 15 minutos. En sólo un uno por ciento de los casos, se torturó al reo dos veces, pero nunca se llegó a torturarlo tres veces.La conclusión inevitable es que, según los estándares de la época, la Inquisición española era positivamente progresista. De este modo la consideraron la mayoría de los europeos hasta 1530. Fue en ese entonces que la Inquisición española desvió su atención de los conversos a la nueva Reforma Protestante. Los españoles y sus monarcas estaban empeñados en que el protestantismo no se infiltrara en su país como lo hizo en Alemania y Francia. Los métodos de la Inquisición no cambiaron. Las ejecuciones y torturas continuaban siendo poco frecuentes, pero su nuevo objetivo cambiaría su imagen para siempre.

Los investigadores modernos descubrieron que la Inquisición española aplicó tortura en sólo el 2 por ciento de los casos. Cada instancia de tortura se limitaba a un máximo de 15 minutos. En sólo un uno por ciento de los casos, se torturó al reo dos veces, pero nunca se llegó a torturarlo tres veces.

A mediados del siglo XVI, España era el país más rico y poderoso de Europa. El rey Felipe II se consideraba a sí mismo y a sus compatriotas como fieles defensores de la Iglesia católica. Las áreas protestantes de Europa, entre las que se incluyen los Países Bajos, el norte de Alemania e Inglaterra, eran menos ricas y menos poderosas, pero tenían una nueva y potente arma: la prensa. A pesar de que los españoles vencieron a los protestantes en el campo de batalla, perderían en la guerra propagandística. Estos fueron los años en que se forjó la famosa "Leyenda negra española". Las prensas del norte diseminaron numerosos libros y panfletos acusando al imperio español de depravación inhumana y atrocidades horribles en el Nuevo Mundo. La España de la opulencia era casta como un lugar de oscuridad, ignorancia y maldad. A pesar de que los historiadores modernos descartaron la Leyenda negra mucho tiempo atrás, aún continúa vigente hoy en día. Rápido: Piensen en un buen conquistador.

La propaganda protestante que apuntó contra la Inquisición española se inspiró en una interpretación libre de la Leyenda negra, pero también se valía de otras fuentes. Desde los comienzos de la Reforma, los protestantes tuvieron dificultad en explicar la brecha de quince siglos entre la institución de la Iglesia de Cristo y la fundación de las iglesias protestantes. Los católicos observaron este problema con toda naturalidad, acusando a los protestantes de haber creado una nueva iglesia separada de la de Cristo. Los protestantes replicaron que su iglesia fue la misma que creó Cristo, pero que la Iglesia católica se encargó de hacerla pasar a la clandestinidad. Así, del mismo modo que el Imperio romano persiguió a los cristianos, su sucesora la Iglesia católica romana continuó persiguiéndolos en toda la Edad Media. Sin embargo, vale destacar que no hubo protestantes en la Edad Media, si bien los autores protestantes los encuadran de todos modos bajo la forma de distintas herejías medievales. (Eran clandestinas después de todo). 

Vista así, la Inquisición medieval no fue más que un intento de destruir a la iglesia verdadera y oculta. La Inquisición española, aún activa y sumamente eficiente en mantener a los protestantes fuera de España, fue para los escritores protestantes meramente la última versión de esta persecución. Mézclenla libremente con la Leyenda negra y tendrán todo lo que se necesita para reproducir folleto por folleto la historia de la horrible y cruel Inquisición española. Y eso es lo que hicieron.

Los españoles amaron a su Inquisición. Por eso duró tanto tiempo. Se mantuvo alerta frente al error y la herejía, protegiendo la fe de España y asegurándose del favor de Dios, pero el mundo estaba cambiando. Con el tiempo, el imperio de España fue perdiendo fuerza. La riqueza y el poder pasaron al norte, en particular a Francia e Inglaterra. Hacia fines del siglo XVII, las cafeterías y los salones de Europa rebosaban de nuevas ideas sobre tolerancia religiosa. Las Inquisiciones, tanto la católica como la protestante, se debilitaron. Los españoles la siguieron conservando con terquedad y por ese motivo fueron ridiculizados. Los filósofos franceses, tales como Voltaire, consideraron a España como un modelo de la Edad Media: débil, bárbara, supersticiosa. La Inquisición española, ya caracterizada como una herramienta sanguinaria de persecución religiosa, fue ridiculizada por los pensadores de la Ilustración al considerarla como un arma brutal de intolerancia e ignorancia. Se construyó una nueva y ficticia Inquisición española, diseñada por los enemigos de España y de la Iglesia católica.

Por ser profesional y eficiente, la Inquisición española llevó muy buenos registros. Los grandes archivos están repletos de registros. Como estos documentos se mantuvieron en secreto, no existieron motivos para que los escribientes hicieran otra cosa que asentar en forma precisa todos y cada uno de los actos de la Inquisición. Son una mina de oro para los historiadores modernos que se sumergieron con avidez en ellos. Hasta ahora, los frutos de dicha investigación sólo dejaron bien en claro que el mito de la Inquisición española no tuvo nada que ver con lo que realmente fue.

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Agradecimiento

Thomas F. Madden. "The Truth about the Spanish Inquisition." Crisis (octubre de 2003).

Este artículo se reproduce con el permiso de Morley Institute, una organización educativa sin fines de lucro.

Sobre El Autor

maddenmadden1Thomas F. Madden es profesor adjunto y jefe de cátedra del Departamento de Historia de Saint Louis University en St. Louis, Missouri. Es autor de Enrico Dandolo and the Rise of Venice, A Concise History of the Crusades, The Crusades: The Essential Readings, y coautor de The Fourth Crusade

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