¿Preocupado por el dinero?

Se dice que la gente educada nunca debe discutir sobre dinero, sexo o religión. A mí me parece que el dinero, el sexo y la religión son los únicos tres temas interesantes. Tal vez por eso la gente educada suele ser tan aburrida.

Me descubrí preocupado por el dinero el otro día. Tengo el privilegio de ser párroco de una de las parroquias más pobres y pequeñas de la ciudad. Estamos en un área en la que el tema demográfico y socio-económico es complicado. Estamos tratando de construir una iglesia espléndida. Nuestras escuelas tienen 50 años y ya comienzan a hacer agua. Los edificios que tenemos son usados por encima de su capacidad y trabajamos con la mitad del presupuesto y del personal que realmente necesitamos. Entonces a veces el dinero me preocupa.

Pero, como solía decir mi maestro en la escuela de los domingos, "¿Para qué preocuparse si podemos rezar?" Rezar por los problemas de dinero en realidad ayuda a salir de ellos. Primero, porque el rezar uno comienza a discernir mejor las cosas de la vida y así se entiende mejor para qué es el dinero. Al rezar uno entiende las prioridades y así uno puede gastarlo en lo que debe gastarse.

Rezar por las preocupaciones del dinero también ayuda porque uno comienza a darse cuenta para qué es el dinero. No es para comprar más juguetes y baratijas. El dinero se te da para ser un buen administrador. Por eso lo primero que haces con el dinero es dar el diezmo. Sí, eso antes que nada: antes de los impuestos, antes de la hipoteca, antes de los víveres uno debe darle el diezmo a Dios.

Cuando ofreces tu diezmo le dices a tu dinero quien manda. Les dices a tu dinero "yo mando y para probarlo te estoy entregando. No me aferro a ti porque si me aferro a ti te aferras a mí y me esclavizas". Voy a ser libre financieramente y para alcanzar esa meta voy a dar y voy a vivir sacrificadamente. ¡Uf! ¡Intenta hacer eso alguna vez! Experimenta la emoción de escribir un cheque en serio por mil o cien o 10 mil o 10 millones de dólares, lo que signifique plata en serio para ti.

Algunas personas dicen que el diezmo es el 10 por ciento. No estoy a favor de una tasa fija. Algunas personas solo pueden dar el 5 por ciento o menos. Otros pueden dar mucho más de diez. Cuando era chico y era evangélico, recuerdo que la gente hablaba de un millonario que hacía toneladas de dinero haciendo excavadoras. Mientras vivió fue criticado por su vida de lujos. Cuando murió todos supimos que donaba el 90 por ciento de sus ingresos y que vivía como un príncipe con el otro 10 por ciento. Por eso no debemos juzgar ni exigir un porcentaje fijo, sino alentar a los fieles a dar generosamente y a diezmar una cantidad determinada.

"Yo mando y para probarlo te estoy entregando. No me aferro a ti porque si me aferro a ti te aferras a mí. Me esclavizas".

El segundo principio para la paz financiera y la prosperidad es gastar el dinero en personas y no en cosas. Comprarle regalos a otras personas: no a uno mismo. Invertir en cosas de caridad. Invertir en educación católica. Invertir en tus hijos y tu familia. Sacar a la gente a comer. Practicar la hospitalidad. La gente dura para siempre, nada más lo hará. Si inviertes en la gente tendrás muchos amigos, mucha paz y mucha prosperidad.

¿A qué me refiero con prosperidad? No necesariamente a la riqueza, sino a una vida próspera y generosa. La persona próspera tiene bastante incluso si no tiene mucho. Es posible entonces ser rico pero no próspero así como es posible ser pobre y al mismo tiempo próspero.

¿Quieres dejar de preocuparte por el dinero? Vive rezando, con paz y con prosperidad. Si vives de ese modo lograrás la libertad financiera y podrás dormir bien por las noches.