Menu
A+ A A-

Los santos y la depresión

  • EL PADRE JOSEPH ESPER

Según el hallazgo de San Ignacio, la depresión puede ser un gran desafío espiritual y también una gran oportunidad de crecimiento.  


Están mis lomos túmidos de fiebre, nada hay sano ya en mi carne; entumecido, molido totalmente, me hace rugir la convulsión del corazón.
Señor, todo mi anhelo ante tus ojos, mi gemido no se te oculta a ti.
       – Salmos 38, 8-10

EsperssLa depresión muchas veces puede tener un aspecto psicológico. Así, el chequeo de un médico a menudo será un buen punto de partida para tratar la situación y los problemas subyacentes que pudieran existir.  La depresión grave y constante no es algo a lo que debamos resignarnos o que podamos manejar solos. En general, es necesario recibir la ayuda de un profesional luego de que los médicos hayan descartado una causa física o química.

Sin embargo, casi todos sufren una leve forma de depresión de vez en cuando y en tales situaciones la experiencia de algunos de los santos puede ayudarnos y darnos aliento.

¿Es posible que un santo -alguien que ha probado las maravillas y riquezas del amor divino mucho más que el resto de nosotros- se haya encontrado sumergido en un estado de ánimo melancólico y apesadumbrado? Sin lugar a dudas.  Por ejemplo, la virgen del siglo catorce, Santa Flora de Beaulieu, luego de una infancia normal, se rehusó a cooperar con sus padres en sus intentos por encontrarle un marido y anunció, en cambio, que quería dedicar su vida a Dios. Sin embargo, a pesar de haber ingresado a un convento tal como era su vocación, comenzó a sufrir un período intenso y prolongado de depresión que afectó su comportamiento al punto de irritar en gran medida a las demás religiosas.  Con el tiempo, y con la ayuda de un confesor comprensivo, Flora sobrellevó este período y logró hacer un gran progreso espiritual a causa de ello.

Dos santos franceses del siglo XVII sufrieron particularmente mucho de depresión por motivos bastante diferentes.  El sacerdote jesuita San Noel Chabanel fue uno de los mártires estadounidenses que trabajó entre los hurones con San Carlos Garnier.  Los misioneros muchas veces se vuelven muy compasivos con aquellos a quienes pastorean, pero ese no era el caso del padre Noel; sentía una fuerte repugnancia por los indígenas y sus costumbres.  Ello, junto con la dificultad para aprender su idioma y otros desafíos similares, le provocó una sensación permanente de tristeza y sofocamiento espiritual.  ¿Cómo respondió? Haciendo una solemne promesa de nunca renunciar ni dejar su misión - una promesa que mantuvo hasta el día de su martirio.

Santa Juana Francisca de Chantal practicaba una forma de santidad diferente y heroica.  Estuvo felizmente casada con el Barón de Chantal durante ocho años. Cuando su esposo falleció, su suegro -un anciano presumido y obstinado- forzó a Juana y a sus tres hijos a mudarse con él.  Si bien no debería sorprendernos que comenzara a sufrir una profunda depresión, sí resulta admirable (al menos en nuestra sociedad, en la que todos hacen un arte de quejarse y de adjudicarse la condición de "víctimas") la manera en que ella se comportó: optó por mantenerse alegre y responder con caridad y comprensión a la falta de amabilidad de su suegro.

Bastante tiempo después, incluso luego de entablar una cálida y santa amistad con el gran obispo San Francisco de Sales y de trabajar con él para fundar una orden religiosa para mujeres mayores, Juana continuó padeciendo períodos de sufrimiento y prueba, pero nunca dejó de mostrarse alegre y activa.

A San Agustín, una de las más grandes figuras de la Iglesia e incluso de la civilización occidental, también le sirvió mantenerse ocupado para sobrevivir en los mares de su depresión. Su madre, Santa Mónica, sin dudas merecía grandes gracias simplemente por soportar con tanta paciencia el mal humor y el carácter caprichoso de su brillante hijo.  Agustín estaba en la búsqueda de la verdad, aunque según sus propios términos, y pasaron muchos años antes de que -con la ayuda de las incesantes oraciones de su madre y de su admiración por el gran obispo San Ambrosio- finalmente se rindiera a Dios y aceptara el Bautismo.  Poco tiempo después su madre falleció y luego su propio hijo, y durante los más de cuarenta años que siguieron, su poderosa personalidad -santificada, pero no eliminada por la gracia divina- muchas veces se manifestó con una tendencia a enojos intensos y una profunda depresión.  San Agustín venció estas ataduras gracias a la oración, el sacrificio y el trabajo.  En efecto, sus responsabilidades como obispo y sus escritos en defensa de la Iglesia lo mantuvieron muy ocupado.

San Ignacio de Loyola también tenía una personalidad poderosa, una que también era propensa a tener sentimientos profundos de descontento y tristeza.  En su autobiografía (escrita en tercera persona), Ignacio decía lo siguiente: "Estas cosas que ha visto le confirmaron entonces, y le dieron tanta confirmación siempre de la fe, que muchas veces ha pensado consigo: si no huviese Escriptura que nos enseñase estas cosas de la fe, él se determinaría a morir por ellas, solamente por lo que ha visto". Este sentido de certeza y convicción no apareció como si nada. Luego de su conversión a la fe, Ignacio debió luchar contra un período de escrupulosidad (en el que tenía la tentación de desesperarse por nunca llegar a ser digno ante los ojos de Dios), seguido de una depresión tan profunda que hasta llegó a pensar en el suicidio.  Ciertamente, perseveró y Dios lo sacó de un pozo oscuro de sufrimiento interno, a través del cual fue instruido para hacer grandes cosas en nombre de Cristo y su Iglesia.

San Ignacio experimentó de primera mano ello a lo que luego se refirió como desolación en sus Ejercicios Espirituales.  Con características bastante similares a la depresión, la desolación es un estado en el que nos sentimos alterados, irritados, incómodos, inseguros de nosotros mismos y de nuestras decisiones, llenos de dudas e incapaces de perseverar en nuestras buenas intenciones.  Según Ignacio, Dios no puede provocar desolación, aunque puede permitirla para sus propios fines, como por ejemplo para hacernos acordar de que lo necesitamos profundamente o para "sacudir" a un pecador y lograr que se arrepienta.  Los sentimientos de desolación, como indica Ignacio, muchas veces son causados y provocados por el maligno, especialmente cuando hemos dado pasos prácticos para crecer en santidad o para discernir y seguir la voluntad de Dios.  En parte basado en su propia experiencia, San Ignacio de Loyola ofrece tres consejos muy importantes a quien sufre de desolación:

  • No modifiques una buena resolución que hayas tomado previamente, ya que luego de tomar una decisión agradable a Dios, el demonio intentará que tengas dudas.

  • Intensifica tus actividades religiosas - es decir, pasa más tiempo en oración, meditación y haciendo buenas obras. De este modo, si las tentaciones del diablo sólo provocan que te esfuerces aún más para crecer en santidad, él tendrá un incentivo para dejarte en paz.

  • Persevera en la paciencia, ya que la facultad y capacidad que tiene el diablo para atormentarte están estrictamente limitadas por Dios, lo cual significa que quedarás aliviado de tus sufrimientos espirituales sólo si te mantienes lo suficientemente firme.

Como lo descubrió Ignacio, la depresión puede ser un gran desafío espiritual y también una gran oportunidad de crecimiento.  Tengamos esto en cuenta todas las veces que sufrimos de depresión y volvámonos a los santos para su intercesión.

Para mayor reflexión

San Felipe Neri, conocido por su constante alegría, solía rezar, "Señor, hazme llegar al final del día de hoy y no me dará miedo el mañana".

"Canta himnos espirituales, porque el maligno ha desistido, a veces, de sus ataques, merced a este medio, como lo atestigua el espíritu que asaltaba o se apoderaba de Saúl, cuya vehemencia cedía ante la salmodia. Es muy buena cosa ocuparse en obras exteriores, y variarlas cuanto sea posible, para distraer el alma del objeto triste". — San Francisco de Sales

Algo que podrías intentar

  • Mira las cosas en perspectiva.  San Agustín dice "Todas las mañanas te vistes para cubrir tu desnudez y para proteger tu cuerpo de las inclemencias del tiempo.  ¿Por qué no vistes también tu alma con la túnica de la fe? Recuerda todas las mañanas las verdades de tu credo y mírate en el espejo de la fe que profesas.  De lo contrario, tu alma quedará desnuda con la desnudez del olvido". En un sentido, Agustín está señalando la importancia de comenzar el día con la oración.  Si esta oración nos ayuda a recordar que hemos recibido todas cosas buenas de nuestro Padre amoroso, quien también nos ofrece una eternidad de alegría y realización, será más fácil combatir la depresión y ver las cosas desde la perspectiva adecuada.

  • La mera identificación de tus problemas te ayudará a sentirte mejor.  Haz una lista de todas las cosas que te deprimen y  divídelas en dos categorías: aquellas por las que no puedes hacer nada y esas por las que sí puedes hacer algo.  Toma las primeras y ponlas en manos de Dios; luego toma las segundas y, empezando por la más fácil, ¡haz algo!

  • Si sufres de una depresión grave o permanente, debes contactar a tu médico o a un centro de salud mental en tu país.

Lecturas adicionales

Proverbios 12, 15; Proverbios 15, 15; Salmo 77, 1-14.

Mi fortaleza fracasa;
sólo siento debilidad, irritación y depresión.
Tengo la tentación de quejarme y desesperarme.
¿Qué sucedió con el coraje del que estaba tan orgulloso y
que me permitió confiar mucho en mí mismo?
Además de mi dolor, tengo que soportar
la vergüenza de una debilidad irritable.
Señor, destruye mi orgullo; no le des cabida.
¡Cuán feliz sería si tú pudieras enseñarme
con estas terribles pruebas que no soy nada,
que no puedo hacer nada y que tú lo eres todo!
dividertop

Agradecimiento

dalrymple El Padre Joseph Esper. "The Saints & Depression." Capítulo Saintly Solutions to Life's Common Problems (Manchester, NH: Sophia Institute Press, 2001) 59-64. Reimpreso con el permiso de Sophia Institute Press.  

Sobre El Autor

Esper2Esper1 El padre Jospeh Esper es sacerdote de la Arquidiócesis de Detroit y párroco de la parroquia de la Inmaculada Concepción de Anchorville, Michigan. Es autor de Saintly Solutions to Life's Common ProblemsMore Saintly Solutions to Life's Common Problems, After the DarknessLessons from the Lives of the SaintsWhy Is God Punishing Me?: Coping with suffering and guilt.

Copyright © 2001 Sophia Institute Press
back to top