La Cruz bien entendida

Hace algunos años, una mujer vino a verme. Estaba casada con un avaro que, desde que se casaron, le anunció que el dinero era de él. Y así, a lo largo de los años, ella fue muy cuidadosa al momento de gastar el dinero de él. Sus amigas sintieron lástima de ella y le compraron un vestido nuevo; después de todo, esa era su cruz, pensaron.

Sin embargo, la Cruz de Cristo da vida. Lo que ella estaba haciendo en realidad era huir de la cruz, y consentir su naturaleza débil y caída.

Su verdadera cruz sería sentarse con el avaro y hacerle saber de manera razonable, responsable y amorosa, que dado que era la casa, la comida y el dinero de él, él podía limpiarla, cocinar y trabajar en ella porque ella tenía sus propias necesidades y encontraría una manera de mantenerse a sí misma.

Esa es la negación que conduce a la vida. La cruz bien entendida trae vida a lo que estaba muerto; en su caso, muerte al temor de su esposo, muerte a su debilidad. Como resultado, se amaría más y amaría a su esposo de manera adecuada, porque el amor no permite un mal comportamiento. La cruz da vida.