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El cumplimiento de todo deseo — la introducción

  • RALPH MARTIN

Ser santo no es principalmente cuestión de cuántos rosarios rezamos o en cuántas actividades cristianas estamos ocupados; es cuestión de que nuestros corazones sean transformados en un corazón de amor.  


martinUnos meses antes de graduarme por la Universidad de Notre Dame [1] experimenté un significativo redespertar de la fe de mi niñez que me puso en un camino en el que he continuado desde hace ya más de cuarenta años. Después de dejar Notre Dame me matriculé, como había planeado, en el departamento de estudios posgraduados de Filosofía de la Universidad de Princeton, [2] comenzando mis estudios para un doctorado en Filosofía. Tras mi primer año de estudios graduados un amigo y yo habíamos pasado un verano en un monasterio tratando de encontrar una dirección para nuestras vidas. Sentíamos que el Señor nos estaba llamando a dejar los estudios superiores y a meternos más de lleno en la obra de evangelización. Poco más tarde nos pidieron que asumiéramos puestos de investigación y entrenamiento en la oficina nacional del movimiento de Cursillos, cargos que mantuvimos durante cinco años. Al mismo tiempo formábamos parte del ministerio del campus en la parroquia de estudiantes católicos de la Universidad del Estado de Michigan, en Ann Arbor (Michigan), donde he vivido casi siempre desde entonces.

A medida que se desarrollaba la renovación carismática en los últimos años 60, nos encontramos en una posición de liderazgo y llegamos a estar muy ocupados escribiendo y hablando en público, así como en labores evangelizadoras y pastorales en este país y al otro lado del Atlántico. Esto incluyó un período de cuatro años en los que mi esposa, mis hijos y yo vivimos en Bruselas, trabajando íntimamente con el cardenal Suenens, que era en aquel tiempo el primado de la Iglesia Católica de Bélgica y había actuado como uno de los cuatro moderadores del Concilio Vaticano II.

Realmente haría falta todo un libro para relatar las experiencias de aquellos años de vida y de servicio, pero en los últimos años 80 y en los primeros 90 hubo un cambio en nuestro trabajo que me ofreció la oportunidad de cursar estudios teológicos graduados a media jornada en la Escuela de Teología del Sagrado Corazón, el seminario mayor de Detroit, Michigan. Con el tiempo llegué a hacer una licenciatura en Teología en 1996.

En la primavera de 1993 estaba en un aeropuerto de Zurich esperando el vuelo de regreso a Estados Unidos, utilizando el tiempo de mi escala como oportunidad para recuperarme en la lectura para un curso de Historia de la Espiritualidad, cuya tarea asignada consistía en leer el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.

Había intentado por primera vez leer El ascenso al Monte Carmelo, de San Juan de la Cruz, poco después del redespertar espiritual experimentado en Notre Dame. Después de leer tal vez menos de cien páginas, más o menos, recuerdo haberlo dejado porque me parecía difícil de entender y más bien negativo en su enfoque: no tenía nada con lo que yo pudiera identificarme en aquella época.

Ahora, sin embargo, en un aeropuerto de Zurich en 1993, a medida que leía el Cántico espiritual, era como si un exceso de luz y de penetración me cegaran. A medida que leía sentía que todo lo que había experimentado, sentido, deseado, anhelado, y lo que me había forzado por comprender, se me estaba revelando con una profundidad de entendimiento, y en tal grado de belleza y significado, que me dejaba sin aliento literalmente. Era el libro apropiado en el momento apropiado.

Nunca había decaído en mi deseo de seguir al Señor o de crecer en santidad en todos estos años, pero el leer a Juan me volvió a abrir algo de las profundidades absolutas que había encontrado en Dios durante aquel redespertar hacía muchos años, y me dio la esperanza de que todo lo que entonces había esperado con relación a Él era realmente posible. Otra vez me llamaba a "remar mar adentro".

Me vi luego ocupado con los otros escritos de Juan de la Cruz, incluido El ascenso al Monte Carmelo que tan difícil y falto de atractivo me había parecido hacía años, encontrando en ellos una inmensa penetración y una ayuda grande para continuar el viaje espiritual. Tal vez fuera necesario, al menos en mi caso, cierta experiencia de la vida antes de poder comprender su verdad y relevancia.

Aunque en mis clases de Teología sólo tenía que leer fragmentos de estas obras, me encontré queriendo leerlas todas, y más aún. Me apliqué en los escritos de Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Lisieux, encontrando en ellos inmensas profundidades de penetración, así como aliento para mí y sabiduría práctica. Y luego estudié a San Bernardo de Claraval, las Confesiones de San Agustín, las obras de San Francisco de Sales, y otras. Me sabían a poco estos grandes doctores de la Iglesia y sus enseñanzas sobre la vida espiritual.

Después, en 1997, el padre Michael Scanlan, por entonces rector de la Universidad Franciscana de Steubenville (Ohio), me llamó y me preguntó si estaría interesado en enseñar acerca de la "nueva evangelización" a una clase de Teología a nivel graduado. Le dije que podía hacerlo si él así lo quería, pero que prefería enseñar un curso sobre Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. Como me conoce bien, le sorprendió un poco mi petición. Sabía que estaba estudiando a estos doctores, pero me preguntó: "¿Te sientes preparado para enseñarlos?" Sí que me sentía preparado, así que le contesté que sí. Las evaluaciones de los alumnos fueron muy positivas y cada verano desde entonces me han pedido enseñar en el programa graduado de Teología de la Franciscan University, y he enseñado durante bastantes veranos los siete doctores de la Iglesia que vamos a utilizar como guías en este libro.

Más tarde me pidieron que diera el curso de Espiritualidad Católica en Ave Maria College, una universidad relativamente nueva en mi zona, lo que estuve haciendo varios años hasta que la trasladaron a Florida.

Y entonces el Seminario Mayor del Sagrado Corazón y Facultad de Teología de la Archidiócesis de Detroit me pidió que enseñara el curso de Introducción a la Espiritualidad Católica y un curso a nivel graduado sobre Evangelización y Espiritualidad, lo que también he estado haciendo durante los últimos años. Ahora formo parte de su profesorado como director, en ese seminario, de los Programas Graduados de Teología sobre la Nueva Evangelización.

Cuando el 6 de enero de 2001, al finalizar el Año Jubilar 2000, El Papa Juan Pablo II publicó Novo Milennio Ineunte, su visión de la dinámica de la vida católica para el nuevo milenio, me asombró verle llamar a toda la Iglesia a conectar de nuevo con la tradición mística, mencionando específicamente a Catalina de Siena, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz y Teresa de Lisieux, cuatro de los santos que yo había estado enseñando durante varios años en diversos centros. [3] Sentí que esto era una profunda confirmación de que iba por buen camino siguiendo la guía del Espíritu.

Creo que el Señor me ha dado un profundo deseo de comprender los escritos de estos grandes doctores de la Iglesia, no sólo por mí mismo sino para poder compartirlos con los demás. Sé por propia experiencia que muchos han intentado leer a estos santos y doctores y los han encontrado difíciles y lo han dejado. Hay muchas razones por lo que ocurre esto. Algunos de los escritos están deficientemente traducidos a un inglés ahora algo arcaico. Otros se extienden demasiado, haciendo difícil al principio ver la estructura y claridad de su pensamiento. Y algunos, sencillamente, son difíciles. Por la razón que sea, en este momento de mi vida y de mi servicio, el Señor me ha dado la capacidad para entender a estos Doctores de la Iglesia y el deseo y habilidad de comunicar sus enseñanzas a otros.

Hasta ahora he hecho esto mediante la enseñanza directa en muchos ambientes diferentes y haciendo disponibles unos audioálbumes sobre cada uno de estos doctores donde intento comunicar su doctrina íntegramente de un modo comprensible. [4] Al hacer esto me ha llamado mucho la atención la coincidencia fundamental de estos doctores en lo que enseñan acerca del camino espiritual hacia Dios. A través de tantos siglos, lenguas, culturas y diferentes tipos de personalidad, el Señor ha infundido una sabiduría sobre el camino espiritual que es enormemente inspiradora y sorprendentemente armoniosa.

Me siento ahora preparado, y también guiado por el Señor, para intentar reunir en un libro una imagen y explicación de este mapa de ruta espiritual tal como lo encontramos en los escritos y en las vidas de estos doctores de la Iglesia. He hecho todo lo posible para dejar que estos santos hablen por sí mismos, mediante un generoso uso de sus propias palabras y limitando a un mínimo mis comentarios a fin de no entorpecer el flujo de este "mapa de ruta". Estoy muy agradecido a quienes poseen los derechos de las traducciones que he utilizado por darme permiso para usar las palabras de los santos tanto como lo he hecho. Espero que reconozcáis, como yo, que sus palabras son irreemplazables —a menudo por su brillantez literaria, y siempre por su profundidad de visión interior y su relevancia práctica. También he querido utilizar sus propias palabras todo lo posible para que resalte límpidamente la asombrosa armonía mutua entre sus doctrinas. La fiabilidad del mapa de ruta que estoy trazando aumenta con creces no sólo por la eminencia de la doctrina de un doctor concreto, sino por la sorprendente armonía entre unos y otros en cuanto a los puntos esenciales del camino espiritual. Espero que veáis que hay multitud de penetrantes testigos eminentemente autorizados y santos, mostrando claramente el camino que debemos seguir para alcanzar nuestra meta de unión con Dios, donde encontraremos el cumplimiento de todo deseo. También abrigo la esperanza de que encontréis el libro útil como "guía" o "mapa" al que poder acudir repetidamente a través de los años cuando se precise sabiduría acerca de un aspecto específico de nuestro caminar. ¡Así de fiable y útil es la sabiduría de estos santos!

En este libro me he limitado únicamente a aquellos santos de la Iglesia Occidental que han sido reconocidos como Doctores de la Iglesia y que aportan una contribución principal a nuestra comprensión del camino espiritual. Hay en total treinta y tres Doctores de la Iglesia. Unos son reconocidos por su contribución a los comentarios bíblicos; otros por su teología moral; algunos por la defensa contra las herejías; algunos por su "teología espiritual" o sabiduría acerca del camino que lleva a la unión con Dios. Los Doctores de la Iglesia poseen el mayor nivel de autoridad y sus enseñanzas son reconocidas como de valor universal. Hay, por supuesto, Doctores de la Iglesia Oriental que han hecho importantes contribuciones en el campo de la espiritualidad, así como otros muchos santos y escritores del Occidente, pero en este libro nos concentraremos sólo en siete de estos Doctores, pues todos ellos hicieron una contribución capital para la comprensión del camino espiritual.

Bernardo de Claraval, un abad cisterciense del siglo XII, sobre quien más adelante aprenderemos más, pregunta dónde están los maestros que nos ayudarán a hacer este asombroso camino, y entonces responde:

Dios proveerá. Ahí tiene a su alcance a los que necesita, para que la instruyan y la informen, le enseñen la fe y le entreguen los contenidos de la piedad y de la devoción a la nueva esposa que se desposará con el esposo celestial. [5]

Estos siete Doctores de la Iglesia a quienes recurriremos en busca de la sabiduría que nos guiará a lo largo de este camino, incluyendo el mismo Bernardo, son preeminentes entre aquellos "maestros" que Bernardo prometió que el Señor proveería.

He buscado la ayuda del Señor y la ayuda de nuestros amigos y maestros, los Doctores y santos que forman la sustancia de este libro, para que sea útil ayudando a otros a iniciar, o continuar, o completar el camino hacia Dios, al final del cual encontramos el cumplimiento de todo deseo. Que en las páginas de estos libros encontremos, en las voces de estos santos, la voz del Maestro mismo, guiándonos en nuestro caminar hacia Dios. "Y aunque el Señor os dé el pan de la adversidad y el agua de la aflicción, vuestro Maestro ya no se ocultará más, sino que tus ojos verán al Maestro, y con tus oídos oirás una palabra detrás de ti diciendo: "Éste es el camino, andad por él", torzáis a la derecha o torzáis a la izquierda" (Is 30,20-21).

Habrá allí un camino,
llamado la vía santa;
Nadie impuro pasará por él,
ni los necios por él se descarriarán.
No habrá ningún león en él,
ni por él subirá bestia de presa con que encontrarse.
Es para ellos que hayan de hacer un viaje,
y por él caminarán los redimidos. (Is 35,8-9)

Notas

1.  N. del T. South Bend, Indiana, EEUU.
2.  N. del T. Una de las más prestigiosas del país, a la que sólo se accede con un expediente brillante.
3.  N. del T. El autor evita la confusión refiriéndose a Teresa de Ávila o Teresa, y a Thérèse de Lisieux o Thérèse. Por la misma razón, nos referiremos aquí sobre todo a Teresita (del Niño Jesús, como la conocemos también en el mundo hispanohablante) o Teresa de Lisieux, y sustituimos "de Ávila" por "de Jesús" (como es asimismo habitual entre nosotros).
4.  Audioálbumes individuales [en inglés] dedicados a las enseñanzas de cada uno de estos santos están disponibles en versiones de casete y CD a través de Renewal Ministries, visitando www.renewalministries.net.
5.  N. del T. Sermones sobre el Cantar de los Cantares, sermón 76.7. A partir de aquí indicado como CC, número de sermón y número dentro de él.
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Agradecimiento

Ralph Martin. "El cumplimiento de todo deseo — la introducción." de El Cumplimiento de todo deseo (15 de agosto de 2012).

Reimpreso con el permiso de Ralph Martin.

Sobre El Autor

martin6smMartinspRalph Martin, S.T.D., es director de programas de posgrado en Teología para la Nueva Evangelización en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón de la Arquidiócesis de Detroit.  También es presidente de Renewal Ministries.  Sus libros más recientes son: El Cumplimiento De Todo Deseo: Guía para el camino hacia Dios según la sabiduría de los santos, y Will Many Be Saved? What Vatican II Actually Teaches and Its Implications for the New Evangelization.

Copyright © 2012 Ralph Martin
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