Menu
A+ A A-

El amor, la tolerancia y el hacer distinciones

  • EL PADRE ROBERT BARRON

Durante los últimos 50 años, el debate sobre la ética se ha vuelto extraordinariamente turbio.


owlflight Hace poco escribí un artículo sobre la transformación de Bruce Jenner en Caitlyn Jenner, en el cual sostenía que Jenner hablaba de su transición de un modo que reflejaba una antropología gnóstica, que es repugnante según la visión bíblica del ser humano. No dije ni una sola palabra sobre Jenner en lo personal: no impulsé ningún tipo de violencia contra él/ella; ni tampoco cuestioné sus motivos. Simplemente hice una observación en cuanto a que el contexto moral y espiritual de la transexualidad es problemático desde el punto de vista clásicamente cristiano.

Como es lógico, el artículo fue foco de bastante atención e inspiró muchos comentarios, tanto positivos como negativos. Entre los comentarios negativos hubo quienes me criticaron por fomentar el "odio" contra Jenner y contra la comunidad transexual. Si bien ya me esperaba este tipo de reacción, me resultó desalentadora y caí en la cuenta de que fue fruto de algunas confusiones bastante fundamentales.

Hace mucho tiempo, mi gran mentor, Robert Sokolowski, me enseñó – en una de esas declaraciones lapidarias que inmediatamente a uno le parecen correctas e importantes – que la filosofía es el arte de hacer distinciones. Quería decir que lo que Platón, Aristóteles, Agustín, Aquino, Kant, Hegel y Wittgenstein tienen en común es el don de explicar cómo una cosa se diferencia de otra, cómo uno de los aspectos de una idea se perfila contra otro, cómo algunos conceptos aparentemente similares terminan siendo distintos. Con estas maniobras, los grandes filósofos aclararon las aguas turbias. Lo que muchas veces me llama la atención es la incapacidad de muchas personas de hacer distinciones correctas en su discurso público sobre cuestiones morales.

Los conceptos de amor/odio y tolerancia/intolerancia están rodeados de algunas de las aguas más turbias. En el espíritu de Sokolowski, me gustaría hacer lo que espero sean diferenciaciones clarificadoras. Según el pensamiento prevaleciente de la tradición intelectual católica, el amor no es principalmente una emoción, sino un acto de la voluntad. Amar, según Tomás de Aquino, es desear el bien del otro. En consecuencia, el odio no es principalmente un sentimiento, sino desearle el mal a otro, queriendo positivamente lo que es malo para otro. Entonces, ¿cuándo es posible odiar? ¿Cuándo está moralmente permitido odiar? La respuesta es simple: nunca. Dios no es otra cosa que amor y Jesús dijo que nosotros debemos ser perfectos, del mismo modo que lo es nuestro Padre que está en el cielo. Precisamente este fue el motivo por el cual nos dijo que amemos incluso a nuestros enemigos, que bendigamos incluso a quienes nos maldicen, que recemos aún por quienes nos maltratan. ¿Quiere decir esto que nuestros antepasados tenían la obligación de amar a Hitler y que nosotros tenemos la obligación de amar a los asesinos del ISIS? Sí, y punto. ¿Quiere decir que tenemos que desearle el bien a quienes nosotros estamos convencidos de que van por un camino moralmente peligroso? Sí, y punto. ¿Todos tenemos que amar a Bruce/Caitlyn Jenner? Claro que sí, por completo e incondicionalmente.

Sin embargo, este es el momento en que debemos hacer una distinción crucial: criticar a alguien por participar en una actividad inmoral no significa "odiar" a esa persona. De hecho, es un acto de amor, porque es lo mismo que desearle el bien. Una vez que se haya atenuado la sensación de que existen el bien y el mal objetivos, como en gran medida ha sido el caso en nuestra sociedad, las únicas categorías que nos quedan son las psicológicas. Y es por eso que, en la mentalidad de muchas personas, el hecho de cuestionar la legitimidad moral de la transexualidad es por fuerza "atacar" u "odiar" a los transexuales.

Amar, según Tomás de Aquino, es desear el bien del otro.

Si no se hacen las distinciones correctas en este sentido existe el peligro muy real de que el debate moral desaparezca. Si pueden pensar que alguien que no está de acuerdo con ustedes en un tema ético es lisa y llanamente una persona que derrocha "odio", entonces no es necesario que escuchen sus argumentos ni que los sometan a un análisis crítico. De hecho, pueden censurarlo y hacerlo callar. Lamentablemente, esto es lo que podemos ver muchas veces en la esfera pública de hoy en día: se cuestionan los motivos, se cuestiona el carácter, se impone la censura. Hace unas pocas semanas atrás, dos profesores de la facultad de Princeton, Cornel West y Robert George, participaron en un debate público sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. West estaba a favor y George, en contra. Fue muy estimulante ver que ambos, buenos amigos ellos, discutieron de verdad, es decir, presentaron pruebas, llegaron a conclusiones razonables en base a determinadas premisas, respondieron objeciones, etc., y ninguno de ellos acusó al otro de ser defensores del "odio" al punto de vista rival. Ojalá aparezcan muchos de ellos.

También hacen falta distinciones en torno a la palabra "tolerancia," que se repite una y otra vez en nuestros días. Típicamente, ha llegado a significar aceptación y hasta incluso celebración. Por tanto, toda persona que no se muestre absolutamente eufórica por el matrimonio homosexual o la transexualidad, no es suficientemente "tolerante". De hecho, el término implica el deseo de ver con buenos ojos un punto de vista o acto con el cual no estamos de acuerdo. En consecuencia, en el contexto de nuestro sabio sistema político, cada ciudadano tiene la obligación de tolerar una gama de opiniones que encuentra desconcertantes, erróneas, repugnantes o incluso bizarras. Hay muchas razones buenas para admitir esta tolerancia, siendo las más importantes respetar la integridad de la persona y evitar conflictos civiles innecesarios, pero de ninguna manera implica que uno tenga la obligación de aceptar o celebrar esos puntos de vista. Por tanto, ciertamente uno debería tolerar el derecho que tiene una persona de cambiarse de sexo sin sentir al mismo tiempo la obligación de alegrarse por la elección que hizo.

Durante los últimos 50 años, este debate ético se ha vuelto extraordinariamente turbio. Sería útil para todos adoptar el instinto intelectual de Tomás de Aquino. Cuando se enfrentaba a una pregunta espinosa, solía comenzar su respuesta con la palabra "distinguo" (hago una distinción).

dividertop

Agradecimiento

barronPadre Robert Barron, "Love, Tolerance, and the Making of Distinctions." Word on Fire (17 de junio de 2015).

Reimpreso con permiso del padre Robert Barron. 

Sobre El Autor

barron1barron

El obispo Robert Barron es obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Los Ángeles. También es fundador de Word on Fire y creador y conductor de un documental de 10 capítulos titulado CATHOLICISM (www.catholicism.wordonfire.org). Ha producido más de 350 videos con comentarios en línea que cuentan con más de 9.5 millones de vistas de todo el mundo. Haz clic aquí para ver su canal de YouTube. Los DVDs del obispo Barron se utilizan como recursos de formación en la fe en muchas universidades, escuelas, parroquias y hogares a lo largo de los Estados Unidos. La serie incluye Exploring Catholic Theology, And Now I See: A Theology of TransformationThomas Aquinas: Spiritual MasterHeaven in Stone and Glass: Experiencing the Spirituality of the Great CathedralsEucharist (Catholic Spirituality for Adults)Priority of Christ, The: Toward a Postliberal Catholicism, y Word on File: Proclaiming the Power of Christ.  

Copyright © 2015 El Padre Robert Barron
back to top