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¿Cuándo creerán en el infierno?

  • EL PADRE DWIGHT LONGENECKER

Alguien le preguntó alguna vez al famoso y místico Padre Pío qué pensaba sobre la gente moderna que no creía en el infierno. Su tajante respuesta fue "creerán en el infierno cuando lleguen allí".


hell5¿Debemos creer en el infierno?  Seguramente, de cara a Auschwitz, Hiroshima, el Boko Haram y los bárbaros del ISIS, la pregunta debería ser: "¿es posible no creer en el infierno?". No me refiero sólo al hecho de que los campos de concentración fueron una suerte de infierno en la tierra.  Al contrario, me pregunto cómo puede ser que se niegue la existencia de un lugar de castigo duro y eterno para alguien como Hitler, Stalin, Pol Pot, los asesinos yihadistas y los soldados africanos que cortan las manos de pequeñas por diversión.

Cuando nos encontramos con semejantes monstruos, ¡acaso podemos realmente sostener con nuestra buena conciencia aburguesada que "Dios no enviaría a nadie a quemarse para siempre en los fuegos del tormento eterno"! Si fuese verdad que no existe el infierno, yo, en primer lugar, me encolerizaría ante semejante locura e injusticia.  Sin embargo, aquellos que niegan la existencia del infierno suponen con tranquilidad que su negación demuestra lo iluminados y humanos (y entonces justos) que son.

Me gustaría pensar que quienes niegan la existencia del infierno son buenas personas.  No descartan la posibilidad del infierno porque niegan la maldad de los seres humanos, sino que porque quieren afirmar la bondad de Dios.  Creen en un Dios que es tan bueno que no enviaría a nadie al infierno.

No hay dudas de que sería grato que existiera un cielo y no un infierno.  Sin embargo, ¿se puede creer en uno sin que exista el otro?  ¿Cómo puede ser que creamos en el cielo, que después de todo debe ser un lugar para la bondad (y si hablamos de bondad, entonces para la justicia), y que a la vez neguemos que exista el infierno que hace posible que exista la justicia?  Entonces, según mi parecer, si creemos en el cielo también debemos creer en el infierno.  El infierno está de algún modo escrito en la constitución del cielo.

No obstante, las personas de buen corazón insisten en que no sería posible que un Dios bueno permita que alguien fuese torturado en el infierno para toda la eternidad.  Este es un sentimiento digno de elogio, pero me preocupa que se trate de mero sentimentalismo.  A pesar de todo, la convicción de que Dios no podría enviar a nadie al infierno es un sentimiento al que me siento inclinado -especialmente luego de un día cálido de primavera seguido de una muy buena cena con tres vasos de vino y una copita de coñac en la mano.  Además, en ese momento no suelo estar pensando en Pol Pot ni menos en Stalin.  Estoy pensando en que Dios no enviaría a una persona común y decente como yo al infierno.

Este es exactamente el momento en el que la posibilidad del infierno debe golpearme y sacudirme.  Nos dicen que el camino al infierno es una carretera ancha, pareja y cuesta abajo, mientras que el camino al cielo es una subida estrecha, dura y montañosa.  ¿Qué si en el infierno habitaran hordas de personas con sobrepeso y complacientes como yo, que por cierto nunca han hecho nada magníficamente malo, pero que tampoco se han molestado en hacer algo espectacularmente bueno?

Cuando lo veo de ese modo, tengo la terrible sospecha de que tal vez quienes niegan el infierno en base a que Dios es demasiado bueno como para enviar a alguien allí, estén proponiendo verdaderamente que Dios es demasiado bueno para enviarlos allí a ellos mismos. Es irónico que a las personas que creen en el cielo algunas veces se las acuse de ser ilusas. ¿Acaso no es más probable que los ilusos sean quienes no creen en el infierno?  En otras palabras, las personas que no creen en el infierno esperan terminar saliéndose con la suya y esto, según mi entender, sí que es comportarse como un verdadero iluso.

Otros protestan porque el concepto de castigo eterno hace que Dios parezca como una persona autoritaria, enfadadiza e irascible de la peor calaña.  Sin embargo, ¿acaso Dios es una deidad tan buena y amable que no se enojaría lo suficiente como para enviar a alguien al infierno?  ¿Qué si Dios fuera más parecido a un papá mediterráneo apasionado e irascible?  Eso no quiere decir que Dios tenga mal genio y que sea mezquino.  No se enoja ante la maldad como lo hace una niña de quince años que se niega a ordenar su habitación.  Dios no da un portazo ni patea la pared.  Tampoco Dios se enoja del mismo modo que nosotros cuando no nos salimos con la nuestra.  No se pone de mal humor y luego hace como si no hubiera pasado nada.

¿Qué si, en cambio, la ira de Dios fuera como la que sentimos cuando escuchamos que un joven ha sido secuestrado, violado, asesinado y tirado a un pozo?  ¿Y si la ira de Dios fuera la misma furia y repulsión que sentimos cuando vemos a una joven africana a quien unos soldados violentos le han cortado las manos y que no puede acurrucar al bebé que esos mismos soldados le han dado tras haberla violado?  ¿Qué si la ira de Dios fuera el disgusto que sentimos cuando escuchamos que un clon de la Barbie ha pagado fortunas para hacerse cirugías estéticas en un mundo en el que hay tantos niños que se mueren de hambre?  Cuando escuchas esas noticias, ¿no reaccionas con rabia, incredulidad, horror y aflicción?  ¿No tienes derecho a hacerlo?  Tal vez Dios sienta el mismo tipo de enfado con quienes son malos.  Él puede ver la eterna belleza de la bondad, el potencial vibrante de cada ser humano y el sensacional brillo de su creación y cuando todo aquello queda manchado, pisoteado, violado y desechado de manos de la insensatez, la avaricia, la estupidez y la violencia de la humanidad, se llena de furia, frustración, aflicción y compasión.

¿Eso significa que Dios condenaría a alguien al infierno para que sea torturado para siempre?  Tal vez esto también pueda verse al revés.  ¿Es Dios demasiado bueno como para enviar a alguien al infierno?  Podría ser que Dios es tan bueno que les da a todos y a cada uno exactamente lo que merecen.  Si hemos pasado toda una vida buscando amor, bondad, belleza y verdad, es probable que luego de la muerte tengamos exactamente todo aquello que siempre hemos querido y que nos encontremos en una tierra en la que el amor, la bondad, la belleza y la verdad son tan naturales y abundantes como la luz.

Entonces, según mi parecer, si creemos en el cielo también debemos creer en el infierno. El infierno está de algún modo escrito en la constitución del cielo.

Por otro lado, si pasamos toda la vida escapándonos de lo que es bueno, bello y verdadero, entonces tal vez Dios por su bondad también nos dé exactamente aquello que siempre hemos querido... Y eso sería vivir en un manicomio sin salida donde el amor, la belleza, la bondad y la verdad son desconocidos: una existencia en la oscuridad exterior con maníacos incoherentes como nosotros.

La vida tiene sus frutos y a pesar de nuestros grandes esfuerzos casi siempre terminamos obteniendo lo que verdaderamente queremos.  De hecho, esta suerte de justicia está incorporada en el sistema. Obtendremos lo que queremos con la misma naturalidad y certeza con que una bellota se convertirá en un roble.  Darle a la gente lo que verdaderamente quiere es justicia natural.  Hacer lo contrario sería despiadado.

Pensamos que todos deberían ir al cielo, pero ¿podemos imaginar si a una persona que no hizo más que odiar a Dios, a la bondad, a la verdad y a la belleza durante toda su vida realmente le gustaría estar en el cielo?  Si ellos pudieran visitar ese lugar donde reina la belleza y la alegría eternas, sentirían un miedo terrible y correrían con todas sus fuerzas en dirección contraria.  Sabemos que esto es cierto porque hay personas en esta vida que odian la verdad, la belleza y la bondad y hacen todo lo que está a su alcance para escaparse de la luz.

¿Dios los envía al infierno?  Según mi parecer, Él los observa huyendo al "lugar que les pertenece" con el corazón partido, ya que como nos dice la madre Juliana de Norwich "Nos mira con lástima, pero sin reproches".

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Agradecimiento

longenecker Padre Dwight Longenecker. "When Will They Believe in Hell?" (¿Cuándo creerán en el infierno?) The Imaginative Conservative (11 de julio 2015).

Reimpreso con el permiso de The Imaginative Conservative. Ver el artículo original aquí.

Sobre El Autor

Longenecker1LongeneckerEl padre Dwight Longenecker es párroco de la Iglesia Nuestra Señora del Rosario en Greenville, Carolina del Sur. Es autor de varios libros sobre apologética, relatos de conversión y espiritualidad benedictina, entre los que se incluyen los siguientes:  The Romance of Religion — Fighting for Goodness, Truth and BeautyCatholicism Pure and SimpleSt. Benedict and St. Therese: The Little Rule & the Little WayAdventures in OrthodoxyPraying the Rosary for Inner Healing, Listen My Son: St. Benedict for FathersChallenging Catholics: A Catholic Evangelical DialogueSt. Benedict and St. Therese: The Little Rule & the Little WayMary: A Catholic-Evangelical Debate y The Path to Rome. Visite su sitio haciendo click aquí y su blog aquí, allí podrán escuchar los podcasts de sus conferencias y homilías.

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