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"¿Están salvados?" ¡Ojalá!

  • TIM STAPLES

"¿Saben si están salvados de modo que si murieran ahora mismo tienen la certeza absoluta de que irán al cielo?" Esta pregunta "de fundamental importancia" está diseñada para que los católicos caigan en una emboscada. 


fatherEn las conferencias que suelo dar en distintas partes del mundo, muchas veces pregunto a la audiencia si alguna vez un fundamentalista o evangélico les ha hecho esta pregunta.  En general, más de la mitad de la audiencia católica levanta la mano. 

Si el católico responde, como lo haría todo buen católico, afirmando que no puede –aparte de una revelación especial de Dios– tener una certeza metafísica (o absoluta) acerca de su salvación, el protestante enseguida suelta su trampa bíblica, 1 Jn. 5,13: "Les he escrito estas cosas, a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen la Vida eterna".  Luego le dice al católico que "si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado" (Rom. 10, 9-10).  Todo lo que debemos hacer es confesar que Jesús es el Señor y la salvación está asegurada.  Lo podemos saber con certeza.  La salvación está garantizada independientemente de lo que hagamos o dejemos de hacer en el futuro.  ¡Qué buen trato!

La respuesta en dos pasos del católico

Primer paso: La palabra griega para el saber (en griego eideitei) en 1 Jn. 5, 13 no equivale necesariamente a certeza absoluta.  El verbo saber se utiliza del mismo modo en español.  Por ejemplo, podemos decir "Sé que me voy a sacar la mejor calificación en el examen de griego mañana".  ¿Significa que tengo la certeza metafísica de eso?  De ningún modo.  Lo que quiero decir y lo que puede indicarse con el verbo saber es que tengo confianza en que me sacaré la mejor calificación en el examen de mañana porque estudié el material con detenimiento y lo aprendí muy bien.

El contexto de la primera carta de Juan deja perfectamente en claro que el término "saber" se está utilizando de este modo en 1 Jn 5, 13.  En los siguientes dos versículos, Juan traza un paralelo entre la certeza que tenemos respecto de nuestra salvación y la certeza que tenemos cuando le rogamos a Dios en nuestra oración.  "Tenemos plena confianza de que Dios nos escucha si le pedimos algo conforme a su voluntad.  Y sabiendo que él nos escucha en todo lo que le pedimos, sabemos que ya poseemos lo que le hemos pedido".

¿Esto significa que tenemos la certeza absoluta de que recibiremos lo que queremos cuando se lo pedimos a Dios en nuestras oraciones?  ¡Desde luego que no! Juan dice que podemos tener "confianza", pero no certeza absoluta.  Nunca podremos saber con certeza estricta que lo que le pedimos es verdaderamente "conforme a su voluntad".  Además, el Salmo 66, 18 nos cuenta que: "Si hubiera tenido malas intenciones, el Señor no me habría escuchado".  Y 1 Jn. 3, 22 dice: "...él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada".  ¿Podemos tener siempre la certeza de que no hemos "tenido malas intenciones" en nuestro corazón o que no hemos hecho nada que no le haya agradado al Señor? 

Segundo paso: Nuestra salvación depende de muchas cosas según la Biblia.  Esto indica que la certeza de nuestra salvación no es absoluta.  Unos pocos ejemplos se incluyen en 1 Jn. 1, 8-9, que reza así: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.  Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad".  El texto dice que seremos perdonados si.  De este modo, la cruda realidad es que: los pecados que no hemos confesado, no nos serán perdonados.  La Biblia es muy clara cuando sostiene que no entrará ningún pecado en el cielo (ver Heb. 1, 13; Apoc. 21, 8-9, 27). 

Alguna vez escuché que "si" es "la pequeña palabra más importante" del diccionario.  Bien, las Sagradas Escrituras tienen cientos de si y cláusulas condicionales.  San Juan, por ejemplo, también dice: "En cuanto a ustedes, permanezcan fieles a lo que oyeron desde el principio:   de esa manera, permanecerán también en el Hijo y en el Padre.  La promesa que él nos hizo es esta: la Vida eterna". (1 Jn. 2, 24-25).

Alguna vez escuché que "si" es "la pequeña palabra más importante" del diccionario.  Bien, las Sagradas Escrituras tienen cientos de si y cláusulas condicionales.

Este pasaje es sencillo. Nuestra vida eterna depende de que optemos por permanecer en Dios.  ¿Podemos elegir lo contrario?  ¡Desde ya!  Juan continúa explicando: "El que permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido.  Hijos míos, que nadie los engañe:   el que practica la justicia es justo, como él mismo es justo.  Pero el que peca procede del demonio... El que ha nacido de Dios no peca…"  (1 Jn. 3, 6-9).

A primera vista, este texto parece extraño.  Ya hemos escuchado a Juan decir que todo el que ha nacido de Dios sí peca.  De hecho, "todos" pecan.  Sin embargo, aquí dice que todo el que ha nacido de Dios no comete pecado.  ¿Se está contradiciendo a sí mismo?  No, Juan hace una distinción entre pecados mortales y veniales en esta misma carta.  En 1 Jn. 5, 16-17, Juan nos ofrece definiciones increíblemente sencillas de los pecados mortales y veniales.  "El que ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, que ore y le dará la Vida. Me refiero a los que cometen pecados que no conducen a la muerte, porque hay un pecado que lleva a la muerte… Aunque toda maldad es pecado, no todo pecado lleva a la muerte".

En este contexto, podemos concluir razonablemente que el que nace de Dios no comete pecado mortal.  Si lo cometiera, sería "arrancado" del cuerpo de Cristo y necesitaría volver al estado de gracia a través de la confesión (Cf.  Gal. 5, 4, Ef. 3, 3-6, Jn. 20, 21-23).  Otros tres textos más sobre la contingencia de la salvación afirman este argumento:

  • 1 Cor. 15, 1-2: Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles. Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.  (Véase también Mt. 24, 44-51; Lc. 12, 41-46; Rom. 11, 22; Heb. 3, 6; 14; Apoc. 2, 10; 25-26; 3, 1-5; 22, 18-19, para muchos más "si" y cláusulas de contingencia.)

  • Col. 1, 21-23.  Antes, a causa de sus pensamientos y sus malas obras, ustedes eran extraños y enemigos de Dios. Pero ahora, él los ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte, a fin de que ustedes pudieran presentarse delante de él como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable. Para esto es necesario que ustedes permanezcan firmes y bien fundados en la fe, sin apartarse de la esperanza transmitida por la Buena Noticia que han oído . . .

  • 2 Ped. 2, 20-22: En efecto, si alguien se aleja de los vicios del mundo, por medio del conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y después se deja enredar y dominar de nuevo por esos vicios, su estado final llega a ser peor que el primero. . . En él se cumple lo que dice justamente el proverbio: «El perro volvió a comer lo que había vomitado», y este otro: «La puerca recién lavada se revuelca en el barro»".

La contra evangélica

En respuesta, los apologetas protestantes algunas veces dirán que estos textos no indican que alguien que fue verdaderamente salvado podría en efecto perder su salvación.  Aquél que, en definitiva, no siguió estando con el Señor, nunca antes lo conoció verdaderamente, sino que sólo sabía de su existencia.  Sin embargo, esta línea de razonamiento no resiste ningún análisis.  En 2 Ped. 2, la palabra griega que se utiliza para conocimiento es epignosei.  Esta palabra significa "conocimiento", pero denota conocimiento experiencial.  En este texto es muy claro que las personas que allí se mencionan se han alejado "de los vicios del mundo" por el "conocimiento" experiencial de Jesús.  Sólo una relación personal con Jesús puede tener este efecto, ya que no se puede lograr por el mero hecho de tener conocimiento de Jesús.  Además, la imagen que Pedro utiliza en el versículo 22 es la de una puerca que ha sido lavada con agua.  El agua es el símbolo que emplea para el bautismo en 1 Ped. 3, 20-21.  La conexión parece obvia.  La puerca -cerdo hembra- que ha sido lavada representa a la persona que ha sido purificada del pecado; la puerca que regresa a revolcarse en el cieno representa al cristiano que vuelve a pecar.

Cuando se observa en el contexto más completo de la segunda carta de Pedro, este punto se vuelve inconfundible.  En 2 Pedro 1, 2-4, Pedro comienza con una descripción de los cristianos:

Lleguen a ustedes la gracia y la paz en abundancia, por medio del conocimiento [epignosei, aquí nuevamente conocimiento experiencial] de Dios y de Jesucristo, nuestro Señor.  Su poder divino, en efecto, nos ha concedido gratuitamente todo lo necesario para la vida y la piedad, haciéndonos conocer [epignosei] a aquel que nos llamó por la fuerza de su propia gloria. Gracias a ella, se nos han concedido las más grandes y valiosas promesas, a fin de que ustedes lleguen a participar de la naturaleza divina, sustrayéndose a la corrupción que reina en el mundo a causa de los malos deseos.

Uno no puede evitar ver el paralelismo entre estos dos textos.  Las mismas palabras en griego, epignosei, apophugentes, "alejándose", y una forma de  kosmos o "mundo" se utilizan para describir aquello de lo que los cristianos han sido liberados, como así también para describir a aquél que vuelve a sus antiguas costumbres y termina peor que antes de haber conocido a Jesús. 

Finalmente, no sólo se confiesa a Cristo con la palabra, sino que también con los hechos: "el que no se ocupa de los suyos, sobre todo si conviven con él, ha renegado de su fe y es peor que un infiel" (1 Tim. 5, 8). 

Existen unos pocos textos entre los cientos que podríamos examinar, pero lo esencial es que las Sagradas Escrituras son transparentes en este punto: Una vez salvado no significa siempre salvado.  En Mat. 6, 15, Jesús nos dice que "Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.".  No importa cuán "renacidos" seamos o cuántas experiencias hemos tenido, si no perdonamos a los demás, Él no nos perdonará, según el texto.  Y recuerden -como hemos visto- ningún pecado puede entrar en el Cielo (cf. Heb. 1, 13, Apoc. 21, 27).  Además, la Biblia dice que podemos "apartarnos de la gracia" (Gal. 5, 1-5, Heb. 12, 14-16), que pueden "cortarnos" de la vid de la cual recibimos la vida divina (Jn. 15, 1-6, Rom. 11, 18-22), que pueden quitar nuestros nombres del libro profético de la vida (Apoc. 22. 19) y nos asegura una y otra vez que si cometemos ciertos pecados y no nos arrepentimos de ellos, no iremos al cielo (cf.  1 Cor. 6, 9-11, Gal. 5, 19, Efe. 5, 3-5, Apoc. 21, 6-8).

No una, sino miles de veces

¿Que hay de Romanos 10, 9-10?  ¿No dice la Biblia que si crees en tu corazón y confiesas con tu boca a Jesús serás salvado?  Sí, así es, pero eso no significa que sea necesario que confesemos a Cristo una sola vez.  La Biblia utiliza la misma palabra griega para confesar, homologeitai, en varios lugares y hace hincapié en que debemos continuar confesando a Cristo para ser finalmente salvados.  Por ejemplo, en Mateo 10, 22, 32 Jesús dice "Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará… Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo…". El contexto aquí es el de mantenernos firmes en nuestra confesión hasta la muerte (ver también 2 Tim. 2, 12 y Heb 4, 14; 10, 23-26).

Finalmente, no sólo se confiesa a Cristo con la palabra, sino que también con los hechos:  "el que no se ocupa de los suyos, sobre todo si conviven con él, ha renegado de su fe y es peor que un infiel" (1 Tim. 5, 8).

Nótese que el hombre que descuida a su familia para alcanzar objetivos egoístas niega a Cristo en sus acciones.  Y, tal como hemos visto, la Biblia registra en muchos lugares listas extensas de pecados en virtud de los cuales podemos negar a Cristo, tales como 1 Cor. 6, 9-10: "¿Ignoran que los injustos no heredarán el Reino de Dios?  No se hagan ilusiones: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los pervertidos, ni los ladrones, ni los avaros, ni los bebedores, ni los difamadores, ni los usurpadores heredarán el Reino de Dios".  Las Sagradas Escrituras no dicen en ningún lugar que los salvados pueden hacer todas estas cosas y aún así llegar al cielo. 

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Agradecimiento

staples Tim Staples. "¿Están salvados?" ¡Ojalá! ("Are you saved?" If Only!) Catholic Answers (marzo de 2009).

Reimpreso con el permiso de Catholic Answers.

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Sobre El Autor

staples5staples3Tim Staples es director de apologética y evangelización en Catholic Answers, pero no ha sido siempre católico. Es autor de The Sword Of The Spirit, Catholic Answers To Common Objections, Defending Your Faith: How to Counter Standard Objections to Catholicism, and Five Non-Negotiables.

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