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¿Entonces, los católicos adoran estatuas?

  • TIM STAPLES

Muchos protestantes afirman que, mientras que el católico puede que diga que no adora estatuas, sus acciones demuestran lo contrario.


marystatueEl primer mandamiento dice:

Yo soy el Señor tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra; no te postrarás ante ellas ni les darás culto (Éxodo 20:2–5).

Los evangélicos y fundamentalistas bien intencionados, armados con el texto que aparece arriba, a menudo tratan de utilizarlo contra los católicos:

¿Cómo podría Dios ponerlo más claro? ‘No debemos tener ídolos,’ o estatuas, sin embargo, ¿qué es lo que vemos en casi cada Iglesia Católica alrededor del mundo? ¡Estatuas! Esta es la definición de idolatría. Y, por favor, no me digan nada de ese sinsentido de que las estatuas en sus iglesias son equivalentes a portar la fotografía de una persona querida en tu billetera. En Éxodo 20, así como en Deuteronomio 5:7-8, Dios dice específicamente que no debemos hacer escultura alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.

¿Cómo hemos de responder?

Aclaraciones

La Iglesia Católica no cree que cualquier estatua o imagen tenga poder alguno en sí o por sí misma. La belleza de las estatuas e íconos nos mueven a la contemplación de la Palabra de Dios como Él mismo es o de la manera como trabaja a través de sus santos. Y, según las Sagradas Escrituras, así como el testimonio de los siglos, Dios incluso las utiliza a veces para impartir bendiciones (p.ej., curaciones) según su designio providencial.

Si bien se puede entender ciertamente cómo una lectura superficial del primer mandamiento podría hacer creer a uno que nosotros los católicos estamos en un grave error con respecto a nuestro uso de las estatuas e íconos, la clave para una comprensión adecuada del primer mandamiento se encuentra al final de ese mismo mandamiento, en el versículo 5 de Éxodo 20: "No deberás hacer una reverencia ante estas o servirlas o [adorarlas]."

El Señor no prohibió las estatuas; prohibió que las adoraran. Si Dios realmente hubiera querido decir que no debíamos poseer estatua alguna, entonces luego se contradeciría. Tan solo cinco capítulos después de este mandamiento, en Éxodo 20, Dios mandó a Moisés a construir el arca de la Alianza, que contendría la presencia de Dios y debía ser venerada como el lugar más sagrado de todo Israel. Esto es lo que Dios le encomendó a Moisés con respecto a las estatuas en ella:

Harás además dos querubines de oro; de oro macizo los harás, en los dos extremos del propiciatorio. Haz el primer querubín en un extremo y el segundo en el otro; los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos (Ex 25:18–19).

En Números 21:8–9, no solamente nuestro Señor le ordenó a Moisés hacer otra estatua con la forma de una serpiente de bronce, sino que mandó a los hijos de Israel mirarla para poder curarse. El contexto del pasaje es cuando Israel se había rebelado contra Dios, y fue enviada a ellos una plaga de serpientes mortales como castigo. Esa estatua de la serpiente no tiene poder en sí misma – sabemos por Juan 3:14 que fue simplemente un tipo de Cristo — pero Dios utilizó esta imagen de la serpiente como un instrumento para lograr la curación de su pueblo.

Además, en I Reyes 6, Salomón construyó un templo para la Gloria de Dios, descrito como sigue:

Hizo en el Debir dos querubines de madera de acebuche de diez codos de altura… Colocó los querubines en medio del recinto interior de la casa… Esculpió todos los muros que rodeaban la Casa con grabados de esculturas de querubines, palmeras, capullos abiertos, al interior y exterior… Hizo la puerta del Debir con madera de acebuche… Cubrió las dos puertas de madera de acebuche con esculturas de querubines, palmas y capullos abiertos; y los revistió de oro (1 Reyes 6:23, 27, 29, 31, 32).

El rey Salomón ordenó la construcción de múltiples imágenes de cosas tanto de "arriba en los cielos" (ángeles) como de "abajo en la tierra" (palmeras, capullos abiertos). Y entonces, luego de culminar el templo, Dios declaró que estaba complacido con su construcción (1 Reyes 9:3). ¿No sabía Dios lo que había hecho el Rey Salomón?

Se vuelve evidente, dada la evidencia que se muestra arriba, que una interpretación estrictamente literal del Éxodo 20,2-5 es errónea. De lo contrario, tendríamos que concluir que Dios prohíbe en Éxodo 20 lo que ordena en otra parte.

Guiándonos a Casa

¿Por qué Dios utilizaría estas imágenes de serpientes, ángeles, palmeras y capullos abiertos? ¿Por qué no curó a la gente directamente en vez de utilizar un "ídolo"? ¿Por qué no mandó a Moisés y a Salomón a construir un arca y un templo carente de imágenes?

Es el mismo Jesucristo quien nos da el ejemplo máximo sobre el valor de las estatuas e íconos.

Ante todo, Dios sabe lo que significan sus propios mandamientos. Absolutamente, nunca condenó el uso de estatuas. Segundo, Dios creó al hombre como un ser que es esencialmente espiritual y físico. Para acercarnos a él, Dios usa medios tanto espirituales como físicos. Usará las estatuas, el templo, o incluso la creación misma para guiarnos a nuestra casa celestial.

El Salmo 19:1 nos dice:

"Los cielos cuentan la gloria de Dios; y el firmamento anuncia la obra de sus manos."

Romanos 1:20 dice:

Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad.

Contemplar una puesta del sol— o una gran pintura de una puesta del sol— y contemplar la grandeza de Dios a través de la belleza de su creación no es idolatría. Ni es idólatra mirar las antiguas estatuas de los grandes santos para honrarlos por las cosas grandes que Dios ha hecho a través suyo. No es más idólatra para nosotros desear imitar sus vidas santas y honrarlos que lo fuera para San Pablo exhortar a los Corintios a imitar su propia vida (1 Cor 4:16) y a "tener en consideración" a aquellos que "os presiden [a los Tesalonicenses] en el Señor y os amonestan" (I Tes 5:12–13). 

Jesús Es la Razón

Es el mismo Jesucristo quien nos da el ejemplo máximo sobre el valor de las estatuas e íconos. Ciertamente, Cristo, en su humanidad, ha abierto una economía completamente nueva de la iconografía y estatuaria. Cristo se convierte en la última razón de todas las representaciones de los ángeles y santos. ¿Por qué decimos esto? Colosenses 1:15 nos dice que Cristo es, "La imagen (gr.-icon) del Dios invisible. " ¡Cristo es ícono máximo! Y qué nos revela este ícono? Nos Revela a Dios Padre. Cuando Jesús dice "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" en Juan 14:9, no se refiere a que Él es el Padre. Él no lo es. Él es el Hijo. Hebreos 1:3 nos dice que Cristo "es resplandor de su Gloria e impronta de su sustancia. " Esta es la esencia de lo que son las estatuas y los íconos. Así como "la palabra se hizo carne" (Juan 1:14) y nos reveló al Padre de una forma que va más allá de lo que el hombre pudiese imaginar antes de la venida de Cristo, la representación de los santos ángeles y de los santos también son íconos de Cristo que por su virtud heroica "reflejan la gloria de Dios. " Tal y como San Pablo le dijo a los Corintios que tomen su propia vida como un paradigma cuando dijo, "Los insto, entonces, que sean mis imitadores, " la Iglesia continúa tomando a grandes hombres y mujeres de fe como "íconos" de la vida que Cristo vivió, en la naturaleza humana caída y ayudados por la gracia.

La adoración es lo que la Adoración Hace

Muchos protestantes afirman que, si bien los católicos pueden decir que no adoran estatuas, sus acciones demuestran lo contrario. Los católicos besan las estatuas, hacen reverencias frente a ellas, y rezan en frente de ellas. Según estos mismos protestantes, eso representa la adoración que se le debe solo a Dios. Pedro, cuando Cornelio le hizo una reverencia para adorarlo, le ordenó "levántate; que también yo soy un hombre" (Hechos 10:26). Cuando Juan se inclinó ante el ángel, el ángel le dijo, "No, no hagas eso! Yo soy un siervo como tú" (Ap. 19:10). ¡Pero los católicos no tienen problema de hacer una reverencia ante algo que es menos— una estatua de Pedro o de Juan!

¿Besar o arrodillarse ante una estatua es lo mismo que adorarla? No necesariamente. Tanto Pedro en los Hechos 10 como el ángel en Apocalipsis 19 reprenden a Cornelio y a Juan, respectivamente, específicamente por adorarlos como si cada uno de ellos adorara al Señor. El problema no era inclinarse; era la adoración. Inclinarse no necesariamente implica adoración. Por ejemplo, Jacob se inclinó con las rodillas al suelo siete veces ante su hermano mayor Esaú (Gen 33:3), Betsabé se inclinó ante su esposo David (I Reyes 1:16), y Salomón se inclinó ante su madre Betsabé (I Reyes 2:19). De hecho, en el Apocalipsis 3:9, Juan registra las palabras de Jesús:

"Mira que te voy a entregar a algunos de la Sinagoga de Satanás, de los que se proclaman judíos y no lo son, sino que mienten; yo haré que vayan a postrarse delante de tus pies, para que sepan que yo te he amado."

Aquí, Juan usa el mismo verbo "postrarse" (proskuneo) que utilizó en el Apocalipsis 19:10 para referirse a la "adoración" cuando reconoció su propio error en adorar al ángel. ¿Alguien se atrevería a decir que Jesús haría que alguien cometa idolatría? ¡Claro que no!

Yo sostengo que en ese sentido, Jesús está diciendo a los que no lo conocen, "bien pueden inclinarse ante mi pueblo (respetarlos y honrarlos) ahora en esta vida, o te obligaré a hacerlo en la próxima. Es tu decisión." Pero sea como interpretes Hechos 3:9, éste es probablemente el ejemplo más claro en el Nuevo Testamento de por qué inclinarse no es lo mismo que adorar (o alabar).

Esto puede sonar chocante para los cristianos que se han criado en lo que se ha convertido en un mundo occidental bastante frío, que ha perdido, en gran medida, un sentido verdaderamente afectivo. Por un lado tenemos una cultura que se ha visto tan inundada con todo lo sexual, hemos perdido lo que el antiguo pueblo de Dios hacía, no tanto lo que ponían en palabras sino lo que vivían desde el centro de su ser colectivo. Sabían cómo amarse y respetarse entre sí. San Pablo, por ejemplo, alentaba a los cristianos a saludarse entre sí con el beso santo (Rom. 16:16; I Cor. 16:20; II Cor. 13:12; I Tes. 5:26).

"¿Me estás bromeando, San Pablo? ¡Aléjate de mí, amigo!" 

Por otro lado, tenemos una gran porción de protestantes que temen que cualquier acto de reverencia dirigido a un humano o a un ángel traerá consigo la ira inmediata de un "Dios celoso." Cuánto de esto es tomado de lo que vimos sobre Jesús en Ap. 3:9, o de los clérigos en Éfeso a quien encontramos abrazando y besando a Pablo luego de su discurso final en Hechos 20:37. Como lo aclara el contexto de estos pasajes, estos son actos de afecto, no de adoración. Y, que Dios se apiade, ciertamente no representan nada inapropiado.

Conclusión

Supongo que el mensaje que deberíamos mandarles a quienes están fuera de la Iglesia Católica que no entienden por qué nosotros nos inclinamos, besamos, ponemos flores, etc. frente a las estatuas e íconos, es que nosotros los católicos nos tomamos muy en serio los mandatos bíblicos de alabar y honrar a los miembros de la familia de Dios (ver, por ejemplo, Sal. 45:17; Lucas 1:48; I Tes. 5:12–13; I Tim. 5:17; I Pe. 5:5–6, etc.). Y no cambiamos nuestras creencias ya sea porque el mundo, o ciertas personas que pronuncian el nombre de Cristo, se alejarían de ellas.

También creemos, como lo han puesto bien claro las Sagradas Escrituras, que la muerte no nos separa del amor de Cristo (Rom. 8:38), o de su cuerpo, que es la Iglesia (Col. 1:24). Nuestros "ancianos en el cielo" (compárese con Ap. 5:8) deberían ser honrados de la misma manera o incluso más que nuestros miembros mayores en la tierra. De esta manera, tener estatuas que honren a Dios o a los grandes santos nos traen a la mente al Dios que adoramos y a los santos que amamos y respetamos. Esto es pan comido para los católicos. Para nosotros, tener estatuas es tan natural como— lo adivinaste — tener fotografías en sus billeteras que nos recuerdan a las personas que amamos aquí en la tierra. Pero que recordemos a nuestros seres queridos no tiene nada que ver con la idolatría.

Si quisieras profundizar más sobre este tema y otros relacionados a este, te recomiendo dar click aquí.

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Agradecimiento

staplesTim Staples. "¿Entonces, los católicos adoran estatuas?" Catholic Answers (28 de febrero, 2014).

Reimpreso con el permiso de Catholic Answers.

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Sobre El Autor

staples5staples3Tim Staples es director de apologética y evangelización en Catholic Answers, pero no ha sido siempre católico. Es autor de The Sword Of The Spirit, Catholic Answers To Common Objections, Defending Your Faith: How to Counter Standard Objections to Catholicism, and Five Non-Negotiables.

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