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Los horrores de la autoestima

  • THEODORE DALRYMPLE

Los conceptos psicológicos más frívolos y menos atractivos probablemente sean los de la autoestima.  


selfesteem' No es tan distinto al engreimiento, aunque tiende a ser peor en un aspecto: las personas que la reclaman se inclinan a exigir que los demás los consideren según su propia estima por miedo a que los aplasten como cáscaras de huevo.  La autoestima de hoy es prácticamente un derecho y si quienes firmaron la Declaración de la Independencia lo hubieran hecho en estos días seguramente agregarían a la autoestima entre los derechos inalienables del género humano. 

Antes, decir que una persona se estimaba a sí mismo era equivalente a una crítica, si no a un insulto categórico.  Entre otras cosas, implicaba que estaba demasiado preocupada por sí misma.  La autoestima es para quienes están ensimismados. Hasta incluso preguntarnos si nos estimamos a nosotros mismos significa que estamos descendiendo por una pendiente resbaladiza.

Además existen, por cierto, dificultades metafísicas con la totalidad del concepto: ya que ¿quién es el objeto de estima y quién transmite esa estima?  Nadie puede amarse verdaderamente a uno mismo, sólo se pueden amar las cosas sobre uno mismo y eso, según mi parecer, no es una acción admirable. Se supone que la autoestima es incondicional; es irrelevante cómo se comporta uno realmente.  Puede sobrevivir ante cualquier prueba en contrario. 

Una de las muchas cosas que he notado sobre los delincuentes jóvenes es que muchos de ellos están bastante a gusto con ellos mismos.  Además, probablemente, si uno puede sentir muy poca autoestima, también puede sentirla en demasía.  En otras palabras, el nivel de autoestima que debemos tener (si es necesario tener alguno, lo cual niego) es irreductiblemente un juicio moral.  No habría ningún problema en justificar la falta total de autoestima.  Según mi experiencia, en lo más recóndito de sus corazones, muchas personas no creen realmente en la autoestima, salvo como una suerte de herramienta para hacer ver que todo va bien.

Cuando les decía a mis pacientes (debo reconocer que en forma selectiva) que se quejaban por falta de autoestima que por suerte al menos había algo que tenían bien, no se enojaban ni se angustiaban, sino que se reían como si hubieran sabido desde el primer momento que su queja era una payasada.  Desde ya que tenían cosas para quejarse -todos las tenemos y ellos tenían más que la mayoría-, pero la noción de falta de autoestima verdaderamente los desalentaba a la hora de evaluar con honestidad sus otros problemas. 

Vale la pena comparar la autoestima con el amor propio, algo completamente distinto.  El primer concepto es una consideración por uno mismo, inmerecida y de carácter fundamentalmente narcisista, y el segundo concepto es una cualidad social que impone una disciplina porque no puede ser incondicional.  El amor propio puede hacer que ustedes accedan a los deseos de los demás o que se opongan a ellos cuando son incorrectos, pero nunca se trata de sumergirse en las aguas tibias de la consideración con sales de baño disueltas en un baño de espuma gratificantemente expansiva.

Vale la pena comparar la autoestima con el amor propio, algo completamente distinto.

Tal vez pueda ilustrar la diferencia entre autoestima y amor propio en referencia a algo aparentemente superficial como es el modo de vestir.  He cambiado de opinión sobre este tema con el transcurso de los años: solía creer en las virtudes de los descuidados, pero ya no lo hago.  Ello se debe a que el descuidado de hecho les está diciendo, no sólo a ustedes sino que a todo el mundo, que no van a hacer un esfuerzo sólo por ustedes.  Debes quererme como soy y no pensar lo peor de mí por eso.  El descuido no es distracción, como cuando por ejemplo un profesor instruido, absorto en los problemas textuales de Esquilo o en alguna cuestión confusa, se pone medias de diferentes pares.  Por el contrario, el descuido es militante.  Requiere que se den cuenta y que no se den cuenta en forma simultánea.  Es autoestima en el campo de la elegancia.  Nótese, sin embargo, que si bien el descuidado exige algo de ustedes, no exige nada de sí mismo.  No se esfuerza por ser un descuidado: ser descuidado es permitirse tener consideración incondicional por uno mismo.

Por si alguien se le ocurre sugerir que el descuido es consecuencia de la pobreza, permítanme señalar que he vivido en países muy pobres de África y que me he sentido emocionado al ver los esfuerzos que todos los pobres hacen por vestirse lo mejor posible.  Un rico descuidado no está expresando de esa manera algún tipo de solidaridad con los más pobres del mundo, sino que les está dando una bofetada en el rostro, como si tuvieran todos los valores incorrectos. 

Por último, si quieren ver niños hermosamente vestidos, visiten un país pobre.  Desde luego que vestirse por el bien de otros puede traspasar los límites y convertirse en una clara vanidad.  Sin embargo, vestirse al menos razonablemente bien es un signo de amor propio más que de autoestima.  Si caminan por las calles del mundo occidental, podrán ver que por allí existe mucha más autoestima, exigiendo que ustedes estén de acuerdo con la estima que la gente tiene de sí misma.  

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Agradecimiento

dalrymple Theodore Dalrymple. "The Horrors of Self-Esteem". Psychology Today (28 de abril de 2015).

Reimpreso con el permiso de Theodore Dalrymple.

Sobre El Autor

Dalrymple5Dalrymple Theodore Dalrymple ha sido psiquiatra y médico en la prisión. Escribe una columna para LondonSpectator, hace aportes frecuentes a Daily Telegraph, y también es editor colaborador del Manhattan Institute's City Journal. Vive en Francia y es autor de Farewell FearThe New Vichy Syndrome: Why European Intellectuals Surrender to Barbarism, Not With a Bang But a Whimper: The Politics and Culture of DeclineIn Praise of Prejudice: The Necessity of Preconceived IdeasOur Culture, What's Left of It: The Mandarins and the MassesLife at the Bottom: The Worldview That Makes the Underclass, y  So Little Done.

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