Menu
A+ A A-

Excelsior, hermanos y hermanas

  • ROBERT ROYAL

Este sábado se cumplió el quincuagésimo aniversario de la muerte de Winston Churchill.  


Churchill2 Sir Winston Spencer-Churchill
1874-1965
Fue ese hombre providencial que, más que ninguna otra figura, evitó que la trayectoria del Tercer Reich de Hitler fuera más prolongada y sanguinaria. Él fue también quien, en el famoso discurso que dio en Fulton, Missouri, hizo mención por primera vez a la Cortina de Hierro y a la Guerra Fría. Hace mucho que no tenemos líderes con tanto coraje y claridad.

Sin embargo, existen motivos más profundos para recordar a Churchill. Traemos a colación en este caso un discurso que mi amigo Leon Kass dio el jueves pasado. Físico y especialista en ética (ex-jefe de la Comisión de Bioética de la Presidencia), como así también profesor durante muchos años en la Universidad de Chicago, Kass nos ofrece una lectura fascinante de La ética a Nicómaco de Aristóteles, proponiendo que, si buscáramos un candidato para el hombre magnánimo (de alma grande) de Aristóteles, bien podríamos pensar en Churchill.

La noción de magnanimidad se enfrenta a muchas dificultades en nuestra cultura, ya que, como todos saben, creemos muy poco en el alma y tal vez aún menos en la grandeza. Uno de los puntos centrales del discurso de Kass es que las democracias, algunas veces valiosas, tienden a denigrar la idea de que cualquiera es mejor que otro, y esta mezquindad democrática para llamar a cada cosa por su nombre, está mutilando nuestras almas.

Tanto La ética de Aristóteles, como así también la tradición acerca de la virtud que esta ayudó a desarrollar, hace mucho que delinean el discurso moral tanto de la Iglesia como de occidente (y a través de Maimónides y al-Farabi, entre los judíos y musulmanes). El comentario de Aquino sobre La ética hace que las tradiciones paganas y cristianas confluyan en una armonía brillante. Sin embargo, hay muy pocos que hoy en día están familiarizados con ella. Y no debe asombrarnos que nosotros, tanto cristianos como no cristianos, abracemos con muy poca frecuencia las aspiraciones de Aristóteles -y de Churchill- a la grandeza.

De hecho, los cristianos muchas veces miran con recelo tales aspiraciones. Algunos, por falsa humildad (que ya el pagano Aristóteles entendía como un vicio), piensan que hacer grandes cosas no debería ser un objetivo para los seguidores de Jesús (que hizo muchas cosas grandes). Entonces, quedan descartados casi automáticamente aquellos que aspiran a grandes cosas, ya sea en política, negocios o arte.

El descarte emana de una confusión sutil: que el cristianismo está por encima de esas cosas y que incluso como cristianos deberíamos mantenernos humildemente ajenos a ellas, como si el mundo no tuviera lugar en la vida cristiana. Es verdad que ningún cristiano debería abocarse solamente a buscar fama y aprobación como un fin en sí mismos. Jesús reprueba ese tipo de búsqueda de honores.

Sin embargo, todos los cristianos deben buscar hacer grandes cosas, porque están llamados a andar por una gran Vía. Fue el papa Juan Pablo II -también un hombre de alma grande- quien muchas veces instó a los jóvenes a no conformarse con la mediocridad. Dicho en forma positiva: El cristiano no debe buscar una pasividad inferior sino que debe ir tras cosas más importantes que las que buscan los demás, aun en este mundo.

Hoy en día, muchas veces escuchamos decir, por desgracia incluso arriba del púlpito, que "Dios nos ama como somos". Esta es una verdad cristiana central que, bien entendida, significa que aun cuando estábamos (estamos) en pecado, Cristo vino a salvarnos.

Sin embargo, es evidente que no significa que Dios nos ama así como somos. Cualquiera con una pizca de conocimiento de sí mismo y capacidad para pensar, lo sabe. Sin embargo, por medio de una escuela diabólica de sofística, recibimos la enseñanza, por cierto novedosa para la historia del mundo, de que todos están muy bien (sin incluir a los empresarios y neo-conservadores) así como son.

Aquí es donde personajes como el de Churchill - sin contar a los santos y sabios - son útiles para nosotros. Casi todos fueron hombres y mujeres de mucha acción práctica y contemplación. Como dice Chesterton sobre San Francisco de Asís:

Si por práctico entendemos aquello que es inmediatamente practicable, simplemente estamos queriendo decir que práctico equivale a lo que es más fácil. En este sentido, san Francisco fue muy poco práctico y sus fines últimos fueron muy poco realistas. Sin embargo, si entendemos que ser práctico consiste en estar dispuestos a actuar sin dilación con esfuerzo y energía por sobre la duda o la postergación, san Francisco fue un hombre muy práctico.
En lo que respecta a nuestra actividad más superficial, los hombres magnánimos tienen un sentido práctico en lo urgente que parece estar por poco ausente en nosotros hoy en día.

La noción de magnanimidad se enfrenta a muchas dificultades en nuestra cultura, ya que, como todos saben, creemos muy poco en el alma y tal vez aún menos en la grandeza.

Churchill era un gran hombre de acción. Ocupó varios cargos importantes en el gobierno de Gran Bretaña antes de ser Primer Ministro. En casi todas las instancias, por su trabajo arduo y la minuciosa atención que prestaba a los detalles, se enfrentó con lentos procesos burocráticos y logró que con ellos se cumplieran objetivos más importantes. Su liderazgo en tiempos de guerra no tiene parangón en los tiempos modernos, en parte porque creía con mucha pasión en lo que estaba haciendo y sabía que para que se hiciera realidad se necesitaba mucho esfuerzo y coraje humanos.

Eso se derramó sobre las frases ahora conocidas de sus grandes discursos. ¿Quién no se hubiera emocionado con lo que dijo luego de que cayera Francia? "Preparémonos, pues, a cumplir nuestros deberes, y comportémonos de tal modo que, si el Imperio Británico y su Comunidad de Naciones durase mil años, los hombres aún entonces dijeran: 'Éste fue su mejor momento, el más grande'". No hubo ningún otro gesto tan heroico en la literatura inglesa después del discurso del día de San Crispín en Enrique V de Shakespeare.

Churchill también fue un pensador y escritor prodigioso: su magnífica historia de la Segunda Guerra Mundial es el doble de extensa que la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano de Gibbon. Además de miles de artículos y 500 discursos en el Parlamento, escribió más de cuarenta libros. Buenos libros. (Su novela Savrola pronto se volverá a publicar con notas de nuestro colega Patrick Powers). Un rendimiento considerable para cualquiera, más aún para alguien que donó tanto de su tiempo y energía al servicio militar y público.

En todo lo que emprendía, Churchill era un trabajador incansable a pesar de los ataques de depresión que sufría -una combinación extraña que parece haber compartido con la madre Teresa. Era poseedor de una capacidad preternatural para aceptar sus propios errores, fallas y deterioros sin pensar obsesivamente en ellos. En cambio, se abocaba rápidamente al siguiente desafío, con una buena cuota de alegría y un gran sentido del humor. Según los relatos, falleció sintiendo la paz que los seres humanos son capaces de sentir. Como dijo una vez "nunca se acobarden, nunca se cansen, nunca desesperen".

No hay dudas de que tenía otras virtudes, incluso algunas más elevadas. La magnanimidad se extiende mucho más allá de esta vida mortal, pero muchos de nosotros haríamos bien en abrir los ojos y aspirar a tan sólo un poco de tanto.

dividertop

Agradecimiento

royal1Robert Royal. Excelsior, brothers and sisters. The Catholic Thing (26 de enero de 2015). 

Reimpreso con el permiso de The Catholic Thing. Todos los derechos reservados. Para derechos de reimpresión, escribir a: info@thecatholicthing.org.  

Sobre El Autor

Royal5Royal1 Robert Royal es jefe de editores de The Catholic Thing y presidente de Faith & Reason Institute en Washington, D.C.. Sus obras incluyen The Catholic Martyrs of the Twentieth Century: A Comprehensive Global HistoryDante Alighieri: Divine Comedy, Divine SpiritualityThe Pope's Army: 500 Years of the Papal Swiss Guard, The Virgin and the Dynamo: The Use and Abuse of Religion in Environmental Debates, y más recientemente The God That Did Not Fail: How Religion Built and Sustains the West. Robert Royal es miembro del comité asesor del Centro de Recursos para la Educación Católica.

Copyright © 2015 The Catholic Thing
back to top