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Cómo la Iglesia ha cambiado el mundo: El milagro de Jasna Gora

  • ANTHONY ESOLEN

"¿Qué está haciendo este hombre? ¿Está loco? ¿Quiere que el mundo se desmorone?"


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KordeckiAbad Agustín Kordecki
1603-1673

Los sacerdotes que estaban en la sala rezongaban.  Eran diplomáticos del Vaticano que tenían una vasta experiencia a la hora de negociar cautelosamente con el oso soviético.  Tal vez estaban preocupados porque el mundo se hiciera trisas tras arrojar un fósforo encendido sobre un barril de pólvora.  Tal vez albergaban una simpatía subrepticia por el estilo comunista.  Tal vez sentían que su vanidad había quedado dolida.  Pero estaban en el salón, la puerta estaba cerrada bajo llave y a través de ella podían sentirse los gritos furiosos de esos hombres.

Tal vez en el Reino de Dios conoceremos las palabras exactas que se dijeron.  Pero ahí estaba el papa polaco, atlético, profundamente patriótico, excepcionalmente inteligente y valiente, batiéndose verbalmente con la marioneta que ayudó en la opresión de su gente.

¿Quién inspiró a Karol Wojtyta, ahora San Juan Pablo II, ese amor por su pueblo tan sufrido?

Podríamos pensar que esta pregunta es tonta, ya que el patriota ama todo lo que esté relacionado con su país; las suaves curvas del río Vístula, las abruptas montañas al sur, las llanuras onduladas y fértiles, el idioma rico en consonantes, el aroma del pan y la cerveza y los vegetales; las piedras de las universidades e iglesias antiguas; los compases del poeta patriótico Adam Mickiewicz; todo.  Pero Karol se crió en la región de Cracovia, cerca de un pueblo y monasterio en el que sucedió algo extraordinario muchos siglos atrás.  Es ese mismo pueblo el que visitó cuando viajó por primera vez a Polonia -ya que los comunistas tenían miedo tanto de mantenerlo afuera como de dejarlo entrar. Fue a rezar al santuario de Nuestra Señora de Czetochowa.  ¿Por qué?

El electricista y el novelista

Lech Walesa nos puede explicar el motivo.  Unos años después, el líder del movimiento llamado Solidaridad recibió el Premio Nobel de la Paz.   En su discurso de aceptación, advirtiendo que se trataba del primer premio de la paz adjudicado a un polaco, Waleza rindió tributo a los hombres y mujeres comunes que trabajaban en Solidaridad, quienes imploraban justicia y derechos y evitaban la violencia.  Algunos de esos hombres leales perdieron sus vidas; otros se estaban pudriendo en la cárcel.  Era claro que lo que Walesa anhelaba no era simplemente una mejora material en su suerte.  Ansiaba la libertad de su país.  Era un anhelo profundamente religioso.

Y por ese motivo citó a otro premio Nobel, el novelista épico polaco Henryk Sienkiewicz, quien ganó el premio de literatura en 1905.  Cuando Sienkiewicz viajó a Oslo para recibir su premio, Polonia no aparecía en los mapas.  La nación no tenía defensas naturales de este a oeste y siempre había sido vulnerable a sus agresivos vecinos, especialmente los alemanes y rusos.  Polonia no existió durante cien años, excepto en los corazones devotos de los polacos, en su amor patriótico y en su profunda fe católica.

Sienkiewicz dijo: "Se la declaró muerta -sin embargo aquí hay una prueba de que aún está viva; se la declaró incapaz de pensar y de trabajar - y aquí hay una prueba en contrario; se la declaró derrotada -y aquí hay una prueba de que es victoriosa".

¿Cómo se mantiene viva a una nación?  Los católicos bien podrían aprender de los polacos, ya que los derechos de nuestra Iglesia están siendo devorados por enemigos seculares.  Nunca fue por tratar de ganar tiempo o por volverse medio alemanes o medio rusos o por secundar los hechos consumados.  Fue por un coraje tan fiel que el mundo hubiera pensado que era suicida.  Fue por una fe tan valiente que el mundo hubiera pensado que era demencial.

Ya que quienes hacen historia son los que luchan por lo que creen que está bien y no quienes suavizan sus creencias para no tener que luchar.

El mismo Sienkiewicz les hizo recordar una época anterior en la que parecía que los polacos iban a desaparecer.  Fue el tema de su trilogía "A sangre y fuego" que nos remonta al siglo XVII y a la invasión sueca liderada por el vanidoso y ambicioso Carlos X. El rey polaco, Juan II Casimiro, era indeciso.  Los suecos invadieron el país, suprimiendo la fe católica, y parecía que la resistencia no tenía sentido.  Muchos nobles polacos hicieron las paces con los suecos.  Podríamos decir que eran del tipo de quienes quieren estar del "lado correcto de la historia" y terminan siendo circunstantes deleznables.  Ya que quienes hacen historia son los que luchan por lo que creen que está bien y no quienes suavizan sus creencias para no tener que luchar.

Y esto, en la historia y en las novelas de Sienkiewicz, nos traslada a Czestochowa y al monasterio vecino llamado Jasna Gora - Mont Clair - Monte Claro.

El prolongado estado de sitio

Era un glacial diciembre de 1655.  Doce mil suecos acamparon frente a Jasna Gora, que es tanto un monasterio como una fortaleza.  Tenían toda la vanidad y las ansias de poder de quienes nunca han sido derrotados.  Respetaban a Jasna Gora como la última fortaleza que quedaba por caer.  Si caía, todos los polacos sabrían que la guerra había terminado.  Juan Casimiro abdicaría por el bien de su pueblo y punto final.  Los suecos también tenían cañones.  Adentro del monasterio había 300 hombres, la mayoría de ellos monjes que no tenían experiencia en guerras.

Un emisario de los suecos se acerca al monasterio para negociar.  "Padre Kordecki", le dice al abad, "todas las ciudades desde aquí hasta el Mar Báltico se han rendido.  Ustedes son 300.  ¿Qué pueden hacer?  Por la paz, por los vecinos, ríndanse. ¡No sean tontos y obstinados!". Los suecos agregan una amenaza.  Si los monjes no se rinden, pondrán en peligro a los pueblos vecinos.

No sería el último emisario ni la última oferta y amenaza.  Cada nuevo "moderador" que se aproximaba a negociar con el abad le decía que la situación del monasterio era cada vez más funesta.  Algunos de los defensores murieron.  Los muros sufrían bombardeos todos los días.  La comida estaba escaseando.  Había pocas municiones.  Los nobles estaban llegando a arreglos.  Ustedes son sacerdotes - no tienen nada que ver con los asuntos de estado.  Intimidaban a los monjes más jóvenes.  ¿Por qué resistir?

El padre Kordecki rechazó todas las ofertas falsas de libertad y amabilidad.  Los polacos continuaban luchando.  Además, participaron en ataques guerrilleros ocasionales organizados por ellos mismos a fin de que los suecos no pudieran estar tranquilos.  También continuaron rezando y los suecos desde sus tiendas en la nieve solían escuchar, para su sorpresa y desgracia, los sonidos de celebraciones alegres, especialmente en las fiestas de nuestra Señora y en Nochebuena.  Eso los hacía sentir más furiosos todavía.  Al mediodía del día de Navidad, los suecos arrojaron al monasterio antorchas encendidas con brea y azufre y proyectiles explosivos de plomo y hierro - y esto, luego de que los polacos pidieran un alto el fuego por el día santo.

Uno más grande que Juana de Arco

Pero el monasterio es la escena de muchos sucesos inexplicables.  Uno de los soldados suecos blasfemó contra la virgen María y fue derribado por una bala de cañón que salió del monasterio - con la salvedad de que el cañón no estaba apuntando hacia él.  El disparo fatal rebotó en la nieve.  Una densa niebla descendió sobre el monasterio en el mismo momento en que los suecos estaban avanzando hacia los muros y de repente se discipó, en una respuesta aparente a las oraciones del padre Kordecki, dejando a los suecos poco preparados y expuestos a un ataque desde arriba.  Las bolas de cañón solían rebotar en los muros hacia ellos mismos y así fue como se destruyó el cañón principal.

La lección de Monte Claro es que debemos conservar la fe aún cuando todos a nuestro alrededor ya se han rendido.

En esa misma niebla, algunas veces parecía que Jasna Gora se bañaba de una luz extraña y que se elevaba por los aires a fin de que los disparos de los suecos no lo alcanzaran; otras veces se lo veía bajo y cercano y los disparos volaban sobre el monasterio sin provocar daño alguno.  Los suecos hicieron un túnel en la roca, pero debajo se encontraron con un anciano venerable que les aconsejó que se rindieran porque ni en siete años podrían tomar Jasna Gora.

Lo más fascinante es el testimonio que dieron muchos de los soldados suecos luego del estado de sitio.  Vieron a una mujer vestida de azul en las murallas que apuntaba los cañones polacos y traía municiones.  Al ver esto, algunos de los suecos dejaron sus armas por temor.  Otras veces vieron a una doncella de blanco que apuntaba una espada en su dirección.  Cuando uno de los atacantes apuntó su cañón hacia la doncella, explotó la recámara y el hierro terminó en su rostro.  Su presencia llevaba terror a sus corazones.  "¿Quién es esa bruja que camina por los muros?", algunos decían.

Nuestra lección

No hubo, de hecho, nada igual a Polonia cuando el padre Kordecki se plantó en su sitio, cuando Henryk Sienkiewicz mantuvo viva la llama de la fe y del patriotismo en el corazón de su pueblo y cuando el papa Juan Pablo descolló sobre el esbirro general Jaruzelski.  Ahora sabemos por qué Sienkiewicz inmortalizó el sitio en Jasna Gora y por qué el patriota Walesa recordó sus palabras.  Karol seguramente conocía la historia y leyó la novela. Cuando regresó a Polonia como papa sólo contó con un ejército de monjes para enfrentar a todos los batallones rusos, lo mismo que Walesa, quien sólo contó con un ejército no armado de hombres y mujeres comunes.

Siempre tendremos el mundo en contra nuestro.  La lección de Monte Claro es que debemos conservar la fe aún cuando todos a nuestro alrededor ya se han rendido.  Porque cuando Jasna Gora se resistió, los polacos tomaron coraje y se levantaron contra el invasor, y Juan Casimiro, uniéndose en ese momento con los musulmanes tártaros, organizó una fuerza para derrotar a los suecos y hacer que regresaran a sus tierras congeladas al otro lado del mar.  Juan Casimiro luego coronó a Nuestra Señora de Czestochowa como la Reina de Polonia y se dedicó a corregir las injusticias que los campesinos habían sufrido durante tanto tiempo y que trajeron tanta miseria a su nación.

Cuando nos encontremos con esa mujer vestida de azul, digamos "Señora, ¡sé gentil conmigo! Soy un pecador y un tonto, pero nunca he dejado la espada por comodidad o para recibir la aprobación del mundo".  Después de todo, la Unión Soviética desapareció y Polonia está viva.

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Agradecimiento

Magnificat Anthony Esolen. "Cómo la Iglesia ha cambiado el mundo: El milagro de Jasna Gora." Magnificat (diciembre de 2015).

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Sobre El Autor

Esolen6esolen7Anthony Esolen es profesor de inglés en Providence College. Es autor de Reclaiming Catholic Social Teaching, Reflections on the Christian Life, Ten Ways to Destroy the Imagination of Your Child, Ironies of Faith: Laughter at the Heart of Christian Literature, The Politically Incorrect Guide to Western Civilization, y es traductor de varios poemas épicos occidentales, incluyendo On the Nature of Things: de Rerum Natura de Lucretius, Gerusalemme liberata de Tasso y los tres tomos de la Divina Comedia de Dante: Infierno, Purgatorio, y Paraíso. Graduado en Princeton y en la Universidad de Carolina del Norte, Esolen domina el latín, italiano, anglosajón, francés, alemán y griego. Vive en Rhode Island con su esposa Debra y sus dos hijos. Anthony Esolen es miembro del consejo consultivo del Centro de Recursos para la Educación Católica. 

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