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Cómo la Iglesia ha cambiado el mundo: Aquí está la verdad

  • ANTHONY ESOLEN

Cuando observo la Iglesia, puedo ver un tesoro de maravillas y misterios al que nos hemos acostumbrado demasiado.


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teresaofavila El mundo conoce un millón de objetos que vienen de la antigüedad: el papiro, las esculturas y los pergaminos; las construcciones, los utensilios de cocina y las monedas.  Sólo la Iglesia exhibe el Santo Sudario, algo totalmente distinto a cualquier objeto que se encuentra en los museos o en una excavación, y que se encuentra asociado a un evento único, del cual no existe ningún otro parecido en la antigüedad.  El mundo conoce a muchos hombres buenos que trabajan honestamente, que se enriquecen y que regalan abiertamente sus bienes a su ciudad natal.  Pero sólo la Iglesia sabe de santos y santas que dieron todo lo que tenían para navegar los mares traicioneros, llevando el Evangelio de Jesús a pueblos que nunca antes habían visto y de los que tal vez nunca saldrían con vida.

El mundo conoce a muchas personas eruditas y sabias que tienen plena conciencia de ello y que complacientemente ponen sus preceptos por escrito, como memorial de su aprendizaje y sabiduría para las generaciones venideras.  Sólo la Iglesia conoce a alguien como Santa Teresa de Ávila, quien insistía en que carecía de conocimientos, y quien escribió una gran obra sobre la oración y la vida mística porque así se lo ordenaron sus superiores.  Sin embargo, es como lo que dijo el salmista, Dios ha hecho brotar una alabanza de la boca de las criaturas y de los niños de pecho y así también, dice Teresa, Dios se complace en ofrecer una variedad infinita de dones a las almas humanas, "tantos de ellos", dice "que nadie puede siquiera entenderlos a todos, mucho menos alguien tan tonto como yo". 

Y sus palabras tenían un sentido literal, no eran una impostación o un recurso literario.  Trescientos cincuenta años después, una joven alemana y filósofa brillante, criada sin fe, abriría la autobiografía de Teresa y, llena de asombro, pronunciaría las palabras "¡Aquí está la verdad!".  Esa mujer, Edith Stein, sería bautizada como católica, ingresaría en el convento de las carmelitas al igual que Teresa, llevaría el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz y sería asesinada, junto con su hermana, por los nazis en Auschwitz.

Me imagino que la hija mira con alegría a la madre, en esa tierra donde nos encontraremos con los miembros de la gran familia de Dios, a la mayoría de los cuales jamás hemos conocido.

Son todas obras de Dios y nuestras solamente en y a través de él.

El castillo del rey

Un día, en la víspera del Domingo de la Santísima Trinidad, Teresa gozó de una magnífica visión.  Tenía deseos de que le mostraran la belleza de un alma en gracia. Por otra parte, unos sacerdotes que sabían que ella tenía muchos conocimientos sobre la oración, aún más que ellos mismos, le pidieron que escribiera un tratado sobre ella.  Entonces, dice su biógrafo y amigo, Dios "le mostró un globo hermosísimo de cristal, a manera de castillo, con siete moradas, y en la séptima, que estaba en el centro, el Rey de la Gloria con grandísimo esplendor, que ilustraba y hermoseaba aquellas moradas hasta la cerca".

  ¿Qué puedo decir de esta obra?  Soy un inválido escribiendo sobre el buen combate.  Soy un hombre incapaz de volar escribiendo sobre lo que es remontar vuelo; pero así era ella también, según Teresa.  Nos llama "gusanos malolientes" y sólo eso haría que el hombre moderno se apartara con el orgullo herido.  Sin embargo, nos ruega también que contemplemos la gran dignidad y belleza del alma, hecha con las manos de Dios.  "Cree en ti mismo", dice el mundo, cuya historia sangrienta ha sido escrita por hombres que se tomaron ese consejo muy a pecho.  loseb Jughashvili creía en sí mismo y por eso se hizo llamar Stalin, "hombre de acero".  Señor, ¡libéranos de creer en nosotros mismos y de autoengañarnos!  "La humildad", dice Teresa, "siempre labra como la abeja en la colmena la miel, que sin esto todo va perdido".  Conocerte a ti mismo es conocer tu pecado.  Es saber cuánto te falta incluso de humildad: "Meditando sobre la humildad de Jesús, veremos qué tan lejos estamos de ser humildes". 

"La humildad", dice Teresa, "siempre labra como la abeja en la colmena la miel, que sin esto todo va perdido".

"Evita sufrir y haz lo que te plazca", dice el mundo, repleto de oportunistas y desertores que evitaron sufrir e hicieron lo que quisieron, llamando a ello libertad.  Sin embargo, Teresa, tonta para Dios, insta a sus hermanas a hacer lo contrario, viril en su inmensa femineidad: "Abrazaos con la cruz que vuestro Esposo llevó sobre sí y entended que ésta ha de ser vuestra empresa: la que más pudiere padecer, que padezca más por Él, y será la mejor librada".

"Sigue tus propios gustos", dice el mundo, y mide el valor de cada persona por su currículum vítae o utilizando criterios de mensura materiales.  Sin embargo, Teresa dice que "no está la perfección en los gustos, sino en el crecimiento del amor".  No buscamos otro resultado que no sea que debe haber más amor en el mundo y preparar la tierra para el amor es buscar a alguien a quien obedecer, de modo que "no hagamos en nada nuestra voluntad".  El amor no se busca a sí mismo, después de todo.

¿Qué sabe el mundo del amor?

"Sigue a tu corazón", dice el mundo, queriendo referirse a esa maraña de antojos y confusiones, que año tras año forma una corteza dura de insensibilidad.  No obstante, Teresa, la mujer ignorante encerrada en un claustro, sabe más del mundo que nosotros mismos. Oren para que Dios les agrande el corazón, dice, "pues incluso en nosotros mismos hay grandes secretos que no entendemos".  El mundo, viejo y denso, nos dice que debemos razonar todo antes de tener fe, pero Teresa dice que nuestra razón estará mucho más despejada cuando procuremos "atajar el discurrir del entendimiento" y descansar satisfechos de estar en presencia de aquél a quien amamos.

"Amor, amor", dice el mundo del divorcio, del abandono, del descarte y de la indiferencia, un mundo al que le cuesta escuchar y que tiene endurecido el corazón.  Al mundo le gusta pensar que Dios, que es amor, será tan indiferente al pecado como lo es él.  El mundo anhela la inmortalidad para poder pecar y pecar para siempre.  Sin embargo, Teresa nos ruega que nos unamos con Dios en oración, que las espinas del pecado nos atravesarán del mismo modo que atravesaron a Cristo: "sabiendo yo el tormento que pasa y ha pasado cierta alma que conozco", la mismaTeresa, "ha sufrido y sufre todavía, al ver ofender a nuestro Señor, y es tan intolerable el sufrimiento que quisiera mucho más morir a seguir sufriendo".

¿Qué sabe el mundo de la verdad?

"El conocimiento es una cosa, un tema para los científicos", dice el mundo, "y el amor es otra cosa".  Pero cuando estamos hablando de seres personales, eso no puede ser así.  Conocer a otro no es tener conocimiento de un montón de hechos.  El esposo no es un estatista.  Anhelamos conocer a Dios, el manantial, el mar infinito de lo personal.  Y Dios puede mostrarse al alma que se ha vuelto flexible y dispuesta por la humildad, la oración y el amor ardiente, dice Teresa.  Entonces, nos parece que no sabemos qué significa estar en el cuerpo o no estar en el cuerpo.  Acerca del éxtasis dice que puede "quedarse la voluntad tan embebida y el entendimiento tan enajenado, y durar así día, y aun días, que parece no es capaz para entender en cosa que no sea para despertar la voluntad a amar, y ella se está harto despierta para esto".  Así lo dice Teresa, quien experimentó ese amor, como una lanza en su corazón.

Al mundo le gusta pensar que Dios, que es amor, será tan indiferente al pecado como lo es él.

"Cuando morimos", dice el mundo, "volvemos al polvo, al polvo cósmico.  Qué estupendo que es ser polvo cósmico".  Sin embargo, Teresa escuchó las palabras de Jesús, que el Reino de los Cielos se parece a un rey que preparó un banquete para la boda de su hijo.  Es el secreto del fruto final de la oración, lo que ella llama el matrimonio espiritual.  En este matrimonio, en un sentido ya no existen más un yo y un Tú, sino que sólo Dios, dado "que no podrán ya dividir ni apartar cual es el agua del río o lo que cayó del cielo" y así hay "un olvido de sí, que verdaderamente parece ya no es, como queda dicho; porque toda está de tal manera que no se conoce ni se acuerda que para ella ha de haber cielo ni vida ni honra, porque toda está empleada en procurar el honor de Dios".  Y sin embargo nunca somos tanto nosotros mismos, habitando tan pacíficamente en el centro de quienes somos y de quien Dios nos ha hecho ser, que cuando nos olvidamos de nosotros por completo, del mismo modo que la novia se pierde ante la alegría de contemplar el rostro de su amado en el altar.

Yo soy un hombre con un bote y un zagual, intentando describir la travesía de Teresa hacia las aguas insondables de la oración.

Una maestra para todas las generaciones

¿No es extraordinario?  En miles de años a partir de ahora, si el mundo sigue aquí y el hombre continúa viviendo en él, las personas ordinarias y extraordinarias recurrirán a Santa Teresa de Ávila por su práctica sabiduría sobre cosas que van infinitas veces más allá de lo práctico.  Las personas que sólo creen en la utilidad serán olvidadas, inútiles como son.  La locura de nuestros días se olvidará, como un sueño febril.  Eso espero realmente.

La Iglesia nos ha dado a las mujeres más admirables que el mundo jamás haya conocido y algún día las mujeres mismas se darán cuenta de ello y recuperarán su belleza y su vocación sublime.  La alabanza de Dios brotará y ha brotado de las bocas de las hermanas del claustro y de las mujeres casadas que se ocupan de los dulces deberes que les requiere la vida humana.

"Aquí está la verdad", dijo Edith Stein.

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Agradecimiento

Magnificat Anthony Esolen. "Cómo la Iglesia ha cambiado el mundo: Aquí está la verdad." Magnificat (octubre de 2015).

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Sobre El Autor

Esolen6esolen7Anthony Esolen es profesor de inglés en Providence College. Es autor de Reclaiming Catholic Social Teaching, Reflections on the Christian Life, Ten Ways to Destroy the Imagination of Your Child, Ironies of Faith: Laughter at the Heart of Christian Literature, The Politically Incorrect Guide to Western Civilization, y es traductor de varios poemas épicos occidentales, incluyendo On the Nature of Things: de Rerum Natura de Lucretius, Gerusalemme liberata de Tasso y los tres tomos de la Divina Comedia de Dante: Infierno, Purgatorio, y Paraíso. Graduado en Princeton y en la Universidad de Carolina del Norte, Esolen domina el latín, italiano, anglosajón, francés, alemán y griego. Vive en Rhode Island con su esposa Debra y sus dos hijos. Anthony Esolen es miembro del consejo consultivo del Centro de Recursos para la Educación Católica. 

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