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Culpar primero a Dios

  • MICHAEL NOVAK

De verdad, la presencia continua del mal en el mundo -tal vez con más agudeza cuando el mal se manifiesta en forma inconsciente, fuera de sus propias normas y procesos- es un gran escandalo para los cristianos que aman a Dios y creen en Él.


tidalwaveEs verdaderamente difícil para ellos entender cómo la Providencia amorosa y misericordiosa de Dios puede permitir que sucedan cosas tan terribles a los seres humanos. Estamos hablando de decenas de miles de seres humanos.  En esa escala tan amplia.

De alguna forma, es más fácil entender cómo los seres humanos son capaces de hacer cosas tan espantosamente malas. Al menos uno puede apuntar a su libre albedrío.  En la lucha por encontrar razones verosímiles, uno recuerda sus propias irracionalidades y pecados, asesinatos informados en los periódicos locales, etc.

Es verdad que algunos males son tan atroces e inimaginables que desafían todo intento de comparación con cualquier suceso que se encuentre en nuestra propia experiencia - el Holocausto, por ejemplo. ¿Cómo puede un Dios bueno permitir que le ocurra algo tan horroroso (en todo sentido) a su propio pueblo? Sin embargo, incluso esto se atribuye a la acción de los seres humanos, por monstruoso que sea.  Mientras que los muertos que padecieron un acto descarnado de la naturaleza parecen de algún modo haber sido sometidos a la acción no mediada del mismísimo Dios.

¿Qué pueden responder los creyentes bíblicamente informados a quienes, contemplando la destrucción y muerte masiva que existe hoy en Asia, culpan a su Dios (un Dios en quién los que lo culpan no creen)?

Enfrentado a esta exigencia -he estado enfrentado a ella, de hecho, bastante seguido en mi vida-, pienso en primer lugar en lo siguiente: dado que aquellos que hacen esta pregunta no creen en Dios, el problema no es lo que parece ser.  El objetivo real de la pregunta es hacer que me queje para mis adentros aceptando que aquél que se cree superior a mí dice lo correcto después de todo.  El objetivo real es hacer que yo niegue la realidad de Dios.

El objetivo es incluso un poco más complejo. Mi hostigador no quiere que yo niegue la realidad de Dios sobre la base de que la afirmación de dicha realidad es absurda.  De hecho, quien me hostiga sostiene que todo, en el fondo, es absurdo. Mi hostigador realmente quiere demostrarme que soy como él y que yo también me siento impulsado a coincidir con él al reconocer lo absurdo que hay en el fondo de todas las cosas.  Quiere probar que fue mucho más inteligente todo este tiempo y quiere ver cómo me rindo del mismo modo que él lo ha hecho.  Él ha renunciado a su fe en todos los niveles de la razón y quiere que yo haga lo mismo.

A continuación les explico mi segundo pensamiento.  La Biblia nos advierte con frecuencia sobre la confrontación con lo absurdo que cada uno de los que creemos en la bondad del Señor debe afrontar más de una vez a lo largo de su vida.  Vemos todo el tiempo en la Biblia que los justos están hechos para sufrir, mientras que los injustos viven en la plenitud y se divierten, ridiculizando a los justos.  Leemos sobre las horribles e incomprensibles aflicciones que Dios amontona sobre las espaldas de su fiel sirviente Job.  Job se niega a decir que al hacerle estas cosas Dios está actuando en forma justa o amable; Job conoce su propio dolor y se rehúsa a mentir.  Se rehúsa a engalanar a Dios o a rebajarlo al nivel humano.  Sabe que Dios no es un liberal sentimental. 

Y si Job es el tipo de "sirviente sufriente" cuyos sufrimientos no pueden explicarse por sus propios actos y parecen ser horrible e inexcusablemente injustos, también lo es el Hijo de Dios, Jesucristo, el libre de pecado, que al advertirles a sus apóstoles sobre los sufrimientos que deberá padecer en la cruz hace alusión a Job en más de una oportunidad.

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¿Quién juzga a quién?

Párense frente a la cruz.  Observen el cuerpo de este sirviente sufriente de Dios.  Mírenla, tal vez, con los mismos ojos con que vieron la película prácticamente insoportable de Mel Gibson, La Pasión.  Si eso es lo que Dios le hizo a su propio Hijo - a su propio ser, con quien es uno - ¿existe alguna esperanza de que nos trate "amablemente"? El Dios que hace esto no es el "Dios de la amabilidad". Su escala de esplendor es mucho más diferente que la nuestra.  Uno no lo ha sentido a Dios verdaderamente, si nunca experimentó un temblor interno y una vasta distancia. 

Es el mismísimo infiel o nihilista que hace que el judío o cristiano piadoso habite en la oscuridad. Sin embargo, sólo los creyentes permanecen en el silencio para pronunciar el sí ciego de nuestro amor. El sí que Ivan Karamazov no puede decir en la noche que Alosha sí lo dice.

No es un Dios hecho a nuestra imagen.  Nosotros estamos hechos a (una muy pobre) imagen de Él - una imagen principalmente en el sentido de que experimentamos la comprensión y el juicio, la decisión y el amor, y que nosotros también tenemos responsabilidades.

Este es el Dios que creó la inmensidad de Los Alpes y las Rocallosas y Los Andes; quien conoce el silencio de la jungla que ningún humano ha penetrado; quien creó todas las galaxias que se encuentran más allá de nuestro entendimiento; quien nos dio a Mozart y Beethoven, a Shakespeare y a Milton y Dante y legiones de otros grandes talentos; quien infundió vida a los ojos de todos los recién nacidos y amor a los corazones de todos los amantes; y quien imaginó, creo y expresó su amor por todas las cosas que Él hizo.  Creó todos los poderes de las tormentas y la inmensa fuerza de los terremotos y el remolino embravecido y agitado de los océanos.  Imaginó todas las hermosas melodías que hemos escuchado y muchas otras más que jamás hemos sentido.

Dios es Dios
Dios es nuestro juez. 
Nosotros no somos su juez.

La pregunta es la siguiente "¿Dios está a la altura de nuestras normas (liberales, compasivas, autoengañosas)?"  La pregunta es "¿aprenderemos -en silencio y con temor al poder de la naturaleza que se encuentra más allá de nuestra humanidad - cuán grande, en una escala mucho más diferente que la nuestra, es el amor de Dios?"

Sería una de las ilusiones más grandes y más obscenas para un hombre, cualquier hombre, imaginar que el amor que siente por un niño destrozado en las aguas espesas y oscuras de un tsunami es mucho más grande que el que siente el mismísimo Creador de ese niño.  Es como si Ivan Karamazob no pudiera perdonar a Dios por que hay niños en el mundo que todas las noches se acuestan llorando en silencio y con dolor.  ¿Quién es Karamazob para pensar que su propio amor por aquellos niños -un amor puramente abstracto, especulativo, rígido, contraejemplar- es más grande que el que el Creador de esos niños siente por ellos?

El tapiz en el que Dios entreteje la existencia humana no es un tapiz que se encuentre dentro del marco del tiempo que experimentamos. Como nosotros no comprendemos el poder de la naturaleza (especialmente hoy en día que vivimos tan lejos de ella, tan protegidos de ella), aún menos logramos empezar a comprender el amor y la bondad de Dios.

Lo cierto es que ver y oler la terrible muerte humana es algunas veces más de lo que podemos soportar. Tal vez deberíamos sentir confianza en el poder del amor de Dios, pero no lo vemos. Todo lo que sentimos es la noche.  Nuestra oscuridad es tan fuerte como la del infiel y el nihilista.

Aún en la oscuridad, nosotros, los que creemos (sin incluir a los infieles o nihilistas) nos sentimos traicionados por aquel que nos ama.  Solos, sentimos angustia porque no podemos entender.

Esto no significa que no nos hayamos golpeado tantas veces con los límites de nuestro entendimiento ni que reconozcamos, no obstante, que hay innegables asomos de poder y presencias que no conocemos.  Y, como sucede con Job, nos rehusamos a negar el poder de la bondad y la luz que sí vemos, su poder de adentrarse en la oscuridad de la noche que ahora no nos permite ver.

Parece que el Creador no fuera siempre amable, ni incluso justo, dentro del espacio limitado que forma parte de nuestra experiencia.  Parece que el Creador actúa con una crueldad innegable.  En nuestros tiempos, hemos visto sufrimientos inimaginables.  Como Job, no podemos negar lo que vemos.

Como así tampoco podemos negar la Luz, que hace que lo absurdo parezca absurdo.  Sólo en contraste con la Luz, lo absurdo es absurdo.  De lo contrario, es sólo un hecho de la cruda realidad.

Es el mismísimo infiel o nihilista que hace que el judío o cristiano piadoso habite en la oscuridad. Sin embargo, sólo los creyentes permanecen en el silencio para pronunciar el sí ciego de nuestro amor.  El sí que Ivan Karamazov no puede decir en la noche que Alosha sí lo dice.  

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Agradecimiento

nrMichael Novak. "Blaming God First" (Culpar primero a Dios) National Review (5 de enero de 2005).

Reimpreso con el permiso de Michael Novak y National Review

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Sobre El Autor

Novak3Novak10smnovaksmMichael Novak, profesor retirado con el grado de George Frederick Jewett Scholar en religión, filosofía y orden público del American Enterprise Institute, es autor, filósofo y teólogo. Michael Novak reside en Ave Maria, Florida como miembro del consejo de administración y profesor visitante de la Universidad Ave María. Se hizo acreedor del Premio Templeton en 1994.  Escribió o editó cerca de 45 libros, entre los que se incluyen los siguientes: Writing From Left to Right: My Journey From Liberal to ConservativeLiving the Call: An Introduction to the Lay VocationNo One Sees God: The Dark Night of Atheists and Believers, Washington's God, como así también The Universal Hunger for Liberty: Why the Clash of Civilizations Is Not InevitableThe Catholic Ethic and the Spirit of CapitalismThe Spirit of Democratic CapitalismTell Me Why: A Father Answers His Daughter's Questions About God (con su hija Jana Novak) y On Two Wings: Humble Faith and Common Sense at the American Founding.

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