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¿Por qué la Iglesia Católica bautiza a los bebés?

  • GRAHAM OSBORNE

P:  ¿Por qué la Iglesia Católica bautiza a los bebés? ¿No son acaso demasiado pequeños para entender lo que está pasando?


baptismnEs una pregunta justa. La respuesta más fácil y quizá la mejor sería simplemente que fue la Tradición o la enseñanza constante de la Iglesia primitiva, desde el tiempo de los apóstoles.

A pesar de eso, muchas veces la primera objeción es que los bebés no pueden asumir personalmente el compromiso necesario para recibir el bautismo. Sin embargo, desde los tiempos de Abraham hasta la actualidad, los judíos han circuncidado a los bebés ocho días después de nacer para recibirlos en la Alianza, basándose en la fe de los padres, tal y como hacemos ahora en el bautismo cristiano. ¿Te imaginas a los apóstoles anunciando la Nueva Alianza a las multitudes de judíos pero agregando que sus hijos quedarían excluidos hasta que pudieran decidir por sí mismos? ¡Sería inaudito!

Y está muy claro en las Sagradas Escrituras que la fe de un padre o un esposo creyente puede ser muy eficaz y literalmente puede "santificar" a un hijo o esposo no creyente. En 1 Cor 7,14 leemos, "Porque el marido que no es creyente es santificado por su mujer; y la mujer que no es creyente es santificada por su marido creyente; de otro modo vuestros hijos serían impuros, mas ahora son santos." Esta es la fe de los padres y de los padrinos que piden los dones del bautismo en nombre del niño, a lo cual Dios responde generosamente.

San Pablo también confirma que el bautismo ahora reemplaza la circuncisión como el ingreso a la Nueva Alianza. Dice, por ejemplo, "En Él también fuisteis circuncidados con la circuncisión no quirúrgica, sino mediante el despojo de vuestro cuerpo mortal, por la circuncisión en Cristo. Sepultados con Él en el bautismo, con Él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos” (Col 2,11-12).

De hecho, un antiguo concilio de la Iglesia, el Concilio de Cartago (252 A.D.) se celebró en parte para considerar precisamente esta pregunta. Pero el asunto no fue si bautizaban a los bebés o no. Más bien fue que si bajo la Nueva Alianza, había que esperar hasta el octavo día tradicional de circuncisión para bautizar. Y la decisión fue que no se esperara ni siquiera los ocho días sino que bautizaran lo antes posible, "sin demora".

San Pedro resuelve aún más este asunto. Al predicar el primer gran sermón de la Iglesia en el día de Pentecostés, convirtiendo a casi 3000 judíos de una vez, terminó diciendo, "Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros (es decir, ¡también los bebés!) en el nombre de Jesucristo para el perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijos." (Hechos 2, 38-39).

San Pedro aclaró que los niños son parte de este llamado a ser bautizados. Si bien no tienen necesidad de arrepentirse de ningún pecado personal, los bebés ciertamente necesitan los grandes dones del bautismo, gratuitos e inmerecidos—que la mancha del pecado original sea lavada de sus almas, que se restaure la presencia de la Trinidad en ellos, que la gracia santificante llene sus almas, convirtiéndoles en hijos de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo.

En Marcos 10,14, Jesús mismo confirma además todo esto: "Y le traían bebés para que los tocara (la palabra en griego aquí literalmente significa bebés, y NO niños más grandes)… Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios.…Y tomándolos en sus brazos, los bendecía, poniendo las manos sobre ellos. ¡Maravilloso!

Ahora, según las Sagradas Escrituras, el bautismo es el camino normal para entrar en el Reino de los Cielos. "En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios" (Jn 3,3-5). "Nacer del agua y del Espíritu” es el bautismo según la enseñanza de la Iglesia primitiva sobre este pasaje. Si Jesús dice que el Reino de Dios pertenece a los infantes y los niños, no tendría sentido si después les negara el don del bautismo que les daría entrada en ese mismo Reino.

Además, en 1 Cor 1,16 y Hechos 16, 15 y 33 se hablan del bautismo de "familias" enteras, sin mención alguna sobre excluir a los bebés. De hecho, en todas las Sagradas Escrituras, no hay ni uno solo pasaje que diga que no se debe bautizar a los bebés; ninguno. ¡Y punto!

¿Pero qué tiene que decir sobre este asunto la Iglesia primitiva? Muchísimo.

Escuchen a San Ireneo (189 A.D.), discípulo de San Policarpo, a quien San Juan Apóstol mismo enseñó: "El (Jesús) vino a salvar a todos por sí mismo; a todos, digo, que renacen en Dios a través de El: los bebés y los niños...Atravesó cada época, haciéndose un bebé para los bebés, santificando a los bebés; un niño para los niños, santificando a todos que tienen esa edad."

El gran San Agustín escribiría: "No se debe despreciar ni considerar superflua la costumbre de la Madre Iglesia de bautizar a los bebés, ni tampoco creer que su tradición sea otra cosa sino apostólica."

En su carta, "Tradición apostólica," del año 215 A.D. San Hipólito escribiría: "Bauticen primero a los niños, y si pueden hacerlo, que hablen por sí mismos. De lo contrario, que sus padres u otros parientes hablen por ellos."

San Gregorio Nacianceno resume para nosotros la respuesta de manera perfecta en su "Oración sobre el Santo Bautismo." "¿Tienen a un bebé? No den ningún lugar al pecado. Más bien, dejen que el infante se santifique desde la niñez. Desde su edad más tierna, déjenles ser consagrados por el Espíritu." ¡Perfecto!

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Agradecimiento

osborne Graham Osborne.  "¿Por qué la Iglesia Católica bautiza a los bebés?" The B.C. Catholic (2011).

Reimpreso con el permiso de Graham Osborne.    

Sobre El Autor

Graham Osborne es fotógrafo profesional de la naturaleza y biólogo. Ha dedicado los últimos veinte años estudiando las Sagradas Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia y da clases de Sagradas Escrituras y Apologética para los Institutos trimestrales de la Oficina de Catequesis de la Arquidiócesis de Vancouver. Además enseña cursos de educación en la fe para adultos y brinda retiros y conferencias en parroquias a lo largo de la Arquidiócesis. Graham tiene su hogar en Chilliwack, B.C. junto con su esposa y sus 3 hijos. Puede encontrar su sitio web aquí.

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