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¿Podemos perder la salvación?

  • GRAHAM OSBORNE

P:  ¿No es que la Iglesia católica enseña que un cristiano puede perder la salvación?  ¿No es que la Biblia nos dice otra cosa?


paulsavingsoul1 Una enseñanza común entre las denominaciones cristianas es que con haber aceptado a Jesús como Señor y Salvador, ya estamos salvados (es decir, que iremos al cielo) y que no hay nada que podamos hacer que nos haga perder la salvación.  Esta idea surge de leer pasajes como Juan 3, 16 y Romanos 10, 9-18 en forma aislada y fuera de contexto, sin considerar cómo otras partes de las Escrituras complementan y aclaran estos versículos, especialmente los versículos que nos enseñan que también podemos perder el don de la salvación.

Entonces, ¿cuál es la mejor manera en que un católico puede responder a esta visión de la salvación?  La Biblia es muy clara cuando nos enseña que un creyente puede perder la salvación.  De hecho, diría que esta es una de las enseñanzas más claras que nos ofrecen las Sagradas Escrituras a la hora de trazar las diferencias entre las creencias católicas y las protestantes.

Para los principiantes, San Juan nos enseña que hay algo que se llama pecado de muerte o mortal, que es un pecado que nos separa de Dios y que mata la vida de la gracia que debe estar presente en nuestras almas para poder entrar por las puertas del cielo (los católicos la llaman la gracia santificante).  Escribe: "El que ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, que ore y le dará la Vida. Me refiero a los que cometen pecados que no conducen a la muerte,   porque hay un pecado que lleva a la muerte; por este no les pido que oren" (1 Jn 5, 16).

Además, en 1 Cor 4, 3-5, San Pablo nos dice que ni siquiera él mismo se considera salvado - sólo Dios conoce el interior de los corazones y entonces esta consideración está reservada sólo a Él: "En cuanto a mí, poco me importa que me juzguen ustedes o un tribunal humano;   ni siquiera yo mismo me juzgo.  Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado:   mi juez es el Señor.  Por eso, no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones."  Y luego dice otra vez: Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles. Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano" (1 Cor 15, 1-2).

Y en 1 Cor 9, 27, agrega "Al contrario, castigo mi cuerpo y lo tengo sometido, no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado".  Del mismo modo, en Filipenses 3, 11-12, repite lo siguiente: "a fin de llegar, si es posible, a la resurrección de entre los muertos.  Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla".  Sin dudas, San Pablo nos enseña que un creyente puede perder la salvación ¡y hasta considera que ni su propia salvación está asegurada!

Sin embargo, todo queda mucho más claro cuando hacemos una búsqueda más profunda en las Sagradas Escrituras.  En 2 Pedro 2, 20-21, San Pedro escribe: "En efecto, si alguien se aleja de los vicios del mundo, por medio del conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y después se deja enredar y dominar de nuevo por esos vicios, su estado final llega a ser peor que el primero.  Más le hubiera valido no conocer el camino de la justicia que, después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que le fue transmitido".  ¡Caray!  ¡San Pedro está diciendo que sería mejor no haber creído nunca en nada, que creer y terminar mirando para otro lado!

¡Caray! ¡San Pedro está diciendo que sería mejor no haber creído nunca en nada, que creer y terminar mirando para otro lado!

Del mismo modo, en Heb 6, 4-6, dice: "Porque a los que una vez fueron iluminados y gustaron el don celestial, a los que participaron del Espíritu Santo y saborearon la buena Palabra de Dios y las maravillas del mundo venidero, y a pesar de todo recayeron, es imposible renovarlos otra vez elevándolos a la conversión, ya que ellos por su cuenta vuelven a crucificar al Hijo de Dios y lo exponen a la burla de todos".

Hasta incluso Jesús mismo nos enseña claramente que un creyente puede perder la salvación.  Por ejemplo, en la parábola del sembrador y las semillas en Lucas 8, 13, nos dice: "Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás".

En la parábola de las ovejas y los cabritos (Mateo 25, 31-46), Jesús deja perfectamente en claro que los creyentes pueden perder la salvación si no hacen las obras de caridad que él mismo pidió que hicieran.  Tanto las ovejas como los cabritos son los creyentes, ambos lo llaman "Señor".  Sin embargo, sólo las ovejas llegan al cielo.  Jesús se reserva para los cabritos las palabras más duras que aparecen en las Sagradas Escrituras: "'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,  Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".

Además, en Mateo 7, 21, Jesús confirma que "No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo".

La salvación es un don – nunca demos por sentado que ya la tenemos.

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Agradecimiento

osborne Graham Osborne.  "¿Podemos perder la salvación?" The B.C. Catholic (2011).

Reimpreso con el permiso de Graham Osborne.    

Sobre El Autor

Graham Osborne es fotógrafo profesional de la naturaleza y biólogo. Ha dedicado los últimos veinte años estudiando las Sagradas Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia y da clases de Sagradas Escrituras y Apologética para los Institutos trimestrales de la Oficina de Catequesis de la Arquidiócesis de Vancouver. Además enseña cursos de educación en la fe para adultos y brinda retiros y conferencias en parroquias a lo largo de la Arquidiócesis. Graham tiene su hogar en Chilliwack, B.C. junto con su esposa y sus 3 hijos. Puede encontrar su sitio web aquí.

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