Menu
A+ A A-

La trampa de la cohabitación

  • GEORGE SIM JOHNSTON

No existe eso del matrimonio de prueba.


co-habitationUna colega de la facultad me contó hace poco que su hijo de 25 años está de novio y que aún le cuesta tomar la decisión de casarse.  Están juntos desde hace dos años.  Él la toma en serio, piensa que podría ser una buena esposa, pero le dice a su madre que no está seguro de dar el gran paso.  ¿Debería proponerle matrimonio?  ¿Debería tomarse algo más de tiempo para pensarlo?  ¿Debería acaso salir con otras chicas para verlo desde otra perspectiva?  Su hijo está lleno de dudas.

Mi amiga, que suele ser bastante sensata, le dio lo que ella creía que era un buen consejo: ¿por qué no vives con ella un tiempo para ver cómo les va?  En otras palabras, haz un matrimonio de prueba.  Si pueden compartir cama y comida sin complicaciones, cásense.  De lo contrario, cada uno puede seguir adelante con sus vidas y así habrán evitado lo que nadie quiere: un matrimonio roto.

Lamentablemente, mi amiga estaba llevando a su hijo hacia lo que podríamos llamar como la "trampa de la cohabitación".  Resulta que -contrario a lo que se cree en forma generalizada- la tasa de divorcios entre parejas que han convivido antes del matrimonio es notoriamente más elevada que la tasa de divorcios normales -hasta un 40 por ciento más elevada, según el estudio que estén considerando.

Hay variaciones dentro de esta estadística intranquilizante.  Las parejas que se comprometen antes de vivir juntos funcionan mejor que las parejas que no lo hacen.  Si es la primera y única vez que la mujer se muda con alguien, la tasa de divorcios es más baja.  Quienes vivieron juntos por un corto período de tiempo tienen más probabilidades de permanecer casados que los que vivieron juntos por más tiempo.  Sin embargo, independientemente de los matices, todas estas categorías producen tasas de divorcio más elevadas que las de parejas que no viven juntos antes de casarse.

¿Por qué sucede esto?  Parece ser contraintuitivo.  Una joven podría decirles a sus amigas: "Ni se me ocurriría casarme si primero no convivo un par de años con mi novio".  Y sus amigas asentirían sabiamente.  Tiene algo de sentido: haz una prueba de manejo antes de apostar por un modelo de auto.

Pero este escenario no siempre funciona en la vida real.  Unos años atrás, un amigo mío se mudó con su novia.  Compartían un loft en SoHo y parecían estar pasándolo muy bien con esto de ser una joven pareja de Manhattan.  Se casaron a los dos años.  Un año después, el matrimonio tuvo un amargo desenlace.  Un día le pregunté: "¿Qué paso?  Se los veía muy bien juntos".  "No sé", contestó.  "Es como si de repente hubiéramos pulsado los botones equivocados".

El punto es que eso no existe en un matrimonio de prueba.  Tal como lo dice Barbara Dafoe Whitehead, "La convivencia no es al matrimonio lo que el entrenamiento de primavera es a la temporada de baseball".

Estos son algunos de los problemas que tiene la cohabitación:

  • Cuando los novios se mudan juntos, rara vez le hacen a su pareja el tipo de preguntas que uno debería hacerle a la persona con la que pasará el resto de su vida.  ¿Realmente comparto los valores de esta persona?  ¿Quiero que mis hijos tengan los valores de esta persona?  El peor escenario es caer en la cohabitación para luego caer en el matrimonio.  Hay que decidir, no dejarse llevar.

  • Se ha observado muy acertadamente que en un buen matrimonio, siempre que la esposa o el esposo utilizan el pronombre "yo", también quieren decir "nosotros".  Por el contrario, cuando quien cohabita con otra persona utiliza el pronombre "yo", suele querer decir "yo".  La pareja tiene nombres separados, cuentas bancarias separadas; existe un acuerdo implícito de que cualquiera de los dos puede dar marcha atrás con la relación.  En resumen, están practicando con un compromiso de baja intensidad, cuando el matrimonio implica un compromiso de alta intensidad.

    Aparte, no hay parejas felizmente casadas que se miren el uno al otro, y dándose un golpe en la frente, exclamen "¡Si al menos hubiéramos empezado a tener relaciones seis meses antes!".

  • El sexo puede ser un obstáculo en el juicio prudencial que uno debe hacer sobre la persona con la que se casará.  El sexo y el juicio lúcido no siempre van de la mano, por decirlo suavemente.  El sexo libera hormonas como la oxitocina, que, entre otras cosas, actúa como un agente de unión, aun cuando el hombre y la mujer no sean el uno para el otro.  Es mucho más difícil romper una mala relación cuando la pareja ya ha tenido relaciones sexuales.  Por otro lado, las parejas que se abstienen de ellas tienden a mirarse el uno al otro con mayor claridad.  El crecimiento emocional de su relación no queda en cortocircuito por un acto que supone más compromiso que lo que corresponde.

  • Tanto los hombres como las mujeres se embarcan en la convivencia con hipótesis y expectativas muy diferentes.  La mujer tiende a creer que la convivencia es como una prueba de vestido para el casamiento, mientras que su pareja tiene ideas mucho más laxas sobre el arreglo.  A ella seguramente le llevará mucho menos tiempo que a él tomar una decisión en favor del matrimonio.  De hecho, el hombre querrá posponer la decisión la mayor cantidad de tiempo que sea posible.  Ello puede dar lugar a escenas.  Ella ni siquiera tendrá que pronunciar la palabra "matrimonio" para que él se ponga a la defensiva.  Para provocarlo, sólo será necesario decir algo como "No veo qué rumbo está tomando esta relación".  "¡Me estás presionando!".  "¡Estamos bien así!".  "¡No quiero que me presiones!".  Y así sucesivamente.

"Sospechamos, con toda razón", escribe James Q. Wilson en  The Marriage Problem, "que el matrimonio difiere de la cohabitación.  Cohabitación significa que dos personas acuerdan vivir juntos, compartir habitación, comida y sexo.  El matrimonio significa que dos personas prometen vivir juntos hasta la muerte, compartiendo habitación, comida y sexo y una obligación permanente de cuidar a su cónyuge.  La promesa es el quid de la cuestión".

No es fácil abstenerse del sexo antes del matrimonio.  Especialmente cuando una pareja ya está comprometida.  Sin embargo, reservar el sexo para el matrimonio es afirmar su significado y en definitiva fortalecer el vínculo del matrimonio.  El sexo es la consumación de una promesa solemne; no funciona tan bien si ella.

Aparte, no hay parejas felizmente casadas que se miren el uno al otro, y dándose un golpe en la frente, exclamen "¡Si al menos hubiéramos empezado a tener relaciones seis meses antes!".  En cambio, pueden compartir un recuerdo agradable de aquellos momentos en los que aguardaban el pistoletazo de salida para emprender la carrera.

dividertop

Agradecimiento

johnston George Sim Johnston. "The Co-Habitation Trap." The Catholic Thing  (1 de agosto de 2015).

Reimpreso con el permiso de The Catholic Thing.

Sobre El Autor

johnstonGeorge Sim Johnston es un escritor que vive en la Ciudad de Nueva York y es editor adjunto de la revista Crisis y del Registro Católico Nacional. Sus artículos y ensayos han aparecido en Harpers, The American Spectator, Commentary, The Wall Street Journal, Harvard Business Review, Crisis, y Catholic World Report. Ha Ganado el Premio de Periodismo de la Asociación de Prensa Católica. Su libro más reciente, ¿Darwin Entendió Bien?: Los Católicos y la Teoría de la Evolución ha sido publicado por Our Sunday Visitor y puede pedirse llamando al 1-800-348-2440.

Copyright © 2015 The Catholic Thing
back to top