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Luchando Solo

  • RYAN T. ANDERSON

Me lo contó en un correo electrónico.


Strugglingalone2 Lo he conocido por años, tantos que no puedo recordar cuándo nos vimos por primera vez; y no hace mucho estuvimos enviándonos y recibiendo correos sobre nuestras vidas, nuestros futuros— el tipo de cosas que tratan los amigos que se encuentran a la distancia. A lo largo de estas comunicaciones me mencionó, aparte, que tenía algunos problemas persistentes a los que tenía que buscar solución. Mi respuesta le pidió una explicación sobre ello — y fue entonces que me lo dijo.

En los últimos tres años, "Chris" (llamémoslo así) ha experimentado una pronunciada atracción hacia otros hombres — por un antiguo amigo de secundaria en particular. Un capricho, tal vez, o una obsesión. Sea lo que fuese, él sabía que no era saludable. Y a pesar que nunca había actuado siguiendo esa atracción, me explicó, lo conducía a fantasías y deseos que él no quería. Entonces se planteó la resolución de nunca acogerlas como algo esencial a su identidad o aceptarlas como permanentes o intratables — una resolución que ha mantenido prácticamente por sí solo, sin el apoyo de la comunidad, la familia, o los amigos.

En el transcurso de varias llamadas telefónicas y correos electrónicos, compartió conmigo sus reflexiones sobre lo que él creía había originado su problema de las atracciones por el mismo sexo. Describió una relación “excesivamente cercana y parecida a la de mejores amigos” con su madre, a menudo actuando como su única confidente, y un subsecuente aislamiento de su padre. Las relaciones con sus amigos, pensaba él, también contribuyeron, dado que sufría un "rechazo profundamente doloroso" de parte de sus compañeros hombres, junto con "oscilaciones entre la reverencia y el temor por sus compañeros del tipo típicamente masculinos". Una vez que lo golpeó la pubertad, esto adoptó connotaciones sexuales, dado que Chris empezó a experimentar un "deseo erotizado" por los rasgos que encontraba en otros hombres y de los que él carecía.

Todo esto resultó en que él divida a los hombres en aquellos que él encontraba "superiores y a los que temía (debido a sus rasgos fuertemente masculinos)," y aquellos que él encontraba inferiores y despreciaba (debido a que carecían de ello)." Pero esto afectaba también su personalidad en general. Desarrolló, le escribió, un comportamiento "pasivo-agresivo, indiferentemente defensivo y sino manipulador hacia los hombres" y una "lamentable incapacidad " de reafirmarse como otros lo hacen. La debilidad dominante, él pensaba, era "una fuerte necesidad de satisfacer el rol castrante y benigno de un rol culpable del niñito bueno que complace a Mamá cumpliendo todas las reglas (la ley civil, las reglas del colegio, la moralidad convencional, ser educado, etc.) [mientras] se mantenía sin amenazas y fuera de lo físico."

Lo que él describió parecía un resumen exacto de la persona que yo había conocido durante años. Por ello cuando él señaló las causas probables y dijo que estaba buscando ayuda para enfrentarlas, yo lo apoyé. "Sería infiel a mí mismo si yo simplemente aceptara esta condición ahora mismo." Escribió. "Estaría negando lo que he llegado a creer — lo que creo que sé — son las causas y potenciales curas de esta condición en mi caso." Algunas personas dicen que el cambio no es posible, pero él piensa que con Dios todas las cosas lo son, y que al menos él quiere tratar de hacer su parte.

Todo lo que quiere es vivir castamente y tratar de lograr avances para abordar las causas de su atracción por personas del mismo sexo. Pero en la universidad estadounidense moderna, esto es anatema. Porque entre todas sus celebraciones por la diversidad y compromisos de tolerancia, esta opción no debe celebrarse o incluso tolerarse.

La situación de Chris es triste, pero parece estar moviéndose hacia algún lugar. Me dijo cómo había llorado a diario durante los dos primeros años de su atracción por el mismo sexo, sabiendo que se estaba convirtiendo en alguien que no quería ser. Pero durante el tercer año encontró un buen terapista y empezó a lograr avances. Él se dispuso a encontrar "una afirmación masculina saludable mediante amistades profundas no eróticas con el mismo sexo" — junto con una "purificación de la memoria con respecto a las heridas del pasado" y una visión más masculina de sí mismo. Sin razón alguna para exagerar su progreso, me aseguró que es "100 veces más feliz y más saludable que antes — aunque no completo todavía." Incluso los amigos y familiares que no conocen sus luchas han señalado un gran aumento en su serenidad y alegría.

Aparte de su confesor y de su terapista, soy la única persona que lo sabe. Sus padres resultarían devastados — su madre se preguntaría si ella temería haberle fallado a su hijo. Los compañeros que viven con él y sus amigos no sabrían cómo tomarlo. Otros en el campus lo alentarían a abrazar su verdadero ser: Lo etiquetarían como homosexual y lo llamarían gay. Pero no lo es — y tampoco lo quiere ser: La atracción sexual, piensa él, no define a una persona.

Ciertamente, él teme en particular dar a conocer sus atracciones mientras lucha contra ellas, lo que haría que lo etiqueten como un homosexual reprimido, el crítico de los gay que es él mismo marica, el niño gay que piensa que es tan solo un desorden. Todo lo que quiere es vivir castamente y tratar de lograr avances para abordar las causas de su atracción por personas del mismo sexo. Pero en la universidad estadounidense moderna, esto es anatema. Porque entre todas sus celebraciones por la diversidad y compromisos de tolerancia, esta opción no debe celebrarse o incluso tolerarse.

Como en muchos centros de estudios, la Universidad de Chris cuenta con un centro LGBTQA (una oficina oficial que apoya a estudiantes "lesbianas, gay, bisexuales, transgénero, maricas y relacionados"). Si hubiera estado buscando consejo sobre cómo aceptar sus atracciones por el mismo sexo, desempeñarse sexualmente como un hombre gay, o desarrollar una relación romántica homosexual, hubiera sido bienvenido. Queriendo sin embargo vivir castamente, no encontró nada. Peor que nada, encontró rechazo. Dichos centros patrocinan como rutina charlas públicas que atacan las respuestas cristianas frente a las atracciones por el mismo sexo, llamados a la castidad e intentos de buscar terapia.

Podrías pensar que Chris podía encontrar ayuda en el centro religioso de la universidad. Pero con triángulos del orgullo rosa en cada puerta interior, esa oficina, también, ha acogido el movimiento del orgullo gay. La universidad es anfitriona de una Liturgia Dominical del Orgullo cada año en vez de la adoración regular en la capilla— dado que el orgullo, aparentemente, es la respuesta litúrgica adecuada frente a la homosexualidad — y promueve charlas públicas con títulos tales como "Superar el Temor Cristiano de la Homosexualidad."

Afortunadamente, la capellanía católica en el campus es vibrante y ortodoxa. El capellán le dio a Chris un consejo spiritual sólido aunque general — oración constante, recibir los sacramentos y una vida de caridad — pero no estaba seguro de cómo adaptarlo a un joven cristiano que experimentaba atracción por el mismo sexo. Por eso le sugirió a Chris trabajar con un terapista para abordar las causas psicológicas de sus atracciones.

Y Chris trató. Fue al centro de salud de su escuela para ver a una psicóloga, pero fue bastante hostil. Cuando pidió una referencia para ver a un terapista católico, a ella solamente le faltó llamarlo loco por rechazar rendirse a su naturaleza como homosexual. Finalmente, el seguro médico de su universidad nunca cubriría el costo de un terapista externo, y obviamente no podía pedirlo a sus padres.

Soy testigo del camino único de mi amigo hacia la santidad: una instancia excepcional de gracia que trabaja a través de una vasija de barro, haciendo que todas las cosas se tornen nuevas, y que conduzcan a una vida plena. Pienso en lo bendecido que soy por ser tan afortunado de ser testigo de ello y encuentro inspiración para mi vida en sus luchas.

La confusión sexual se puede encontrar en cualquier lugar, pero se ve particularmente marcada en los campus universitarios, donde se añade a la confusión humana general la promiscuidad aprobada y un rechazo institucional a cualquier cosa que sea tradicionalmente cristiana o conservadora. ¿Existe algún estudiante más alienado o marginado en un campus que aquel que experimenta atracción por el mismo sexo pero que no las acepta? Se le fuerza a estar en silencio, y toda su experiencia vital se menosprecia: Sufre atracción por el mismo sexo, pero quiere tenerla, y busca encontrarse pleno nuevamente. Esto no parece tan extremo si lo escuchamos, pero existen muy pocos grupos en los campus–si los hay- que se dediquen a apoyar a estos estudiantes.

Mientras escuchaba a Chris, me molestaba cada vez más por nuestra cultura llena de problemas, el caos sexual que la generación de nuestros padres nos legaron, la falta de apoyo que brinda la Iglesia y el ambiente hostil que mantiene la universidad. Gradualmente, sin embargo, mi molestia dio paso a la tristeza. La tristeza con la que Cris lucha casi solo. Una tristeza porque que otros como él no tienen a quién acudir. Una tristeza porque las universidades rechazan deliberadamente a los estudiantes castos con atracción por el mismo sexo.

Sin embargo, al final, me descubro sintiéndome agradecido. Agradecido por conocer a Chris. Agradecido por la oportunidad de verlo cargar una cruz que él no eligió. Ofreciendo sus luchas diarias, lucha por la santidad, se reúsa a rendirse y resiste las tentaciones. Trabaja para remediar las causas no deseadas y los efectos secundarios de una atracción que él nunca quiso, consciente al mismo tiempo que la cura no es segura, que en este mundo caído algunos desórdenes tal vez siempre nos acompañen.

Soy testigo del camino único de mi amigo hacia la santidad: una instancia excepcional de gracia que trabaja a través de una vasija de barro, haciendo que todas las cosas se tornen nuevas, y que conduzcan a una vida plena. Pienso en lo bendecido que soy por ser tan afortunado de ser testigo de ello y encuentro inspiración para mi vida en sus luchas.

Qué pena, sin embargo, que el resto del mundo nunca lo sabrá.  

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Agradecimiento

anderson Ryan T. Anderson. "Struggling Alone." First Things (Febrero, 2007): 11-13.

Reimpreso con el permiso del autor, Ryan T. Anderson y First Things

Sobre El Autor

AndersonRyan T. Anderson es William E. Simon Fellow en la Heritage Foundation y editor de Public Discourse: Ethics, Law, and the Common Good, la revista online del Witherspoon Institute.  Fue graduado Phi Beta Kappa y magna cum laude en Princeton University, es candidato a doctor en filosofía política en la University of Notre Dame. Trabajó como subdirector de First Things y fue becario en periodismo de la Phillips Foundation. Sus escritos aparecieron en Harvard Journal of Law and Public PolicyFirst Things, the Weekly Standard, National Review, the New Atlantis, y Claremont Review of Books.  Es coauthor, junto con Robert P. George y Sherif Girgis, de What Is Marriage? Man and Woman: A Defense

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